El mensaje ante el Congreso pronunciado este 21 de mayo por el presidente Piñera parece haber sido hecho durante una visita a la Isla de la Fantasía, o sacado de algún cuentista de ficción, porque el contenido de su discurso no puede estar más lejos de la realidad, no puede estar hablando del Chile real. O tal vez sí, pero de la realidad de ellos, de los gobernantes, de los poderosos, es decir, un discurso ante sí mismo o ante el espejo. Porque el Chile que estos gerentes de palacio conocen, y para el que gobiernan, es el Chile de aquellos pocos acaudalados empresarios y magnates que usan este país como el fondo de libre disposición donde llenar sus arcas y dar rienda suelta a sus aspiraciones.
Para el resto del país, para el Chile real, un discurso vacío, que no dice nada ni representa nada. La ciudadanía de este país ya sabe que sus necesidades y reivindicaciones nunca serán resueltas por una clase política inepta y ajena; menos aun por un gobierno como éste que solo tiene la represión y la sordera como respuesta ante las demandas ciudadanas. Las movilizaciones sociales y estudiantiles de todo el 2011, las de Aysén y Calama a comienzos de este año, y las de Freirina en estos días recientes y actuales, son un testimonio fehaciente de cual es la actitud de los gobernantes frente a sus legítimas demandas. Ninguno o nada de estos problemas reales estará presente en la preocupación de los gobernantes; su única ocupación consiste en tratar de ocultar esos problemas, ignorarlos, negarlos, como fórmula para evadir su existencia; de manera que no causa extrañeza que no estén presentes en el contenido de sus discursos.
El único acercamiento al Chile terrenal y la única gran novedad en el discurso del presidente Piñera estuvo dada por el anuncio de otorgar un bono de 40 mil pesos a las familias en situación de pobreza o vulnerabilidad extrema, para compensar la inflación del precio de los alimentos. Lo que en sí tampoco es gran novedad puesto que es retomar una práctica ya instalada durante gobiernos anteriores, pero que este gobierno se resistía a aplicar seguramente porque no genera de manera directa grandes utilidades para el empresariado. Práctica de otorgar bonos que en sí no es negativa puesto que constituye un paliativo válido para los más necesitados, aunque tampoco representa ninguna solución permanente y de largo plazo.
El otro anuncio rimbombante fue el de estudiar la posibilidad de construcción de un puente sobre el Canal de Chacao, para unir Chiloé al Chile continental. Cuestión que tampoco es novedad porque es retomar la idea lanzada por el gobierno de Lagos y botada por el gobierno de Bachelet. Anuncio que en la práctica no es más que una puesta en escena como lanzamiento de la campaña presidencial del nuevo chiche de la derecha, el Ministro de Obras Públicas, Lauwrence Golborne. Un voladero de luces que busca distraer la atención de otros problemas más inmediatos y presentes.
Las cifras sobre avances en reconstrucción post terremoto parecen una burla más que un error. Si se contrasta el 75% de soluciones habitacionales de que habla el gobierno, con la realidad de campamentos, comunidades y familias que se aprestan a sufrir un tercer invierno en medio del desamparo y la impotencia, no se puede tomar en serio las alegres cifras de Piñera.
Cifras que hablan también sobre generación de empleo que solo son explicables por el desprecio que gobernantes, ministros, asesores y empresarios tienen por los trabajadores y aquellos que buscan trabajo. ¿De qué 700 mil empleos hablan estos gerentes? La cifra de desempleados bordea las 550 mil personas. De aquellas otras personas que los manipuladores de las cifras consideran empleados, resulta que sobre 600 mil son subempleos: empleos precarios, empleos por cuenta propia, trabajos familiares, trabajos ocasionales, en donde, además, la iniciativa gubernamental en lo único que se hace presente es en la labor del INE de hacer las dudosas encuestas, que terminan en estas sospechosas cifras que los gobernantes usan para vender humo. Cifras que tampoco cuentan a los más de 100 mil desencantados, que son aquellos que se cansaron de seguir pidiendo trabajo y que para las encuestas es como si no existieran.
Por otra parte, cuando esos empleos tienen alguna sustentabilidad, es decir, con ligazón contractual en alguna empresa, servicio o industria, éste vínculo se produce en condiciones de salario y laborales desventajosas para el empleado, cuando no directamente vergonzantes. Y si éste empleado contratado es mujer, esas condiciones son doblemente desventajosas y vergonzantes. Predomina el salario miserable, el despotismo, el abuso, la discriminación, la segregación y el trato de subcontratación; condiciones éstas facilitadas por un gobierno patronal y una clase política mayoral. De manera que la frasecita para el bronce dicha por el primer mandatario en su mensaje de que: “ya no son los trabajadores los que salen a buscar trabajo, sino que son los empresarios lo que salen a buscar al trabajador” solo puede ser interpretada como una realización novelística de la Ministra Mathei, que a lo más califica para incluirla en el libro de las “piñericosas”.
La llamada reforma tributaria, que el presidente Piñera clama en su mensaje le apruebe el Congreso, no pasa de ser otro verso del gobierno y la clase política. No existe tal reforma. Son solo algunos ajustes que tienen como principal motivación responder a exigencias de sectores empresariales y asegurar al electorado de derecha que estaba poniéndose demasiado crítico con su propio gobierno; a duras penas y a regañadientes lo siguen respaldando en las encuestas, más por razones ideológicas, de clase, que por sentirse conformes con su gestión. Este “ajuste tributario” está exclusivamente orientado a beneficiar a estos sectores. Lo demás es show y mentira. La rebaja del impuesto a la renta hasta tasas entre un 10 y un 15% beneficiará solo a aquellos que hoy pagan más del 10%, es decir, el 1,73% de los contribuyentes, aquellos que reciben los salarios más altos en este país, concretamente unas 142 mil personas. Los más ricos se verán más ricos, con lo que la brecha de desigualdad seguirá aumentando.
La supuesta reforma tributaria es urgente para financiar la educación, dice Piñera. Pero lo que no dice es que financia la educación de los más ricos. Porque, curiosamente, los beneficios en educación solo llegan a los más ricos del país. El gran anuncio de que con la reforma los sectores medios podrán descontar de los impuestos hasta el 50% de los gastos en educación de sus hijos parte de la premisa de pagar impuesto a la renta. Para pagar impuesto a la renta se requiere una renta mínima de $ 540.000; el 88% de los chilenos gana menos que esta cifra, por tanto no tiene acceso ni derecho a ningún beneficio. De esa manera los más pudientes pueden obtener una educación gratuita gracias al ajuste tributario de Felipe Larraín; eso ocurre al mismo tiempo que Piñera está diciendo en su discurso que la educación gratuita para todos no es posible porque eso beneficiaría a los más ricos. Este cinismo y falacia está llegando, hace rato, a los límites de la indecencia, de lo intolerable.
Lo que queda, es la confianza que la ciudadanía hace rato también que sabe que las soluciones a sus demandas, a sus problemas, a sus necesidades, no provendrán ni de los discursos ni de la voluntad de esta clase política dominante, sino que solo pueden aspirar a respuestas y soluciones a través de sus propias movilizaciones.
Cuenta pública popular: organizaciones sociales instalan sus demandas