Por Seryho Astudillo Espinoza
Alrededor del mediodía de este lunes circuló por el centro de la capital el mal llamado “bus de la libertad”, llenando el debate público y las calles con violentos mensajes de intolerancia y odio. Según sus defensores, la manifestación se produce contra la “ideología de género”, término que han acuñado para atacar las demandas de la comunidad LGTBI, quienes apelan, contrariamente a lo que desde el bus se pregona, por que a través de una educación sexual pluralista se deje de invisibilizar, humillar, discriminar, violentar y asesinar a las personas que no adscriben a la combinación binaria de género. Los defensores del bus, con su superauspiciada movilización, buscan justamente censurar esta educación sexual pluralista, perpetuando en nuestra sociedad todas aquellas emociones y acciones que invisibilizan, humillan, discriminan, violentan y asesinan a personas que no han hecho otra cosa más que elegir libremente vivir su sexualidad de una manera distinta a la tradicional heteronorma.
Este bus viene a declarar públicamente que en Chile existen personas dispuestas a enfrentarse a cualquiera con tal de que en nuestra sociedad dejen de mostrarse libremente miembros de la comunidad LGTBI, no porque estos últimos les estén quitando el pan, no porque les estén explotando en sus trabajos, no porque les estén robando su jubilación y aun menos porque les estén obligando a endeudarse para poder estudiar. No. Sólo lo hacen porque están dominadas por la intolerancia y la incapacidad para comprender que las personas -incluso sus hijos- pueden escoger otras maneras de ser en el mundo (sin oprimir a nadie). Están tan llenas de odio como los pescadores que quemaron a sus colegas peruanos en Tocopilla. Están tan llenas de odio como los pasajeros que golpearon hasta la muerte a un hombre por robar un celular en un bus del Transantiago. Están tan llenas de odio como el trabajador que acuchilló a su colega haitiano en el terminal pesquero de Lo Espejo. Este bus y sus defensores no buscan la paz social, sino todo lo contrario.
Según ha consignado El Mercurio[1], a Luis Losada, director de campañas de la Fundación Citizen Go Chile (financista del bus), le parece “más necesario que nunca sensibilizar a los padres chilenos sobre la gravísima amenaza que supone” la implementación de una educación de la diversidad sexual en las escuelas básicas, como si las escuelas obligaran a niñas y niños a seguir una u otra identidad sexual. Sin embargo, lamentablemente no le parece más necesario que nunca, por ejemplo, impedir que todos los años se produzcan crímenes de odio contra homosexuales, lesbianas y trans, ni que estas personas sean constantemente humilladas y violentadas en casi todos los rincones de la sociedad (incluso por sus familias) [2].
Por otro lado, sorpresivo fue ver el resguardo que Carabineros hacía del bus, pues hace sólo unos días la ministra Secretaria General de Gobierno, Paula Narváez, dijo públicamente que el gobierno no compartía esta iniciativa por promover “la intolerancia y el no respeto” [3]. Y digo sorpresivo no porque esperaba que el gobierno impidiera el paso del bus, sino porque, aunque discursivamente se posicionan en su contra, desplegó todo su aparataje policial para que el buspudiese circular con la mayor comodidad, reprimiendo a quienes se manifestaran en su contra. Lo mismo hicieron cuando desfilaron los camioneros pidiendo mayor represión policial en la Araucanía. Lo mismo hacen cada vez que hay una marcha de personas abc1 contra el aborto. Por el contrario, cada vez que se realiza alguna manifestación en pos de alguna demanda popular, la represión no tarda en llegar. Pero así ha sido la tónica de este gobierno: hacer un mea culpa y pedir perdón al pueblo mapuche sin desmilitarizar sus territorios, sin esforzarse por hacer juicios justos y, por ejemplo, sin reconvertir en escuela la base militar que instalaron en Pailahueque.
En el mensaje del bus se pretende desacreditar el trasfondo político de la lucha por la libre identidad de género tildándolo de “ideología”. Sin embargo, es necesario develar que detrás de su mensaje de rechazo y odio existe una reflexión e ideas altamente politizadas que se anidan dentro del espectro ideológico conservador. De hecho, el descarte de la “ideología” como base sobre la que se levantan ideas es una característica del discurso de la Derecha política, quienes atribuyen una carga negativa al concepto para desprestigiar a las ideas políticas contrarias, ¡cómo si ellos mismos no estuvieran completamente ideologizados! Este cuento del tío que pretenden vender diciendo que la ideología está en un solo lado de la balanza es algo que ya no tiene sentido. ¿A quién quieren engañar?
Además, la consigna “Con mis hijos no se metan” es estéril en sí misma, pues nadie puede aislar a sus hijos de la influencia que el mundo exterior tiene sobre ellos: la televisión, los diarios, internet, la escuela, sus propias relaciones interpersonales con amigos o demás familiares, todos elementos que están permanentemente influyendo en todos los miembros de una sociedad. La única posibilidad de que esto no ocurra es, precisamente, aislar a los hijos del mundo exterior, cortándole todos los circuitos que los puedan ligar con algo externo a la familia, sin televisión, internet, escolarización, amigos, etc., lo que suena bastante improbable. Sin embargo, no lo harán, porque a estas personas sólo les interesa perpetuar los límites conservadores de la identidad de género y orientación sexual, nada más. No pareciera interesarles en la misma medida, por ejemplo, marchar con un bus contra la violencia machista o contra la pedofilia en sus iglesias, que son dos elementos de la sociedad que han dañado más niñas y niños que la “ideología de género”.
Por último, a partir de la idea anterior se puede identificar el tremendo autoritarismo que subyace a la consigna en cuestión, pues esta lleva a pensar que las hijas e hijos de esas personas están y estarán tremendamente controlados, con rangos personales de acción y decisión muy restringidos debido a la sombra casi policial de sus madres y padres. Pobres de esas niñas y niños que no podrán elegir libremente cómo quieren construir su identidad ni cómo desean vivir su sexualidad.
Imagínense si a alguna de esas personas le gustaran otras del mismo sexo o tuviese la convicción de que no se siente identificada con su propio cuerpo. Esas madres y padres les están diciendo desde ya que les rechazarán (y a sus amistades también) si no se adaptan al molde social que fabricaron para ellos. Les están diciendo que, si no encajan en dicho molde, siempre van a estar solos . Por favor, de qué libertad estamos hablando.