[resumen.cl] Esta semana se cumplirán 100 años de la denominada "rebelión de las putas de San Julián", cuando un grupo de trabajadoras sexuales del puerto de San Julián en la Patagonia argentina se negó a recibir a soldados que habían fusilado a los obreros agrarios masacrados en la "Patagonia Rebelde". Al grito de “¡nunca nos acostaremos con asesinos!” se negaron a recibirlos, por lo que fueron reprimidas y encarceladas por los uniformados.
Este 17 de febrero se cumplen cien años del día en que las trabajadoras sexuales de San Julián decidieron no tratar con un grupo de militares del Décimo Regimiento de Caballería a cargo del teniente coronel Héctor Benigno Varela, que habían concurrido a ese lugar para “premiarse” por su “servicio a la patria” tras realizar la masacre más grande de obreros en la historia de Argentina, la denominada "Patagonia Rebelde", en que 1.500 trabajadores agrarios fueron fusilados por participar en una masiva movilización en que exigían condiciones tan básicas como un día de descanso a la semana, un lugar limpio y seco donde dormir y velas para alumbrarse de noche, muchos de ellos fueron peones chilenos, principalmente chilotes.
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El llegar al recinto, las mujeres no le quisieron abrir la puerta pese a la insistencia. Cuando ingresaron a la fuerza fueron recibidos con insultos y golpes de escoba, por lo que fueron inmediatamente detenidas. Según el informe policial redactado, las trabajadoras sexuales les llamaban “asesinos” y gritaban “nunca nos acostaremos con asesinos”, además de “otros insultos obscenos propios de aquellas mujerzuelas”. El parte también dejó inmortalizados sus nombres: Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache, Maud Foster y Paulina Rovira, esta última regenta del lugar.
El destacado historiador argentino Osvaldo Bayer, autor del célebre libro “La Patagonia Rebelde”, describió cómo, en ese contexto de terror, crueldad y hostilidad, cinco trabajadoras sexuales del prostíbulo La Catalana, en Santa Cruz, Argentina realizaron este gesto de dignidad humana, para Bayer ellas fueron “los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia”.
El teniente Varela murió un año después de estos hechos, el 27 de enero de 1923, luego que un trabajador anarquista alemán, Kurt Wilckens, le arrojó una bomba a su paso para luego rematarlo con cuatro disparos, para luego ser detenido por la policía.
“No fue venganza, yo no vi en Varela al insignificante oficial”, escribió Wilckens desde la cárcel. “No, él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intenté herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal”. Wilckens fue asesinado en la cárcel por un pariente de Varela, quien fue a su vez también fue asesinado tiempo después.