Por lo menos hasta 1914 ser socialista era ser internacionalista, cuando los dirigentes de la II Internacional decidieron apoyar a los gobiernos de sus respectivos Estados que entraban a la I Guerra Mundial, el socialismo entró en crisis. Lo curioso es que en nuestra América, más mestiza que cualquier otra definición, hay que hacer una combinación extraña, por un lado hay que ser internacionalista; por el otro hay que defender a las naciones, en cualquier caso hay que estar contra los países. Esa extraña invención que se nos impuso en el siglo XIX y que impuso extraños nombres a territorios tan desconocidos como invisibles para el mundo moderno occidental.
Las naciones verdaderas son muchas en estos territorios, jamás sabremos cuantas exactamente. Bolivia, el único país que ha reconocido como oficiales todas las lenguas que se hablan allí, tiene cuarenta idiomas. El problema se complica cuando nos vamos a los espacios amazónicos, en un solo valle se hablan 6 o 7 idiomas distintos. Y esto es lo que se conoce. La Bolivia plurinacional, hoy en día, representa la cara inversa en contra de las políticas del “desarrollo”, tienen ellos sus propias políticas en permanente debate y desarrollo. Bolivia está viviendo una reconstrucción diaria por reconocerse a si misma y solo por eso merece la mirada de los demás pueblos americanos, con o sin estado, por ello hay que defender las naciones de la agresión colonialista de quienes dirigen los países.
Pero al mismo tiempo hay que ser internacionalista. El destino de nuestros países es similar. Las guerras que hemos tenido son fratricidios. José Martí nos daba un consejo que lamentablemente nadie siguió: “Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano”. El texto del líder cubano tenía un nombre simple y profundo: Nuestra América. La única observación que podemos hacerle es que esa “tradición criminal” nos la impusieron desde afuera; fueron los intereses de otros por nuestras riquezas los que nos hicieron sociedades secuestradas por el poder. Hay que ser internacionalista para defendernos de la agresión colonialista que viene del norte, que viene también de las entrañas de nuestras propias oligarquías.
Hoy, en pleno año 2015, el gobierno chileno, a través del Museo de la Memoria, ha logrado evitar que asistiera a la Celebración de los 50 años de la revista Punto Final el vicepresidente del estado plurinacional de Bolivia Álvaro García Linera. Resulta inverosímil que nada menos que un museo de la memoria niegue la entrada a una autoridad del Estado Boliviano, ello revela el carácter de racismo jurídico y político que ostenta el actual Estado chileno. Los señores de la Memoria oficialista olvidan que todos los pueblos americanos, originarios y mestizos; afrodescendientes e inmigrantes, fueron asesinados, torturados, quemados vivos, desaparecidos de nuestra América. Lo hacen desde un gobierno que lo dirige alguien que se autotitula “socialista”. Tratando de impedir la tan merecida celebración de uno de los medios de comunicación que sufrió de la peor persecución tras golpe y la posterior dictadura cívico-militar en nuestro país.
Nuestro homenaje a los que allí trabajaron y fueron asesinados por la dictadura, recordamos a Jaime Barrios, Augusto Olivares, Máximo Gedda, Augusto Carmona, Jane Vanini y José Carrasco, también aquellos que como Mario Díaz, Alejandro Pérez Jaime Faivovich, Julio Huasi y Héctor Suárez fallecieron en el largo exilio.
Vaya desde Concepción nuestro saludo entrañable a un referente de la prensa comprometida de nuestro continente, para cada uno de quienes mantienen vivo este esfuerzo tan lleno de memoria y dignidad, memoria y dignidad de la que aún carecen gobiernos y museos oficialistas en nuestro país.
Periódico Resumen
Concepción, 24 de septiembre 2015