Mientras el presidente Enrique Peña Nieto inicia una gira por China y Australia, la indignación en México no encuentra reposo. Nada alcanza para restañar a una sociedad herida: ni el arresto del ex alcalde de Iguala, a quien se le imputa la autoría intelectual de la desaparición forzada y, aparentemente, el asesinato de un total de 46 estudiantes normalistas de Ayotzinapa; ni la caída del gobernador del estado, Angel Aguirre Rivero, sustituido por un académico que fue secretario general de la Universidad Autónoma de Guerrero; ni mucho menos el anuncio del hallazgo de restos incinerados que podrían corresponder a los 43 estudiantes desaparecidos.
Las movilizaciones por todo el país no cejan. A media tarde de ayer, normalistas y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos bloquearon durante poco más de tres horas los accesos al aeropuerto internacional de Acapulco, en una toma simbólica que se tradujo en la cancelación y demora de una docena de vuelos. Por la mañana, 16 policías estatales resultaron heridos en un enfrentamiento con normalistas y maestros disidentes, a quienes se pretendía contener para que no llegaran al aeropuerto. Unos 500 elementos de la Policía Federal formaron un muro que abrieron después cuando se negociaron los términos de la protesta. La condición fue no ingresar al aeropuerto, aunque se permitió cerrar entradas y salidas.
Durante este lapso, maestros, normalistas y padres de los 43 estudiantes desaparecidos, y otros tres asesinados el 26 de septiembre, realizaron un mitin en el estacionamiento del aeropuerto internacional de Acapulco, uno de los principales centros turísticos del país que hace más de medio siglo era punto de encuentro de celebridades de todo el mundo. El turismo extranjero se ha desplomado en Acapulco en todo lo que va de este siglo: el número de viajeros a sus playas cayó 88 por ciento entre 2000 y 2013, y la tendencia se mantiene casi mes y medio después de la desaparición de 43 normalistas y una alerta de viajes emitida por Estados Unidos para que se evite esta ciudad.
El enfrentamiento de la mañana de ayer con la policía estatal en la avenida principal de Acapulco dejó también heridos a varios manifestantes, aunque hasta el cierre de esta edición no se pudo precisar cuántos.
En medio de esta crisis política, lo que empieza a ser una constante son los actos de provocación alrededor de las manifestaciones pacíficas, particularmente en la capital del país. Alguien juega con fuego en México. Las tres últimas movilizaciones –en las que en total han participado cerca de 250 mil personas, la mayoría estudiantes de los principales centros de educación superior del país– han sufrido embates de personas ajenas que han provocado disturbios. Primero, incendiando camiones del sistema Metrobús, en las inmediaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, y la última con el incendio de la puerta principal de Palacio Nacional, en el zócalo de la capital del país, mientras que casi al mismo tiempo otros hacían lo mismo con el acceso al Palacio de Gobierno de Guerrero, en Chilpancingo. En todos los casos ha habido detenciones arbitrarias por parte de la policía, incluyendo a menores de edad.
Tras el fuego en el portal de Palacio Nacional, provocado con bombas molotov, Peña Nieto aprovechó una escala en Alaska para condenar esos “actos de violencia” y alegar que la sociedad mexicana “dice no a la violencia; decimos sí a la justicia, al orden, a la armonía, a la tranquilidad; decimos sí a la aplicación de la justicia ante estos hechos atroces y abominables”. De paso, justificó el viaje internacional en el que se encuentra ahora mismo, pese al clamor porque permaneciera en el país atendiendo la grave crisis de derechos humanos que se ha transformado ya en una severa crisis política que el propio Peña Nieto no ha sabido encarar, según algunos analistas, incluso simpatizantes del régimen priísta, pero que a estas alturas empiezan a ver con preocupación la falta de recursos políticos del presidente.
De hecho, la revelación de la PGR sobre el asesinato masivo en el basurero municipal de Cocula, a menos de 20 kilómetros al sudoeste de Iguala, donde los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa fueron víctimas de desaparición forzada, se hizo en vísperas del viaje de Peña Nieto a China, para participar en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), y una rápida visita a Australia para participar en la cumbre del Grupo de los Veinte (G-20), como para despresurizar la creciente atención internacional en la crisis de derechos humanos que azota a México.
Lejos de eso, la indignación aumentó con un viaje que simboliza la falta de sensibilidad y capacidad política para enfrentar la crisis. Un botón de muestra son las expresiones espontáneas del público y artistas en conciertos, obras de teatro y exposiciones. Uno de los grupos más activos ha sido Café Tacvba, cuyo vocalista, Rubén Albarrán, incluso ha participado como orador en uno de los primeros mitines que cobijaron a los padres de los 43 normalistas desaparecidos. El sábado pasado, León Larregui, vocalista del grupo Zoe, estalló ante 40 mil espectadores en el Foro Sol: “¿Qué más tenemos que aguantar para decir basta? El país está secuestrado por una pandilla de neandertales, ladrones y asesinos. ¿En qué país quieres vivir tú: en el que el simple hecho de exigir tu derecho a una vida digna y justa signifique que te van a desaparecer y a matar? ¿Qué chingada madre es eso?”, dijo el cantante, entre aplausos y gritos de repudio a Peña Nieto. El vocalista de Zoe fue detenido al finalizar el concierto, según reportó él mismo en su cuenta de Twitter. Mientras, a menos de siete kilómetros de ahí, ardía el portal de Palacio Nacional.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-259554-2014-11-11.html