Guadi Calvo / rebelion.org
Fotografía: Soldados estadounidenses patrullan campos de opio en Afganistán, por Baz Ratner / Reuters. Fuente: rawa.org
Desde el impreciso mundo talibán corre hace algunas semanas la noticia, una vez más, de la muerte de su líder el Mullah Omar. El tercer hombre más buscado del mundo, por los servicios de inteligencia occidentales y por cuya cabeza se ofrecía diez millones de dólares. Omar habría muerto, según el diario paquistaní “The Express Tribune” a consecuencia de una enfermedad, presumiblemente tuberculosis, en abril de 2013 en algún lugar indeterminado de Pakistán, tampoco se especifica el lugar de su entierro. De todas maneras Kabul rápidamente se dispuso a aceptar como buena la información y ya lo ha declarado “técnicamente” muerto, aunque el presidente afgano Ashraf Ghani, había declarado que no estaba en condiciones de negar ni de confirmar la noticia.
Lo último que se supo del Mullah, fue cuándo huyó de Kandahar, a lomo de una moto en 2002 a consecuencia de la invasión norteamérica, con rumbo obviamente desconocido.
En torno a su vida y sus muertes se tejieron infinidad de leyendas difíciles de constatar, pero su figura ha tomado rasgos mesiánicos. Miembro de la tribu pastún Hotak, una de las más integristas del país, abandonó sus estudios coránicos en una madrasa de Kandahar a los veinte años, para luchar contra los soviéticos que acababan de invadir Afganistán.
Moscú invadió Afganistan en procura de sostener el gobierno del presidente Mohammad Najibulá, quién finalmente fue derrocado en 1992 por los muyahidines y finalmente en 1996, tras ser secuestrado de la sede de la ONU en Kabul, fue torturado públicamente hasta su muerte.
En ese mismo año Mohammad Omar, fue designado Amir-ul momineen (Príncipe de los Creyentes) por un grupo de mil quinientos eruditos del islam, dignatarios y líderes yihadistas de Afganistán, que hicieron el bay’ah (juramento de lealtad) “Para prevenir la falsa propaganda de multitud de escritores, analistas espurios” y para combatir la anarquía de los señores de la guerra que reinaba en el país.
El cuatro de abril de 1996, el Mullah Omar apareció ante la multitud, en el centro Kandahar envuelto en el manto de Mahoma, después que los talibanes lo hubieran sacado del santuario que lo tenía en resguardo. El hecho en cualquier país musulmán hubiera sido considerado una blasfemia difícil de superar, pero el fanatismo exacerbado de los seguidores de Omar, los llevó a entronizarlo como el verdadero heredero del Profeta. Desde entonces las glorias de sus acciones en la guerra contra los soviéticos se multiplicaron. Se dice que en plena batalla, se arrancó el ojo que había sido alcanzado por una esquirla y siguió combatiendo sin pausa. Desde entonces ha pasado a ser el tuerto más famoso de la historia y quizás el más resucitado.
Son muchas las veces que se lo han dado por muerto. Últimamente según medios afganos había sido asesinado en 2011, por el jefe de la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI) pakistaní el general Hamid Gul, pero tiempo después fuentes talibanes lo desmintieron. En 2013 según un grupo disidente talibán Mahaz Fidayee sospechado de responder a algunos servicios de inteligencia, denunció que Omar fue asesinado en una disputa interna.
Quizás esta vez sea la verdadera, posiblemente la enfermedad que lo arrastró a la tumba no sea otra que la del golpe palaciego, ya que por primera vez se perciben notorias diferencia en la cúpula del talibán.
Un sector del Talibán muy influenciado por la inteligencia pakistaní SIS, ha elegido como reemplazante de Omar a Akhtar Mohamed Mansur Mohammad Shah ex ministro de Aviación Civil y Transporte del Talibán cuando el movimiento tomó control de Kandahar en 1994 y número dos de la organización durante los últimos cuatro años. Como su segundo ha elegido Sirajuddin Haqqani, alías Jalifa, hijo de Jalaluddin Haqqani, líder del poderoso clan de los Haqqani, que combate desde antes de la invasión rusa.
Otro sector pretendía imponer al hijo mayor de Omar, Mohamad Yaqub, de 26 años, pero según parece ha ganado la pulseada, por ahora, el sector pro Mansour.
¿Quién es el nuevo jefe?
Aunque siempre haya sido reacio a la exposición pública el nuevo Mullah es un viejo conocido de la inteligencia occidental y paquistaní consignado como “un miembro prominente del liderazgo talibán”. Mansour en septiembre de 2006 fue entregado a las autoridades afganas, tras ser detenido en Pakistán por estar involucrado en narcotráfico. Tan solo un año después se lo detectó en las provincias afganas de Khost, Paktia y Paktika, controlado delicados sembradíos de amapolas, al tiempo que ocupaba el cargo de gobernador, en la sombras, de Kandahar.
El Mullah Mansour, como tarjeta de visita entre el viernes siete y sábado ocho de agosto ha intensificado los atentados. El viernes se produjeron tres atentados en Kabul que dejaron una cincuentena de muertos y doscientos heridos. Según la misión de Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) el día viernes se registró el mayor número de civiles muertos y heridos en un día, desde 2009, con cincuenta y un civiles muertos y trescientos quince heridos solo en Kabul.
Al día siguiente e n la provincia norteña de Kunduz, donde el Talibán, desde hace meses, está desarrollando una campaña de atentados y fuertes combates con miembros del ejército y milicias progubernamentales, con la intención de clausurar los pasos comerciales con la ex república soviética de Tayikistán, ingresó al distrito de Janabad y antes de ser repelido pudieron ejecutar a unas treinta personas.
La retirada de las tropas de la OTAN en diciembre de 2014, ha provocado orfandad tanto en la policía como en el ejército afganos, que frente a la insurgencia poco o nada están haciendo, al tiempo que no solo el Talibán sino al-Qaeda y Daesh o Estado Islámico están teniendo cada vez más presencia en casi todo el país.
La ausencia de la ISAF, (International Security Assistance Force) que fue sustituida desde enero por la operación Apoyo Decidido con solo unos cuatro mil soldados para trabajos de asistencia y capacitación exclusivamente y el importante destacamento de soldados norteamericanos, cerca de diez mil, también abocados al entrenamiento de las tropas afganas, que nada pueden hacer frente a la impericia de las tropas afganas.
Este cambio de jefaturas en el Talibán se da casualmente en el momento que existían conversaciones de reconciliación entre el gobierno afgano y la organización extremista. Propiciadas por Estados Unidos, China y Pakistán, pero el nuevo Mullah ha decidido por el momento continuar con la “guerra santa” para crear un Estado islámico en Afganistán. Los movimientos de Mansour por ahora son un guiño para su propia tropa, necesita mostrase fuerte y combativo frente a la presencia en su territorio de un competidor tan mediático como Daesh, que en enero último anunció la creación del emirato de Khorasan, en que se incluye a Afganistán, Pakistán, India y Bangladesh. Al tiempo en las provincias afganas del este y sur: Logar, Paktia, Gazni, Zabul, Helmand, y en el norte del país, Kunduz, Jawzjan y Parwan, se ha incrementado las acciones tanto de Daesh como del Talibán, lo que ha provocado enfrentamientos entre ambas organizaciones.
Daesh no solo avanza en Afganistán pugnando por más territorio y más milicianos, sino que va detrás de una sustancial fuente de recursos para mantener la guerra: el opio.
Según la un Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito Afganistán es líder mundial en la producción de opio y por tercer año consecutivo aumentó las hectáreas dedicadas al cultivo de la adormidera, aproximadamente unas doscientos cincuenta mil. La superficie para el cultivo de amapola en 2014 era de doscientas veinticuatro mil un 7% más que en 2013 y tres veces más que las setenta y cuatro mil de 2002. Desde la invasión de 2001 las toneladas de goma de opio aumentan de manera constante. El año pasado habían superado las seis mil quinientas, sin alcanzar el record de las siete mil quinientas de 2007.
Dos mil doscientas toneladas de opio equivalen en occidente a unos 37 mil millones de dólares. Suficiente para sostener cualquier guerra e incluso muchas de las operaciones encubiertas que tanto la CIA como el ISI pakistaní realizan habitualmente, quizás allí este el motivo de que finalmente fracasen todos los planes de erradicación de sembradíos por parte de Washington.
El opio y la heroína afgana que ocupa el 95% del mercado mundial, continúa inundando los mercados tanto en Estados Unidos como en Europa.
Posiblemente en defensa de sus sembradíos de adormidera es que el Mullah Mansour haya amenazado a mediados de junio, en una carta a Abu Baker al-Bagdadí, el autoproclamado califa Ibrahim líder del Estado Islámico, en que lo instaba a no ingresar a Afganistán.
Según parece la carta llegó tarde o no fue leída ya que Estado Islámico está presente en Afganistán, por lo que las muertes seguirán multiplicándose, tanto como el opio.