“El SIMCE no mide la calidad de la educación ni el trabajo de los profesores sino que solo mide algunos conocimientos y habilidades que los estudiantes han aprendido. Todos sabemos que la educación es un proceso mucho más complejo que eso y es por eso que no se puede reducir a una prueba estandarizada. Hace décadas está demostrado que el rendimiento en pruebas estandarizadas está relacionado con el tipo de familia, con el capital económico de los padres, con su nivel de escolaridad, con el barrio donde está la escuela, etc. Pero no dice nada sobre muchas otras esferas de la educación.”Es decir, la brecha socioeconómica de los resultados guarda directa relación con el denominado “apartheid” educativo chileno. Como señala un informe del Observatorio de Política Educativas Chilenas OPECH, parafraseando un informe de la OCDE “El sistema educativo chileno [...] esta “concientemente estructurado por clases sociales”, fomentando las desigualdades de origen de los estudiantes.” El año pasado, varias organizaciones de secundarios llamaron a no rendir el SIMCE. En Concepción se sumaron al llamado el Liceo Enrique Molina, el Liceo Lorenzo Arenas y el Colegio Brasil, todos dependientes de la municipalidad penquista cuestionando que se les viera como un “producto” y criticando a una prueba que según ellos implica solo “memorizar”. En ese sentido, también se ha transformado en un incentivo a la competencia y al agobio escolar. Los estudiantes de educación primaria del país son los que más pasan horas en las aulas, por lejos, de los países de la OCDE. No han sido los únicos actores en criticar la prueba: los docentes de todos los sectores, pero sobretodo del sector municipal, lo han mencionado como uno de los factores determinantes del agobio laboral, una de las demandas presentes en los últimos años de movilizaciones de profesores. “Para todos los niveles de la enseñanza los profesores chilenos pueden enseñar hasta 1.103 horas al año, mientras que el promedio de la OCDE es de 1.001 en prebásica, 782 en básica y 655 en media”. Señaló un informe de la OCDE. Y según esta misma institución en 2015, confirmando la mantención de esta tendencia señaló "En comparación con el promedio de la OCDE, los profesores en Chile tienen uno de los números más altos de horas docentes al año y sueldos más bajos comparados con los de otras profesiones" ¿Cuál es el sentido entonces de aplicar esta prueba a estudiantes de estratos socioeconómicos y culturales tan desiguales? El fin de la prueba parece ser una manera de perpetuar el apartheid educativo, haciendo aparecer siempre a los establecimientos de mejor estrato socioeconómico como mejores a los de estudiantes pobres, haciendo que paulatinamente los apoderados vayan traspasando las matrículas de los establecimientos municipales pobres al sector privado, fomentando el modelo mercantil de educación. En este sentido, desde la campaña Alto al SIMCE afirman que “no hay ninguna evidencia de que el SIMCE mejore la calidad de la educación” y que por el contrario, “hay evidencia de que daña la educación, reduciendo el currículum y generando agobio en profesores y estudiantes” Foto: El Mostrador