Por Joaquín Hernández / Primera Línea
Una vez más, y al parecer que ante cualquier catástrofe que se presente, y cuyas responsabilidades recaigan en el gran empresariado, la academia -grandes universidades que se jactan de ser “públicas”- salen a la defensa de los grandes grupos económicos, y ocupando la legitimidad científica que tienen acumulada, los exculpan de toda responsabilidad en las catástrofes.
Este fenómeno, que ya ha ocurrido con la defensa de académicos de la Universidad de La Serena defendiendo en marzo del 2015 los relaves de la Minera Los Pelambres (de la familia Luksic) que secaron el Estero el Pupío dañando la vida de los habitantes de Caimanes. También, hace casi un año se dio la relativización de lo “multifactorial” de las causas de la Marea Roja en Chiloé por la académicos de diversas universidades del país, en el marco de exculpar a las grandes salmoneras, de capital chileno y noruego, de la catástrofe vivida en la Región de los Lagos. Y hoy la publicación en “The Clinic”, en donde se señala que expertos forestales de la Universidad de Chile descartan que pinos y eucaliptos aceleren y potencien los incendios forestales que se han trágicamente vivido en el centro-sur de nuestro país.
Es en ese momento es que es necesario preguntarse dónde están los intereses de las universidades en Chile, incluso de aquellas que se hacen llamar públicas, porque algo que hoy no se pueden jactar las universidades es de su independencia. Frente a la precarización de la educación pública, y frente al cada vez más escueto apoyo del Estado a las universidades públicas, es que éstas en las últimas décadas han prosperado no solamente en la extraordinaria alza de aranceles, sino también bajo la figura de donaciones que afectan claramente la independencia académica de una universidad, del mismo modo que un medio de comunicación es tensionado e intencionado por sus auspiciadores.
Del mismo modo que la Universidad la Serena tenía una alianza estratégica entre su centro tecnológico y la Minera Los Pelambres para el momento en que salieron los artículos en La Tercera y El Día, defendiendo a la minera de Luksic y sus relaves, lo mismo ocurre hoy, donde la Universidad de Chile tiene su independencia cuestionada en estos asuntos, tras haber recibido el año 2011 un edificio de casi 520 metros cuadrados para el Campus Sur de la Universidad de Chile por parte de Celulosa Arauco y Constitución, que es parte de una de las dos grandes empresas forestales del país, propiedad de la del Grupo Angelini, y que tiene monocultivos de pino y eucaliptos en las zonas afectadas por los incendios. En la inauguración del edificio, el rector de entonces de la Universidad de Chile, Víctor Pérez, señaló “Creemos que de esta unión virtuosa entre Universidad e industria pueden obtenerse excelentes resultados, como la inauguración de este pabellón, y también la interacción en ámbitos de la investigación y de la docencia de pre y postgrado”. Muy por el contrario, parece profundamente cuestionable este tipo de alianzas, dado que amenaza la objetividad y la independencia del rol científico de las universidades.
La misma Universidad de Chile no solo cuenta con alianzas y donativos de la Familia Angelini, sino que también ha recibido sendas donaciones de la familia Luksic (a través de la Fundación Luksic), como es la donación entregada el 2007 de 400 millones de pesos, para la remodelación de y modernización de la biblioteca de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de dicha casa de estudios, la cual fue inaugurada el 2010 como la Biblioteca Andrónico Luksic Abara.
También la familia Luksic, donó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica de Chile, parte importante del dinero para la construcción del Complejo Andrónico Luksic Abaroa, el que cuenta 3500 m² construidos bajo tierra, asemejando una grieta minera. La obra fue inaugurada el 2013.
El grupo Angelini (Forestal Arauco, Corpesca), también se ha hecho parte de este sistema de donativos en la UC, mediante la construcción del Centro de Innovación UC – Anacleto Angelini, inaugurado el 2014, y que cuenta con 9000 m² construidos, un edificio de 11 pisos, en donde el Grupo Angelini contribuyó con una donación de 15 millones de dólares.
El 2011, y luego de que la Universidad Austral fuera en el 2004-2005 una de las principales denunciantes del daño ecológico provocado por Celco en el Río Cruces, firmó un acuerdo de cooperación entre Celulosa Arauco y dicha casa de estudios, la cual fue profundamente cuestionada por organizaciones sociales y ecologistas de la región, puesto que indicaba un cambio de la estrategia de Celulosa Arauco, desde la confrontación (método que utilizó para invalidar los estudios de la UACh el 2005, a la cooptación, a través de la cooperación económica y estratégica).
Si bien, quedan muchos más casos en el tintero, todos estos ejemplos revelan el funcionar actual que tienen las universidades, y que comprometen sus investigaciones, en especial cuando estas abordan las responsabilidades que empresas financistas pueden llegar a tener en catástrofes y crisis ambientales a lo largo del país. Tristemente, la objetividad académica queda en entredicho, y es preferible basarse en estudios independientes que no estén vinculados a los grandes intereses del empresariado.