Alfonso Alcalde: que el amor te resucite

[resumen.cl] El siguiente texto es una crónica poética de algunas de las obras de Alfonso Alcalde, periodista, escritor, guionista y poeta chileno. Este literato fue jefe de radio de la campaña presidencial de Salvador Allende en 1964, parte del equipo de Radio Biobío y profesor de la Universidad de Concepción. Durante el periodo del gobierno de la Unidad Popular se desempeñó como periodista, siendo director de la memorable colección Nosotros los Chilenos de la editorial Quimantú. Tras el golpe militar se exilió en diversos países como por ejemplo Rumania, donde compartió con otros poetas expatriados chilenos como Omar Lara. Es autor de libros con diversas biografías como la de Salvador Allende, Violeta Parra e incluso, por encargo, la del animador televisivo chileno Mario Kreutzberger. Sus últimos años los pasó en la ciudad de Tomé, en las costas de la región del Biobío, donde sufrió un gravoso malestar anímico y problemas a la vista que no lo dejaban seguir escribiendo. Finalmente se suicidó en un pequeño cuarto que arrendaba, en medio de la adicción al alcohol y la pobreza. Alone, el critico literario más influyente del siglo XX chileno, dijo de él que «por momentos competía con Cortázar». En el siguiente texto, su autor analiza poéticamente la obra lírica de Alfonso Alcalde, un escritor escasamente reconocido a pesar de su extensa y prolífica obra.  

Alfonso Alcalde: que el amor te resucite

Ignacio Calleja Melancolía, furor y muerte. Tal vez está pueda ser una triada para entender a Alfonso Alcalde, puntarenense (extremista como su geografía) quien dejó un legado literario diseminado por todos los géneros, pero que sin duda alcanzó su punto más relevante, y las reediciones e intereses que despierta actualmente así lo confirman, en su versión como poeta. Variaciones sobre el tema del amor y la muerte, remece no solo por lo vigoroso de ese canto fatal y erótico, sino que también porqué anuncia en la destrucción, la causa del devenir. “Por qué la gente no compra los libros que yo hago” [1] (…) Quizás su suerte como escritor se selló a lo hora de quemar su primer libro en un gesto performático y exagerado, una suerte de parricidio de su primer hijo, es lo que se puede interpretar de este acto que lo distanció con Neruda y de seguro enemistó con otros tantos. Pero sea como sea, los 20 años que separan Balada para la ciudad muerta (1947) y Variaciones Sobre el tema del amor y la muerte (1963) eximen de toda culpa o demora al autor, ya que en su segundo conjunto de poemas, es capaz de entregarnos un libro sorprendente, no solo por el vigor brutal y tórrido que se desprende del mismo, sino que también, por que logra exponer las dos dimensiones antagónicas que tienen lugar en el acto sexual, la vida y la muerte enfrentadas indivisiblemente, hasta el infinito. Todos los poemas de este breve libro inician con el sujeto, AQUELLOS/AS, para luego dar paso a una secuencia parecida a un salmo y que repite la misma estructura a lo largo de todo el poemario. Formato, a lo canto religioso, que da cuenta a su vez, de otra dualidad. Lo sagrado y lo profano palpitando en el mismo acto, el del instinto sexual y amoroso. Para mucho pueblos primitivos, la sexualidad era un modo de experienciar lo sagrado, actos fisiológicos tales como dormir o comer poseían este mismo carácter. Reconocer que existe divinidad en ellos, nos aleja del absurdo, de la incomunicación y el aislamiento, vicios muy presentes en el mundo moderno y que pueden ser combatidos momentáneamente durante el sexo, vivencia que tiene el poder de subsanar el vacío en el que nos encontramos y ponernos en contacto con el otro. Algo así tal vez es lo que Alfonso Alcalde nos quiere sugerir en estos poemas, el amor y la muerte, fuerzas elementales que no son más que manifestaciones de lo divino. Cuando rezamos, en gran medida lo que hacemos es pedir perdón, la repetición como penitencia, y amar impetuosamente siempre trae consigo algún tipo de transgresión moral, física o legal. Consciente de tal desacato, el poeta utiliza un mecanismo religioso para redimirnos, a través del formato del rezo o del mantra, se exime de toda culpa a los amantes. AQUELLAS Que dejaron a sus amantes En la horca para pasar una breve temporada en el infierno, y luego los recogieron como una cosecha irremediable llorándoles breves domingos, llevándoles algunas flores de segunda mano ya usadas en otros funerales y cortejos aún más frescos llegando a la fiesta llenas de lutos rojos y coronas SEAN PERPETUAMENTE PERDONADASi Pero más allá de la realidad externa que pueda tener la culpa, lo que hace el autor con estos poemas, es penetrar en un mundo psicológico que es subsidiario del macho y la hembra y que emerge en sus cantos. El primitivo impulso amoroso parece tener una finalidad agresiva, sin duda existe una dimensión sádica en el amor, los dos extremos de estas pulsiones que tan bien han sido retratadas aquí, nos ayuda a reconocer la misma identidad que componen a eros y thanatos. Un dualismo en el que se proponen como contrarias ―pero, a su vez, inseparablemente unidas―, por una parte, al conjunto de todas las pulsiones que ha descrito Freud (pulsiones sexuales y de autoconservación), agrupadas bajo el nombre de Eros, y, por otra parte, a la pulsión de muerte, definida como la tendencia de todo lo vivo al retorno de un estado inerte, inorgánico. Innegablemente, la destrucción parece ser la causa del devenir y la búsqueda de un estado anterior a lo vivo, se nos impone. Más allá de cualquier cosa, mucho más allá de la vida intrauterina o del origen de nuestra especie, irrefrenablemente la entropía succiona. En la actividad erótica, sin duda habita un peligro desconocido, puede que allí radique la destrucción total de nuestra suerte, el amor en su grandeza trágica, en su imposible de ser para siempre, es lo que lo va volviendo heroico. No hay que olvidar que Amor en latín quiere decir, sin muerte, experiencia que en su propio nombre lleva inscrita su imposibilidad. Siento que este poemario no debe ser juzgado en términos formales, quizás los formalismos nunca fueron el fuerte de nuestro autor, acusado de ser desmesurado y tremendista, pero lo que si prevalece y conforma parte del espíritu de la obra, es la capacidad con que Alfonso captura una energía y la encierra en el poema para luego transmitirla hasta dejarlo a un perplejo. Esa sí que es una condición que se le puede reconocer a Variaciones sobre el tema del amor y la muerte, en estas 40 oraciones en donde se va diseccionado al amor en todos sus matices posibles, desde el vigor erótico y pecaminoso hasta la desesperación, la culpa o la angustia frente a la perdida o el desconocimiento ante el porvenir (si es que hay uno). Los restos de Alfonso Alcalde descansan frente al mar en el cementerio de Tomé, y su archivo se encuentra protegido y digitalizado gracias a su hijo Hilario Alcalde quien proporcionó el material a Claudia Tapia, jefa del archivo del escritor en la biblioteca nacional, que en su calidad humana y profesional, generó un lugar para que el olvido no sea el único premio ante un vida consagrada al trabajo literario.   Enlaces a algunas obras del autor http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-10150.html http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-10149.html     Fotografía extraída de Sociedad de escritores de Chile. Sech.
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