Por Robert Parry / Consortiumnews
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens / Imagen principal: Yihadistas de ISIS con M16, fusil de asalto estadounidense.
La sentencia clave en el artículo principal de The New York Times sobre los ataques aéreos rusos contra objetivos rebeldes sirios aparece al final de la historia, cinco párrafos antes del fin, donde el Times señala de pasada que el área al norte de Homs donde ocurrieron los ataques había sido el lugar de una ofensiva de una coalición “que incluye al Frente Nusra”.
Lo que no dice el Times en ese contexto es que el Frente Nusra es el afiliado de al-Qaida en Siria, una omisión que tal vez se explica porque esa información adicional afectaría el tono justiciero del artículo, acusando a Rusia de mala fe al atacar a grupos rebeldes diferentes del Estado Islámico.
Pero los rusos han dejado claro que su intención era realizar ataques aéreos contra la mezcla de grupos rebeldes en los cuales al-Qaida así como el Estado Islámico ocupan papeles destacados. El Times y el resto de los medios dominantes de comunicación de EE.UU. solo juegan cuando pretenden otra cosa.
Además, la realidad sobre la fragmentada coalición rebelde de Siria es que es virtualmente imposible distinguir entre los pocos rebeldes “moderados” y los numerosos extremistas suníes. Por cierto, muchos “moderados”, incluyendo algunos entrenados y armados por la CIA y el Pentágono, se han unido al Frente Nusra de al-Qaida, llegando a entregar armas y equipamientos estadounidenses a ese afiliado de la organización terrorista que atacó Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. A menos que olvidemos que fue ese evento el que condujo a la intervención militar directa de EE.UU. en Oriente Próximo.
No obstante, en los últimos meses, el Gobierno israelí y sus aliados neoconservadores estadounidenses han estado lanzando globos sonda preguntando si al-Qaida podría ser reetiquetado como “suní moderado” y convertirse en un aliado de facto de EE.UU. para lograr un “cambio de régimen” en Siria, deponiendo al presidente Bashar al-Asad quien ha estado durante años casi a la cabeza de la lista negra israelí/neoconservadora.
Un tema clave de la propaganda neoconservadora ha sido propagar la teoría conspirativa de que Asad y el Estado Islámico están de alguna manera coludidos y que por lo tanto al-Qaida es el mal menor. Aunque no existen pruebas que apoyen esta teoría conspirativa, incluso fue mencionada por Charlie Rose en su entrevista “60 Minutes” del domingo pasado con el presidente ruso Vladimir Putin. La realidad es que el Estado Islámico y al-Qaida dirigen ambos la lucha para destruir el Gobierno secular de Asad, que contraataca a ambos grupos.
Y si esos dos principales grupos terroristas vieran una posibilidad de izar sus banderas negras sobre Damasco, podrían reparar sus desavenencias tácticas. Tendrían mucho que ganar mediante el derrocamiento del régimen de Asad, que es el principal protector de cristianos, alauíes, chiíes y otros “herejes” de Siria.
La disputa primordial entre al-Qaida y el Estado Islámico, que comenzó como “al-Qaida en Irak”, es cuándo iniciar un califato fundamentalista. El Estado Islámico cree que el califato puede comenzar ahora mientras que al-Qaida dice que la prioridad debe ser la realización de más ataques terroristas contra Occidente.
Sin embargo, si Damasco cae, los dos grupos podrían obtener una cierta satisfacción: El Estado Islámico podría ocuparse de decapitar a los “herejes” mientras al-Qaida podría conspirar para realizar nuevos ataques drásticos a objetivos occidentales, una siniestra situación de provecho mutuo.
Se podría pensar que el Gobierno de EE.UU. debería concentrarse en evitar una eventualidad semejante, pero el histérico prejuicio antirruso de The New York Times y el resto de los medios de comunicación dominantes significa que todo lo que haga Putin debe presentarse de la forma más negativa.
El frenesí contra Putin
El jueves, un presentador de CNN se lanzó a hablar de ataques de la fuerza aérea de Putin contra “nuestros muchachos”, es decir, los rebeldes entrenados por la CIA, y exigió saber qué se podría hacer para detener los ataques rusos. Ese frenesí fue nutrido por el artículo del Times, escrito por el corresponsal neoconservador de seguridad nacional Michael R. Gordon, un destacado promotor del fraude de las armas de destrucción masiva de Irak en 2002.
El artículo de The Times insistió en que los rusos estaban atacando a los inocentes rebeldes “moderados” violando el supuesto compromiso de Rusia de combatir solo contra el Estado Islámico. Pero Putin nunca restringió su apoyo militar al gobierno de Asad a ataques contra el Estado Islámico.
Por cierto, incluso el Times comenzó esa parte del artículo mencionando la cita de Putin de que Rusia estaba actuando “preventivamente para combatir y destruir a combatientes y terroristas en los territorios que ya ocupaban”. Putin no limitó las acciones de Rusia al Estado Islámico.
Pero el artículo del Times argumenta como si la frase “combatientes y terroristas” pudiera aplicarse solo al Estado Islámico, escribiendo: “Pero funcionarios estadounidenses dijeron que el ataque no se dirigía contra el Estado Islámico sino contra otros grupos opositores que combatían al Gobierno [sirio]”.
A menos que The New York Times ya no crea que al-Qaida sea un grupo terrorista su texto no tiene sentido. Por cierto, el Frente Nusra de al-Qaida ha emergido como el elemento dirigente del denominado Ejército de la Conquista, una coalición de fuerzas rebeldes que ha estado utilizando sofisticado armamento estadounidense incluyendo misiles TOW para lograr importantes progresos contra el ejército sirio alrededor de la ciudad de Idlib.
Es muy probable que el armamento provenga de aliados regionales de EE.UU. ya que Arabia Saudí, Turquía, Catar y otros estados del Golfo gobernados por suníes han estado apoyando a al-Qaida, al Estado Islámico y a otros grupos rebeldes suníes en Siria. Esta realidad fue revelada en un informe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa y fue mencionada sorpresivamente por el vicepresidente Joe Biden.
El 2 de octubre de 2014, Biden dijo en una conferencia en la Escuela Kennedy de Harvard: “nuestros aliados en la región fueron nuestro mayor problema en Siria… los saudíes, los emiratos, etc., ¿Qué estaban haciendo? Enviaron cientos de millones de dólares y decenas de miles de toneladas de armas militares a cualquiera que estuviera dispuesto a luchar contra Asad, excepto que la gente suministrada eran Al Nusra y al-Qaida y los elementos extremistas de yihadistas provenientes de otras partes del mundo”.
El Frente Nusra de al-Qaida también se benefició de una alianza de facto con Israel, que ha aceptado a combatientes heridos de Nusra para darles tratamiento médico y luego devolverlos al campo de batalla en torno a los Altos del Golán. Israel también ha realizado ataques aéreos dentro de Siria en apoyo a los progresos de Nusra, incluyendo la muerte de asesores de Hizbulá y de Irán que ayudaban al Gobierno sirio.
Los ataques israelíes dentro de Siria, como los realizados por EE.UU. y sus aliados, violan el derecho internacional porque no cuentan con el permiso del Gobierno sirio, pero esos ataques israelíes y de la coalición de EE.UU. son tratados como correctos por los medios de comunicación dominantes de EE.UU. en contraste con los ataques aéreos rusos, que se tratan de ilícitos a pesar de que son realizados por invitación del Gobierno reconocido de Siria.
La decisión de Obama
En última instancia, el presidente Barack Obama tendrá que decidir si quiere cooperar con Rusia e Irán en el rechazo de al-Qaida, el Estado Islámico y otros yihadistas o reajusta la política de EE.UU. de acuerdo con la obsesión de Israel por el “cambio de régimen” en Siria, incluso si eso significa una victoria de al-Qaida. En otras palabras, ¿debería EE.UU. dar un giro total en Oriente Próximo y ayudar a la victoria de al-Qaida?
Preferir al-Qaida a Asad es la posición israelí, compartida también por muchos neoconservadores. La prioridad para la estrategia israelí/neoconservadora ha sido buscar un “cambio de régimen” en Siria como una manera de contrarrestar a Irán y su apoyo a Hizbulá en el Líbano, ambos partes del islam chií.
Según este modo de pensar si Asad, un alauí, parte del islam chií, puede ser derrocado, un nuevo régimen dominado por suníes en Siria destruiría las líneas de suministro de Hizbulá desde Irán y así facilitaría una actuación más agresiva de Israel contra los palestinos e Irán.
Por ejemplo, si Israel decide volver a reprimir a los palestinos o bombardear las instalaciones nucleares de Irán, actualmente tiene que preocuparse de la posibilidad de que Hizbulá en el sur del Líbano lance misiles sobre importantes ciudades israelíes. Sin embargo, si la fuente de misiles iraníes de Hizbulá es bloqueada por un nuevo régimen suní en Damasco, la preocupación por los ataques de Hizbulá disminuiría.
La preferencia de Israel por al-Qaida en lugar de Asad ha sido reconocida por altos funcionarios israelíes durante los últimos dos años aunque nunca se ha mencionado en los medios dominantes de EE.UU. En septiembre de 2013, el embajador de Israel en EE.UU., Michael Oren, entonces un asesor cercano del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, dijo al Jerusalem Post que Israel prefería a los extremistas suníes en lugar de Asad.
“El mayor peligro para Israel es el arco estratégico que se extiende desde Teherán a Damasco y Beirut. Y nosotros vimos al régimen de Asad como el pilar principal en ese arco,” dijo Oren al Jerusalem Post en una entrevista. “Siempre hemos querido que Bashar Asad se vaya, siempre preferimos a los muchachos malos que no eran apoyados por Irán a los muchachos malos que eran apoyados por Irán”. Dijo que era así incluso si los “muchachos malos” estaban afiliados a al-Qaida.
Y en junio de 2014, hablando entonces como exembajador en una conferencia del Instituto Aspen, Oren entró en más detalles en su posición diciendo que Israel incluso preferiría una victoria del brutal Estado Islámico a la continuación de Asad respaldado por Irán en Siria. “Desde la perspectiva de Israel, si tiene que haber un mal que llegue a prevalecer, que prevalezca el mal suní”, dijo Oren.
Esa, por lo tanto, es la alternativa que enfrentan el presidente Obama y el pueblo de EE.UU. A pesar de la engañosa información de The New York Times, CNN y otros importantes medios noticiosos estadounidenses, las opciones realistas son bastante claras: trabajar con Rusia, Irán y el ejército sirio para rechazar a los yihadistas suníes en Siria (mientras se busca un acuerdo para compartir el poder en Damasco que incluya a Asad y algunos de sus rivales políticos respaldados por EE.UU.) o tomar partido por al-Qaida y otros extremistas, incluyendo al Estado Islámico, con el objetivo de derrocar a Asad y esperar que los míticos rebeldes “moderados” lleguen a materializarse y lograr de alguna manera el control de Damasco.
Aunque me dicen que Obama ha preferido en privado la primera alternativa, siente tanto temor de la reacción política de los neoconservadores y sus compinches “liberales intervencionistas” que piensa que debe actuar como un tipo duro ridiculizando a Putin y denunciando a Asad.
El peligro de esa actitud artera es que la tendencia de Obama de decir una cosa y la contraria podría acabar provocando una confrontación entre EE.UU. con armas nucleares y Rusia con armas nucleares, una crisis que sus trucos verbales no lograrían controlar.
El periodista de investigación Robert Parry reveló muchas de las historias de Irán-Contra para The Associated Press y Newsweek en los años ochenta. Su nuevo libro es America’s Stolen Narrative.
Fuente: Rebelion.org