Por Flavio Araneda / resumen.clEl martes en el Liceo Enrique Molina de Concepción, los estudiantes de 8° se rehusaron a rendir la prueba SIMCE por tercer año consecutivo. Esto a raíz de los argumentos de los estudiantes en que dicha prueba no mide el aprendizaje ni la calidad de la educación, pues señalan que es solo un instrumento para trasformar la educación de mercado. Argumentos respaldados por la organización Alto Al SIMCE, que enfatiza que esta prueba originaria de la dictadura chilena tiene por objetivo estandarizar a los establecimientos educacionales causando que dichas comunidades se enfocaran en una competencia para aprobar el SIMCE, para que el financiamiento estatal prosiguiera en sus lugares de trabajo y desarrollo, dejando a un costado otras materias educacionales, además de provocar situaciones de estrés tanto para estudiantes, como profesores y trabajadores.
La vocera de la organización Alto AL SIMCE, Natalie Bastías, asegura que dicha prueba confirma la competencia entre los liceos y escuelas, que, logrando un mayor puntaje SIMCE, reciban más y mejores recursos que un colegio con menor puntaje. “Esto no debería ser así, todos los colegios deberían recibir los mismos buenos recursos dependiendo de sus necesidades, no dependiendo de una prueba. A lo largo del tiempo [se han detectado] distintas falencias, siendo las principales el agobio laboral, el estrés en la comunidad educativa, la competencia entre instituciones, la disminución del currículum de las y los profesores, la importancia que se le da a las materias evaluadas por sobre otras que no están en la prueba. Además, estas prácticas aumentan la brecha entre un colegio y otro, entonces provocan una brecha discriminatoria que se da fundamentalmente entre los colegios particulares subvencionados y los municipales, siendo los primeros los que más éxito tienen en los resultados y en consecuencia, obtienen más recursos, en lo que se ha transformado en una bestial lógica de competitividad y discriminación" afirmó.
En relación a la operatividad del SIMCE, Natalie Bastías explica que la Agencia de Calidad de la Educación, debiese servir como herramienta de monitoreo y de información acerca de la calidad de la educación otorgada. “El problema radica en que el SIMCE es un reflejo de pensamiento acerca que la educación se concibe como un bien de mercado cuantificable y no como un derecho.”
El SIMCE establece a las familias que elijan el mejor colegio para sus hijos. Es por ello que los apoderados se pelean por las matrículas, acampan para conseguir una en colegios con buen SIMCE. Tras 27 años, el SIMCE es el indicador con más importancia para poder competir. Entonces las escuelas entrenan para SIMCE y dejan de enseñar otras cosas importantes. Para la vocera de Alto Al SIMCE existe otro camino. “Otra evaluación es posible que permita que todos podemos ser educados juntos. Por años fue un valor en Chile y el SIMCE se ha encargado de destruirlo. No puede seguir la lógica individual tras el SIMCE”.
La campaña Alto al SIMCE nació a mediados del año 2013 entre organizaciones de estudiantes, apoderados, profesores y académicos de distintas instituciones y ciudades, unidos en rechazo a la estandarización y los efectos que tiene este sistema de medición en la educación chilena.
Frente a los argumentos que tiene el Ministerio de Educación para continuar perpetuando esta prueba, Natalie Bastías, asevera que en el país nunca se ha definido qué se entiende por calidad de la educación. “Ellos están cumpliendo con medir la calidad de educación, sus llamados objetivos mínimos educativos. Entonces miden los aprendizajes mínimos que establecen las bases curriculares. Es por ello que pasan rápido la materia a los estudiantes, sometiéndolos a un estrés. Entonces el SIMCE solo mide, no evalúa. En consecuencia, quieren que los profesores se transformen en ejecutores de la materia, sin tomarlos en consideración como profesionales, precarizando su labor.”
El movimiento Alto Al SIMCE plantea un sistema “que no obedezca a la educación de mercado, sino que actúe como un derecho social”. La vocera comenta que ellos proponen una nueva evaluación que cuenta de tres niveles. “El primero busca que sean las mismas escuelas y docentes quienes evalúen la calidad de la educación entregada. En el segundo nivel debe existir una evaluación entre las escuelas para que así exista una vinculación y cooperación dentro de estas en el mismo contexto socio-cultural, y, en el último nivel, se llevaría a cabo una prueba de carácter nacional cuyos resultados no debieran ser entregados para generar un ranking sensacionalista” afirmó.