América Latina tiene un papel importante que desempeñar en la lucha pacífica por la liberación Palestina

Desde el 7 de octubre, a través de las redes sociales hemos estado expuestos a la violencia en formas que nunca habíamos conocido. Ante nuestros ojos se está desarrollando un genocidio. Niños mutilados, bebés prematuros que mueren fuera de las incubadoras, hombres palestinos sacando niños de los escombros. Nos sentimos desesperados, inútiles, ¿qué podemos hacer desde nuestra relativa seguridad, tan lejos del sufrimiento de los palestinos? Pero, tal vez América Latina tenga un papel más importante que desempeñar en la lucha pacífica por la liberación palestina de lo que uno se podría suponer. Por Grace Garside * Es incómodo hablar de violencia. Muchos de nosotros hemos optado por cerrar los ojos ante una violencia diaria tan devastadora en nuestras redes sociales. Como víctimas de la violencia, los palestinos han sido considerados durante mucho tiempo víctimas justas y honradas. Una encarnación de los buenos mártires. Las activistas y los políticos por años han lamentado la trágica destrucción del pueblo palestino por la maquinaria de guerra colonial. Pero su apoyo a Palestina sigue firmemente arraigado en su trágico estatus quo, su impotencia frente al poder militar de Israel. Cuando vemos cualquier confrontación de los palestinos contra su opresión aparentemente se nos hace cada vez más difícil empatizar con la condición palestina. Se vuelve más simple de adoptar una postura neutral. El debate sobre la legitimidad y, a menudo, la legalidad de la violencia debe ubicarse dentro de una discusión más amplia sobre los regímenes racistas, el colonialismo y la ocupación. Las Naciones Unidas reconocen el derecho de un pueblo ocupado a utilizar armas legítimas, pero en las noticias occidentales hemos visto la reproducción de tropos coloniales en que los palestinos son combinados con los terroristas de Hamas, mientras que la violencia de Israel es justificada como la defensa propia. Te puede interesar: PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Armar y desarmar La resistencia Palestina ha adoptado muchas formas a lo largo de los años. El pueblo palestino ha intentado en múltiples ocasiones protestar pacíficamente por su ocupación, a través de boicots y sanciones. En 2018 vimos una gran marcha en la valla fronteriza de Israel con Gaza, que terminó con manifestantes muertos a tiros por las FDI. Y luego hemos visto levantamientos violentos. El académico palestino-estadounidense Edward Said entendió bien el surgimiento de una violenta rebelión Palestina: “Tomemos a un joven de Gaza que vive en las condiciones más horrendas –en su mayor parte impuestas por Israel– que se ata dinamita a su alrededor y luego se arroja contra una multitud de israelíes. Nunca lo he tolerado ni estado de acuerdo, pero al menos es comprensible como el deseo desesperado de un ser humano que se siente excluido de la vida y de todo su entorno, que ve a sus conciudadanos, a otros palestinos, a sus padres, hermanas y hermanos, sufriendo, siendo heridos o asesinados. Quiere hacer algo, contraatacar”. Y así, el cómodo análisis que muchos han hecho durante las últimas semanas de que todos los actos de violencia nacen iguales, se vuelve menos simple cuanto más pensamos en las décadas de opresión colonial en las que los jóvenes palestinos emergen a la edad adulta. Como sostiene Said: “¿Desde cuándo un pueblo militarmente ocupado tiene la responsabilidad de un movimiento por la paz?”. Muchos partidarios de Palestina en las ultimas semanas han invocado al pensador decolonial Franz Fanon como justificación de los ataques de Hamás. Para Fanon, la violencia es una forma de los colonizados para salir de su situación de opresión. En lugar de entender la violencia como un animalismo incontrolado, la ve como un pasaje transformador que lleva al perpetrador de estar subyugado a liberado. Sin embargo, el tratado de Fanon sobre la violencia a menudo ha sido malinterpretado. La decolonialidad no es inherentemente una teoría violenta. Fanon no apoya la violencia, sino que reconoce la violencia del proyecto colonial que ha robado el sujeto colonial de su identidad y su tierra. Por lo que, para Fanon, dentro de tal estructura colonial, la única salida es una mayor violencia. Pero, antes de etiquetar la violencia de Hamás como parte de un movimiento decolonial, hay algunas cosas importantes que se debería considerar. También puedes ver: Un niño asesinado cada 10 minutos: El promedio de los ataques israelíes en Palestina En primer lugar, Fanon estaba muy preocupado por la influencia psicológica que tiene la violencia sobre quienes la ejercen. En Israel y Palestina hemos visto una reproducción de traumas pasados a través de la violencia: descendientes de sobrevivientes del holocausto violando y asesinando a palestinos, y Hamás reproduciendo estos mismos actos de tortura contra civiles israelíes. Cualquiera que sea el estado de catarsis violenta, es poco probable que tales actos de venganza den lugar a la independencia de Palestina o a la eliminación de las heridas generacionales del Holocausto. En segundo lugar, cualquier acto violento que Hamás pueda llevar a cabo contra su opresor israelí nunca podrá estar a la altura la “mayor violencia” que describió Fanon. Mientras el mundo occidental continúa mostrando su indiferencia ante las muertes de civiles palestinos, los llamados a cualquier forma de revolución armada Palestina son esencialmente un llamado al martirio. Pero más importante es que, en Los Condenados de la Tierra, Fanon se refiere a la violencia revolucionaria en Argelia. Sostiene que el argelino no conoce la libertad “porque nunca ha luchado por ella” y que, a través de la violencia, se liberará de su estado inferior y restablece su identidad. En comparación, los Palestinos llevan una lucha de décadas por la libertad y reconocimiento. No el tipo de reconocimiento que reciben actualmente en las noticias occidentales, para revolcarse en su destino en desiertos quemados de cemento caído. Ni un reconocimiento dentro de las páginas de los libros de historia. Más bien, un deseo de ser reconocido como parte de la humanidad en su sentido más holístico y vivido. Para eso se necesita la repatriación de las tierras y la vida indígena. El sionismo ha promulgado una forma específica de colonización sobre palestinos. Los israelís practican una forma de colonización de asentamiento en que quieren hacer la tierra de Palestina su hogar. Para formar un Estado israelí se necesita explícitamente la desposesión, apropiación y borrado del pueblo Palestino. La existencia continuada de palestinos, por lo tanto, plantea graves problemas para la culminación del proyecto sionista. Mira también: Gobierno de extrema derecha israelí mantiene a ministro que amenazó con lanzar bomba atómica en Gaza a pesar de haber anunciado su salida Los Palestinos, como pueblo indígena, mantienen relaciones mucho más profundas con la tierra a las de los israelí. Los palestinos han cultivado olivos a lo largo de los siglos y, al igual que el pueblo palestino, sus raíces no se eliminan fácilmente. Sin embargo, en Palestina, 800.000 olivos centenarios han sido destruidos desde 1967, reemplazado por el rentable pino. Un acto así por parte del ejército israelí no es sólo un intento de reinventar la tierra a través del lucro, sino también un intento de desraizar a los propios palestinos. Y así, tal vez podamos ver las similitudes entre la lucha palestina y las luchas indígenas en todo el mundo. Lo que estamos presenciando en Palestina, si bien es singularmente traumático y violento, no está muy alejado de las violencias coloniales ejercido por el estado Chileno en Wallmapu. Tierras apropiadas, replantado con Pinos. Entonces, si gritamos Palestina Libre, también debemos estar dispuestos a gritar Wallmapu Libre. No podemos ver a Palestina como una lucha aislada, sino parte de nuestra necesidad de deconstruir completamente el sistema de poder colonial, occidentalizado y patriarcal. Un cambio paradigmático total en nuestras formas de vida, en que las luchas revolucionarias palestinas pueden ser una semilla. Si bien es difícil imaginar qué semillas pueden crecer de las cenizas de niños, el pensamiento decolonial latinoamericano podría ser un buen lugar para comenzar. Fruto de sus propias luchas indígenas contra el colonialismo, el continente se ha reformado bajo fuertes movimientos decoloniales que han imaginado nuevas formas de vida y gobernanza. Tanto Bolivia como Ecuador tienen la armonía escrita en sus constituciones a través de la implementación de la teoría del Sumak Kawsay. Y si bien fue rechazada, la nueva constitución pluricultural chilena, encabezada por Elisa Loncón, dio destellos de esperanza a un nuevo futuro más pacifico en Chile. Puedes ver: Tirúa en la mira: Arresto de excandidato respaldado por la UDI revela red de vigilancia armada vinculada a Forestal Mininco en territorio mapuche Durante décadas ha habido intimidades políticas entre la lucha de liberación palestina y estos movimientos radicales indígenas. Steven Salaita sostiene que “el diálogo entre nativos y palestinos se remonta al menos a medio siglo”, mientras los activistas nativos buscaban inspiración y solidaridad en otros movimientos de liberación global. Estas relaciones desafían las formas en que los colonizadores han tratado de perturbar, tanto a los pueblos indígenas como a los palestinos, como derrotados o desaparecidos. En cambio, los vínculos forjan memorias y movimientos que cruzan fronteras geográficas, alterando las estructuras ideológicas coloniales, las jerarquías raciales y los discursos de sus respectivos estados coloniales. Conversaciones entre palestinos y pueblos indígenas han producido nuevas narrativas y prácticas decoloniales, que buscan consolidar movimientos de solidaridad y nuevas formas más pacifica de vivir. Como señala Johanna Fernández, “la solidaridad promete ampliar nuestra visión global, fomentar valores comunitarios y restaurar nuestra humanidad”. La solidaridad entre las luchas decoloniales latinoamericanas y palestinas no es sólo un desafío al poder colonial, sino también un proceso transformador que puede forjar un mundo diferente. Ya hemos visto actos de solidaridad entre América Latina y Palestina. El ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia anunció que cortaría relaciones diplomáticas con Israel, “en repudio y condena de la agresiva y desproporcionada ofensiva militar israelí … que amenaza la paz y la seguridad internacionales”. Chile, Honduras y Colombia recordaron a sus embajadores, con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, tuiteando: “Si Israel no detiene su masacre del pueblo palestino, no podemos estar allí”. Y ahora la marea está cambiando contra los políticos occidentales, con marchas pacificas en toda Europa y Estados Unidos pidiendo un alto el fuego. El pensamiento decolonial se está extendiendo desde su hogar latinoamericano hacia las metrópolis occidentales. Por eso la semana pasada Elon Musk prohibió el uso de la palabra Descolonizar en Twitter. Porque la teoría latinoamericana, antes radical y solitaria, es ahora una seria amenaza para las élites occidentales. Los pueblos del mundo claman por una nueva forma de vida armoniosa, y cuando esto suceda inevitablemente, tanto América Latina como Palestina tendrán su asiento en la mesa como líderes de la paz.   *Doctora en la Teoría Decolonial Feminista. Docente de la Universidad de la Frontera
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