El martes 24 de mayo, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, pronunció un discurso muy claro ante el Congreso Pleno de los Estados Unidos, invitado por el líder republicano Joseph Boehner, quien, por coincidencia, también es judío.
Los congresistas yanquis lo recibieron como arrobados, enamorados, fascinados y felices. Desde que entró al salón de sesiones comenzaron los aplausos atronadores. Se ponían de pie para aplaudir, una y otra vez. 30 veces, en las pausas de su discurso, los congresistas yanquis volvieron a aplaudir aunque no supiera qué era lo que estaban celebrando tanto, porque el discurso de Netanyahu básicamente, decía que el presidente de Estados Unidos “está tratando de imponer cosas que no entiende”, y que Israel no acepta ninguno de los términos planteados por Barak Obama para lograr la paz de Palestina.
De hecho, el gobernante israelí dijo que no acepta partir sobre las fronteras anteriores a la invasión de 1967 sobre territorios de Palestina y Siria. Segundo, que tampoco acepta compartir Jerusalén con los palestinos. Tercero, que no dialogará con los palestinos porque se reconciliaron con el grupo Hamás. Cuarto, que no aceptará que los millones de palestinos expulsados de su patria por Israel, puedan regresar a sus tierras. Y, además, que no aceptará que Palestina tenga soberanía sobre su espacio aéreo, su costa marítima ni su acceso a las aguas del río Jordán. Finalmente, Israel no acepta que las autoridades del estado Palestino dispongan de cualquier clase de fuerzas armadas, ni siquiera una policía armada.
Pero, como sea, los congresistas yanquis estaban embelesados y no paraban de aplaudir. Únicamente un grupo de jóvenes judíos pacifistas alteraron ese clima de enamoramiento. Sobre todo cuando una joven activista, Rae Abileah, interrumpió a Netanyahu exigiéndole a gritos actuar a favor de la paz. El gobernante israelita no respondió, pero una turba de judíos conservadores se lanzaron sobre la jovencita y le dieron tal pateadura que fue a dar al hopital, hasta donde llegaron los policías a detenerla por haber, ella,”provocado desórdenes”.
La verdad es que el show de amor hacia el primer ministro israelí, sólo se dio en la cúpula política de Washington y entre los más agresivos sectores de la comunidad judía estadounidense. De hecho una prestigiosa dirigente juvenil judía de Nueva York, Jane Eisner, señaló que muchos judíos americanos, posiblemente la mayoría, no están conformes con la política del gobierno de Israel, y no aceptan que se trate de imponer que los judíos estadounidenses tengan que ser más leales al gobierno de Israel más que a Estados Unidos que es su patria.
También en Israel, la mayoría de los periódicos y los comentaristas de radio y TV, se mostraron preocupados e inquietos por los planteamientos de Netanyahu, que consideren, en síntesis, como un fracaso muy grave de la diplomacia.
De hecho, el discurso de Netanyahu simplemente le puso una lápida a las posibilidades de negociación de paz con Palestina. Y al parecer Palestina, con apoyo unánime de las naciones árabes, solicitará en Septiembre a la Asamblea General de las Naciones Unidas, su reconocimiento como estado soberano sobre su territorio de 1967, es decir, sobre los territorios que les confirió el mismo veredicto de las Naciones Unidas que creó el estado de Israel.
Ya en estos momentos, Palestina ha recibido el reconocimiento de 121 países miembros de las Naciones Unidas, es decir, más de dos tercios de la Asamblea General. Y se prevé que el apoyo a los Palestinos seguirá aumentando hasta alcanzar una mayoría abrumadora.
Pero el voto de la Asamblea General de las Naciones Unidas, aunque represente a casi la unanimidad de las voluntades de los países del mundo, puede ser anulado completamente si Estados Unidos decide vetar el reconocimiento en el Consejo de Seguridad. Y ya el presidente Barak Obama anunció que aplicará el veto si Israel así lo quiere.
Pero, si Estados Unidos se atreve a oponerse desembozadamente, a la voluntad de las demás naciones del mundo, esa insolencia calará definitivamente en todo el planeta. Así lo entienden en esos momentos los analistas dentro del propio Israel, que tienen claro que con ello su país quedará más y más aislado ante la desaprobación mundial.
El importante diario Jerusalem Post, de tendencia derechista, publicó una entrevista al presidente de la Confederación General de Trabajadores de Israel, Ofer Eini, quien admite que se perfila una vasta campaña apuntada a boicotear mundialmente las exportaciones de Israel, mientras no existan pruebas de una voluntad de respetar las leyes internacionales y los derechos humanos del pueblo palestino..
El dirigente de los trabajadores israelíes admite en su entrevista, que ese boicot podría destruir la economía de Israel, con sólo que los sindicatos de estibadores y trabajadores portuarios decidieran poner en práctica ese boicot.
Es decir, si Estados Unidos, a las órdenes de Israel, resuelve actuar como dueño y señor de todas las naciones del mundo, se puede encontrar enfrentado a una respuesta social y sindical que puede ser más demoledora que las bombas.
Se entiende que los jóvenes judíos progresistas estén movilizándose fuerte, exigiendo que Israel tome el rumbo de la paz, el derecho y la convivencia sana con las demás naciones.
No hay que confundir lo que es el pueblo judío, con lo que es el actual gobierno de Israel.