Apaga la tele: El infierno
Esta interesante película mexicana, es una producción de 2010 del afamado director y guionista Luis Estrada. La cinta tiene en el rol protagónico a Damián Alcázar, un ícono de la cinematografía azteca que ya trabajó con Estrada en “La ley de Herodes” o “Un mundo maravilloso”.
La película hace una lectura desde el humor crítico, que raya en la sátira política, del problema más acucioso en ese país: el narcotráfico. Con un trabajo muy minucioso en el guión, el filme nos entrega una mirada amarga de la sociedad mexicana, permeada hasta el último de sus rincones por el flagelo de la disolución de toda institución estatal que proteja a los más débiles y ponga algo de paz en un mundo terrible y constantemente amenazado por el afán de lucro.
En el desarrollo de la historia, se hace referencia a la pobreza, a la migración forzada de los marginados por el poder, a la arrogancia norteamericana. Todo ello hace de la cinta un alegato profundamente político, cuestión que recuerda permanentemente al “Laberinto de la soledad”, de Octavio Paz, también una mirada crítica del país, pero hecha cincuenta años antes.
En lo referente a la producción, la mexicanidad de la cinta es implacable, Estrada se esfuerza en presentar un cine muy cercano a la antropología cultural, para desde allí ofrecernos imágenes soñadas de mundos imposibles que nos explican un país en permanente diálogo entre la vida y la muerte, esta vez, el péndulo se mueve gracias al tráfico de drogas, las imágenes realistas e increíbles, nos muestran un tráfico muy lejano al consumo estadounidense, nos instala en la vida cotidiana de los narcos, productos de una sociedad que los pone allí y haciendo lo que hacen.
Estrada es un maestro en mostrarnos el mundo mexicano y Alcázar en la representación misma del ser mexicano, entre ellos conforman un dúo mágico que nos trae un relato complejo y crítico de ese mundo, sin abandonar el amor por su tierra y su pueblo, agarrando los elementos permanentes de su cultura. El cine que se hace en esta película es cuidadoso sobre todo en eso, superando cualquier definición estética o técnica de cómo hacerlo.
Finalmente, esta cinta debe ser vista con una mirada atenta, cuestión que exige la inteligencia del guión, y luego disfrutar el ácido humor de la que hace gala, humor que aparece no buscado, más bien puesto ahí por las circunstancias de la historia contada, es naturalmente ácido, cuestión que le da más mérito a una película para guardar y volver a ver de tanto en vez.
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