Apaga la tele: La gran belleza
El cine italiano viene sorprendiéndonos gratamente desde hace algunos años con películas novedosas en lo estético y en cuanto a las historias que aborda. Una de ellas es Il Divo, cinta que trata las peripecias poco edificantes del conocido político Giulio Andreotti, pero esa es otra historia. El film que presentamos es del director Paolo Sorrentino, el mismo de Il Divo.
Lo primero que cabría señalar acerca de esta película es que es un goce estético, el trabajo de arte hace resplandecer a la ciudad eterna y allí es donde cabe la primera advertencia, la gran belleza es un objeto de arte en explícito diálogo con La dolce vita de Fellini, es un diálogo fructífero desde esta premisa, la exquisitez estética de la que los italianos saben, saben hacer en estricto rigor. Además de lo anterior, es una película para reír con satisfacción, sin carcajadas estridentes pero con esa sensación de placer que invade el pecho cuando hay por qué.
Pero esta es otra cinta, una cinta un tanto más cínica, si es que se puede. Aprovechando el ambiente y costumbres de Roma se nos presenta un cúmulo de personajes a veces ridículos, otros profundos, algunos muy esperpénticos y siempre interesantes y provocadores. La cuestión es que se nos cuenta una historia muy antigua vinculada a la existencia humana, pero la verdad es que lo interesante es, sin duda, el coro que acompaña a esa historia, por lo menos a mí me pareció divertido, trágico y por lo bajo, atrayente.
Me parece que el trato del personaje protagónico, Jep Gambardella, es tributario al gran Marcello Mastroiani, pero el director logra entregar al actor un pie distinto, lo pone en una Italia muy distinta a la de posguerra, en una Europa rica y distante, llena de superficialidades que ayudan a mostrar la insensatez del ser humano en su afán por participar del mundo, de un mundo bello, eso sí, siempre bello, enormemente bello, como el título del film.
Podría comentar diversos pasajes o escenas de la película, pero sólo me quedaré con una sensación general que espero haga que busquen y vean la obra de Sorrentino: las revelaciones de sinceridad entre los personajes. Sin duda que para un chileno esta dicotomía está presente desde la política hasta la pareja, pero ver expuesto lo que realmente se piensa de los amigos que comparten una vida bella, sin tapujos, diciendo a la cara lo miserable que en realidad ha sido su existencia, es siempre un espectáculo que se agradece, porque no se puede hacer frecuentemente, tal vez nunca en nuestra sociedad.
La gran belleza no es una historia destacable, pero no importa, ya tenemos cine para educarnos, denunciar y reflexionar. Esta película es un goce estético antes que ninguna otra cosa, y va siendo hora que nos animemos a disfrutar también de un chocolate de buena calidad, sin sentir mayores culpas, si lo hacen los italianos porque nosotros no, que en el fondo calzamos un zapato similar.
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