Argentina: El dolor social como terapia

Cuando el dolor social es una válvula de escape para sentir placer, estamos en presencia de una sociedad quebrada. Administrado políticamente con un lenguaje de odio y señalando culpables, el dolor social es un arma en manos de chamanes. Argentina sufre el síndrome de las lesiones autolíticas. Se desangra por voluntad propia. En tiempos de crisis de identidad, surgen mesías. Javier Milei encarna el redentor.

Por Marco Roittman

Rompiendo cánones y transformado en Cid campeador, emprende su batalla acompañado de fieles seguidores. Él posee la verdad revelada. Un converso redimido, gracias a descubrir a Murray Rothbard, fundador del movimiento libertario en Estados Unidos, arquitecto del concepto anarcocapitalismo. En sus obras Poder y mercado y Hacia una nueva libertad: el manifiesto libertario define al Estado como una organización mafiosa dedicada al robo, culpa al feminismo de forjar políticas de falsa igualdad y se manifiesta negacionista del Holocausto. 

Sus textos, editados en la década de 1980, rescatados en el siglo XXI sientan las bases de la derecha alternativa, homófoba, nacionalista, xenófoba, con raíces en el nazismo y fascismo. Milei sigue sus dictados. Con una motosierra, luchará contra los enemigos de la patria.

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En la piqueta, instituciones y políticos: la casta, el socialismo, el comunismo, la democracia, la ideología de género, el aborto, la educación gratuita, el alza de impuestos, funcionarios vagos y un Estado opresor del mercado. Todos atentan contra la libertad individual. Primero se dará a conocer en programas de televisión, multiplicando su presencia en las redes gracias a youtubers, en la juventud haciendo uso masivo de Tik-Tok, reclutando influencers. La pandemia con toda la ideología negacionista, antivacunas, conspiranoica, le brindó un buen abrevadero para crecer. Así, sus delirios se hicieron opinión, cuasi sentido común, y terminaron siendo debatidas en universidades, medios de comunicación, instituciones políticas hasta tomar las calles.

En este contexto, Milei se siente arropado por millones de argentinos fieles a sus principios. Lo han sacralizado. Sus seguidores y votantes aceptan pasar hambre, perder el trabajo, reducir sus pensiones, perder derechos sociales, en definitiva lesionarse, sacrificarse, a cambio de un futuro de abundancia, decencia y libertad, en una renaciente Argentina. El Edén como horizonte.

La tierra que vio nacer a San Martín será finalmente redimida del pecado. A seis meses de gobierno, la motosierra y los recortes definen su política. Aumento de la desigualdad, crecimiento de la pobreza extrema, crisis sanitaria, represión, violencia y hambre.

En seis meses de gobierno, crisis de gabinete, escándalos y crecimiento de la protesta social. Sin embargo, sus seguidores adoptan conductas propias de fanáticos, destilan odio. La fórmula de Milei para ejercer el control radica en adoptar una metáfora como eslogan: el león ruge y ejerce su fuerza, las ovejas balen y son rebaño. Hay que sacar el felino interior. Despertar al libertario que los argentinos llevan dentro. Una nueva caracterización del mundo acompaña el rugir del león. La libertad no son derechos colectivos, es una oportunidad para triunfar individualmente. ¡Sálvese quien pueda, pero yo primero!

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La justicia social, una opción ajena al esfuerzo personal y la competitividad, propia de vagos. El feminismo, una mutación del orden natural de la familia patriarcal. Y la educación pública, un espacio controlado por “zurdos” adoctrinando, con el objetivo de responsabilizar a las fuerzas armadas de genocidio y crímenes de lesa humanidad, durante los años de la dictadura cívico-militar.

Sus afirmaciones se transforman en ideas fuerzas. Su conceptualización se expande en la sociedad argentina. La guerra cultural del libertarismo gana terreno. Declaraciones altisonantes, comportamientos estridentes y conductas negacionistas, acompañan el relato. Su triada: una derecha tibia, el kirchnerismo corrupto, y un Estado ladrón e intervencionista.

Pero seamos claros, Milei no es el problema, es resultado de traicionar un proyecto político democrático alternativo al capitalismo. Las clases dominadas y explotadas se han visto abandonadas por los progresismos. Y en esta circunstancia, las soluciones totalitarias, antidemocráticas y excluyentes, se convierten en una opción de salida. Baste recordar el ascenso de Hitler y el partido nazi.

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Bajo esta realidad, el lema “¡que se vayan todos!” cobra relevancia. Pero tienen nombres y apellidos. Son la “casta”, concepto que sirve igual para unos que para otros. En este caso, está integrada por los pertenecientes a la alianza Unión por la Patria: peronistas, radicales, kirchneristas y fuerzas marginales. Asimismo, son casta, Juntos por el Cambio, la derecha débil, identificada con Mauricio Macri y Patricia Bullrich.

La Libertad Avanza, alternativa condensada en dos frases: ¡Libertad, carajo! y ¡que se vayan todos! encontraron un campo abonado. Milei cosechó los resultados de una traición. Los gobiernos de Cristina Kirchner y Alberto Fernández, firmaron los acuerdos con el FMI, renunciaron a un proyecto nacional-popular, la defensa de la soberanía nacional. Mintieron para tapar sus vergüenzas, mientras sus intelectuales les regalaron sus orejas. Así creció el mesías Milei.

Pero, como siempre, es en el pueblo argentino en quien recae la responsabilidad de innovar y forjar organizaciones de resistencia. Nuevas formas de pensar y actuar superadoras del peronismo romperán el cerco del anarcocapitalismo, transformando el dolor social en esperanza. Los dioses forjados en el odio sectario tienen existencia efímera.

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