[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: ¿A quién le conviene lo que sucede en el mundo?

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Ruperto Concha / resumen.cl

Hay una potente frase en latín, que dice: Quod bonum est, y que significa lo que es bueno para alguien. Lo que le conviene a alguien… Y se ha convertido en la pregunta fundamental para los que tratan de sacar a luz algún asunto escondido. Los investigadores toman como punto de partida para enfrentar el misterio, la pregunta “¿A quién le convenía que pasara lo que pasó?”

Y es así como en estos tiempos enmarañados en una guerra noticiosa, en que se lanzan acusaciones a diestra y siniestra, la única buena brújula para seguir una buena pista, es permanentemente esa preguntita: ¿A quién le convenía eso que se está denunciando?...

Ahí tiene Ud., por ejemplo, el terrible caso del derribamiento del avión de Malaysian Airways, el 17 de julio del año pasado, que mató a 298 pasajeros y tripulantes mientras sobrevolaba Ucrania en la zona controlada por los rebeldes federalistas pro rusos.

De inmediato estalló un huracán de acusaciones infundadas, culpando directamente al presidente ruso Vladimir Putin por haber ordenado aquel crimen. Pero entonces todos los periodistas serios, junto a los investigadores técnicos, formularon la pregunta: ¿A quién le convenía ese crimen que fue de antemano achacado a Rusia?... Ciertamente ese crimen no le convenía ni a Rusia ni a los rebeldes del este de Ucrania, y en cambio sí le convenía al gobierno de facto que había derribado al presidente constitucional Viktor Yanukovich

Y tales fueron las pistas reveladas por la famosa preguntita, que en estos momentos, al término de las investigaciones europeas, no se llegó a ninguna acusación ni contra Rusia ni contra los rebeldes. Es así que, en estos momentos, debemos preguntarnos muchas veces: ¿A quién le conviene lo que está ocurriendo en el mundo?

Podríamos comenzar con el turbio enredo político-financiero de Grecia, donde todos los participantes aparecen haciendo exactamente las cosas a que antes se oponían. Eso resulta más estruendoso en el caso del recién surgente líder izquierdista Alexis Tsipras, que aprobó zambullir a Grecia en una austeridad aún mayor que la que había antes, y eso antes de cumplirse 48 horas del referéndum en que el pueblo griego lo había apoyado en rechazar las condiciones impuestas por la Banca.

Tan impactante apareció ese darse vuelta de chaqueta de Alexis Tsipras, que algunos periódicos europeos llegaron a hacer conjeturas de que Tsipras en realidad había llamado a referéndum sólo porque estaba seguro de que lo iba a perder, y con ello podría rendirse a los prestamistas sólo como un acto de obediencia democrática a la voluntad de la nación.

Ahora, el partido Syriza, la izquierda griega, está completamente dividido. En el Parlamento, una parte de los diputados comenzó a hacer oposición francamente. Tsipras ahora sólo puede gobernar si lo apoyan los mismos viejos partidos de derecha neta junto con los socialistas de derecha.

De hecho, los principales diarios de la derecha griega ya están defendiendo a Tsipras, mostrándolo como un joven bien intencionado pero soñador, al que hay que seguir apoyando ahora que se puso “razonable”. Incluso uno de esos diarios de la derecha lanzó una acusación gravísima en contra del presidente ruso Vladimir Putin, afirmando que Rusia había engañado a Tsipras, ofreciéndole un apoyo financiero que luego no quiso materializar. También se especuló que Putin habría vendido a Grecia, a cambio de la federalización de Ucrania.

Pero para desgracia de la prensa mentirosa, la totalidad de las conversaciones de Alexis Tsipras con el presidente Putin y otros altos miembros de gobierno ruso, quedaron grabadas, y el diario calumniador se vio obligado a reconocer que su calumnia carecía de fundamento.

La verdad es que Tsipras no solicitó ningún apoyo financiero de Rusia, y sólo se contempló la incorporación de Grecia al gran oleoducto y gasoducto de Turquía, que le permitiría a los griegos obtener importantes utilidades por el servicio de paso y la distribución de gas natural al resto de Europa.

Todavía más, durante la ceremonia de puesta en marcha del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, que tiene un capital pagado de 50 mil millones de dólares y capacidad de canalizar más de 400 mil millones de dólares más en inversión, el presidente Putin mencionó que Rusia dispone de un fondo de reserva de más de 300 mil millones de dólares, que pueden aplicarse en ayuda de los países amigos que lo necesiten… y lo soliciten. O sea, dejó constancia de que Grecia no había solicitado ayuda financiera a Rusia, de lo cual se infiere que Tsipras estaba consciente de que, tal como nosotros lo habíamos anticipado aún antes del referéndum, por decisión de Estados Unidos, Grecia no iba a ser marginado ni de la Eurozona ni de la Unión Europea.

El descalabro económico de Grecia, fabricado concienzudamente por los prestamistas, le convenía en realidad a los cálculos estratégicos y geopolíticos de Estados Unidos. Primero, porque permitió que se hiciera un bluff acerca de una supuesta alianza de Grecia con Rusia y China. Con ello, al no materializarse aquella supuesta alianza que ni siquiera había sido propuesta o conversada, se obtendría un cierto desprestigio para los más temibles rivales que tiene Washington. Segundo, porque permitiría exhibir el fracaso de un potente y recién nacido movimiento izquierdista, que se oponía a las sanciones contra Rusia y al autoritarismo de la oligarquía de banqueros y empleados públicos de la Unión Europea. Tercero, porque se provocaría una intensa reacción en Europa en contra de Alemania, que ha venido convirtiéndose en una líder poco dócil a los mandatos de Washington. Y, cuarto, porque en medio de los temores de derrumbe del euro y una desintegración de la Unión Europea, la generalidad de los demás miembros de la Unión se mostraría ahora muy dispuesta a aprobar el Tratado Transatlántico que quiere Estados Unidos. Así, pues, la crisis griega tal como se manejó, ¿a quién le convenía?

Pero, detrás de las conveniencias más evidentes, a menudo hay que descubrir otras conveniencias más profundas y quizás más decisivas. El otro gran tema que ha hecho laberinto en los titulares y blogs, es el cada vez más indisimulable derrumbe de la economía mundial, que sigue tambaleándose a pesar de las inmensas inyecciones de dinero que finalmente no son más que deuda disfrazada.

Aquí en Chile, el desplome del precio del cobre ya nos tiene gravemente arrinconados y necesitados de salir a pedir plata prestada para financiar el presupuesto nacional. El cobre, que en octubre pasado estaba todavía a 3 dólares con 34 centavos la libra, los 454 gramos, el viernes había caído ya 2 dólares con 39 centavos. O sea, en unos pocos meses hemos perdido un dólar de lo que recibíamos por cada medio kilo de cobre. El acero ha caído muchísimo más, y, lo más notable, también el precio del oro cayó a menos de 1.100 dólares la onza. O sea, quedó valiendo menos de lo que cuesta extraerlo de los yacimientos.

La desvalorización de las materias primas o “commodities”, es el reflejo de una economía mundial que sufre de una especie de tuberculosis por la pérdida que ha sufrido la gente en su capacidad de compra. La contracción de una clase media empobrecida se traduce en debilitamiento de los mercados, y las inyecciones de dinero que hacen los gobiernos simplemente quedan estancadas en las grandes financieras y sólo una mínima parte alcanza hasta los bolsillos de la gente.

Pero, ¿por qué también el oro se está desvalorizando?... La respuesta realmente es alarmante. Tanto, que ya la mayoría de los economistas e inversionistas expertos, coinciden en que ya es inevitable a corto plazo ese colapso que se sabía que vendrá aunque se ignora en qué momento va a producirse. Ocurre que el oro tiene la cualidad de dar respaldo real a la moneda de cualquier país. Cada unidad monetaria representa una cantidad de oro. Así, cuando se emite dinero más allá de la cantidad respaldada con oro, la moneda se desvaloriza porque su respaldo en oro disminuye.

Fue por eso que, comenzando por Estados Unidos, muchos países partieron eliminando el respaldo en oro, y en cambio la moneda pasó a cotizarse simplemente por la ley de oferta y demanda. Mientras los dólares eran más comprados que los pesos, los dólares valían más y más y los pesos menos y menos. Recordemos que un peso chileno de hoy, que ya no sirve para comprar nada, es sin embargo equivalente a un millón de pesos de hace 50 años.

El oro no se desvaloriza. Pero se puede hacer que su precio baje, mediante manipulaciones financieras que llevan a que los inversionistas prefieran usar su dinero en comprar otra cosa. Decíamos que los gobiernos están emitiendo sumas gigantescas de dinero que inyectan a la economía a través de los bancos. Pero los bancos sólo pueden obtener ganancias muy pequeñas si traspasan su dinero a la gente común mediante préstamos sujetos a tasas de interés muy bajas. Entonces las grandes financieras prefieren utilizar esas enormes cifras de dinero en operaciones especulativas, a través de las bolsas de valores o bien en el mercado monetario, manipulando las transacciones de acciones de empresas, o las calificaciones crediticias de los solicitantes de crédito, o el alza y la baja manipulada de diversas monedas, e incluso otras operaciones especulativas que van quedando progresivamente al margen de la ley y que a menudo llegan a ser delictivas.

El uso de ese dinero sí que genera más dinero, aunque no corresponda a ninguna producción real de bienes o de servicios. O sea, los grandes inversionistas no desean el oro, porque es una realidad física y concreta. Lo que desean ellos es un dinero cuya realidad finalmente sea sólo numérica, y cuya pseudo realidad mantiene a la economía de los más ricos, agitándose en un remedo de vida. Así, pues, ¿a quién le conviene que se haga bajar artificialmente el precio del oro?...

Hubo países como el nuestro, que renunciaron a su capacidad de competir llevando producción nacional a los mercados mundiales, y optaron en cambio por convertirse en simples exportadores de materias primas o con poco valor agregado. Sumando más y más tratados de libre comercio con cualquier país que se interesara, nosotros convertimos nuestra economía en una vasta aglomeración de bancos y multitiendas, encargadas de financiar y vender lo que producen otras naciones. Y para reunir suficiente poder de compra, se intensificó la extracción de nuestras riquezas. A partir del cobre, fue sumándose luego el extractivismo del mar hasta prácticamente agotar los peces, y el extractivismo de las empresas forestales también.

Únicamente, en el caso de Chile, los productores agrícolas, sobre todo los fruticultores, han logrado conquistar realmente mercados mundiales elevando el valor agregado de la calidad de nuestras frutas y sus subproductos, como vino y aceites finos.

En medio del desbarajuste generalizado de los precios de las materias primas, también cayó en desgracia otra de las escasas producciones con relativamente alto valor agregado. Se trata de las salmoneras, que en estos momentos han perdido más de la mitad de sus exportaciones hacia Estados Unidos y Europa, al detectarse la presencia de enormes cantidades de antibióticos en los salmones cultivados en Chile.

Mientras otros países, como Noruega y Canadá, hacían fuertes inversiones en investigación biológica para producir vacunas o estirpes de peces con autoinmunidad, aquí en Chile las salmoneras de limitaron a aumentar cada vez más la cantidad de antibióticos, sin prestar atención a que muchas cepas de bacterias y virus se van haciendo resistentes y exigen entonces más y más cantidad de antibióticos. Bueno, ante ese desolador paisaje de fracaso de nuestra política económica, todavía podemos preguntar… ¿a quién le conviene este fracaso?

Pero también podemos preguntarnos... ¿A quién, por el contrario, le conviene que no haya fracaso? Y una vez más, aquella preguntita funciona como una brújula que apunta a una pequeña ciudad en el corazón de Rusia, la ciudad de Ufá, donde se reunieron las crecientes potencias de Asia continental, China, Rusia, Irán, la India, Pakistán, más la europea Belarus y las ex repúblicas soviéticas de Kasakhstán, Uzbequistán. Kirguistán y Azerbaiján, además de los miembros no asiáticos del Brics, Brasil y Sudáfrica. En esa cumbre de Ufá, la India e Irán suscribieron los tratados para incorporarse formalmente al Acuerdo de Colaboración de Shanghai, a la vez que se iniciaron las actividades tanto del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, como el Nuevo Banco del Desarrollo, del Brics.

Entre otras cosas, se suscribieron acuerdos entre China, la India, Pakistán y Afganistán, para resolver amigablemente las cuestiones fronterizas que estén pendientes, y, sobre todo, China y la India acordaron no sólo inversiones mutuas y recíprocas sino también abrir precisamente aquellas zonas que han sido consideradas como más conflictivas.

Y, de hecho, tan formidablemente decisivo fue este doble encuentro euroasiático, el que la semana pasada llevó al borde del quiebre las relaciones entrañables entre Gran Bretaña y Estados Unidos. El viernes pasado, según informó el canal noticioso 24, de Francia, el primer ministro británico rechazó las presiones de Washington en el sentido de no retirarse de la Unión Europea.

De hecho el primer ministro David Cameron confirmó su plan de llamar a referéndum sobre salirse de la Unión, y su propósito de establecer, fíjese Ud., nuevos y fuertes lazos con los países emergentes y con el Brics.

Es decir, un referéndum que quizás podrá marcar un doloroso divorcio con Washington y un giro decisivo hacia el reencuentro de Gran Bretaña con Rusia. Así, pues, amigos, hay que recordar siempre aquella preguntita: ¿A quién le conviene que pase lo que está pasando? A veces surge una respuesta triste, como en el caso de Grecia. Pero, como decían nuestros mayores, “La verdad, aunque severa, es amiga verdadera”. Lo que uno casi no se atreve a preguntar es… ¿A quién puede convenirle que estalle la Tercera Guerra Mundial?

¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro….

Foto: http://www.huffingtonpost.es/2015/07/22/reformas-grecia-parlamento_n_7849906.html

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