Por Ruperto Concha / resumen.cl
¿Se puede mentir sin decir mentiras?... ¡Claro que sí se puede! Se puede mentir callando, y se puede mentir diciendo la verdad. Un ejemplo muy simpático de eso de mentir sin decir mentiras, lo puso una joven en Estados Unidos al redactar su curriculum familiar para optar a un trabajo social-religioso.
Al referirse a su padre, la joven señaló que éste había fallecido trágicamente mientras participaba en una ceremonia oficial. Súbitamente se desplomó parte del piso del estrado en que se encontraba junto a varias personalidades, y por esa caída su padre resultó muerto.
Pues bien, todo lo que la joven dijo era verdad. Solo omitió precisar que a su padre lo habían condenado a la horca, y que aquella “ceremonia oficial” había sido su ejecución.
Ejemplos como este lo encontramos a cada instante en la llamada “Gran Prensa Internacional” al servicio de las grandes empresas transnacionales. Y en estos últimos días esos relatos que mienten incluso cuando no mienten, hacen que sea muy difícil entender qué es lo que de veras está sucediendo en el mundo.
¿Qué pasó con eso de la Cumbre de los 20 en Buenos Aires?... ¿Qué maldades le hicieron esos rusos malos a los pobrecitos ucranianos en el Mar de Azov?
¿Por qué sólo los más inocentones, de veras estamos enojados con el Príncipe saudita Ahmed bin Salmán?... Vamos viendo.
El asunto comenzó a armarse cuando Donald Trump anunció que se reuniría a conversar con Vladímir Putin durante la cumbre del Grupo de los 20 en Buenos Aires. Es decir, que seguiría en pie la posibilidad de alejar y disminuir, al menos por ahora, la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial.
Eso que a los inocentes nos produce alivio y esperanza, les produce desencanto y bronca a los banqueros e industriales de maquinaria de muerte y a sus seguidores con cerebros de halcón. O sea, con cerebros de pájaro. ¡Tendrían que hacer algo cuanto antes!... Algo que impidiera aquella conversación pacífica de las principales potencias militares del mundo, y, a la vez, que reavivara la sensación de que la guerra no sólo es buena. Además es conveniente y además, es inevitable.
Pensando y discurriendo a todo lo que daban sus cerebros, los astutos líderes de la élite militarista armaron lo que pensaron una jugada maestra, involucrando una provocación que Rusia no pudiera ignorar.
Ya la Gran Prensa de Estados Unidos y Europa había reconocido el espectacular logro de Moscú con la construcción del puente sobre el Estrecho de Kerch, uniendo el territorio continental de Rusia con la Península de Crimea, con viaductos para autos y camiones, vía férrea, y ductos de gas, petróleo y electricidad para abastecer a Crimea.
De hecho, el periodista Tom Rogan, analista estrella del diario Washington Examiner, hizo llamamientos a realizar sabotaje y acciones terroristas contra el Puente de Kerch. En una de sus columnas, dijo: “Los ucranianos deben destruir porciones clave de ese puente que es una afrenta para la credibilidad de Ucrania como nación”. Y agregó, fíjese Ud., que “Estados Unidos puede y debe prestar apoyo a Ucrania empleando su poderío militar”.
Rusia, por su parte, había tenido buen cuidado en diseñar ese puente dándole una altura suficiente, en la parte que cruza las aguas más profundas del estrecho, para permitir el paso de buques de gran tamaño. Y por cierto los peritos navales rusos asesoraban la navegación por el sinuoso y angosto canal navegable cuyo ancho promedio es de menos de 200 metros.
Y, también, Rusia requería que los buques que cruzaran el estrecho se identificaran debidamente al entrar a aguas territoriales rusas. De hecho, desde su inauguración el 18 de marzo de este año, centenares de barcos de carga y barcos pesqueros han cruzado sin inconvenientes.
Barcos rusos, panameños, griegos y de cualquier bandera, ucranianos también, que alcanzaban a los puertos rusos sobre el mar de Azov y a los puertos ucranianos de Berdyansk y Mariupol, este último en el límite de Ucrania con las provincias rebeldes de Donetsk y Luhansk.
En dos ocasiones, naves de la marina de guerra de Ucrania cruzaron sin problemas bajo el puente, cumpliendo el protocolo de identificarse e indicar destino. O sea, Ucrania de hecho estaba reconociendo y había aceptado el protocolo ruso.
Sin embargo, inesperadamente, el gobierno ucraniano dio a conocer sus planes de establecer una base naval militarizada en el puerto de Berdyansk. Con ello Ucrania abiertamente se proponía militarizar el mar de Azov.
Obviamente, Rusia se negó a permitir la militarización del llamado Mar de Azov, que en realidad es un golfo, un gran golfo en el norte del Mar Negro, al que se conecta por el estrecho de Kerch.
El domingo pasado, 25 de noviembre, la armada ucraniana despachó una flotilla de dos lanchas torpederas y un remolcador, a cruzar el estrecho, bajo el puente de Kerch, pasando por aguas territoriales rusas, pero negándose a identificarse y acatar las instrucciones rusas de navegación
De inmediato, dos guardacostas rusos los interceptaron intimándolos a detenerse. Las embarcaciones ucranianas no respondieron y los rusos dispararon una breve ráfaga de ametralladora.
El capitán de una de las torpederas ucranianas optó por rendirse de inmediato, y el otro, en cambio, ordenó responder al fuego ruso. Según versiones de los marinos ucranianos capturados, uno de los marineros se habría negado a hacer fuego contra los rusos y por ello recibió un disparo de su propio comandante.
El fuego ruso dejó heridos a cuatro o cinco de los marineros ucranianos, los que recibieron atención médica inmediata y están fuera de peligro. Todos los marinos ucranianos involucrados, alrededor de 40, quedaron detenidos a disposición de los tribunales de justicia que tienen un plazo de 60 días para emitir un fallo sobre las responsabilidades penales que pueda tener cada uno de ellos.
En tanto, los radares de Crimea detectaron que varias otras embarcaciones de la marina ucraniana se aproximaban al parecer como refuerzos de las primeras tres. De inmediato una escuadrilla de aviones de combate rusos se dirigieron a la zona, y los refuerzos se retiraron entonces rápidamente.
¿De qué se había tratado aquella finta irresponsable, que pudo haber llevado no a la captura sino a la destrucción de las naves ucranianas y la muerte de sus tripulantes?
En lo más directo, se trata de una maniobra política del presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, cuyo gobierno ha sido ruinoso para el país, cuya economía depende casi absolutamente de los préstamos de auxilio de Europa y Estados Unidos, y que enfrenta las próximas elecciones presidenciales con un apoyo de sólo el 8%. Es decir, un 92% del pueblo ucraniano quiere que se vaya.
Denunciando un supuesto ataque de Rusia y una supuesta invasión rusa inminente, Poroshenko exigió apoyo y protección de la OTAN y de Estados Unidos, a la vez que obtenía la aprobación parlamentaria en su país para declarar estado de emergencia nacional, con suspensión de los derechos civiles de la población y con la facultad de reclutar ciudadanos y prepararlos para entrar en combate donde el gobierno lo indique. Además, esas facultades le permiten a presidente de Ucrania postergar las elecciones presidenciales.
Según declaró Poroshenko, el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, le habría dicho telefónicamente que Estados Unidos le daría toda la ayuda militar necesaria, incluyendo fuerzas militares estadounidenses, para enfrentar a Rusia.
Sin embargo, el presidente Donald Trump se negó a lanzar acusaciones contra Rusia, y de hecho declaró que no tenía suficiente información sobre los hechos. Por su parte, la Primera Ministro de Alemania, Angela Merkel, se reunió con el Presidente Putin y luego con Petro Poroshenko, al que instó a dialogar con Putin buscando una solución diplomática a la crisis.
Y, en cuanto a las aspiraciones de que Europa impusiera nuevas sanciones contra Rusia, también se vieron frustradas pues la Unión Europea se limitó a mantener las sanciones actuales.
Los que sí alcanzaron sus fines fueron los halcones de las finanzas y la industria bélica, pues Donald Trump se vio obligado a desistir de la reunión planeada con Vladímir Putin en Buenos Aires. Trump, sin condenar a Rusia, declaró que necesitaba tener más información sobre los hechos antes de reunirse con el presidente ruso.
De hecho, si bien Putin y Trump ni siquiera se saludaron al encontrarse en Buenos Aires, coincidieron en que habrá una reunión en el primer momento que resulte oportuno.
En tanto, Rusia reforzó de inmediato sus arsenales en Crimea, incluyendo los poderosos sistemas interceptores S-400 y, además, baterías de misiles tácticos que cubren cada metro cuadrado de la superficie del Mar Negro, y los territorios de Ucrania y prácticamente todo el sudeste de Europa.
La intensidad de las maniobras tácticas de Rusia posiblemente se relacionan con el Decreto de Emergencia decretado por Ucrania, que eventualmente podría aplicarse a reclutar y lanzar un ataque masivo contra las provincias rebeldes pro rusas.
Esto, en un esfuerzo desesperado de Poroshenko por salvar no sólo su gobierno y sus empresas privadas, sino también las vidas de los milicianos neo nazis que lo apoyan y que en marzo próximo podrían encontrarse cazados y exterminados por el pueblo ucraniano. Eso implicaría necesariamente el inicio de una guerra en la que Rusia tendría que participar directamente.
En realidad, en toda Europa ya existe una resistencia de las bases sociales y políticas a seguir con la campaña del terror de una supuesta e ilógica invasión de Rusia contra los países europeos. De hecho, ante la formidable exhibición de fuerzas de la OTAN en los ejercicios de guerra en la llamada Operación Unión Tridente, realizada en las costas de Noruega durante los meses de octubre y noviembre, la prensa europea multiplicó sus comentarios irónicos y hasta burlescos por lo que llamaron “un gigantesco y ridículo ruido de sables”.
De hecho, participaron en le Unión Tridente 29 países de la OTAN, movilizando 65 mil hombres, 10 mil carros blindados y una escuadra de 65 naves de guerra encabezadas por el portaviones Harry Truman, de Estados Unidos.
Al margen de la farsantería publicitaria, más ridículas resultaron las situaciones de fallas inesperadas, múltiples fallas. Lo que más destacó fue que el navío de guerra Helge Ingstadt, orgullo de la marina noruega, chocó contra un buque tanque petrolero, 8 marinos resultaron heridos y otros 138 tuvieron que abandonar el barco, que se estaba hundiendo, y se hundió.
Lo más penoso es que ese barco, dotado de los más modernos equipos electrónicos, incluyendo además misiles Aegis, tenía la misión de proteger y vigilar a más de la mitad de los demás barcos de la OTAN. Sin embargo, no logró evitar chocar contra un buque petrolero. Otro navío, el Halifax, de la Armada Británica, sufrió el incendio de una de las turbinas de sus motores, y, como remate, el propio enorme portaviones Harry Truman, de Estados Unidos, tuvo que retirarse ante la amenaza de una tormenta que se avecinaba.
El diario alemán Die Spiegel, preguntaba a sus lectores: “¿Y si estas calamidades hubieran ocurrido en una guerra de verdad?
En fin, mientras evolucionaban los hechos en el Mar de Azov, dos sismos sacudían al resto del mundo. Uno fue un verdadero terremoto, grado 7,5, que sacudió a Alaska, en la zona de Anchorage, que enfrenta a Rusia. Y el otro, un temblorcito suave, grado 3,5, que llegó a Buenos Aires, dándoles un susto a los ilustres miembros del Grupo de los 20. Más allá del susto, no hubo efectos, pero fue una señal inquietante para la costa del Atlántico sudamericano, donde supuestamente no pueden haber terremotos como los de Chile.
Las ciudades atlánticas como Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, e incluso Sao Paulo, tienen grandes rascacielos que no fueron construidos con tecnología antisísmica. Si llegara allí a producirse un terremoto como el de Alaska, habría una tragedia inimaginable.
¿Y qué resultó de la Cumbre de los 20?... Tal vez lo más impresionante fue ver cómo la primera ministro británica Theresa May, con su colega Modi, de la India, el presidente Macron, de Francia, Xi Jinping de China, Tadjip Erdogan, de Turquía, Vladímir Putin y Donald Trump, entre muchísimos otros, aceptaron reunirse con el príncipe heredero y gobernante de facto de Arabia Saudita, Mohammed bin Salmán, quien, supuestamente se esperaba iba a encontrarse en situación de paria, por el bestial asesinato del escritor y periodista Khamal Khashoggi, al interior del consulado de Arabia Saudita en Estambul.
Únicamente Vladímir Putin, desde el primer momento, había señalado que Rusia no condenaría a las personas que gobiernan en Arabia Saudita como tales, ya que las relaciones entre naciones soberanas son de estado a estado y no de persona a persona. Y Putin agregó que, si la investigación conducía a establecer la culpabilidad de participantes directos o indirectos del crimen, esos culpables recibirían el castigo y el repudio justo de todos.
Bueno, el francés Macron fue más pudoroso en su acercamiento al príncipe. Conversaron arrinconaditos y en susurros, lo que se logró grabar de esa conversación fue “estoy terriblemente preocupado”, a lo que el príncipe respondió: “lo sé, lo sé”.
Por cierto Donald Trump reiteró que no hay ninguna prueba de culpabilidad del príncipe, y ahora otros acusadores, incluyendo al propio Tadgip Erdogán, de Turquía, aceptan que no se puede condenar a bin Salmán hasta que concluyan todas las investigaciones.
En cuanto a los grandes temas previstos para esta Cumbre de Buenos Aires, tal como se temía, no se llegó a ningún acuerdo concreto y efectivo, vinculante, más allá de bellas palabras de bellas intenciones.
Lo más concreto, en lo inmediato, fue que la Unión Europea ya dio por fracasadas las intenciones de crear un acuerdo comercial y un tratado comercial entre Europa y América Latina.
De hecho, el propio presidente de Francia, Emmanuel Macron, señaló que Europa no puede hacer alianzas ni suscribir tratados con individuos como el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro.
Pero, fíjese Ud., en el último minuto en la noche del sábado, los presidentes Xi Jinping, de China, y Donald Trump, de Estados Unidos, se fueron a comer juntos por ahí. Y al parecer el buen ánimo, la buena oportunidad, y quizás también el buen vino, iluminó los corazones y cerebros de ambos mandatarios que protagonizaban la desastrosa guerra comercial que estaba ya arruinando a otros países.
Inesperadamente, Trump admitió que durante la cena habían logrado hallar términos aceptables y nuevas posibilidades para normalizar las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos.
Sin embargo, ni Trump ni Xi Jinping dieron detalles sobre las nuevas propuestas conversadas.
Pero, de hecho, Trump confirmó que ya paralizó todos sus anunciados nuevos paquetes de sanciones comerciales contra China y también aquéllos que estaban pensados contra Europa.
¿Será que está por aflorar algo bueno en estos primeros días de diciembre?
¡Hasta la próxima, gente amiga! Cuídense, es necesario. Hay peligro. Y la esperanza traicionada duele más que la simple desesperanza.
*Fotografía: Putin y Bin Salman en cumbre G-20 Buenos Aires 2018 | AP