[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: Caos

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Por Ruperto Concha / resumen.cl

Ese gran periodista brasilero que es Pepe Escobar, del Asia Times Online, se refiere a la política internacional de Estados Unidos, en las últimas décadas, con el nombre de… “El Imperio del Caos”. ¿A qué se refiere con la palabra Caos?

Escobar es un periodista de cultura muy amplia y muy sólida. Y sabe muy bien el sentido que esa palabra tiene aunque venga desde hace miles de años atrás, cuando los griegos concibieron que el Caos era el dios original, la causa y el estado de todas las cosas que son en su estado primordial.

El hijo mayor del dios Caos fue el dios Cronos, el poderoso Tiempo que le impone un orden a las cosas y a sus efectos, o sea, al antes y al después.

Al hacer eso, el dios Cronos derrocó a su padre. Algunos dicen que lo mató, pero tal vez no haya sido así. Como sea, también el nuevo y poderoso dios Cronos engendró varios hijos, y se los comía de inmediato, tal como el tiempo se come el instante chiquitito que se llama el presente. Pero Cronos tuvo finalmente un hijo que logró sobrevivir gracias a la astucia de su madre, ¡ah, la mujer, la mujer!, que supo esconderlo mientras era pequeñito.

Ese hijo del dios del tiempo fue Zeus. O sea, fue el primer dios que se llamó Dios, ya que Zeus se pronuncia como Deus, y se declina como Dios, y cuando lo mentaban Dios Padre, Zeus era Deus-Piter. O sea, Júpiter.

Simpático, ¿verdad?... En fin, cuando se hizo grande atacó de improviso a su padre Cronos, y, lo primero que hizo, le cortó los genitales con una hoz. En seguida, de alguna manera u otra, obligó a su padre a vomitar a los hijos que se había tragado, y con ellos formó la corte celestial de los dioses olímpicos.

¿Se fija Ud? Esos griegos perspicaces convirtieron en poesía, en relato fantástico, el concepto inicial de Espacio sin forma, y luego los conceptos de Tiempo Ordenador pero también destructor, y, finalmente, el de un dios padre capaz de engendrar de nuevo la vida dentro del espacio y según el orden del tiempo.

Así los griegos concibieron al mundo dividido en dos zonas. Una, la zona ordenada, domesticada, humanizada. Es la zona que ellos llamaron el Cosmos. Y, frente al Cosmos, la otra zona, a la que llamaron Caos, porque era primordial, indómita, imprevisible y desordenada desde el punto de vista humano.

El Cosmos era el mundo de la civilización, y el Caos era el mundo salvaje. Y el hombre avanzaba confiado en sus fuerzas, dispuesto a empujar las fronteras del Caos para domarlo y extraerle sus riquezas.

Bastaba con tener coraje y fuerza, se podía entrar al Caos para saquearlo sin temor a que se agotara. En aquellos tiempos nuestro planeta era inmenso, vastísimo. En él la humanidad toda cabía diez mil veces sin llegar a saturarlo.

Dentro del Caos, nuestro Cosmos fue siendo cada vez más grande y más poderoso, y no se percibía nada que pudiera producirnos inquietud. Sólo nos asustaban los demás seres humanos, por supuesto.

Y, oiga, si Ud. fuera un estadounidense en el año 1999, podría sentir que cualquier cambio que nos trajera el futuro, sólo podía ser para mejor, porque era el Fin de la Historia, el mundo entero estaba quedando bien ordenadito según las reglas de Estados Unidos, habría cada vez más prosperidad para todos, aunque sólo fuese por la doctrina del chorreo de los que fueran inmensamente ricos.

La gente había disfrutado de 12 años de gobierno de los Republicanos y 8 años de gobierno de los demócratas con el presidente Bill Clinton. El ejército de Estados Unidos ya se había olvidado de la humillante derrota que habían sufrido en Vietnam. Ahora, ya la Unión Soviética se había derrumbado, habían lanzado una nueva guerra abrumadora destruyendo a Yugoeslavia sin molestarse en consultar a las Naciones Unidas.

Habían invadido y manipulado a su antojo a todos los países de América Latina que les parecían irritantes y lo mismo en África Negra. Habían lanzado al tonto dictadorcillo Saddam Hussein para que tratara de destruir a la rebelde nación islámica de Irán, y luego habían derrotado al mismo Hussein en la Primera Guerra del Golfo, la famosa Tormenta en el Desierto.

Bajo el gobierno de Bill Clinton, las especulaciones de Wall Street llegaban a producir ganancias fabulosas, y, a la vez, la buena administración del Estado había dejado al país libre de déficit, y con un superávit acumulado de más de 3 mil millones de dólares en moneda actual.

¿ A qué le podían tener miedo en Estados Unidos? A nada.

Pero fue entonces que súbitamente el sueño color de rosa se convirtió en pesadilla. El fatídico 11 de septiembre, una célula de militantes de la secta islámica wahabita, que había estado realizando atentados sangrientos en el sur de Rusia, hizo su aparición coreográfica en Nueva York, un ballet en que mataron con aviones a unos 3 mil estadounidenses y demolieron las formidables Torres Gemelas del Centro Mundial de Comercio.

Era Al Qaeda, que entraba en escena. Supuestamente bajo la conducción del multimillonario árabe saudita Osama Bin Laden, los militantes de Al Qaeda hicieron que de un solo golpe la nación estadounidense sintiera que lo que hasta entonces habían sido esperanzas risueñas, ahora se convirtieran en miedo y ferocidad.

Por cierto, el rompecabezas de causas y efectos incluía muchas otras piezas además de Al Qaeda y la Torres Gemelas. Pero sin duda fue luego de ese 11 de septiembre que Estados Unidos, por completo, se encontró sumergido en una coyuntura de guerra interminable. La llamada Guerra Eterna, para alcanzar una supuesta Paz Eterna.

Comenzó con la invasión de Afganistán, donde los talibanes islámicos, que habían sido aliados de Estados Unidos, ahora se negaban a entregarle a Osama Bin Laden mientras Washington no presentara una acusación judicial, apoyada con pruebas válidas, pidiendo la extradición de Bin Laden.

Por supuesto el nuevo presidente de Estados Unidos, George W. Bush, los mandó al diablo con sus minucias judiciales, y en vez de acusaciones y documentos, lo que mandó fueron bombas.

De allí siguió la danza de la guerra que invariablemente se empareja con el Caos. A los talibanes le siguió en su turno otro de sus aliados, Saddam Hussein en Irak. En un abrir y cerrar de ojos, George Bush se había gastado el superávit que había dejado Clinton, y Estados Unidos comenzó un endeudamiento febril.

A los aliados talibanes y el aliado Saddam Hussein, siguió bien pronto el aliado Muhammar Khadaffi, de Libia, al que poco antes habían llamado “valioso amigo y aliado en la lucha contra el terrorismo”.

Luego le tocó al otro amigo y aliado, el egipcio Hozni Mubarak, mientras que, de pasada, Washington dividía a Sudán en dos países que de inmediato se lanzaron en guerra uno contra el otro. También inició Washington una tentativa similar en Georgia y en Ucrania, y luego en Siria.

En Georgia y Ucrania, la aventura no le salió bien a Washington ni a sus aliados. En estos momentos, Georgia está de nuevo asociada con Rusia y en buenos términos, y Ucrania está convertida en un estado fallido.

En cuanto a Siria, al cabo de casi 5 años de haber provocado artificialmente una sangrienta guerra civil contra el presidente Basher Assad, Estados Unidos se encuentra con que está prácticamente obligado a aceptar que en Siria no será Washington quien decida si el presidente Assad seguirá o no gobernando.

Quien decidirá sobre eso será el pueblo sirio, mediante un plebiscito garantizado por las Naciones Unidas y supervisado por una coalición de países amigos tanto del gobierno como de los rebeldes. Algo ocurrió y todas las más grandes operaciones de Estados Unidos sobre el resto del mundo, desembocaron en caos, en desorden y en miseria económica, mientras que, por contraste, los más resueltos adversarios de la hegemonía de Washington iban avanzando y creciendo inexorablemente. Rusia y China, Irán y la India, aparecen claramente como territorios en donde el desorden no logra infectar ni a la nación ni a sus instituciones.

Más aún, en países débiles, malheridos y a veces desvalijados por las potencias ricas, el apoyo de aquellos aliados está logrando parar el caos y dejar que lentamente la esperanza se abra camino más allá del miedo y del odio.

En estos momentos, dentro de Estados Unidos, ya hay un coro de dirigentes políticos, de académicos y periodistas que coinciden en denunciar que Washington no sabe qué hacer, no tiene una estrategia válida, e incluso no tiene ni siquiera los medios para intentar diseñar una estrategia.

Esta semana, la criminal emboscada que Turquía le tendió a uno de los aviones rusos SU-24, derribándolo al atacarlo con dos aviones F-16, dejó una vez más en mal pie a Estados Unidos y a la misma OTAN.

Las propias informaciones proporcionadas por Turquía y corroboradas por la inteligencia de la OTAN, confirma que el ataque fue a mansalva y desde atrás, y que las supuestas advertencias de que el avión ruso violaba el espacio aéreo turco, eran falsas, no se habían producido jamás. Finalmente Turquía admitió que todo el episodio del supuesto ingreso del avión ruso al espacio aéreo turco no había durado más de 17 segundos. O sea, es imposible que en 17 segundos hubiese podido lanzar 10 advertencias a los pilotos rusos.

Igualmente hay evidencias de que fueron los F-16 turcos los que penetraron al espacio aéreo sirio y lanzaron un ataque inesperado contra el SU-24.

Pero aún más grave fue el hecho de que, cuando los pilotos rusos descendían en paracaídas, por completo imposibilitados de defenderse, esos supuestos “rebeldes moderados” comenzaron a ametrallarlos.

Lograron asesinar a uno de los pilotos, y las imágenes que ellos mismos subieron a internet, muestran el salvajismo con que se ensañaron en el piloto que habían atrapado.

Una brutalidad tan diabólica que hace pensar en los efectos de esas potentes pastillas de anfetaminas modificadas que les están enviando los árabes a través de Turquía. La respuesta de Rusia fue inmediata a la acción de Turquía, que el presidente Putin llamó “una puñalada por la espalda que nos dieron los cómplices del terrorismo”.

En una brillante operación de comando, una patrulla del ejército leal de Siria logró llegar hasta donde se ocultaba el piloto sobreviviente, y lo llevaron sano y salvo hasta la base militar rusa de Latakia.

Por su parte, Rusia lanzó de inmediato un bombardeo demoledor sobre las posiciones controladas por jihadistas, particularmente por los turcomanos, que son de una etnia emparentada con los turcos, y con los terroristas wahabitas de Chechenia y el Turquestán.

Asimismo, Rusia destruyó una caravana de 20 camiones procedentes de Turquía, supuestamente cargados con “ayuda humanitaria” pero que al ser destruidos dejaron en evidencia que había en ellos armamento y municiones.

En tanto, Rusia instaló de inmediato baterías de defensa antiaérea S-400, capaces de barrer el espacio aéreo en múltiples niveles, en un radio de 250 kilómetros, con capacidad de interceptar objetos que se desplazan a una velocidad de hasta a 4 mil 500 kilómetros por hora, o sea, una bala en el aire.

El efecto de estas baterías se hizo sentir de inmediato, pues los aviones estadounidenses suspendieron por completo sus misiones de bombardeo contra el Estado Islámico en territorio de Siria, limitándose, al menos por ahora, a operaciones sobre territorio de Irak.

En cambio, Francia sí ha mantenido sus operaciones, en perfecta coordinación con Rusia y con el gobierno sirio. Y ello, tras la declaración categórica del presidente francés Francois Hollande, de que respalda la posición de Rusia e Irán en cuanto a que el presidente sirio Basher Assad se mantenga en su cargo hasta las elecciones en que el pueblo de Siria resuelva si lo quiere reemplazar o mantenerlo en su cargo.

Pero la traición de Turquía tuvo otro efecto contra el propio gobierno turco y también contra Estados Unidos. Se trata de las imágenes satelitales captadas por Rusia, que muestran caravanas de varios kilómetros de largas, de camiones desplazándose hacia Turquía desde los pozos petroleros ocupados por el Daesh Islámico, tanto en Siria como en Irak.

Esos centenares de camiones cargados de petróleo robado, claramente se dirigían a la frontera turca. De hecho, incluso el diario New York Times admitió que el Estado Islámico estaba obteniendo financiamiento por la venta clandestina de petróleo. En toda la extensión de frontera turca, el paso a través de una franja de alrededor de 100 kilómetros era la ruta de esos camiones así como de los contingentes de mercenarios, y los cargamentos de dinero, de armas, alimentos y drogas más fuertes que la anfetamina para semi-enloquecer a los combatientes, que ya en su mayor parte son mercenarios o voluntarios procedentes del Cáucaso islámico.

Por supuesto, no hay pruebas de que ese comercio criminal de petróleo robado para financiar la guerra civil en Siria, se realice con participación directa del gobierno turco de Taryip Erdogán. Sin embargo, hay versiones que dicen tener pruebas de que un hijo del presidente Erdogán está metido en ese negocio que le da a sus socios una renta del orden de los 50 millones de dólares mensuales.

Lo más grave para la OTAN y Washington, es que con ello queda en evidencia que Estados Unidos también tenía, necesariamente, imágenes satelitales similares a las de Rusia. O sea, que Washington habría estado haciendo la vista gorda y permitiendo que ese tráfico continuara. De hecho se ha destacado que Estados Unidos se preocupó de avisar con 45 minutos de anticipación, antes de lanzar un bombardeo contra una de esas caravanas petroleras.

Quien sabe, quizás no quería correr el riesgo de matarle su hijo al presidente de Turquía.

Por ahora, lo que está claro es que se ha formado de hecho una alianza antiterrorista en que participa Francia y Rusia, aliadas con el gobierno de Siria y con Irán, que ya están demoliendo los emplazamientos terroristas de aquella franja que Turquía quería ocupar para su propio uso.

Se trata ni más ni menos que cerrarle el paso de veras al tráfico de armas y de recursos que mantienen la matanza demencial de una guerra civil que ya podría haberse detenido si las partes involucradas realmente se hubieran comprometido con honestidad.

Para Turquía, el costo de esa aventura seudo maquiavélica y en realidad muy tonta, es enorme. Como muestra, solamente la interrupción de la llegada de turistas rusos, le está restando a Turquía un ingreso del orden de los 6 mil millones de dólares por temporada.

Ya se produjo una nueva distribución de fuerzas, en que Francia ha tomado sus decisiones ignorando por completo a la OTAN, y es posible que a eso se sume ahora Alemania. En esas circunstancias, ¿podrá Estados Unidos continuar su intento de ser el sheriff del Nuevo Orden Mundial?

Posiblemente, esa coyuntura que parece tan desfavorable para Washington, sea en el fondo la oportunidad para que Estados Unidos se salve del desastre…

Y que no salvemos todos del apocalipsis de una guerra nuclear.

En estos momentos, grandes medios de la prensa del mismo Estados Unidos, como el Huffington Post, el New York Times, Salo y Atlantic, están advirtiendo la posibilidad del estallido de una guerra mundial en cualquier momento. De hecho uno de los más prestigiosos cientistas políticos de Hong Kong el viernes pasado señaló que el estallido de una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos es ya algo casi casi del todo inevitable.

En momentos en que el peligro de envenenamiento radiactivo del planeta entero, ¿No resulta patético que mañana comience la Cumbre para enfrentar el Cambio Climático?

Esos enfermos mentales que como drogadictos buscan la guerra y el caos… ¿Se atreven a proponer fórmulas para salvar el medio ambiente planetario?

En fin, hasta la próxima, amigos. Cuídense, es necesario. ¡Hay peligro!

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