AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Demografía

Por Ruperto Concha / resumen.cl Ayer concluyó, en la ciudad de Katowice, Polonia, la Cumbre de las Naciones Unidas para implementar, en términos concretos, los acuerdos de la Cumbre de París, de 2015, para enfrentar el desastre inminente del Cambio Climático. Las discusiones se alargaron un día entero más de lo presupuestado, y muchos ministros y diplomáticos seguían tratando de llegar a un consenso, incluso cuando ya los empleados municipales habían comenzado a desarmar el local de reuniones. Pero todo fue un fracaso. Los representantes de 197 países no lograron ponerse de acuerdo en implementar normas obligatorias que debieran aplicarse para lograr la meta de frenar las emisiones de gases con efecto invernadero, de modo que el recalentamiento planetario no sobrepase un aumento de uno y medio grado Celsius antes de 2030. Para ello es necesario disminuir a la mitad las actuales emisiones de anhídrido carbónico y otros gases de efecto invernadero, según el informe que entregaron hace algunas semanas los científicos del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático. Ese documento técnico fue avalado, fíjese Ud., por 15 mil hombres de ciencia especializados. Y allí se advertía que si la temperatura llegara a superar un aumento de 2 grados, los efectos serían calamitosos para la humanidad y el medio ambiente. Y, oiga, las estimaciones realistas, según los planes económicos de los gobiernos, ya están previendo que el aumento de temperatura alcanzará los 3 grados Celsius. Un 50% más que el máximo previsto. Pero los políticos y diplomáticos no parecen haber entendido las evidencias científicas. Y la famosa Cumbre se limitó a emitir un bonito Cuaderno de Reglas, en el que se omite mencionar acciones y compromisos sólidos de los gobiernos. Los gobiernos de China, de la Unión Europea y de Rusia confirmaron sus aportes de 100 mil millones de dólares en los próximos dos años, como ayuda financiera para los países pobres, y el Banco Mundial prometió también un aporte de 200 mil millones, entre 2020 y 2025. Sin embargo, China y Rusia señalaron que la Cumbre no logró establecer quiénes y cómo administrarán aquellos aportes, que hasta ahora han sido blanco de adulteraciones y de estafas incluso en la misma Alemania, en especial sobre el tema del pago de los llamados “Bonos del Carbón”, que recompensan con dinero aquellas actividades que reduzcan o estabilicen las emisiones de gases carbónicos. Pero… ¿qué esperanzas verdaderas, racionales y bien fundamentadas hay de que podamos parar el cambio climático en el mundo económico de hoy? Los mismos 15 mil científicos lo señalaron sin que al parecer los políticos lo entendieran: La explosión demográfica mundial implica una explosión de gases polucionantes. Y las cifras netas lo demuestran implacablemente.   Las cifras oficiales de todos los gobiernos, junto a las de las estadísticas de las Naciones Unidas, señalan, concretamente, que los grandes polucionadores son los grandes consumidores. En Estados Unidos, cada habitante emite anualmente 16.300 kilos de anhídrido carbónico. En Canadá y la Unión Europea, cada persona emite 13.530 kilos. En tercer lugar está Rusia, donde cada persona emite 12.370 kilos, y en 4° lugar viene la China, con 7.550 kilos anuales por persona. En Estados Unidos, cada 8 segundos nace una persona y, en contrario, una persona muere cada 11 segundos. O sea, en cada hora nacen 450 personas y mueren 327. O sea en cada hora la población de Estados Unidos aumenta en 123 individuos adicionales que, estadísticamente, equivalen a más de dos millones de kilos de gas carbónico al año. Oiga, eso en una sola hora. El caso de la polución con efecto invernadero en Estados Unidos es directamente proporcional con el nivel de consumo, la capacidad de compra de la gente, lo que incluye el consumo de agua y bebidas embotelladas, calefacción y aire acondicionado, agua potable sanitizada para los baños y los servicios higiénicos, iluminación pública y doméstica, entretenimientos electrónicos, computadoras, celulares, etcétera. De acuerdo a las estadísticas de las Naciones Unidas, cada persona de Estados Unidos consume y poluciona más que 200 personas de África Central. Y por cierto, los habitantes de África Central tienen un intenso anhelo de vivir como viven los de Estados Unidos. Es por eso que los políticos de África Central hacen promesas electorales apuntadas al Crecimiento Económico. El aumento del PIB. Lo mismo que todos los demás gobiernos del resto del mundo. Es decir, los políticos de todo el mundo se sienten obligados a diseñar programas que supuestamente apuntan a que la gente aumente su capacidad de compra. De consumo. Y, fatalmente, eso implica también un efecto de polución y recalentamiento global. ¿Es eso necesariamente malo?... ¿Acaso tendríamos que resignarnos a la pobreza, para evitar la catástrofe de la ecología planetaria?   Como hemos visto en crónicas anteriores, varios países cuya población era prácticamente indigente en comparación con Estados Unidos y Europa, durante todo el siglo 20 tuvieron un desarrollo económico que se derramó hacia gran parte de las bases sociales, creando una clase media acomodada. En China, hacia el año dos mil, ya un 10% de sus habitantes habían alcanzado un nivel de consumo, una capacidad de compra, similar a la de Estados Unidos. Es decir, ya había en China, el año 2000, 110 millones de personas cuyo bienestar económico les permitía disfrutar, comprar y polucionar con más de 16 toneladas de gases carbónicos al año. En las décadas siguientes, hasta nuestros días, esa clase media acomodada de China había aumentado a un 30% de la población, a la vez que la población misma había aumentado de 1000 a 1.400 millones de habitantes. O sea, los grandes consumidores de China en 2017 llegaban a 420 millones de personas. De ahí que, en estos momentos, aunque en China la polución es de 7.550 kilos por persona, el crecimiento demográfico ha hecho que China sea el país con mayor emisión de gases en el mundo. ¿Se fija Ud.?... El aumento de la población y el crecimiento económico han mostrado descarnadamente su efecto en el cambio climático. En el caso de China, la política de planificación familiar y control de la natalidad había logrado frenar considerablemente el crecimiento demográfico, hasta una tasa del 1.8% anual. Pero en otros países de gran éxito económico en el siglo 21, como la India, Corea del Sur, Indonesia y en general el Sudeste asiático, el crecimiento de la población ha sido superior al 2,5% anual. En Asia, la población aumenta en algo más de 40 millones de personas por año. En África subsahariana o África Negra, el aumento es de 20 millones de personas al año. En América Latina, especialmente la parte tropical, el aumento anual es de 10 millones de personas. ¿Se fija Ud.?... Estamos hablando de un aumento anual de 70 millones de personas que se suman al deseo y al empeño de aumentar su capacidad de compra. De consumo. Y eso implica aumentar su efecto en destrucción ecológica del planeta. En el caso de nuestro Chile, anualmente, la tasa de nacimientos duplica la tasa de mortalidad. O sea, en cada año se duplica la población de cada generación. Y, según las cifras de los archivos estratégicos de la CIA, la tasa mundial de nacimientos es de un 1.86% anual en estos momentos, mientras que las defunciones sólo llegan al 0, 78. Esto equivale a un poquito más que el crecimiento demográfico que tenemos en Chile. Las dramáticas noticias sobre las olas de inmigración procedentes del África, de América Central y del Oriente Medio, habían sido previstas ya a fines del siglo 20, por los analistas estratégicos de Estados Unidos, de la Unión Europea y de Rusia, como efecto inevitable del crecimiento demográfico unido al agotamiento de los recursos naturales y al cambio climático. En algunos países de África Central, hasta el año 2000 el índice de natalidad llegaba a 5 hijos por mujer, y en América Central era de 4 hijos por mujer. Es decir, en cada generación la población se duplicaba y obviamente se formaba una multitud que ya no encontraba medios de subsistencia básicos en su propio país. Por otra parte, el avance tecnológico mundial hace que cada vez se necesite menos gente trabajando para producir lo necesario para las necesidades de todos. O sea, por cada año la población del mundo aumenta más de 70 millones de personas, y cada año disminuye un número similar en oferta de trabajo. Así, entonces, emigrar, tratar de introducirse como sea al mundo de los ricos, es desesperadamente necesario para millones y millones de personas. Y la situación de esas personas se ve patéticamente agravada por sus bajísimos niveles culturales y de capacitación tecnológica para el trabajo. Por eso, los inmigrantes que llegan a Europa y a Estados Unidos, en su gran mayoría, sólo pueden optar a los trabajos de categoría muy inferior y mal pagados, y a menudo, sobre todo en Europa, muchos terminan dependiendo de la caridad social del Estado. Uno de los factores más dramáticos del conflicto entre crecimiento de la población y expectativas de progreso social y económico de la gente, es la desigualdad en la educación que recibe un número cada vez más grande de niños que supuestamente debieran quedar capacitados no sólo para realizar labores bien remuneradas. También debieran recibir las nociones culturales de convivencia social en una dinámica social. A nivel mundial, en estos momentos hay 1.800 millones de personas menores de 15 años. De ellos, hay 160 millones que no han recibido ni están recibiendo educación primaria elemental, cero educación primaria. Otros 200 millones sólo han recibido educación primaria. Mil millones tienen educación de nivel medio, y 440 millones alcanzarán educación superior, sea tecnológica o universitaria. Sin embargo, esas cifras de estadísticas no incluyen una referencia a la calidad de la educación que reciben. Hay numerosos casos, incluso en Chile, en que estudiantes llegan a completar su enseñanza media sin haber alcanzado ni siquiera la capacidad de comprender un texto escrito. El costo de una educación realmente buena, realmente capacitadora para los niños, ya se ha elevado en una proporción muchísimo mayor que el aumento de sueldos y salarios. De hecho, en el mundo en vías de desarrollo, es cada vez mayor el número de familias en que el padre y también la madre deben trabajar para costear los nuevos costos. Y eso, por supuesto, repercute en disminución del contacto familiar, intergeneracional, entre padres e hijos. Esa necesidad, para las madres, tiene además la exigencia de aumentar sus niveles de éxito laboral, de hacer carrera para mantener su empleo y, en lo posible, aumentar sus ingresos. Eso hace que una mujer que tenga más de dos hijos se encontrará en terrible desventaja, tratando de equilibrar sus intereses de mamá con sus intereses de mujer con éxito laboral.   Es así como se perfila el dilema que planteábamos al comienzo de esta crónica: ¿Hay que ser pobres para evitar la catástrofe del cambio climático? ¿Deben los pueblos renunciar al alto poder de compra, el alto consumo, para salvar al planeta en que vivimos? La respuesta está en los números concretos de la economía, la tecnología y la explosión demográfica. Los referentes sobre el calentamiento planetario se remontan al inicio de la Era Industrial, que coincide con la llamada Economía Liberal. Pero los referentes más precisos y mejor fundamentados se conforman con remontarse al inicio del Siglo 20. En el año 1900, la población mundial era de 1.500 millones de habitantes. Cien años después, el año dos mil, la población había superado los 6 mil millones de habitantes. El crecimiento de la población ya era visto como “explosión demográfica” con un aumento del 2,1% anual. La evolución social, a partir de los países desarrollados, logró que el crecimiento demográfico se redujera a la mitad, a un 1,05% anual, según cifras de 2017, y, apoyando mundialmente los programas de planificación familiar, se está intentando reducir el índice de crecimiento, a nivel mundial, a sólo un 0,75%. Pero aún con esa disminución de la natalidad, se llegaría a una población mundial de más de 11 mil millones al final del siglo. Por lo pronto, se espera que para 2020, en dos años más, ya la población superará los 8 mil millones de habitantes. Si ese número de habitantes alcanzara aunque fuese una quinta parte de las expectativas de crecimiento económico, el efecto sería tal como lo describieron los 15 mil científicos en su documento sobre el cambio climático: Un clima de caóticos contrastes, de sequías abrasadoras, unidas a fuertes vientos, que agostan los campos y favorecen enormes incendios forestales, como los de California el pasado noviembre, y junto a eso, en otros sitios, lluvias torrenciales que erosionan los campos. Zonas de fríos glaciales por el descenso del aire estratosférico, y zonas de calor abrumador que ya en los últimos años en varios países ha llegado a superar los 50 grados Celsius a la sombra. Huracanes, tornados y tifones, e incluso, se sospecha, un aumento de la actividad sísmica por efecto del calentamiento de la atmósfera, que produce alteración de la presión terrestre sobre las placas continentales.   Todos los cálculos de la actividad económica mundial en un futuro inmediato coinciden en que el consumo de petróleo y gas seguirá aumentando en varios millones de barriles diarios, a pesar del aumento del uso de electricidad. De hecho, gran parte de la electricidad con que se está tratando de reemplazar al petróleo o al gas, es producida en centrales termoeléctricas que funcionan quemando petróleo, gas natural o, incluso en muchos casos, quemando carbón. Ante eso, ¿qué efectividad pueden tener ya los tan aportillados acuerdos de las Cumbres de defensa del Medio Ambiente? Recordemos las cifras que mencioné al comienzo de este análisis: En Estados Unidos, cada 8 segundos nace una persona y, en contrario, una persona muere cada 11 segundos. Esto es, cada hora nacen 450 personas y mueren 327. O sea en cada hora la población de Estados Unidos aumenta en 123 individuos adicionales que, estadísticamente, equivalen a más de dos millones de kilos de gas carbónico al año. Oiga, eso en una sola hora.   Seamos claros: la esperanza para nuestro planeta y nuestra humanidad, no consiste en renunciar al confort y la tecnología. No. Como dijo Pablo Neruda en sus Versos del Capitán, “podemos vivir como reyes”. Pero, ¿cuántos reyes pueden vivir en el planeta Tierra, sin provocar su destrucción?... ¿Cuántos humanos cabemos sanamente en nuestro solitario planeta? ¿En qué momento comprenderemos que nos estamos convirtiendo en una plaga, una infección que no puede ya seguir cundiendo sin provocar la desintegración y la muerte? Algunos hombres de ciencia estiman que nuestro planeta puede absorber sanamente la polución que genere una población mundial de 3 mil millones. Otros hacen otras estimaciones, un poco mayores o un poco menores. Pero claramente el aumento de la población mundial a 8 mil millones de habitantes en 2020, equivale a la crisis mortífera de una infección letal no curada. Ojalá que don Sebastián Piñera no siga con sus sentimentales llamamientos a que los chilenos tengamos muchos, muchos hijitos, para que compren muchas, muchas cositas que hagan crecer el PIB. ¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro. Pero también, aún hay esperanza.   *Imagen: Mujeres con mascarillas en Pekín | ANDY WONG (AP)
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