Por Ruperto Concha / resumen.cl
Los Derechos Humanos, tan cantaleteados por casi todos los gobiernos vestidos de democráticos, esta semana quedaron mostrando sus agujeros, su miseria y sus vergüenzas. El jueves pasado, el jurista James Cavallaro, profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, y Presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, admitió, fíjese Ud., que ya este año la Comisión tendrá que suspender sus audiencias y, además, tendrá que despedir a alrededor de un tercio de todo el personal que trabaja en ella.
O sea, la más importante y esencial institución defensora de los derechos Humanos en el Continente de las Tres Américas, quedará paralizada. Imposibilitada de actuar. Y eso incluye también a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Entrevistado por la Deutsche Welle, el Presidente de la Comisión Interamericana señaló se encuentra en una crisis financiera extrema, debida a que son demasiados los gobiernos que está pagando sólo en parte, o simplemente no están pagando los aportes comprometidos a la Comisión, la cual, siendo parte de la Organización de Estados Americanos, la OEA, funciona en forma por completo independiente.
Junto con el incumplimiento de pago de sus aportes por parte de los gobiernos, también se ha producido una disminución dramática de las donaciones internacionales, como es el caso de la Unión Europea, que redujo su aporte, de 5,3 millones de dólares en 2014, a sólo 3,8 millones en 2015.
En términos reales, el funcionamiento eficiente de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos necesita un presupuesto real del orden de los 30 millones de dólares anuales.
Pero ahora, la Comisión y la Corte han quedado paralizadas. No podrán continuar sus visitas de observación y evaluación sobre derechos humanos en el continente, y, como indicó el Instituto Alemán de Derechos Humanos, se ha cerrado con ello el acceso a la justicia de personas cuyos derechos son vulnerados por las propias autoridades de su país.
Casi al mismo tiempo que el anuncio de bancarrota de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las Naciones Unidas emitieron también otra información desoladora sobre la misma materia. El Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, reveló el jueves que todos los jefes de gobierno o de Estado del mundo desarrollado, incluyendo a los miembros del Grupo de los 7 países más industrializados del mundo, ninguno respondió a la invitación a participar en la Primera Cumbre Humanitaria Mundial, realizada la semana pasada en Estambul.
De todos, únicamente acudió la primera ministro alemana Angela Merkel, y muchos comentaristas se preguntaron si sólo asistió con el propósito de tratar de comprometer al jefe de gobierno turco, Tadyip Erdogán, a cumplir sus compromisos para frenar el flujo de refugiados procedentes del Oriente Medio.
Ban Ki Moon, en su convocatoria, había señalado que hoy, tras casi un siglo de enriquecimiento de los países más ricos, somos testigos de más sufrimiento del que jamás se había visto desde la fundación de las Naciones Unidas.
En este momento hay más de 60 millones de seres humanos en situación de refugiados, y hay 25 millones de personas que necesitan auxilio sólo para sobrevivir.
Pero los supuestos grandes líderes liberales, Barack Obama, de Estados Unidos, Francois Hollande, de Francia, David Cameron, de Gran Bretaña y sus pares del Grupo de los 7 ni siquiera se dieron por enterados de que existiera la Cumbre Humanitaria. De hecho pareciera que están hastiados de hablar y hacer planes acerca del sufrimiento ajeno.
Sin embargo, otros analistas se preguntan: Pero ese Tadyip Erdogán, turbio aliado del que ya pocos confían, capo de esbirros contra los periodistas, aspirante a dictador de Turquía… ¿Cómo es que ese Tadyip Erdogán se atrevió a convocar a una Cumbre Humanitaria Mundial?
¿Quién podría tomarse en serio a un Erdogán fungiendo de líder humanitario?
Como fuere, lo que está quedando en claro es que en estos momentos los que fungen de “conductores de la humanidad” están interesados en muchas cosas para las cuales, a menudo los Derechos Humanos y los Valores Humanitarios resultan más bien un estorbo.
Una de las preocupaciones de este momento es la aplicación por decreto de disposiciones que distorsionan artificialmente la economía que supuestamente es de libre mercado. La más espectacular de estas medidas es la tasa de interés negativa sobre el dinero en depósitos bancarios. Si a Ud., por ejemplo, le depositan el sueldo en su cuenta bancaria, cuenta corriente, o de ahorro, o chequera electrónica, tradicionalmente el banco le pagaba a Ud. un pequeño interés por su dinero, que el banco a su vez utilizaba para realizar operaciones de crédito con las que ganaba su interés propio.
Eso se acabó en ya en varios países. En Japón y en la Unión Europea ya se está aplicando el llamado Negative Interest Rate, según el cual es el depositante, el ahorrante, el que tiene que pagar un interés o impuesto, por el privilegio de que le guarden ahí su dinero.
Y ese interés negativo también lo paga el dinero que está en forma de documentos a la vista, como es el caso de los bonos soberanos, que los inversionistas compran con la esperanza de obtener alguna ganancia a través de una inversión segura.
Ahora, no sólo desaparecen las ganancias esperadas. Ahora la inversión entra en un proceso de erosión diaria y acumulativa de la platita que Ud. tenía al comienzo.
Por supuesto, los millones de personas que han invertido parte de sus ahorros en comprar bonos soberanos en Euros, o en Libras Esterlinas, o en francos suizos, han comenzado una carrera angustiada para vender rápidamente esos documentos, agarrar lo que les vaya quedando de su platita, y llevársela a otro país que esté vendiendo bonos soberanos pero donde la tasa de interés podría subir aunque sea un poco. O sea, venden sus bonos soberanos europeos o japoneses y compran bonos soberanos de la Reserva Federal de Estados Unidos, donde se espera que la tasa de interés positivo pueda subir hasta un uno por ciento o algo así, algo es algo.
¿Se fija Ud.?... De alguna manera los europeos y los japoneses han creído que imponer una severa austeridad en el gasto público y reducir la deuda fiscal emitiendo dinero, se provocará una saludable inflación controlada que le insuflará energía a la comatosa economía europea.
Como sea, esto resulta algo muy bueno para Estados Unidos, pues en estos momentos la China, Rusia y Arabia Saudita, entre otros, están echando a la venta sus bonos del tesoro de Estados Unidos, lo que amenazaba con hacer colapsar el dólar.
En cambio ahora, esos millones de pequeños inversionistas y ahorrantes, desesperados por salvarse de la Tasa de Interés Negativa, comenzaron a compensar con sus compras las inmensas ventas que hacen los otros.
Quizás en relación con esto, el viernes pasado la publicación Business Insider, de Estados Unidos, impactó con la noticia de que Christine Lagarde, la Jefe Suprema del Fondo Monetario Internacional, se unió al fuerte grupo de economistas que consideran que las fórmulas aplicadas hasta ahora para superar la crisis económica, son parte de un entendimiento equivocado de la realidad.
Y que ese error, con sus recetas de austeridad, privatizaciones huracanadas y rápido desplazamiento de las inversiones en dinero a través de las fronteras del mundo… bueno, lejos de vigorizar la recuperación económica, en realidad la ha debilitado, la ha entorpecido y en cambio ha provocado efectos perniciosos en lo político y lo social.
Y, fíjese Ud., como si fuera poco, también el legendario especulador multibillonario y filántropo Warren Buffett, en un documento enviado a sus suscriptores, clientes y asociados, Warren Buffett, que siempre ha sido muy optimista, ahora por primera vez admitió que se está cerniendo sobre la economía mundial un peligro que ni las más poderosas corporaciones y ningún dinero podrán evitar o corregir.
A esa amenaza apocalíptica, Buffett la bautizó como la “CNBC”, sigla con que nombra un ataque Cibernético, Nuclear, Biológico y Químico. Y según él, esa clase de ataque ya se está volviendo, al parecer, inevitable.
De hecho, Warren Buffett señaló que sólo el Cibercrimen le costará a la economía mundial 445 mil millones de dólares en este año 2016, según el Reporte de Riesgo del Foro Económico Mundial de Davos.
Oiga, ¿y por qué esos ataques inminentes parecen ser inevitables?
Hablar de ataques cibernéticos, atómicos, biológicos y de armas químicas, aparece como el enunciado del cuadro clínico de una guerra mundial. Y la carta de Warren Buffet se envió muy coordinadamente con actitudes altamente agresivas por parte de la OTAN, ante Rusia, y de la marina y la aviación de Estados Unidos en el Mar de la China, que incluyó, la semana pasada, una peligrosísima maniobra de un avión de combate de Estados Unidos, a escasos metros de distancia de un avión de pasajeros, en aguas territoriales rusas sobre el Mar del Japón.
En el Pentágono, con apoyo de numerosos políticos y oficiales superiores de las fuerzas armadas estadounidenses, se comenzó a plantear un concepto supuestamente estratégico, de realizar uno o varios ataques nucleares de limitada intensidad, de poca intensidad, en el evento de que se agudicen los enfrentamientos con Rusia.
Los escasos políticos realmente patriotas e inteligentes, encabezados por la senadora Diane Feinstein, reaccionaron con alarma y le enviaron una carta al presidente Obama instándolo a desechar experimentos estratégicos con armas nucleares. De hecho, señalaron que durante el gobierno de Ronald Reagan, ya se había propuesto aquello del uso limitado de armas atómicas.
El Presidente Reagan entonces, para evaluar correctamente esa propuesta, ordenó realizar un enorme y completísimo juego de guerra, que se prolongó durante varios meses, llamado Proud Prophet, o sea, el Profeta Orgulloso, con participación de miles de efectivos y alcanzando un nivel de realismo sin precedentes, representando a rusos y estadounidenses.
Pues bien, fíjese Ud. que el resultado final de esas simulaciones hiper realistas fue que no habría ningún uso limitado de armamento atómico, porque a la primera y relativamente pequeña bomba atómica que se lanzara, inevitablemente vendría el contraataque soviético, desencadenándose vertiginosamente un infernal holocausto nuclear.
O sea, en estos momentos, el grupo de belicosos, ignorantes y mal informados ruso-fóbicos está simplemente presionando para hacer lo que en términos experimentales se demostró que era el único camino verdaderamente inevitable que conduciría a la Guerra Nuclear generalizada.
Tras la instalación de la base misilística de la OTAN en Rumania, las instalaciones de radar en Turquía y la anunciada nueva base misilística en Polonia, por primera vez el presidente ruso Vladimir Putin elevó duramente el tono de voz. Anunció que los agresivos avances hacia la frontera rusa, con misiles y radares apuntando a su territorio, tendrán respuesta inmediata. Y señaló que lamentablemente la gente de Rumania y de Polonia parece no darse cuenta de que son ellos los que quedan en la mira de una eventual respuesta militar.
La OTAN alzó un coro entre furioso y asustado, acusando al Presidente Putin de ser un imperialista irracional. Según la OTAN, las bases de misiles sólo son defensivas, y que a los misiles no les piensan colocar cargas explosivas. ¿Se fija Ud? O sea, el Presidente Putin, además de ser feroz, es un tipo mal pensado. Pero, ¿se sentiría Ud. bien si un vecino suyo lo empezara a apuntar con una escopeta, lo mantuviera en la mira y lo acusara a Ud. de ser agresivo porque él sólo está tomando precauciones defensivas?
Como fuere, la periodista Susana Capelouto, de la CNN, entrevistó a un analista militar, el teniente coronel Rick Francona, quien señaló: Todos sabemos que Vladimir Putin ha probado muchas veces que cumple lo que dice. Washington y la OTAN debieran tomar sus palabras muy en serio. Y agregó “No creo que Putin quiera llegar a una confrontación armada con la OTAN, pero Washington debe tener cuidado de no pasar un límite”.
Otra importante publicación estadounidense, Business Insider, de tendencia abiertamente hostil hacia Rusia, ayer sábado publicó, sin embargo, un importante análisis del periodista Ian Shields, a propósito de esta situación y de la publicación del libro “2017: La Guerra con Rusia”, escrita por el general británico Sir Richard Shirreff, quien fue comandante en jefe de la OTAN hasta 2014.
En el análisis Ian Shields aplaude el carácter novelado de lo que es en realidad un muy bien documentado estudio sobre una posible guerra contra Rusia. Pero, a la vez, Shield constata cómo el general omite tomar en cuenta factores esenciales para prever el rango de determinaciones que supuestamente debería asumir Rusia y que conducirían a la guerra.
De partida, Shields enfatiza que es evidente que Rusia en ningún momento ha mostrado hostilidad hacia Europa. Al contrario, a Rusia le interesa mantener una relación dinámica y provechosa, como se está dando, por ejemplo, con el ducto Corriente Norte, que abastece de gas y petróleo a Europa en casi un 39% de su necesidad. ¿Por qué razón, entonces Rusia podría elegir la guerra?
En realidad, tanto el desarrollo de armamento de altísima tecnología, como la evolución de lo que tendrá que ser una Tercera Guerra Mundial, indican que en estos momentos Estados Unidos no cuenta con un poderío militar real que pudiera asegurarle una victoria sobre Rusia y China.
Como lo previene tan lúgubremente el millionario Warren Buffett, si se desatan los ataques militares, se va a utilizar todo, de todo. Destrucción cibernética, dispersión de gérmenes patógenos, envenenamiento por gases letales, y quizás en algún caso, algunas pequeñas bombas atómicas. No sería la catástrofe de una guerra nuclear, pero la destrucción sería atroz e irrecuperable.
En estos momentos Rusia ya cuenta con baterías para lanzamiento de misiles hipersónicos, los S500, con una velocidad de hasta 12 mil kilómetros por hora, capaces de destruir satélites, interceptar misiles enemigos y alcanzar objetivos como ciudades, portaaviones o vías de abastecimiento.
Esa ventaja, en este instante, significa que Rusia sí podría estar en condiciones de lanzar un ataque nuclear preventivo contra Estados Unidos… y hacerlo sin temor a que Estados Unidos pueda lanzar un contraataque.
Pero es ahora cuando cobra verdaderamente fuerza la pregunta: ¿Por qué y para qué podría Rusia querer ir a la guerra?
Rusia no necesita, por ejemplo, expansión territorial, su territorio es inmenso. Tampoco necesita acceso a fuentes de materias primas, tiene de todo. Y de hecho, las absurdas sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, finalmente han tenido el efecto de incrementar prodigiosamente la producción agrícola.
Para Rusia, los ingresos del petróleo, incluso en su mejor precio, jamás llegó a superar el 21% de su Producto Interno Bruto, y ahora, bordeando los 50 dólares por barril o su equivalente en gas natural, la rentabilidad alcanza a más de 35 dólares por barril. O sea, incluso en estos momentos Rusia obtiene ingresos del orden de los 100 millones de dólares diarios sólo en el rubro de los hidrocarburos.
¿Para qué, entonces, podría Rusia querer ir a la guerra? La verdad es que ni Rusia ni la China quieren la guerra. De hecho, ambas súper potencias han procurado encontrar caminos de diálogo con las potencias occidentales, las que, a menudo, han creído encontrar en eso una muestra de debilidad o de acobardamiento, o bien de China o bien de Rusia.
La verdad es que los indicios que se acumulan día a día, apuntan a que hay un sector humano que, aunque no quiera que llegue a estallar una guerra, sí tiene muchísimo interés en que parezca que el mundo está al borde mismo de la Tercera Guerra Mundial.
Me refiero a las multinacionales fabricantes de armas, esos que se embolsaron más de un millón de millones de dólares en el fallido proyecto de los aviones F-35, que finalmente están siendo desechados, y se les reemplaza por los F-22, que son aviones diseñados hace ya más de 30 años.
Están vendiéndole a Estados Unidos barcos de dudosa efectividad, a un costo de 6 mil millones de dólares, proyectos de robots asesinos, de drones submarinos y toda una farándula de trajes, corazas y accesorios militares que involucran una inversión de decenas de miles de dólares sólo en parafernalia para cada uno de los soldaditos americanos.
Ciertamente hacer armas y equipos para las Fuerzas Armadas de Estados Unidos es un negocio maravilloso y suculento en lo industrial y en lo comercial. Y, como me han señalado varios de mis amigos auditores, esos fabricantes saben que cuando la guerra llega realmente, bueno, el negocio se acaba, o al menos se interrumpe.
Nuevamente dispongo de muy buena información técnica, estratégica y estadística, sobre las realidades militares de Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea. Estoy traduciendo algunos de esos textos que podré enviar a partir del miércoles a quienes me lo pidan.
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro.