AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: El clima habla claro

Por Ruperto Concha / resumen.cl El huracán Harvey dejó en Texas, según cálculos oficiales, un saldo de 46 muertos, y daños por un monto del orden de los 160 mil millones de dólares, según informó USA Today. Pero, al otro lado del mar, en el sudeste de la India, se estima que el número de muertos por las inundaciones de un monzón de viento huracanado y lluvia torrencial, llegó a 1.200 personas. Pero el diluvio y la tempestad se extendió también a Bangladesh, donde un tercio de todo el país está todavía sumergido y convertido en fango. Se ha estimado que en Bangladesh y la península de Indochina, el número de muertos podría exceder de 2.500. Pero, al mismo tiempo, ahí mismo, en la India, y en su vecino Pakistán, hay una sequía devastadora que está matando gente y convirtiendo en desierto cientos de miles de hectáreas agrícolas. Y en cuanto al agua que va quedando disponible, la polución de los ríos y los acuíferos subterráneos está paralizando los proyectos de desarrollo de ciudades enteras industriales, y además genera problemas gravísimos de salud sobre 76 millones de habitantes de esa región de la India. Es decir, una vez más vemos cómo el cambio climático se expresa en fenómenos aparentemente contradictorios. Inundaciones y sequías, temperaturas altísimas, y ondas de frío glacial en zonas que tradicionalmente eran de clima templado. Al enterarnos de que el huracán Harvey causó en Texas daños avaluados en 160 mil millones de dólares, resulta inevitable comparar esa suma con los cien mil millones de dólares que entre todos los países ricos supuestamente debían juntar, según el Acuerdo de París, para que los países pobres puedan modernizar sus industrias e infraestructura, y sumarse al esfuerzo defensivo contra el cambio climático y la ruina ecológica del planeta. Estados Unidos se negó a hacer algún aporte. Se negó también a restringir las emisiones de carbono, y reiteró su escepticismo de que el cambio climático fuese real. ¿Seguirá ahora Washington sin creer que el cambio climático es verdad? ¿Seguirán los políticos del mundo hablando así?... en jerigonzas que suenan políticamente correctas, pero que en realidad sólo sirven para esconder que no están diciendo nada. En Chile, donde la derecha se exhibe tan religiosa para condenar el aborto y la homosexualidad, ¿habrá alguna iglesia donde este domingo de hoy el sacerdote le hable a sus feligreses con las palabras del Papa Francisco en su Encíclica “Laudato Si”, donde se refiere al cuidado de este planeta que es nuestro hogar? ¿Se atreverán las religiones a aceptar que la defensa de la tierra, la ecología y la diversidad de la vida, es un empeño lejos más santo y más noble que estar condenando a los que somos distintos a ellos? En realidad, para los grandes medios de prensa, la tragedia del huracán Harvey sobre Texas fue enfocada de una forma increíblemente miope. Se regodearon mostrando detalles emocionantes, o haciendo advertencias temibles contra los posibles saqueadores, o burlándose de ese pastor evangélico que se negó a abrir su flamante y elegante mega iglesia para acoger a los damnificados, y burlándose todavía más de que la mujer de Donald Trump anduviera por Texas llevando tacones altos. Pero en ninguno de esos grandes medios, durante el desarrollo de la tragedia, se mencionó que la catástrofe Harvey no es más que una expresión del cambio climático que afecta al planeta entero. Sólo unos días antes el Instituto Tecnológico de Massachusetts había entregado un informe advirtiendo que el cambio climático está rápidamente volviendo inhabitable una vasta zona del Asia Central, desde Pakistán e Irán, hasta Mongolia. El recalentamiento de la atmósfera, con temperaturas que ya han sobrepasado una y otra vez los 50 grados Celsius, harán que cerca de mil millones de habitantes tengan finalmente que abandonar sus cultivos resecos y muertos, y, claro, tendrán que emigrar para salvar sus vidas. Oiga, hablamos de cerca de mil millones de seres humanos… ¿A dónde van a emigrar?... ¿Quién podría acoger a esa tsunami de millones y millones de personas desesperadas? ¿O quizás miraremos para otro lado, para no verlos cómo se mueren de hambre? El lenguaje de la prensa sobre el huracán Harvey no incluyó palabras como Cambio Climático, Calentamiento Climático, Caos Climático. Bajo la perspectiva de Republicanos y Demócratas, lo único verdaderamente importante fue el “lucro”, la “ganancia financiera”, que, para que suene mejor, se disfraza como “creación de puestos de trabajo”. Ellos lo saben muy bien: no se trata de evitar la cesantía, sino de evitar que se detenga la acumulación de recursos financieros. El propio Secretario de Estado Rex Tillerson, quien fuera jefe máximo de la súper petrolera Exxon, sabe muy bien que la catástrofe planetaria es real. De hecho, Tillerson fue el primero en admitir, en 2009, que ya el cambio climático es inevitable y que a la humanidad no le va quedando más remedio que adaptarse para sobrevivir en medio de la polución. Y a esa marcha de zombis rumbo a la corrupción del medio ambiente, se suma ahora una especie de apresuramiento febril para acelerar las operaciones de alta rentabilidad a corto plazo y acumular aún más la riqueza. Entre los negocios de mejor rentabilidad, la producción de armamento es la que deja mayores márgenes de lucro, junto con las empresas subsidiarias de ejércitos y policías privados, las cárceles privadas, y los tratados comerciales internacionales que ponen a las empresas privadas por encima de la soberanía de las naciones involucradas. De ahí que, en estos momentos, como nunca antes, el gobierno de Donald Trump aparece vociferando amenazas de una guerra mundial inminente para que Estados Unidos sea Grande, de nuevo. Oiga, y si hablamos de destrucción del medio ambiente y de cambio climático, ¿cuál sería el efecto planetario de una nueva guerra mundial? Así como resulta estúpido culpar a Donald Trump de todo el estúpido matonaje de los Estados Unidos, también resulta estúpido centrar las esperanzas en un cambio de liderato mundial. Cambiar a Washington y Bruselas, por Moscú y Beijing. En realidad, gran parte del formidable prestigio y la admiración que provocaba Estados Unidos, en los últimos ciento veinte años se debió a la acumulación de riqueza, vinculada a los sucesivos éxitos militares. Comenzando con el abusivo despojo, por la guerra, de más de la mitad de todo el antiguo territorio de México, siguiendo con la guerra contra España, y rematando en los magníficos negocios de las Guerras Mundiales Primera y la Segunda. Recordemos que Estados Unidos se enriqueció vendiendo de todo a ambos bandos en guerra, en ambas guerras, para finalmente intervenir en favor de sus aliados, cuando ya los combatientes estaban en las últimas, en un virtual empate por knock out recíproco. Recién después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos conoció el sabor de la derrota. Primero fue en Corea, dividida en dos por acuerdo entre vencedores, el Norte para la esfera soviética y china, y el Sur para dominio estadounidense, que impuso la dictadura del general Syngman Rhee, el cual inició una política de exterminio de todos los sospechosos de tener simpatías por la izquierda. Decenas de miles de coreanos del sur huyeron hacia el Norte para salvarse de torturas, prisión o muerte, y finalmente, en 1950, el líder Kim Il Sun, abuelo del actual líder norcoreano, lanzó un ataque apuntado a derrocar la dictadura militar y reunificar a Corea en un estado socialista. Estados Unidos intervino en apoyo al dictador, poniendo su ejército bajo el mando del general MacArthur, que funcionaba como una suerte de virrey en el Japón, pero éste fue derrotado en sucesivas batallas, hasta perder la capital Seul, debiendo retirarse al extremo sur de la península. En esas circunstancias, el presidente Harry Truman ordenó el envío de grandes refuerzos, incluyendo una enorme fuerza aérea, según se decía, con la misión de destruir cuanto se moviera sobre el suelo. Bombardeos incesantes le permitieron a Estados Unidos recuperar el territorio inicialmente perdido, y luego avanzar hacia el norte, con el propósito de lograr militarmente la reunificación de las dos Coreas. En esas circunstancias, China intervino movilizando a unos 300 mil efectivos del Ejército Rojo, ya fogueados en la guerra revolucionaria, para apoyar a Corea del Norte en contra de los norteamericanos. Asimismo, la Unión Soviética anunció que respaldaría la lucha anti norteamericana en Corea, y Washington entonces, en 1953, optó por negociar el término de esa guerra, con un empate que devolvía las fronteras a su sitio original de 1950. Durante la guerra de Corea, el general Curtis leMay, jefe del Comando Aéreo, admitió que los bombardeos de Estados Unidos habían exterminado a un 20% de toda la población civil de Corea del Norte. Estados Unidos lanzó 635 mil toneladas de bombas. Demolieron 5 mil escuelas, mil hospitales y 600 mil edificios y otras estructuras. Las bajas norcoreanas alcanzaron alrededor de 3 millones y medio de muertos, de los cuales el 80% eran civiles. Las bajas norteamericanas fueron 36.574 combatientes. Y un detalle significativo: Estados Unidos no se atrevió a ir a la guerra contra China, aunque ésta todavía estaba lejos de producir su primera bomba atómica, lo que consiguió once años después, en octubre de 1964. Conocer los hechos de la Guerra de Corea nos ayuda a comprender la posición actual de Corea del Sur ante la posibilidad de guerra con el Norte. Ya el presidente sudcoreano, Moon Jae-In, declaró secamente que no habrá guerra contra Corea del Norte mientras el pueblo de Corea del Sur no lo autorice. Con ello el presidente surcoreano niega que Estados Unidos tenga derecho a lanzar la guerra por su cuenta. China y Rusia, por su parte, han advertido que, en caso de que Corea del Norte inicie la guerra, ambas súper potencias no intervendrán, se mantendrán neutrales. Pero, si Estados Unidos ataca a Corea del Norte, China y Rusia intervendrán, apoyando con todo la defensa norcoreana. Bueno, a juicio de los analistas de todo el espectro político actual, la guerra en la península coreana finalmente no se producirá, y en realidad tanto Estados Unidos como Japón y la OTAN, están utilizando el espectro de la guerra tanto para avivar el inmenso negocio de la industria militar, como para distraer y canalizar las tensiones políticas internas. ¿Cómo es posible, entonces, que Estados Unidos y sus allegados, principalmente Japón y Gran Bretaña, estén proponiendo las guerras contra Corea del Norte, Irán, Siria y Venezuela, en momentos en que el medio ambiente planetario está literalmente llegando a un estado comatoso? Durante el periodo de pragmatismo político que caracterizó a la Guerra Fría, a nivel planetario se produjo en muchas naciones un gran proceso de enriquecimiento y crecimiento económico. Junto con eso, se produjo también una explosión demográfica enorme, que llevó a que en una sola década se duplicara la población del mundo, una explosión que, sólo ligeramente disminuida, se está manteniendo hasta ahora. Los hombres de ciencia, prácticamente por unanimidad, concuerdan en que la actual economía de crecimiento en el consumo, y crecimiento del consumo por aumento de la población, hacen que sea imposible parar la destrucción del medio ambiente necesario para nuestra vida, o sea, es suicida. Ya en 1968, un grupo de economistas, empresarios y académicos de ciencias sociales, concordaron en la creación del llamado Grupo de Río, que postulaba cómo la doctrina del crecimiento económico sostenido es una insensatez. En la serie de obras reunidas con el título de “Los Límites del Crecimiento”, ellos plantearon que todo fenómeno natural se produce inicialmente con un crecimiento necesario y rápido, que se mantiene hasta alcanzar una dimensión, un tamaño óptimo, tras el cual continuar con el crecimiento producirá efectos monstruosos, antinaturales, deformidades. El crecimiento actual de la población ya ha pasado a ser anti-natural y deforme. Pero, fíjese Ud. que aquí en Chile, la última semana de agosto trajo una muestra inesperada de que nuestra clase política quizás hasta podría resucitar y ponerse decente, y elegir un desarrollo sustentable en vez del simple crecimiento por inversiones. Fue el rechazo por parte del Comité Ministerial, del proyecto minero llamado Dominga, que se proponía explotar hierro y cobre en el valle de Elqui. De los seis ministros integrantes del comité, se ausentó el de Energía, quien consideró que su presencia no era importante, ya que se contaba con que el proyecto iba a ser aprobado por unanimidad pues venía con recomendaciones de Sebastián Piñera y al parecer también de la presidente Bachelet. Pero los ministros Marcelo Mena, de Medio Ambiente, Carmen Castillo, de Salud, y Carlos Fusche, de Agricultura, inesperadamente rechazaron el proyecto por contundentes razones ecológicas. En su furia, renunciaron de inmediato los ministros de Hacienda y de Economía, y el presidente de la minera afirmó que la decisión ecológica, fíjese Ud., “le causó daño a la democracia”, que ahora el Estado “muestra que las reglas del juego no son claras”, y que lo que prima “es la política pequeña”. ¿Se fija Ud?... Defender nuestro planeta, para ese alto ejecutivo, es antidemocrático y es hacer política pequeña. Más nos vale recordar las palabras del Papa Francisco, al decir que… Dios perdona siempre. Nosotros perdonamos a veces. Pero la Naturaleza no perdona nunca, pues no puede violar sus propias leyes. Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Hay peligro en nuestro hogar. En nuestra tierra.
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