[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: El destape de un fracaso mundial

Por Ruperto Concha

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Hoy concluye una de esas semanas que acumulan incertidumbre y quedan en un tenso compás de espera. Estados Unidos sin poder hacer nada, mira cómo tropas turcas están masacrando a las fuerzas kurdas, aliadas y protegidas y armadas por Estados Unidos.

Los kurdos, a su vez, se sienten traicionados por Washington. Más al sur, los rebeldes pactaron retirarse, sin combatir más, de sus plazas fuertes cercanas a Damasco, con lo que el ejército leal sirio asume el control hasta la frontera con Jordania.

Y todos saben que Turquía jamás habría osado incursionar en territorio sirio, sin haberlo consultado previamente con Rusia. Y, en tanto, también China y la India han surgido como nuevos aliados del presidente sirio Basher Assad.

Por su parte, la OTAN está aflojando su presencia en Europa Oriental, bajo la figura de redistribuir sus fuerzas para combatir al Estado Islámico en el norte de Irak… en fin, unas noticias aparentemente neutras en un sangriento tablero de ajedrez.

Y sin embargo, apenas perceptibles tras el estruendo de los grandes titulares, otras noticias paliduchas, aparentemente débiles, exigen que les prestemos atención porque encierran peligros más graves que las bombas.

Son noticias sobre el fracaso mundial de la persecución de la riqueza fácil, del desprestigio global de los partidos políticos y su diarrea de leyes a menudo torpes, y, sobre todo, de la previsión social, la pensión de retiro que le espera a la gente de todas las naciones, desde el corazón de Europa hasta acá, en la colita de Sudamérica.

En todo el mundo, en toda América Latina, y sobre todo en Chile, ha comenzado a producirse una lenta pero enorme movilización ciudadana, con visos de ser imparable, centrada en dos temas básicos: la previsión social y las AFPs, y la Educación Pública.

Esta semana, en Chile, provocó fuertes reacciones la Reforma Educacional elaborada por el gobierno de Michelle Bachelet, que aparece dando nuevos manotazos de ciego con reformas a los programas educacionales que se imparten a los colegiales en establecimientos de enseñanza pública básica y media.

Ya tuvo resultados desastrosos, en perjuicio de millones de colegiales chilenos, la reforma de 2011, que refundió en un solo ramo las asignaturas de Ciencias Naturales y de Ciencias Sociales, y que bautizaron publicitariamente como “Comprensión del Medio Natural y Social”.

Era obvio que refundir biología con economía política, y ecología con sistemas de partidos políticos, sólo podía resultar en una mazamorra confusa, superficial y caricaturesca, y .finalmente el Ministerio de Educación tuvo que volver a separar ambas asignaturas.

La genialidad social del socialismo de la Concertación engendró sucesivas reformas igualmente perniciosas para una educación humanista que debiera ser apuntada a proporcionar a los colegiales los instrumentos culturales básicos para desarrollar una inteligencia efectiva, una capacidad de comprender, pensar, analizar, comparar y formular sus dudas y sus preguntas.

Los sucesivos gobiernos de la Concertación travestida hoy a Nueva Mayoría, insistieron en mutilar la enseñanza. Disminuyeron brutalmente las horas de enseñanza de Historia y Geografía, trataron de eliminar Educación Cívica, pujaron por eliminar la enseñanza de Música y Arte, sin desistir hasta que la comunidad internacional comenzó a mirarnos con asco cómo iba pareciendo que en Chile, después de los gorilas, los chimpancés estaban en el poder.

Ahora, ante la necesidad de reanudar la enseñanza de Educación Cívica, vuelven sus pujos por disminuir las horas de Historia y, como detalle de máxima genialidad nuevamayorística, ahora plantean eliminar la asignatura de Filosofía, y reemplazarla por un cursillo ideológico que titularon “Ética y Comportamiento Ciudadano”, fíjese.

Es decir, eliminan de raíz la enseñanza de filosofía que, de partida, incluye la enseñanza de la lógica, de las definiciones y los razonamientos fundamentales que permiten pensar y entender la realidad.

Y, por supuesto, además privan a los colegiales de enterarse de las preguntas esenciales que se ha formulado la humanidad al crear la civilización, y los esfuerzos de innumerables hombres inteligentes y geniales que han tratado de responder a esas preguntas.

Por supuesto, esos tijeretazos chambones a la educación se basan en la doctrina predominante de la clase política chilena. La doctrina de que sólo hay que enseñarle a nuestro pueblo aquellas cosas útiles que ayuden a los colegiales a convertirse en servidores dóciles del modelo de producción, y, claro, también en compulsivos consumidores dispuestos a endeudarse incluso al crédito y pagando tasas enormes de interés.

Un modelo de educación que en realidad apunta a un adiestramiento para la servidumbre en puestos de trabajo rudimentarios.

Hace pocos días uno de los más altos representantes del sindicalismo chileno, un socialista, ex presidente y Secretario General de la Central Única de Trabajadores, la CUT, emitió una declaración defendiendo que el gobierno quiera eliminar la asignatura de Filosofía. Según ese alto líder sindical, es bueno suprimirla porque los profesores de filosofía le meten en la cabeza a los chiquillos ciertas ideas, y después ellos salen encapuchados a protestar y hacer destrozos.

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El tema de una educación humanista, orientada al desarrollo intelectual en un sentido amplio, incide dramáticamente en lo que es la capacitación de los jóvenes para los desafíos que ya ahora son inminentes en el futuro laboral. Esta educación que está proponiendo el gobierno de Chile no tiene nada que ofrecer para que los jóvenes puedan optar a los puestos de trabajo que estarán disponibles de aquí a poquísimos años más.

Fuentes tan relevantes como el Área de Recursos Humanos del Banco de Inglaterra ha alertado que en un plazo de 10 a 15 años, las nuevas tecnologías eliminarán un estimado de, fíjese Ud., 15 millones de puestos de trabajo. O sea, la mitad de los empleos que hay actualmente en Inglaterra.

Por su parte, estudios del Bank of America y Merril Lynch publicaron estimaciones similares para Estados Unidos, señalando que en el mismo plazo, un 47% de los puestos de trabajo serán eliminados por automatización. Los estudios de Estados Unidos señalan que los trabajos más rutinarios y de escasa exigencia intelectual, serán reemplazados en un 66%. Y los trabajos con cierta exigencia intelectual y toma de decisiones, serán reemplazados en un 33%.

¿Se fija Ud.?... Eso implica que de 100 trabajadores que hoy tienen empleo en tareas con exigencias como esas que ofrece la educación pública chilena, 66 van a quedar cesantes y sin posibilidad de encontrar trabajo.

Los que hayan recibido una mejor educación formativa, con mejor comprensión del lenguaje y capacidad de entendimiento, tendrán el doble de posibilidades de mantener su empleo, aunque siempre con un 33 por ciento menos de posibilidades.

En cambio, los estudios británicos y estadounidenses coinciden en que los trabajos que exigen creatividad, buen gusto, inteligencia social y capacidad de enfrentar situaciones complejas, no serán mayormente afectados. O sea, los jóvenes que reciban una base cultural e intelectual suficiente serán los que tendrán trabajo y una buena remuneración.

La Universidad Ramón Llull, de Barcelona, por su parte, emitió este año un informe sobre lo que el Foro Económico Mundial de Davos ha llamado “la Cuarta Revolución Industrial”. Ese estudio confirma las estimaciones del Banco de Inglaterra y el Bank of America, señalando que en Europa en sólo 5 años se perderán al menos 7 millones de puestos de trabajo de oficinistas.

Sin embargo, como paliativo a esa pérdida, se crearán alrededor de 2 millones de nuevos puestos de trabajo en áreas como inteligencia artificial, robótica, química para producción para impresoras tridimensionales, diseño y creación de formas nuevas para los nuevos productos y realizaciones artísticas.

O sea, se perderán 7 millones de puestos de trabajo en oficina, y se crearán dos millones de puestos de trabajo nuevos en nuevas áreas. Los otros 5 millones de personas que quedan cesantes simplemente se quedarán cesantes.

Lo más probable es que en Chile, y en toda América Latina, se produzca el mismo fenómeno. De hecho ya lo vemos en los súper mercados, donde cada vez más los vendedores y cajeros están siendo reemplazados por autoservicios electrónicos.

Y, ciertamente, como señalamos en crónicas anteriores, en corto tiempo más tendremos en nuestra región servicios automatizados que podrán reemplazar a las caras, lentas y problemáticas atenciones basadas en personal humano profesional, técnico o auxiliar, incluso en medicina.

Y esa realidad nos lleva al otro tema dramático. El de la Previsión Social y las Jubilaciones, y el repudio total al sistema de las Administradoras de Fondos de Pensiones.

En realidad, en todo el mundo los sistemas de previsión social están naufragando. No sólo se sigue elevando la edad mínima para la jubilación, a fin de acortar el tramo entre la jubilación y la muerte de la persona. Además, se están aumentando las exigencias de años acumulados de imposiciones y se anuncia que los trabajadores tendrán que pagar el doble o el triple de la parte de su sueldo que actualmente tienen que imponer.

En Alemania, la edad de jubilación fue elevada de 63 a 65 años, y ahora el Deustche Bank, Banco Central alemán, señaló la necesidad de aumentar a 69 años la edad de jubilación, y elevar los aportes de los trabajadores, del 18% del salario bruto, a un 24%. O sea, el trabajador va a tener que entregar casi un cuarto de su sueldo.

En España, según el diario El Mundo, la crisis económica y el empobrecimiento de la gente hicieron que la Seguridad Social recibiera 9.500 millones de euros menos que el año anterior, y tuvo que endeudarse en 17 mil millones de euros para pagar las pensiones de los jubilados.

La reforma laboral impuesta por el gobierno derechista de España provocó que los puestos de trabajo se hicieran más precarios, los salarios disminuyeron y el sistema de despidos y reemplazos ha reducido los aportes previsionales.

El financiamiento de la previsión se basa en la llamada Tasa de Reemplazo, que es el porcentaje de salario medio que recibe un jubilado. Por ejemplo, si el salario medio durante toda la vida de un trabajador es de 15 mil euros anuales, podría tener una jubilación de 7.500 euros al año con una tasa de reemplazo del 50%.

Aquí en Chile, el aporte de los trabajadores es de sólo un 10% de su salario, lo que, a nivel internacional, no alcanzaría para financiar ni remotamente una jubilación suficiente ni siquiera para cubrir las necesidades más básicas.

O sea, en esa perspectiva, para nuestro país en estos momentos no podría encontrarse una solución alternativa a las AFP, basándose en los modelos europeos.

En realidad, la magnífica previsión social que durante 60 años tuvo Europa, se basó directamente en la prosperidad y el superávit de su comercio internacional. Las jugosas jubilaciones y granjerías para los trabajadores, eran fruto de las ganancias que Europa y los demás países industrializados obtenían al vendernos su producción a nosotros los subdesarrollados.

Pero, al cabo de 26 años de economía neoliberal, la totalidad de los países industrializados se encuentra sumida en una crisis económica, la que se precipitó en 2008, cuyo efecto de colapso general se ha venido postergando durante ya 8 años, una y otra vez, mediante inmensas emisiones de dinero. Japón, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea se encuentran en niveles de endeudamiento ya insostenibles.

China, por su parte, aunque su deuda fiscal es de sólo el 17% de su economía, tiene un endeudamiento de consumo y de créditos privados que se estima puede llegar al 70% del PIB del país.

Los mercados mundiales ahora están empobrecidos, al extremo de que las exportaciones más competitivas de China han disminuido en un 8%.

O sea, la situación económica mundial en estos momentos es de un fracaso a nivel planetario y resulta ilusorio confiar en que haya un retorno a la prosperidad en un futuro cercano.

Eso significa que, en el modelo económico actual, no se perfila una solución al ruinoso sistema actual de jubilaciones, a excepción de que el Estado asuma como responsabilidad nacional absorber el costo de la previsión social.

Está claro que hay una revolución tecnológica que permite que la producción de los bienes y servicios se vuelva más rápida, más abundante y más barata de lo que jamás fue antes. Y que cada vez se necesite menos gente participando en esa producción.

Está claro también que durante los revolucionarios últimos 3 siglos, la gente ha alcanzado un nivel de vida inmensamente más alto que en cualquiera época anterior. De hecho, cualquier modestísimo trabajador de nuestros días dispone de bienes, seguridades y agrados que en el pasado eran sólo privilegio de los más ricos.

Y sin embargo, aún hoy hay en nuestro planeta millones y millones de personas que están muriendo de hambre. Y nuestra humanidad sigue revoloteando en torno de la catástrofe ambiental o de la guerra nuclear, como una polilla en torno de una llama.

Hoy tenemos los recursos, pero no están en nuestras manos, sino en las manos de entidades más o menos abstractas, instituciones que son incapaces de discernir objetivos humanos más allá del bruto concepto del lucro monetario.

Cualquier ser humano supuestamente tiene inteligencia suficiente para autorregular su propia vida, planificar su familia, percibir cuánta felicidad y cuánto sufrimiento pueden producir las decisiones simples y directas que tome. Sabemos que nuestros hijos, nuestros nietos y los que vengan después necesitarán una educación verdaderamente poderosa.

Y sabemos que nuestros recursos para dotarlos de esa educación tenemos que concentrarlos en no más de dos hijos por familia.

¿Por qué entonces mantenemos los exorbitantes índices de natalidad? ¿Por qué los economistas siguen instando al crecimiento demográfico para producir mediante innumerables guaguas el crecimiento del mercado y la economía monetaria?

Es difícil entender por qué los que detentan el gran poder financiero, el poder político y el poder militar, siguen siendo incapaces de alcanzar un estado de conciencia sencillamente humano, reflexivo.

Fíjese Ud. que los arqueólogos encontraron en Siria un sepulcro de alrededor de 40 mil años de antigüedad. Un sepulcro de nuestros antepasados de la raza de Neanderthal. Y en su interior estaban los restos de un anciano. Un hombre que había muerto muy viejito.

Lo habían acomodado con muchísimo cariño. Le pusieron al lado algunas provisiones, unas herramientitas de piedra y unas pieles de abrigo. Lo rodearon con tierra roja, quizás para darle buena suerte, y por último le pusieron encima algunos ramitos de flores silvestres.

Esa arcaica gente de Neanderthal, de los cuales al parecer descienden los humanos de ojos claros, nos dejó aquel sepulcro como una herencia maravillosa, una señal de que hay algo más valioso que cualquiera recompensa, cualquier lucro. Algo que podemos amar más allá de lo que pueda durar la vida de los que amamos y nuestra propia vida.

Ellos lo supieron y prevalecieron, engendrando ese mestizaje del que nosotros somos parte.

¿Cómo demontres, los poderosos de hoy pueden no saberlo y nos tienen a todos al borde de no prevalecer, de fracasar como especie y como civilización?

Son muchos los economistas y los políticos que afirman que el estado ruinoso de la economía de hoy se debe en gran medida al modelo social del Estado Benefactor, el Estado de Bienestar.

Pero seamos claros, ¿necesitamos realmente las casi 21 mil leyes vigentes que han engendrado nuestros congresistas, sólo aquí en Chile? Esos miles de leyes, ¿qué aportan realmente a nuestras vidas, fuera de algunas prohibiciones y otras obligaciones?

Y si el Estado no nos da bienestar… ¿qué es lo que nos da?

¡Bueno, hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro.

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