Por Ruperto Concha / resumen.cl
Ayer, la prensa mundial destacó que China sólo aumentó en un 7% su presupuesto de Defensa 2017, dejándolo en un estimado de 150 mil millones de dólares, equivalentes a sólo un 1.3% del Producto Interno Bruto de la nación. Y eso, en momentos en que Estados Unidos aumentó su presupuesto de guerra en un 10%, dejándolo en más de 600 mil millones de dólares. O sea, 4 veces más que el de China.
Sólo un analista, de poquitas luces, entendió esas cifras como señal de que China se estaría quedando sin plata. Los demás entendieron que China está haciendo ver que, para ellos, las amenazas bélicas de Estados Unidos no son algo como para tomárselo TAN en serio.
La señorita Fu Ying, portavoz de las Fuerzas Armadas de China, señaló a los periodistas que ahora su país está priorizando la modernización, la tecnificación de todas las ramas de la Defensa Nacional, y que, de hecho, se ha planificado ya disminuir en 300 mil efectivos el número de sus tropas que, actualmente, llegan a 2 millones 300 mil hombres.
La señorita Fu Ying dijo que China comprende que Estados Unidos tenga la necesidad de hacer esos gastos enormes. Y señaló a los periodistas: “miren los enfrentamientos armados de las últimas décadas. Miren los costos, la movilización de naves, aviones, material de guerra y tropas, junto al desplazamiento de población civil, en fin, la destrucción de valiosa infraestructura… Y verán que realmente Estados Unidos gasta en eso mucho, muchísimo dinero. En cambio, China no ha participado en absolutamente ninguna de esas terribles y carísimas acciones”.
En realidad, en estos momentos y al menos durante las próximas dos semanas, China estará preocupada de algo mucho más serio. Nada menos que de fijar el rumbo de su gobierno y encarar las reformas y las elecciones del décimo noveno Congreso del Partido Comunista Chino.
Recordemos que en China la triunfante Revolución estableció que el Estado y el Partido Comunista son una sola institucionalidad. Que la Constitución Política de la China, las estructuras, las estrategias y las leyes, son las normas que el Partido Comunista Chino resuelva implantar.
Algo completamente distinto de la Unión Soviética, donde el Estado y el Partido Comunista eran entidades completamente diferenciadas, lo que permitió que la desintegración del régimen comunista no implicara también la desintegración del Estado. En China, el Partido Comunista ES el Estado.
Y lo que hoy está iniciándose en la ciudad de Beijing, más nos vale que lo entendamos bien si queremos hacernos una idea del futuro que se nos viene encima desde la China.
En estos momentos el futuro de China de veras depende del protagonismo del Presidente de China, Xi Jinping. Se sabe que ha llegado el momento de renovar, de podar, fortalecer e incluso desinfectar ese jardín de tremendas energías políticas en que se mueven multitudes pavorosamente potentes y distintas entre sí.
Se sabe que ocurrirán cambios mayores en el liderazgo del Partido Comunista Chino que en breve plazo convocará a 2.300 delegados en representación de los 89 millones de militantes del Partido, que ya están siendo elegidos localmente en los 49 distritos del país.
El Congreso Consultivo que está comenzando hoy tiene por tarea determinar cuáles serán los cambios, los temas, las tareas, los desafíos, los peligros y las dificultades. Cuáles serán las herramientas legales y políticas, y quiénes serán los líderes de esta etapa que se iniciará a fines de junio próximo.
Los delegados elegirán al conjunto de líderes del Décimo Noveno Comité Central del Partido, del Politburó, o comité político, y del Comité Político Ejecutivo integrado por un grupo de 7 o 12 miembros. Estas personas ocuparán la totalidad de los cargos decisivos del Estado, y de las Organizaciones Militares.
En el Congreso de este año se da por seguro que el presidente Xi Jinping será reelegido para un nuevo período de 5 años. Y de los miembros actuales del Ejecutivo, se sabe que 5 serán cambiados, y el nuevo equipo tendrá una tarea muy grande para materializar, antes del 1 de julio de 2021, el programa de gobierno del presidente Xi que incluye, entre otras cosas, fíjese Ud….
Primero, duplicar el ingreso medio per cápita que el pueblo chino tenía en 2010, o sea, duplicar la capacidad de compra de toda la gente del país, de cada una de las personas de la China.
Segundo, urbanización del 60% de los habitantes. O sea, llegar a 810 millones de personas viviendo en ciudades.
Tercero, reemplazar al menos un 30% de la energía del petróleo, el gas o el carbón, por energías limpias y renovables.
Y Cuarto, en un plazo de no más de 25 años, poner a la nación china en condiciones de convertirse en lo que llamaron “una nación socialista moderna, fuerte, democrática, civilizada y armoniosa”.
Aparentemente, las tres primeras metas pueden darse por alcanzadas. Quizás podrá también alcanzarse la cuarta, y que esas virtudes que se anuncian correspondan a lo que nos gustaría creer.
Pero el propio presidente Xi no oculta los problemas y peligros internos que enfrenta la política china. De hecho, durante su primer período, Xi Jinping ha tenido que luchar fieramente contra la corrupción incluso dentro del mismo partido.
Su gobierno se ha enfocado a centralizar el poder, imponer auto-disciplina en el Partido, y aplicar estrictos códigos de conducta en todos los niveles de la administración.
El mismo Xi Linping denunció que el Partido se estaba debilitando por la formación de pequeñas oligarquías, que la corrupción estaba proliferando, que la burocracia se había vuelto incompetente y que los líderes aparecían fragmentándose en grupos.
Eso, en palabras del presidente Xi, debía ser corregido con una limpieza a fondo para evitar un derrumbe por implosión como el que ocurrió en la Unión Soviética.
De hecho, en estos momentos está desaparecido un muy importante miembro de la Conferencia Consultiva del Partido Comunista, el señor Sun Huaishan, director a nivel ministerial de los asuntos de Macao, Hongkong y Taiwán. Se sabe que comenzó a ser investigado por supuestas “violaciones a la disciplina”, y la última vez que se supo de él fue el 2 de febrero.
Así pues, está claro que Xi Linping se prepara a realizar jugadas decisivas, que implican dar más poder a las altas autoridades, con facultad de custodiar la conducta de todos los demás. Y es posible que eso implique una concentración muy grande del poder.
¿Se arriesgan la China y Xi Linping a retornar al autoritarismo?
Sólo el futuro tiene la respuesta.
Como fuere, los logros económicos concretos de China siguen siendo excelentes. De hecho, las utilidades netas del sector industrial de las empresas que son propiedad del Estado, se estiman ya en 174 mil millones de dólares este año, y, por su parte, las empresas que son mixtas o privadas exhiben una rentabilidad, unas ganancias similares.
Durante su visita a Ginebra, Suiza, para el Foro Económico Mundial de Davos, en enero, el Presidente Xi Linping dio a conocer la propuesta china para construir lo que llamó “una comunidad de futuro compartido en beneficio de toda la humanidad y todo el planeta”. En respaldo de su propuesta dio a conocer cifras espectaculares.
Dijo que en los próximos 5 años China importará bienes por un valor de 8 billones de dólares. 8 millones de millones de dólares. A la vez, aceptará inversiones extranjeras por 600 mil millones de dólares, y realizará inversiones en otros países por 700 mil millones de dólares más.
Fuera de eso, 700 millones de ciudadanos chinos viajarán como turistas hacia lugares de todo el mundo. ¿Cómo puede conciliarse esa realidad con los gruñidos amenazantes de Estados Unidos?
En tanto, en Corea del Sur, y quizás también secretamente en Corea del Norte, un intenso movimiento popular ha comenzado a desafiar al gobierno y a la cúpula política que sigue ligando el destino de Corea a la política exterior de Estados Unidos.
Desde diciembre de 2015, se han venido sucediendo fuertes protestas populares, que han llegado a enfrentamientos duros con la policía, en contra de una cúpula política acusada de corrupción. De hecho, exigieron la destitución definitiva de la presidente Pak Geun-hye.
Ya anteriormente, movilizaciones multitudinarias protestaron contra los tratados de comercio con Estados Unidos, y, finalmente, contra la instalación de radares y plataformas de misiles estadounidenses, supuestamente apuntados contra Corea del Norte, pero que de hecho penetran profundamente con sus radares en territorio chino, y dejan tanto a China como a Rusia al alcance de los misiles.
China reaccionó contra Corea del Sur, a la que acusó de traicionar los acuerdos de amistad y colaboración sobre los cuales China abrió sus mercados a las exportaciones surcoreanas.
Ahora, en el hecho, China suspendió la importación de vehículos y aparatos electrónicos coreanos, se interrumpieron los charters de turismo a Corea del Sur, y se estudia eliminar las facilidades de libre comercio que se otorgaban en términos amistosos a empresarios coreanos del sur.
Por cierto, las protestas se han intensificado y ahora el gobierno de Seúl ha llegado a niveles históricos de desaprobación.
Pero lo realmente significativo fue destacado el viernes pasado por la agencia noticiosa United Press, de Estados Unidos, sobre el crecimiento de las manifestaciones públicas de miles y miles de personas, en todas las ciudades de Corea del Sur, apoyando el término de la división del país entre Corea del Norte y Corea del Sur.
Hay 800 organizaciones no gubernamentales, así como sindicatos y asociaciones gremiales de artistas, campesinos, estudiantes, e incluso personajes de la farándula, que están exigiendo la reunificación pacífica de las dos Coreas, señalando que fueron divididas sin consultar a la gente y que ahora la gente exige ser escuchada.
Se mencionó también que en Corea del Norte estaría cundiendo en forma secreta la voluntad de reunificación pacífica, y que existe un sector creciente de las fuerzas armadas norcoreanas que están apoyándola.
El reportaje de la United Press menciona la posibilidad de que en el propio gobierno de Corea del Norte, el dictador Kim Jong-Un, podría verse obligado a apoyar la unidad pacífica de las dos Coreas como única manera de salvarse de la ruina de su gobierno.
En tanto, en el Oriente Medio, los gobiernos de Irán y Egipto están avanzando en estos momentos en un reencuentro, en torno del rescate de Siria y el peligro de desintegración del mundo islámico.
Egipto, con 90 millones de habitantes de los cuales el 70% son musulmanes sunitas, considera no sólo normal sino indispensable una alianza de civilizaciones con Irán, que tiene 80 millones de habitantes de los cuales el 90 por ciento son musulmanes shiítas.
Los líderes religiosos de ambas naciones coinciden en que las diferencias teológicas entre ambas ramas del Islam, en realidad tienen escasa importancia, y a través de los siglos shiítas y sunnitas habían logrado convivir en paz, respetando sus diferencias, tal como en el mundo cristiano las diferencias entre católicos y evangélicos, aunque puedan ser profundas, no impiden una convivencia pacífica y razonable.
El reencuentro entre Egipto e Irán se proyecta también en defensa del pueblo palestino, así como del Líbano y de Siria, víctimas de las ambiciones estratégicas de Estados Unidos, Israel y las monarquías petroleras árabes encabezadas por Arabia Saudita.
Asimismo, ese reencuentro se produce en momentos en que Rusia y China mantienen su apoyo a la República Siria, mientras Turquía e Irak aparecen sumándose a una estrategia de consolidación del Medio Oriente republicano, contra el terrorismo, contra el sectarismo religioso y contra las monarquías absolutas.
Si se materializa el reencuentro de tolerancia religiosa y colaboración regional del medio oriente islámico, con apoyo de las grandes potencias orientales, se produciría en forma casi inevitable la desaparición de la amenaza de guerra de las monarquías petroleras aliadas con Israel y Estados Unidos, en contra de Irán.
Con ello, la influencia de Estados Unidos se reduciría al mínimo, las monarquías petroleras quedarían en riesgo de ser derrocadas, y la situación de Israel llegaría a ser precaria. Casi quizás insostenible.
Así vemos, pues, que mientras en Europa y Estados Unidos la politiquería parece volverse más y más irrelevante para los intereses de la gente, en el resto del mundo esa especie de vacaciones locas que generó el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, ahora está llegando a su fin.
Otros protagonistas están surgiendo y no le piden a Washington ni a nadie, para entrar en acción. En Filipinas, en Camboya, Indonesia, Myanmar, Ceilán, Madagascar, en fin, en el Oriente en masa, está cobrando forma una especie de mutación que de algún modo resulta revolucionaria.
Es particularmente significativo que, en su discurso de hoy, al inicio del Congreso preparatorio del Partido Comunista chino, el presidente Xi Linping haya formulado un apasionado llamamiento a los intelectuales, a los inteligentes soñadores que desde el arte, desde la filosofía y desde la ciencia, son el verdadero tesoro que le da solvencia al quehacer político y a la esperanza de los pueblos.
Es bueno poder hablar con compatriotas inteligentes. Es bueno ver crecer a esos niños y adolescentes que van afinando su inteligencia. Pero sabemos bien que es muy difícil afinar un instrumento defectuoso, pero, en cambio, es muy fácil, facilísimo, desafinar incluso a un maravilloso violín Stradivarius. Desafinar es fácil.
Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Es necesario. ¡Hay peligro!