Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En la noche del próximo 31, en esa bendita aunque dudosa plaza de Nueva York, llamada la Times Square, serán miles de colegiales y profesores los que harán la tradicional cuenta regresiva rumbo al Año Nuevo.
Y sin mermar en nada el tono de la fiesta, esos colegiales, desde chiquititos de enseñanza básica hasta muchachos y muchachas de pre-universitario, en esta ocasión estarán juramentándose para defender el medio ambiente de nuestro planeta, único lugar donde puede sobrevivir la vida como la conocemos.
La Junta de Vecinos y Empresarios de Times Square, les cedió el lugar, según señaló su presidente Tim Tomkins, para que esta fiesta deje sellado el compromiso de resolver la tragedia climática global, a través del estudio, de la ciencia y de la acción.
Estarán presentes decenas de los llamados “ídolos” de la chiquillería: cantantes, artistas de cine o de TV, estrellas del deporte, tanto del mundo adulto como las estrellitas jóvenes que recién comienzan a deslumbrar.
Entre ellos, fíjese, se contaba con que asistiría un muchachito británico de 14 años, llamado Jack Burns, actor y bailarín de ballet considerado el gran nuevo Billy Eliot y un futuro Nureyev.
Misteriosamente, Jack Burns fue encontrado muerto en su casa, en Escocia, hace unos poquitos días. Según la policía, su muerte no tenía señales de violencia ni resultaba sospechosa.
En realidad, en todo el mundo desarrollado y en la mayor parte de los países en vías de desarrollo, son varias generaciones las que están juntas esperando el Año Nuevo con una rara mezcla de entusiasmo y miedo. De voluntariosas ganas y de sombría rabia.
Sobre todo rabia porque esa masa humana heterogénea y bastante amorfa, que se llama la “Clase Política”, parece seguir sin entender el llamamiento de Greta Thunberg a que entiendan lo que dice la ciencia sobre el desastre que se cierne sobre nuestro medio ambiente.
Y no sólo eso. Tampoco esos políticos parecen entender lo que muchísimos empresarios y financistas están advirtiendo en términos de una crisis económica catastrófica al parecer inevitable, que va a llegar no se sabe en qué momento.
De hecho, por ejemplo, ya los bancos en Estados Unidos han comenzado a restringir los créditos sobre bienes raíces, atendiendo a que hay zonas, incluyendo ciudades enteras, que previsiblemente dentro de muy pocos años más quedarán arruinadas por el cambio climático y la desertificación.
Un estudio publicado este año por la Organización Future con sede en Nueva York, señala que estados como Arizona, California, Colorado, Nebraska y Nuevo México sufrirán el impacto de la contaminación química y el agotamiento del agua disponible, incluso en napas muy profundas.
Sobre las proyecciones del cambio climático, unidas a las cifras de crecimiento demográfico actual, se estima que en pocas décadas la población de Estados Unidos llegará a los 500 millones de habitantes, lo que implica un aumento del 60% en la necesidad de agua. Una agua que previsiblemente no podrá aumentar. Más bien va a disminuir.
Y, por supuesto, esa dura realidad de Estados Unidos está presente y dramáticamente más grave en otras regiones del planeta, incluyendo Australia, parte de China, la India, Paquistán, Kazakstán, Argentina y gran parte de Chile.
El cambio climático no sólo ha alterado el régimen de lluvias. También, por recalentamiento, ha producido derretimiento de los glaciares que antes podían regular y mantener el caudal de los ríos, acumulando agua en forma de nieve y hielo, durante la estación lluviosa, y luego liberándola paulatinamente con el deshielo veraniego.
Por el recalentamiento, ahora las grandes lluvias provocan inundaciones y erosión, seguidas luego por sequías desastrosas.
Todas esas cifras reales, todos esos fenómenos ligados al cambio climático y todos los análisis objetivos sobre su impacto en la salud, en la calidad básica de vida y en la economía de las naciones, han sido entregadas a los gobiernos y a los partidos políticos, una y otra vez, durante ya más de 30 años.
Sin embargo, en las sucesivas Cumbres internacionales no se ha logrado ningún acuerdo real para hacerle frente a los efectos cada vez más fuertes y más rápidos del Cambio Climático.
En la Cumbre de Madrid de septiembre pasado, no sólo se llegó a un callejón sin salida por los desacuerdos entre los gobiernos y sus respectivas megaempresas transnacionales. Peor aún, se dio a conocer que los grandes bancos internacionales ya han invertido casi dos millones de millones de dólares en nuevos proyectos de extracción de petróleo.
Y además se informó que los gobiernos de Arabia Saudita, Australia, Canadá, China, Estados Unidos, Gran Bretaña, India, Rusia, Turquía y Ucrania, anunciaron planes de desarrollo que implican aumentar a más del doble el consumo de combustible fósil.
O sea, lejos de implementar una reducción de las emisiones polucionantes con efecto invernadero, esos gobiernos anuncian duplicarlas.
Con ello, según han demostrado los científicos de todo el mundo, se está provocando el colapso de la biosfera. O sea, el colapso de la Humanidad y la vida como la conocemos.
Esa catástrofe, ¿acaso no es tanto o aún más grave que la desigualdad social, o las jubilaciones míseras, o la falta de medicina social?
En las últimas semanas, grandes figuras del arte y el entretenimiento han realizado protestas callejeras frente al Congreso de Estados Unidos. Artistas como Jane Fonda y Lily Tomlin, han sido arrestadas una y otra vez por la policía, y ya confirmaron que estarán presentes en la Times Square de Nueva York, esperando el Año Nuevo 2020.
Junto a los más jóvenes y a los profesores de todos los niveles, están planteando que en estos momentos sólo se puede buscar una salvación de la biosfera, a través de un cambio profundo de nuestra forma de vivir.
De hecho, los dirigentes juveniles hablan abiertamente de un “cambio de era”. Y con ello se refieren también a convocar la participación de sus padres y de todos sus mayores en defensa de la biosfera.
Una estudiante canadiense, de 18 años, Emma Lim, ya encabeza un movimiento llamado “Sin futuro es sin hijos”, que cuenta con más de 3 mil chiquillas inscritas que anuncian estar dispuestas a renunciar a tener familia mientras los gobiernos sigan sin actuar.
“No vamos a lanzar hijos al mundo sucio y envenenado que nos están imponiendo”, dice Emma Lim y agrega: “Hemos leído lo que dice la ciencia, y exigimos que los políticos se informen y actúen”.
En Estados Unidos, al menos, el sector más vigoroso del Partido Demócrata, que incluye a los precandidatos más populares como Bernie Sanders y Elizabeth Warren, ha respaldado con fuerza la propuesta presentada por la joven representante de Nueva York, Alexandria Ocassio, como “El Nuevo New Deal Verde”.
En realidad el proyecto del New Deal Verde es un conjunto de propuestas sociales y económicas que deben ser muy bien estudiadas. Para el sector más conservador de ese partido, la propuesta es demasiado cara e inaplicable.
Sin embargo, el grupo más progresista, aunque admite la necesidad de planificar con realismo, señala que en todo caso las propias cifras del Banco Mundial demuestran que la propuesta es factible y que puede financiarse por completo en menos de 10 años.
De hecho, mencionan que los gastos y pérdidas económicas relacionadas con cambio climático y el deterioro ambiental, ha sido estimado en algo más de 11 millones de millones anuales.
Once millones de millones que se gastan sólo en cubrir las pérdidas sin aportar soluciones.
Según los detractores del New Deal Verde, el costo de su aplicación a nivel mundial podría elevarse a la monstruosa suma de 70 billones de dólares actuales. ¡70 millones de millones!
Pero eso, para los progresistas, está demostrando que sólo con eliminar las pérdidas actuales, el proyecto quedaría financiado por completo en apenas 7 años.
En tanto, a las nuevas noticias que revelan el creciente proceso de destrucción del medio ambiente, se están sumando otros descubrimientos que son desalentadores. Por ejemplo, que sucesivos experimentos realizados en Estados Unidos, en China, en Alemania y Francia, han demostrado que la polución atmosférica, particularmente de los llamados gases de efecto invernadero, produce severo deterioro de la actividad mental de las personas, sobre todo de los jóvenes.
Mediciones realizadas en establecimientos educacionales de zonas polucionadas con anhídrido carbónico, señalan disminución de las capacidades matemáticas, de comprensión de lectura y de entendimiento verbal.
Ese deterioro aumenta al paso del tiempo en un ambiente polucionado y se teme que pueda llegar a afectar hasta en un 50% la capacidad intelectual de los estudiantes.
¿Cómo podría evaluarse, en términos financieros, ese daño inmenso a las posibilidades intelectuales y espirituales latentes en los niños y los jóvenes?
Está claro, así, que al menos en el mundo más desarrollado los jóvenes, los niños, con sus profesores y cada vez más con sus padres, mujeres y hombres juntos, están iniciando una aventura de transformación profunda de nuestra civilización.
Ellos aún no saben qué resultará finalmente, pues las variantes posibles son innumerables, pero ante esas múltiples variables, la inacción sólo tiene un resultado, que es sufrimiento y muerte.
Como dice el poeta árabe Gibran Jalil Gibran, llega el momento en que cada uno de nosotros comprende que el destino de uno no es sólo de uno. Y que finalmente puede incluso llegar a ser el destino de todos.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.
Pero cuidarse no es un no hacer nada. Es hacer lo que se debe hacer.