Por Ruperto Concha / resumen.cl
Las noticias están llegando a gran velocidad. Entre los principales hechos de la semana destaca un conjunto que parece mostrarnos que el sueño imperial-mesiánico de Estados Unidos está padeciendo de una enfermedad desintegradora. Su cuerpo está cayéndose a pedazos.
El célebre diario liberal estadounidense The Washington Post, el jueves, en su gran columna semanal sobre política exterior, destacó que el Presidente Trump y sus aliados son unos hipócritas que quedaron en evidencia luego del atentado terrorista del Estado Islámico sunnita contra el Parlamento de Irán, el miércoles 5 de junio, que dejó un saldo de 12 muertos y 45 heridos graves.
El mismo día, el muy mesurado y calmado canciller de Rusia, Sergei Lavrov, había denunciado que Washington sigue siendo un mentiroso, por afirmar que habría existido un acuerdo entre Estados Unidos y Rusia para establecer una zona de seguridad en territorio sirio bajo control de guerrilleros opuestos al gobierno de Assad y de la OTAN, que supuestamente estarían preparándose para luchar contra el Estado Islámico en Siria y en Irak.
Eso de que hubiera un acuerdo es una mentira, dice Lavrov. Rusia jamás ha aceptado que fuerzas militares de otros países puedan ocupar territorio sirio sin el consentimiento del gobierno de la República Siria. Más aún, Lavrov denunció con indignación que el bombardeo por aviones estadounidenses contra un pelotón de milicianos leales a su gobierno, fue una acción de guerra claramente condenada por el Derecho Internacional.
Y también el 6 de junio, el Canciller de Irán, Mohamad Yavad Zarif, calificó de “repugnante” la declaración de la Casa Blanca respecto del atentado en Teherán.
Oiga… En un mismo día el Gobierno de los Estados Unidos fue calificado de hipócrita, mentiroso y repugnante por tres importantes personalidades de la diplomacia y las relaciones internacionales. ¿Qué es lo que está pasando?
El cruento e inútil bombardeo estadounidense contra las milicias leales al gobierno sirio pasó rápidamente a la insignificancia, porque las fuerzas leales lograron, pese a todo, su objetivo de llegar hasta la frontera de Siria con Irak, a la vez que el ejército de Irak, combatiendo contra las fuerzas del Estado Islámico lograron también recuperar territorio hasta la frontera, quedando en contacto amistoso con el ejército sirio. De hecho, la relación de Irak y Siria ya ha evolucionado a formar una suerte de “Estados árabes hermanos”.
Con ello, queda cerrado por completo el paso de refuerzos, pertrechos y armas de Estados Unidos y Arabia Saudita, desde Jordania hacia el norte de Siria donde aún hay combates de rebeldes apoyados por Estados Unidos, contra el ejército leal y, supuestamente, contra el Estado Islámico
De hecho, en estos momentos, prácticamente la totalidad de Siria se encuentra en paz. El viernes, el Jefe del Estado Mayor de Rusia, a cargo de las operaciones en Siria, informó a la prensa internacional que de hecho la guerra ya está detenida, y prácticamente la totalidad de los combatientes se han acogido al plan de negociaciones de paz propuesto por Rusia, Irán y Turquía y acogido por las Naciones Unidas. Esto, por cierto, con la aprobación del gobierno de Siria.
El Teniente General Sergei Rudskoi informó que las aldeas y asentamientos están siendo ya reconstruidos e incluso en más de 130 zonas protegidas los niños están volviendo a las escuelas donde, además, les proporcionan raciones alimenticias.
Asimismo, confirmó el funcionamiento expedito del llamado Corredor Humanitario Protegido por el que organizaciones internacionales están enviando caravanas de ayuda humanitaria, tanto para los rebeldes como para los leales, con participación de las Naciones Unidas, la Cruz Roja y la Luna Nueva Roja.
El informe oficial señala que 1.571 comunas han suscrito su adhesión al Acuerdo de Paz y que 219 batallones y otras unidades armadas rebeldes han adherido también al cese del fuego.
En la zona de Damasco, 6,800 militantes y miembros de sus familias evacuaron sus posiciones a través de los corredores humanitarios hasta las zonas de seguridad de Idlib, y alrededor de 3 mil ex combatientes de ambos bandos están recibiendo instrucción como zapadores para despejar los campos minados.
Mientras tanto, las dos últimas plazas fuertes del Daesh o Estado Islámico, son las ciudades de Racca, en Siria, y Mosul, en Irak, y se prevé que ya están a punto de ser desalojados en condiciones próximas a la aniquilación.
De allí que se haya detectado un masivo desplazamiento clandestino de dirigentes del Estados Islámico hacia otros países en el sudeste asiático y en África, donde al parecer intentarán recuperarse, reorganizarse y reanudar sus acciones.
Fue en esas circunstancias que un ya derrotado Daesh Islámico lanzó sus juramentos de venganza que se expresaron en brutales atentados terroristas en Afganistán, en Turquía, en Europa y, el miércoles pasado, en Teherán, la capital de Irán.
Es necesario entender que el Daesh Islámico, así como Al Qaeda y el Frente Al Nusra, además de otros grupos terroristas afines, incluyendo a los islamistas de Chechenia y el Dagestán, en el sur de Rusia, y los grupos islámicos de África negra, son todos derivados de la doctrina de radicalismo islámico sustentada por Arabia Saudita.
De hecho, el rey de Arabia Saudita es también el líder espiritual del llamado Islam Sunnita Wahabita. Y la acción terrorista de los wahabitas saltó a la fama, Ud. lo recordará, a través de su líder Osama bin Laden, aquel aristócrata y millonario árabe saudita fundador de Al Qaeda y supuestamente jefe espiritual y operacional de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono, en Virginia, en que mataron a 2996 ciudadanos civiles estadounidenses y dejaron a más de 6 mil heridos.
Además de Osama bin Laden eran también de Arabia Saudita 15 de los 19 terroristas que secuestraron los aviones. Y la investigación del FBI descubrió que el líder del grupo terrorista en Estados Unidos, Mohamed Atta, había sido apoyado y financiado por personal de la embajada de Arabia Saudita durante su estadía en Alemania, y, oiga… que en el mismo hotel que ocuparon los terroristas, la noche anterior del atentado, un oficial de Arabia Saudita se había alojado también allí.
En cuanto a lo que sabía y opinaba en aquel entonces el actual presidente Donald Trump, es absolutamente claro. Según él, aquel entonces, Arabia Saudita estaba involucrada completamente en el terrible ataque terrorista contra Nueva York y Washington, básicamente por su doctrina de radicalismo islámico sunnita.
De hecho, en 2015, los familiares de las víctimas del 11 de septiembre anunciaron que demandarán a Arabia Saudita exigiendo una indemnización gigantesca y para ello exigieron del Congreso la correspondiente autorización legal para querellarse contra un gobierno extranjero. Ante eso, el entonces presidente Barack Obama resolvió vetar la autorización a los ciudadanos, impidiendo que las familias pudiesen querellarse.
Sin embargo, el Congreso confirmó por mayoría absoluta la autorización de querellarse, con lo cual el veto de Obama quedó anulado.
El avance de la querella contra Arabia Saudita ha sido obstaculizado una y otra vez con sucesivos recursos legales y subterfugios de los servicios de inteligencia, que temen que destapar el involucramiento de Arabia Saudita provoque la quiebra de la alianza de Estados Unidos con Arabia Saudita y con Israel para controlar absolutamente el Medio Oriente, y arrinconar a Irán.
Arabia Saudita ha anunciado que si la querella logra avanzar y se logra sacar a la luz pública los informes secretos del FBI, van a tomar medidas extremas. De hecho, anunció que venderán alrededor de 750 mil millones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos, para evitar que se los puedan congelar judicialmente.
En estos momentos, el gobierno de Donald Trump asumió la misma posición que antes tuvo Barack Obama. Que los familiares se vayan tranquilitos con su música a otra parte, porque ahora Estados Unidos necesita a Arabia Saudita.
Sin embargo, el acumulamiento de antecedentes, junto a la desesperada búsqueda de votos de los partidos políticos para la elección parlamentaria del año próximo, pueden hacer que la querella logre abrirse camino y termine con la ruina financiera de los reyezuelos petroleros, y con un desastroso destape de las turbias alianzas y maniobras clandestinas que involucrarían a Estados Unidos con Israel y con las monarquías petroleras árabes.
Pero las cosas son aún más complicadas y peligrosas al extremo de estar a punto de desmoronárseles todo. El epicentro del temido terremoto se produjo en Siria, donde la alianza de Estados Unidos con Israel y Arabia Saudita debía permitirles cosechar el desmembramiento del país, eliminando el gran foco del islam shiíta, mucho más humanista y más culto que el sunnita, y que ganó inmenso prestigio primero por la resistencia en Irak contra Saddam Hussein que era sunnita, y luego por la resistencia a las tropas de ocupación de Estados Unidos.
La vanguardia y el corazón del Islam Shiíta se encuentra en Irán, que permanentemente ha respaldado a sus amigos de Irak, de Siria y de El Líbano. De hecho, el movimiento shiíta Hizbollah, calificado como terrorista por Estados Unidos e Israel, ha sido parte esencial de la defensa del Líbano, donde ha compenetrado la totalidad de las fuerzas armadas, además de mantener sus propias milicias independientes del gobierno.
Al iniciarse la gran arremetida contra Siria, se suponía que el gobierno de Basher Assad se derrumbaría en brevísimo tiempo. Incluso se habló de “un par de meses”. Pero al cabo de 5 años de guerra intestina, con miles de mercenarios extranjeros vinculados a la doctrina radical del islam sunnita, y con un financiamiento multimillonario aportado sobre todo por Arabia Saudita y sus vasallos reyezuelos petroleros, la popularidad del gobierno de Assad le permitió sin embargo mantenerse, aunque iba perdiendo lentamente una tras otra provincia de su territorio nacional.
Fue entonces que Siria acudió a pedir auxilio de Rusia, basándose en los acuerdos de los pactos militares existentes entre ambas naciones. La intervención de Rusia, sumada a la mayor intervención de Irán y de las milicias de Hizbollah, dieron vuelta la situación entera.
El balance de la aventura de Estados Unidos con Arabia Saudita e Israel, era ahora ruinoso. Pero, más que ruinoso, era vergonzoso.
Para los actuales gobiernos de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, el desastre en Siria implica un encumbramiento casi místico del Islam shiíta, de la República Islámica de Irán, y de las milicias shiítas de Hizbollah, temidas y aborrecidas por Israel. Y, obviamente, los oscuros ejércitos sunnitas del Estado Islámico sólo pueden sentir rencor hacia Occidente y la monarquía saudita que ellos entienden que los traicionaron, y un odio mortal contra el Islam Shiíta y contra Irán.
Recordemos que fueron también terroristas wahabitas sunnitas, apoyados por Arabia Saudita, los que lanzaron oleadas de atentados terroristas en Rusia y que por breve tiempo lograron derrocar al gobierno de Chechenia e imponer un Estado Islámico durante casi cinco años.
En ese contexto, los terroristas sunnitas buscan venganza. En Francia, en España, en Inglaterra, en Alemania, en Afganistán, en Libia, en Sudán y en el África subsahariana. Y, el miércoles 5 de junio, buscaron venganza en Teherán, la capital iraní.
Todos los países de Europa y una inmensa mayoría de los demás gobiernos del mundo se apresuraron a expresar su apoyo a Irán. Incluso el presidente de Francia, Emmanuel Macron, propuso a Irán coordinarse como aliados en la lucha contra el terrorismo.
Pero en Washington, el presidente Donald Trump se mantuvo en silencio durante larguísimas horas. Finalmente sacó la voz diciendo que sí, que sentía lástima por los civiles afectados por el atentado terrorista, y agregó que eso es lo que le pasa a una nación que exporta terrorismo hacia todo el mundo y que por una vez le toca probar su propia medicina.
Por supuesto, para Irán ese comentario del presidente de Estados Unidos fue repugnante. Y fue por eso que el Washington Post acusó de hipócrita al gobierno de Estados Unidos, señalando que Hizbollah del Líbano y Hamás, de Palestina, jamás han realizado atentados terroristas ni en Europa ni en Rusia ni en Estados Unidos ni tampoco en Filipinas.
Y que el atentado en Teherán fue obviamente y declaradamente perpetrado por el Daesh Islámico, la misma doctrina y la misma estrategia que llevó el terrorismo a Rusia, que luego realizó el atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos, y que se ha pavoneado luego de la seguidilla de atentados en toda Europa.
Al mismo tiempo que en Siria la guerra está terminando y se vuelve a dar una oportunidad a la inteligencia, en el seno mismo de las monarquías petroleras de la Península Arábiga comenzó a producirse una grieta profunda y de apariencia desastrosa, justo cuando el presidente Donald Trump le juró su amor eterno a Arabia Saudita que le había comprado más cien mil millones de dólares al contado en armas y bombas y le prometió comprarle otros 300 mil millones más en los años siguientes.
Dos días después de la visita de Donald Trump a Arabia Saudita, el rey del pequeño estado de Qatar, Tamim bin Hamad al Thani, en un discurso a las fuerzas armadas de su país, declaró que es irracional cultivar un odio obsesivo contra Irán que, en realidad, ha demostrado ser una fuerza estabilizadora y moderada en el Oriente Medio.
El rey Tamim además criticó la política anti iraní de Estados Unidos, y señaló que Donald Trump no tiene derecho a calificar de terroristas a todos los que se opongan a su política. Las palabras del rey fueron luego difundidas también por la agencia noticiosa del gobierno.
Y, como si fuera poco, además el rey Tamim se comunicó por teléfono con el recién electo presidente de Irán, Hassan Rouhani, para felicitarlo por su triunfo electoral.
La reacción de Arabia Saudita fue realmente histérica. De inmediato convocó a sus reyezuelos vasallos de la Península arábica, junto con el dictador de Egipto, general al Sissi, uno de los tres gobiernos que se disputan el poder en Libia, y un país chiquito del sudeste asiático, e impuso con ellos ruptura total de relaciones con Qatar, al extremo de bloquear por completo el espacio aéreo y marítimo, y, además, bloquear las cuentas bancarias de Qatar en bancos árabes. Y como si fuera poco amenazó también con cortarle el abastecimiento de agua a la población qatarí.
Donald Trump también aprovechó la ocasión para meter la pata, desautorizando el llamamiento a la concordia que había hecho su Secretario de Estado, Rex Tillerson.
El problema para Trump y sus majestades petroleras es que en Qatar se encuentra una de las principales bases militares de Estados Unidos en el Oriente Medio. Fuera de eso, a muy corta distancia a través del Golfo Pérsico, están las amistosas costas de Irán. Y, además, Turquía tiene también una base militar en Qatar, y anunció ahora el envío de una fuerza de 5 mil hombres para garantizar la seguridad y la paz en el pequeño reino, que es aliado y amigo de Turquía.
En estos momentos, la Unión Europea, junto a Rusia, China y Pakistán, han reiterado su apoyo al pequeño pero riquísimo reino, haciendo un llamamiento al diálogo civilizado.
Es notable que incluso en la propia península arábiga, los estados de Kuwait y Omán se negaron a adherir al bloqueo contra Qatar, y que tampoco adhirieron los reyes de Jordania y de Marruecos.
El resultado, hasta aquí, parece catastrófico para la estrategia imperial de Washington. Turquía, siendo miembro de la OTAN, apoya a Qatar desafiando a Donald Trump, y su buena relación con Irán y Rusia le da una fuerza a la que ni siquiera el antojadizo Trump se atreverá a ignorar.
¿Tendrá Arabia Saudita finalmente que pagarle una indemnización a las víctimas de las Torres Gemelas?
La situación tendrá que evolucionar rápido. Y muchos piensan que incluso las monarquías petroleras mismas podrían estar llegando al fin de su propia farándula.
Y, en tanto, la India y Pakistán ya esta semana parecen haber hecho las paces en sus conflictos y se incorporaron juntas oficialmente en la Organización de Cooperación de Shanghai, e Irán lo hará a fines de junio.
Se dice, cada vez con más frecuencia, que el Grupo de Shanghai, que incluirá ahora diez países, terminará convirtiéndose de un equivalente de la OTAN, reuniendo a dos tercios de toda la población mundial, y un tercio de toda la riqueza del planeta.
Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Es necesario. Hay peligro… pero no podemos evitar sentir curiosidad por lo que se nos viene encima.
*Foto: AP Photo/Evan Vucci, Donald Trump en Arabia Saudita mayo de 2017