Por Ruperto Concha / Resumen.cl
Bueno, todos lo saben. A las 9 de la mañana del jueves, e invitados por el embajador del Ecuador el Londres, una veintena de policías penetraron a la embajada para sacar en vilo al periodista Julián Assange, fundador del sitio WikiLeaks.
Demacrado y encanecido, cuando entre 8 policías lo metían a un furgón, todavía se le escuchó gritar: “¡Resistan ingleses! ¡Resiste, Inglaterra!”
En esos momentos, la Primera Ministro Theresa May se encontraba en el Parlamento junto a varios de sus correligionarios conservadores. Y cuando la televisión transmitió la escena, ella estalló en gritos de entusiasmo. “¡Escuchen, escuchen! ¡Ya lo tenemos!”
Y al otro lado del Atlántico, otro parlamentario, un senador demócrata, también estalló en aleluyas, diciendo: “¡Ya lo tenemos, es nuestro!”
¿A qué se debería tanta alegría bipartidista?
Tal vez una de esas rarezas de Donald Trump nos lo pueda explicar. En 2016, en plena campaña electoral, Trump dijo que le encantaba WikiLeaks, pero ahora declara que no tiene nada que decir y que no sabe nada ni de WikiLeaks ni de Julián Assange.
¿Qué pasaba en 2016?...
En 2016 pasaba que Julián Assange y WikiLeaks seguían actuando como informadores crudos de esas feísimas verdades que tantos políticos desean mantener escondidas. Acciones esencialmente putrefactas cuyos autores consideran que es “impúdico” que se muestren a esa gentecita de la calle, como Ud. y yo.
Todo había comenzado con el horror del 12 de julio de 2007, cuando dos helicópteros artillados del ejército de Estados Unidos en Irak abrieron fuego contra un grupo de civiles desarmados en una esquina de Bagdad. Entre ellos se encontraban un reportero y un camarógrafo de la agencia británica de noticias Reuters.
La filmadora automática instalada en uno de los helicópteros grabó con cruda precisión todos los hechos. Cómo los estadounidenses decidieron matar a esos seres humanos como si se tratara de tirar bolas para botar palitroques.
Según explicaron luego, es que ellos creían que la filmadora del camarógrafo de Reuters podía ser un arma, y eso, claro, los autorizaba a matar primero.
Después de las ráfagas de ametralladora, cuando los helicópteros se retiraban un poco, se ve la llegada de un pequeño furgón en cuyo interior se advierte la presencia de varias personas, incluyendo a dos niños pequeños que miran aterrorizados por la ventanilla.
Son gente que viene a socorrer a los heridos. Pero el helicóptero da un giro, regresando, y ametralla también a los recién llegados.
El saldo fue de doce civiles muertos y otros tantos heridos, incluyendo los niños.
Se confirmó que ninguno de ellos había estado armado.
Y durante toda la grabación lo que causa mayor impresión es la indiferencia casi bromista que exhiben los soldados mientras perpetran aquella masacre.
La filmación dura algo más de 40 minutos. Pero en estos momentos Ud. puede bajar de Youtube una versión abreviada y con subtítulos de las conversaciones de los soldados en los helicópteros.
Es la versión hecha pública por WikiLeaks bajo el título “Collateral Murder”, “Asesinato Colateral”. Si Ud. quiere bajarla debe actuar rápido pues ya la mayor parte de la información que fue liberada por WikiLeaks tras la detención de Julián Assange, está siendo bloqueada o inutilizada por los jaqueadores de Washington.
Aquella repugnante filmación llegó de inmediato a las manos del joven suboficial Bradley Manning, analista de Inteligencia Militar con experticia en tecnología digital.
Ya antes, Manning había tenido que manejar y procesar abundante información sobre la realidad de la ocupación militar de Estados Unidos sobre Irak. Pero fue esa filmación rebasó el vaso.
Venciendo su natural miedo, Manning se puso en contacto con Julián Assange y le entregó la película que de inmediato tuvo un impacto mundial enorme. Estados Unidos intentó primero negar la autenticidad de ella, pero las evidencias y las pruebas fueron irrefutables. Todo era cierto.
Luego, a instancias de Assange, Manning logró penetrar más y más en los archivos computacionales secretos, llegando a proporcionar a WikiLeaks varios millones de informaciones, correos, memorándums, órdenes militares, en fin.
Inicialmente, la información que WikiLeaks entregaba a la prensa exponía principalmente los crímenes de guerra, las mentiras y las manipulaciones criminales que eran perpetradas por el gobierno republicano de George W Bush. Pero, poco después, también la cúpula del Partido Demócrata se enfureció con WikiLeaks y Julián Assange, cuando comenzó a publicar, jaqueados, 70 mil correos electrónicos de los jefes máximos del Comité Central del Partido Demócrata y otros políticos de primer orden, incluyendo parlamentarios y la pre-candidata presidencial Hillary Clinton.
Esos documentos revelaban las secretas donaciones de millones y millones de dólares efectuadas por Arabia Saudita y otros reyezuelos árabes, supuestamente para financiar la llamada Fundación Clinton, de formación política para jóvenes militantes.
Eso, sabiéndose ya por los propios servicios de inteligencia de Washington, que aquellos gobiernos estaban financiando la creación del Estado Islámico, que tendría a su cargo destruir los gobiernos shiítas de Siria, de Irak, El Líbano, y, por supuesto, Irán.
Reveló también que la financiera Goldman Sachs le había pagado a Hillary Clinton 657 mil dólares por dar una charla. Una suma tan enormemente desproporcionada, inevitablemente equivalía a un soborno.
Desenmascaró luego una serie increíble de mentiras de la misma Hillary Clinton. Entre otros, Julián Assange publicó correos de la Clinton en los que se comprometía con altos jerarcas de la banca, la bolsa y las grandes corporaciones, a realizar un gobierno intensamente orientado al libre comercio internacional.
Eso, en momentos en que, en sus discursos, ella le estaba contando a la gente común que ella compartía la posición de Bernie Sanders, de ponerle fin a los grandes tratados internacionales propuestos por Barack Obama: el Acuerdo Transatlántico con Europa, y el Tratado de Asociación Trans Pacífico, el tristemente célebre TPP.
Igualmente reveló cómo Hillary Clinton había declarado, muy privadamente, que los altos ejecutivos de la Bolsa, la Banca y las grandes Sociedades Anónimas, fíjese Ud., eran las personas que debían manejar la política económica estadounidense y mundial, y no esa otra gentecita.
Y, entre otras inmundicias de Hillary Clinton y su Partido Demócrata, reveló cómo a la Clinton le pasaban de antemano las preguntas que los periodistas le harían en los foros. Y cómo la Clinton fue la que promovió, planificó y publicitó la guerra para derrocar al caudillo Muammar Khadaffi, de Libia, ese mismo que pocos meses antes había llamado “un amigo valioso”.
Según ella, ganar una guerra en Libia sería un galardón de triunfo para su candidatura contra Donald Trump. Oiga, una guerra que aniquiló al país más próspero de África, y que el propio Barack Obama calificó como “el peor error cometido por mi gobierno”.
Así pues, ¿quién podría extrañarse de que en esos días Donald Trump considerase que WikiLeaks y Julián Assange eran tan simpáticos?
Ese mismo día 11 de abril, el potente grupo multimedia USA Today publicaba un titular que en sí mismo era un análisis. Decía: El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, será condenado por dejar en vergüenza al Establishment, a la clase dominante de Estados Unidos. Desde las más altas cúpulas políticas y empresariales, hasta todo el aparato de espionaje y seguridad del Estado, y, de pasada, a toda la gran prensa controlada por las transnacionales.
Y agrega USA Today que lo más probable es que a Julián Assange se le prive, de alguna mañosa manera, de todas sus defensas constitucionales y de juicio justo. Incluso es posible que se impida que sea llevado a juicio realmente en un Tribunal Federal.
Dice que durante años se ha debatido si Julián Assange es un periodista, o un denunciante “whistleblower”, o sea que pitea como lo hace un guardalíneas de fútbol.
También lo ha querido mostrar como espía, como agente extranjero y hasta como falsario. Pero, en realidad, Julián Assange es básicamente un editor, que publica los contenidos que otros le proporcionan. Y lo ha hecho formidablemente bien. Reveló, por ejemplo, el enorme y posiblemente inconstitucional aparato armado por los últimos gobiernos, tanto republicanos como demócratas, para espiar a prácticamente todos y cada uno de los ciudadanos.
Y no sólo eso, para espiar también a los gobiernos supuestamente “amigos” de Estados Unidos, tanto los aliados de Europa como los de la Cuenca del Pacífico. Y de toda la información revelada por Assange, ninguna ha sido desmentida o probadamente falsa.
Todos los documentos, los correos, las filmaciones que entregó, eran reales, eran ciertos, verdaderos. Eran revelaciones de cosas vergonzosas y a veces criminales. Pero revelar la verdad no puede ni debe ser un crimen. De hecho, Assange ha sido más periodista y mejor periodista que los dóciles plumarios a sueldo de los grandes medios de prensa del establishment.
Y también el propio soldadito Bradley Manning, que ahora, tras su cambio de sexo, es Chelsea Manning, resultó ser lejos también mejor periodista que el reportero incorporado por el ejército estadounidense para relatar los hechos de la guerra de Irak. Eso, porque aquel personaje, tan profesional él, se limitó a calificar los asesinatos del Collateral Murder, fíjese Ud., como “un simple suceso de aquellos que ocurren en los días malos”.
Se dice mucho que la Prensa, la actividad periodística, es el Cuarto Poder del Estado. Esa frase apareció en 1781, en Estados Unidos, sólo 4 años después de aprobada la Constitución Federal. De hecho, fue la Primera Enmienda Constitucional, y en ella se estableció que el periodismo debe ser y mantenerse libre de toda interferencia por parte de las autoridades políticas.
El espíritu de la Primera Enmienda fue: “Debes saber la verdad y la verdad te hará libre”. Bueno, eso es precisamente lo que hizo Julián Assange en WikiLeaks durante todos estos años en que publicó un río de informaciones y documentos sin jamás mentir.
Ciertamente, desde un pasado inmemorial, los gobernantes han ocultado parte de sus acciones, en los casos de guerra, sea ésta declarada o latente. Invariablemente los intentos de dominio, dentro y fuera de las fronteras, han seguido la fórmula de Sun Tzu: Miente, miente siempre. Cuando quieras atacar finge que quieres huir. Y cuando quieras huir muéstrate amenazante y terrible.
Pero esa fórmula no sirve en tiempos de una paz auténtica y democrática. Esa fórmula no crea una nación de amigos solidarios y ciudadanos, sino una nación de lacayos que desconfían unos de otros y que se disputan entre sí migajas de poder o de riqueza.
Sólo unos pocos días antes de que Mike Pompeo le ordenara al presidente ecuatoriano Lenin Moreno que entregara de una vez por todas a Julián Assange, ya en una maniobra inusitada y dudosamente constitucional, el Ministerio de Justicia en Washington ordenó volver a encarcelar a Chelsea Manning, por negarse a acudir a un nuevo interrogatorio sobre los mismos puntos que se le plantearon, las mismas preguntas que se le hicieron en todos los interrogatorios anteriores respecto de la forma en que se realizó la colaboración de ella con Julián Assange.
Manning, convertida ahora en una mujer de 31 años, se negó a responder de nuevo las mismas preguntas, y por ello está encarcelada, fíjese Ud., en forma indefinida. O sea, podría quizás estar presa para siempre.
Más allá de la inquina, la maldad y las ganas de someterla nuevamente a presidio con aislamiento, ¿tiene algún otro sentido esa detención?
Al parecer, detrás de esa persistencia en que Manning vuelva a describir bajo juramento y minuciosamente cada detalle de su relación con WikiLeaks, está la astucia de hacerla decir algunas palabras, alguna frasecita que pudieran apuntar a que Julián Assange no sólo recibía la información y la incitaba a obtener más.
No. Lo que ahora tienen ansias de lograr es que Manning diga algo que implique que Julián Assange, además, le prestaba asesoría técnica para hackear los computadores en busca de información confidencial.
Ello, porque con ello la acusación contra Assange no sólo sería la actual, de divulgar secretos de estado, delito que sólo ameritaría una pena máxima de 5 años. En cambio, la acusación de “violar los sistemas de seguridad del estado” amerita una condena de más de 35 años de prisión. Tiempo de sobra para que algún otro presidiario, por apasionado patriotismo, decida cortarle a cuchillo un poquito del largo de la condena.
Por otro lado, en un intento de ensuciar la imagen de Julián Assange, se ha traído a cuenta el caso de las dos denuncias de abuso sexual presentadas por dos damas suecas en su contra. Una de ellas, que lo había acusado de manoseos y besuqueos indebidos y a la fuerza, pronto retiró los cargos.
Pero la otra, que lo acusó de violación, anunció que ahora reactualizaría su querella judicial. Su versión de la supuesta violación es que ella tenía tanto sueño que no se dio ni cuenta de lo que estaba pasando y por eso no pudo oponer ni la más mínima resistencia. Y, además, acusó a Julián Assange de no haberse puesto condón.
Tomando en cuenta que esas querellas fueron puestas justo cuando Julián Assange quería salir de Suecia, sospechando que en cualquier momento lo podían extraditar a Estados Unidos, naturalmente lleva a la posibilidad de que agentes al servicio de Estados Unidos hayan intentado ponerle lo que se llama un “anzuelo de miel” para atraparlo.
Y, ya en Gran Bretaña, informado del tratado de extradición con Estados Unidos, Assange no tuvo más remedio que refugiarse en la embajada del Ecuador, donde el Presidente Rafael Correa estaba dispuesto a acogerlo.
El resto de la historia es evidente. Basta escuchar las explicaciones incoherentes del gobierno de Lenín Moreno para comprender que tras ellas sólo hay un penoso intento de tapar la propia traición y corrupción, tratando de lanzar suciedad sobre otros.
El escándalo de sobornos y enriquecimiento ilícito que pesa sobre este tal Lenín Moreno, no va a terminar bien, no va a terminar nada de bien, ni para él ni para el Ecuador.
Así pues, esto que estamos viendo con la prisión de Julián Assange y casi seguramente su próxima extradición a Estados Unidos, es el más flagrante caso de derrumbe moral de una nación, como Estados Unidos, que se intoxicó o se envenenó con su propio poderío.
La humillación del Periodismo, que parece haber aceptado su condición de lacayo de las grandes empresas que son dueñas o controlan los grandes medios de prensa.
Y el triste destino de Ecuador que, una vez más parece haber caído en manos de minusválidos morales.
Hasta la próxima, gente amiga. Quizás con Julián Assange habremos tocado fondo en esta decadencia. Pero, para que haya rebote, todavía la pelota tiene que abollarse un poco más para juntar fuerzas. Hay peligro, pero todavía se puede.
*Imagen: Hannah McKay / Reuters