Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Mañana se inicia en Madrid una nueva Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se prolongará hasta el viernes 13 de diciembre. En representación de Estados Unidos asiste una delegación de 14 parlamentarios demócratas encabezados por la Presidente de la Cámara, Nancy Pelosi, la misma que encabeza el intento de destitución del Presidente Donald Trump.
Los parlamentarios demócratas intentan mostrar el rechazo de su partido a la decisión unilateral de Trump, de abandonar los acuerdos y compromisos contraídos por Estados Unidos en defensa del Medio Ambiente durante el gobierno de Barack Obama.
La señora Pelosi dijo, apasionadamente, que más allá de los políticos anquilosados, la nación estadounidense tiene la voluntad de actuar protegiendo a nuestro planeta, creando una riqueza ecológicamente sana, para el mundo que recibirán las nuevas generaciones. Suena bonito, ¿verdad?...
Pero eso no cambia el hecho de que Estados Unidos, ahora, sea el único gobierno del mundo que se niega a participar en la defensa de nuestro planeta.
Pero, ¿qué está diciendo la gente sobre el Cambio Climático?... En momentos en que todo el mundo se está crispando en protestas y repudio a la clase política establecida, ¿se dan tiempo los jóvenes para retomar la defensa de la Tierra como demanda esencial de sus reclamos?
Ocurre que en la víspera de esta nueva Cumbre sobre el Cambio Climático, en Estados Unidos, en Japón, Corea del Sur y casi toda Europa, se estaba realizando el llamado Viernes Negro, que comienza el jueves y se extiende hasta el sábado, durante el cual todas las casas comerciales lanzan sus productos en liquidación a precios bajísimos. Hasta un 80% menos que el precio normal.
Siendo esta una tradición desde tiempos antiguos, la gente se prepara de antemano. Deja de comprar durante el máximo de tiempo que pueden, para abalanzarse luego sobre las baraturas en oferta.
Pero esta vez las redes sociales y también grupos de manifestantes callejeros hicieron llamamientos a no comprar. De hecho fueron miles y miles de llamamientos a interrumpir lo que llamaron la borrachera de compras, en su mayor parte compras innecesarias, que engruesan las ganancias del comercio, agregando despilfarro y polución sobre el planeta.
El efecto fue hacer que las tiendas quedaran bastante decepcionadas. Sus ventas, claro, fueron muchas, pero muchísimo menos que en los años anteriores. En parte, atribuyeron eso a que la gente anda con poca plata en Estados Unidos. También a que no sólo las tiendas sino que además los sistemas de ventas “online” estaban en liquidación.
Pero también admitieron que mucha gente había aceptado el mensaje contra el consumismo. Entrevistada por un canal de TV de Nueva York, una pareja de mediana edad reconoció que el mensaje de los jóvenes contra el consumo innecesario les parecía sano y socialmente aceptable.
Pero, como fuere, hay que reconocer que muchísima gente ahorró platita a la espera de comprar barato cosas que de veras son necesarias.
En Europa, sobre todo en Alemania, donde hubo en 500 ciudades un estimado de un millón y medio de jóvenes y niños participando en el llamado “Viernes por el Futuro”, propuesto por la colegiala sueca Greta Thunberg, que coreaban la consigna “¡Una sola lucha, para un solo planeta!”.
En Madrid, una modesta manifestación, estimada en unos 1700 o 2000 jóvenes, se congregó ante la sede de la Cumbre Climática. En Holanda, movilizaciones de varios miles se realizaron en 12 ciudades, y en Francia también se concentraron varios miles en París, Lille y Lyon.
Pero ciertamente estas concentraciones juveniles fueron lejos más pequeñas que las anteriores convocadas por Greta Thunberg. En parte ese debilitamiento de la participación de los más jóvenes quizás podría relacionarse con la virulenta campaña de odio contra Greta, a la que absurdamente quisieron acusar de estar financiada por las empresas vinculadas a la ecología y la energía renovable.
La mayor virulencia provino de países petroleros, particularmente de Rusia, Arabia Saudita y Estados Unidos. Incluso el propio presidente ruso, Vladímir Putin, se refirió a ella como una “niñita poco informada”, y enfatizó que el crecimiento económico mundial responde a esos 3 mil millones de seres humanos que hoy están en el subdesarrollo aunque tienen el derecho a alcanzar el nivel de consumo del mundo desarrollado. ¿Qué tal?
Oiga, pero con ello el presidente Putin estaba evidenciando que él es el mal informado, que no sabe que su afirmación implica aumentar la polución planetaria en cerca del 200 por ciento.
Pero posiblemente el desaliento de los jóvenes se relaciona más bien con la temática más agresiva de los nacionalismos de ultraderecha y de la incertidumbre cada vez más generalizada sobre un futuro cada vez más dependiente del poderío militar de las grandes potencias que, de hecho, son también las más polucionadoras del medio ambiente planetario.
De hecho, en las últimas dos semanas las informaciones internacioales se han referido al desarrollo de nuevas armas monstruosamente destructivas. Por un lado, quizás para mostrarle al mundo la realidad de sus misiles nucleares hipersónicos, el gobierno de Rusia invitó a militares estadounidenses a ver ese armamento, que es capaz de impactar en cualquier lugar de Estados Unidos en menos de media hora de su lanzamiento.
Pocos días después, voceros del Pentágono anunciaron que ya Estados Unidos tiene un armamento nuclear capaz de exterminar la vida en todo el planeta.
Se entiende, por supuesto, que con ello están estableciendo que una guerra nuclear contra Rusia o China no puede producirse, y que, por eso, las potencias tendrán que retomar el viejo camino de las guerras sobre el terreno, a la antigua, aunque con artefactos más sofisticados.
En realidad eso ya lo había dejado en claro el mismo Wladímir Putin, en su mensaje presidencial del año pasado, cuando declaró que Rusia jamás iniciaría una Tercera Guerra Mundial, pero que, si es atacada, responderá con todo su poderío nuclear.
Y, en palabras del propio presidente Putin, el resultado será que los rusos se irán al cielo y los agresores se irán al infierno. ¡Así de “cristiano” fue su anuncio!
En términos de la tragedia ecológica en que estamos sumidos sin que muchos no lleguen a darse cuenta, la realidad de esta nueva cumbre climática del mundo menos Estados Unidos, aparece tan turbia y tan recalentada como el clima mismo.
Una vez más, centenares de los científicos más calificados han emitido informes que debieran tenernos tan asustados y tan enojados como propone Greta Thunberg. Enormes extensiones de incendios han arrasado Australia, Indonesia, el Oeste de Estados Unidos, partes de África y, por cierto, la Amazonía sudamericana.
Pero, en Australia el gobierno afirma a todo volumen que el cambio climático no tiene nada que ver con que se incendien los bosques resecos, mientras que, por su parte, el estrambótico presidente Bolsonaro, de Brasil, afirma que el que provoca incendios en la Amazonía no es el cambio climático sino el actor de cine y ecologista Leonardo di Caprio…, él. Bueno, y por supuesto, Bolsonaro considera que no es necesario presentar pruebas de su acusación. Total, ya en su país el expresidente Lula da Silva fue condenado a 14 años de cárcel, sin pruebas de los delitos que le están imputando.
En fin, Australia y Brasil son parte del Fan Club de Donald Trump. Pero las cifras netas de este momento señalan que una abrumadora mayoría de los países desarrollados, no están cumpliendo los acuerdos de París para frenar las emisiones de gases con efecto invernadero, que elevan la temperatura planetaria.
Según informes del Banco Mundial y otras instituciones financieras, en estos momentos hay una cartera de inversiones de más de 37 billones de dólares. 37 millones de millones de dólares, ya pagados en acciones de industrias altamente polucionadoras.
De hecho, de la producción de la industria automotriz mundial, que produjo 96 millones de vehículos nuevos el año pasado, sólo el 1,4% fue de propulsión eléctrica, y el 98,6% fue a consumo de gasolina o petróleo.
Los analistas estudiaron también 50 mil carteras de inversión, controladas por 150 empresas financieras transnacionales, que totalizan 8 millones doscientos mil millones de dólares, en acciones de empresas petroleras y de gas natural, y de carbón.
Queda claramente expuesto que los grandes inversionistas no tienen ni el más mínimo interés en reducir las emisiones polucionadoras para enfrentar el cambio climático.
De hecho, el gobierno chino emitió el 27 de noviembre pasado una declaración denunciando que la clase política y los gobiernos no han sido capaces de dirigir la actividad empresarial en términos coherentes con la tragedia de un cambio climático que objetivamente está amenazando con dejar al planeta en condiciones inhabitables.
China señaló que ha hecho ya sus aportes comprometidos para crear un fondo de 100 mil millones de dólares anuales para que los países menos desarrollados puedan financiar las reformas necesarias para limitar las emisiones.
Por su parte, China ya es el país que está realizando mayores inversiones en tecnologías sustentables y generación de energía renovable.
Otros países, en cambio, como Estados Unidos, Canadá y Noruega, aunque tomen algunas medidas para reducir las emisiones dentro de sus territorios, sin embargo están desarrollando fuertes programas para aumentar más y más su producción de petróleo para exportar.
Según informe de la agencia International de Energía, se duplicó el consumo global de petróleo entre julio y octubre de este año, aumentando en un millón cien mil barriles diarios el petróleo consumido. Se espera que el aumento en los próximos meses llegue a superar los 2,3 millones de barriles diarios.
Resulta obvio que las enormes empresas petroleras están más que dispuestas a paralizar cualquiera política internacional que realmente disminuya el consumo de combustible fósil.
Y, más aún, según el Fondo Monetario Internacional, ese aumento de producción, venta y consumo de petróleo y gas natural equivale a un aumento del 3,4% del producto interno bruto mundial. O sea, mucha platita. ¿Qué le parece?
Para casi la totalidad de los gobiernos de todo el planeta, generar más dinero, tener más crecimiento del PIB, es mucho más importante que cumplir las metas ecológicas y combatir el cambio climático.
Sobre informes impecablemente técnicos, elaborados por más de 11 mil científicos de todo el mundo, el recalentamiento del planeta tendrá efectos acumulativos que se traducirán, a corto plazo, en desastre social, sufrimiento y descomposición de las instituciones políticas, en gran medida por un proceso de corrupción, venalidad y soborno.
Las metas apuntaban a frenar la polución en un punto de 2,5 a 3% por encima de la saturación que había hace 200 años. En estos momentos se tiene por seguro que las emisiones de gases superarán el 3%, e incluso pueden llegar al 4%.
La descripción de los efectos de ese aumento al 4% ya se ha dado: pérdida de una vasta extensión de tierras cultivables, sequías seguidas de lluvias torrenciales que provocan erosión y no pueden acumular agua porque no existen los glaciares y las nieves que pueden entregan paulatinamente el agua que alimenta a los ríos, según se va produciendo el deshielo natural.
La acidificación del agua oceánica, y la pérdida de oxígeno por recalentamiento, ya ha provocado, por ejemplo, la muerte de la mitad de la fauna marina en el Atlántico Sur frente a África.
Y por cierto, la alteración del clima y la pérdida de la productividad del suelo provocará la emigración de miles y miles de seres humanos que morirían si no emigran.
Y junto a ello, la alteración del medio ambiente ya está provocando una evolución acelerada de microorganismos, incluyendo parásitos, bacterias y virus resistentes a los remedios disponibles.
Así, pues, no son muchas ni muy sólidas las esperanzas que podemos acariciar respecto de esta nueva Cumbre en defensa del Medio Ambiente.
Aquí en Chile los informes científicos y técnicos sobre el cambio climático, no son mejores que en el resto del mundo. Y, como en el resto del mundo el interés político sigue centrado en el crecimiento del Producto Interno Bruto, sin prever que se están incubando nuevas y dramáticas crisis sociales que pueden ser muy violentas.
Sin embargo, al menos en el mundo desarrollado, ya se está haciendo sentir reacciones casi instintivas de las bases sociales, en que se combinan, por un lado, el fortalecimiento del feminismo y las aspiraciones de realización personal de las mujeres.
Y, por otro, la conciencia de que existe una explosión demográfica que es incompatible con la realidad económica y social de las familias actuales. Esto se está traduciendo ya en una actitud de planificación familiar y disminución drástica de la natalidad.
Según informes de la prensa más conservadora de Estados Unidos, ya en los últimos 4 años, no ha habido aumento de la población en ese país. La natalidad aparece estancada en no más de dos hijos por mujer, lo que implica el inicio de una disminución demográfica.
En la perspectiva de los economistas neoliberales, eso constituye un serio peligro en términos de que habrá menos mano de obra disponible y menos número de consumidores en el mercado.
El mismo proceso ya se estaba dando en Europa y Japón, e incluso en Chile el crecimiento demográfico parecía haberse detenido hasta que la llegada masiva de inmigrantes repercutió en un nuevo aumento de la natalidad.
Y ante los temores catastrofistas de los neoliberales, aparecen dos posturas que celebran el fin de la explosión demográfica.
Una, la que asume que la producción de bienes y servicios requiere cada vez menos mano de obra humana. Es decir, la actividad productiva genera cada vez menos empleos.
Y la otra, que los bienes ahora son producidos a costos cada vez más bajos, lo que lleva a que mayor proporción de gente comience a tener mejor acceso a mejores sueldos y más capacidad de compra.
Es decir, se prevé que haya menos gente con un nivel de vida cada vez más alto, incluyendo educación, salud y previsión social.
Pero esa perspectiva es materia de otras crónicas muy interesantes, siempre que no sigamos empecinados en llegar a ser los muertos más ricos del cementerio.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro. Pero en una de esas el futuro se arregla solito y por su cuenta.