Por Ruperto Concha / resumen.cl
El viernes el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inició la guerra comercial con China, disparando una andanada de 35 mil millones de dólares en impuestos de internación de productos procedentes del gigante oriental. A eso, el presidente chino respondió con un paquete equivalente de impuestos a los productos de Estados Unidos. Trump, muy molesto, replicó que si China quiere seguir replicando, él puede aumentar de una plumada sus sanciones comerciales hasta más de 500 mil millones de dólares. A eso, China no ha dicho nada.
Si Pekín tiene una nueva respuesta, no quiere darla hasta que sea necesario. Según los analistas económicos de Europa y Asia, China está prefiriendo que esta guerra comercial lanzada por Estados Unidos, siga consistiendo en escaramuzas que, al parecer, le cuestan más caro a Washington que a Beijing.
De hecho, en estos momentos, la respuesta china liquidó de un golpe nada menos que 2 tercios del total de exportaciones de soya de Estados Unidos, provocando tal desastre a los agricultores, que, según informó ayer el periódico Huffington Post, el gobierno de Trump ya anunció que contraerá nuevos préstamos por 34 mil millones de dólares para auxiliar a los sembradores de soya y otros agricultores.
O sea, los contribuyentes de Estados Unidos son los que van a tener que pagar 34 mil millones de dólares para contrarrestar el efecto de los 30 mil millones de dólares con que Trump atacó a China. ¡Vaya negocio!
En realidad, los analistas de estrategia económica mundial no están seguros del curso y la gravedad que alcanzará la guerra económica entre China y Estados Unidos, que son las dos principales economías del mundo. Pero todos coinciden en que China no tiene prisa, y responderá, al menos por ahora, sin tomar iniciativas de ataque.
Se sabe que China, en estos momentos, es el principal comprador de los productos de casi la totalidad de los países, incluyendo al mismo Estados Unidos. Por ejemplo, la General Motors vende en China más vehículos que en Estados Unidos, y la gigante aeronáutica Boeing está aterrada de que China rehúse comprarle más aviones o, incluso, que detenga los contratos pendientes por muchos miles de millones de dólares.
Y, en cuanto a los componentes de alta tecnología que China todavía compra a Estados Unidos o a sus aliados Corea del Sur y Taiwan, se prevé que en un plazo relativamente breve pasará a producirlos en el país. De hecho, las reservas financieras de la China le permiten disponer de más de un billón de dólares para desarrollar proyectos industriales en cualquier
A juicio de la mayoría de los analistas, Estados Unidos es más fuerte que China, sobre la base de que su actual mercado interno sería el mayor del mundo. Sin embargo, otros muchos analistas opinan muy distinto. Por ejemplo, el jefe del área estratégica de la Capital Link International, Uwe Parpart, advierte que eso del mercado interno de Estados Unidos ya no es más que un mito. De hecho, señala que ahora la capacidad de capitalización en Estados Unidos es prácticamente cero, y que los consumidores en Estados Unidos ya no tienen plata para ahorrar y están gastando mes a mes la totalidad de su poder de compra.
Citando al ex director de la Reserva Federal, Ben Bernanke, Parpart señala que los meses de bienestar económico en Estados Unidos están llegando a su fin en estos momentos, según se acaban los efectos de la reducción de impuestos.
En cambio, señala, en China ya los mercados de valores, los precios de las acciones, están muy bajos por temor a la guerra comercial. Y eso, en vez de ser malo, en realidad tiene el muy buen efecto de crear el momento de comprar acciones baratas. O sea, un momento de fuerte capitalización que se da en el mercado chino, pero no en el de Estados Unidos.
Incluso los analistas estratégicos de la cadena CNBC afirman que para Estados Unidos la situación aparece muy adversa, al coincidir con la guerra económica contra Irán, y la posibilidad de que el precio de los hidrocarburos se dispare hasta alcanzar alrededor de 120 dólares por barril de petróleo o su equivalente en gas natural.
Mientras tanto, la guerra económica de Estados Unidos contra China e Irán ya comenzó a involucrar a otros importantes países que eran aliados de Washington. De partida, la Unión Europea aprobó el viernes pasado un tratado de libre comercio con Japón, que asegura un frente impenetrable de libre comercio, capaz de anular las sanciones que imponga Estados Unidos.
Entre la Unión Europea y Japón constituyen un mercado común del orden de los 600 millones de habitantes con un nivel de ingresos igual o superior que el de los estadounidenses. Simultáneamente, China y la Unión Europea están estudiando la formación de un frente defensivo que neutralice el proteccionismo de Estados Unidos.
El violento anuncio de Washington de impedir que algún país del mundo pueda seguir comprándole petróleo a Irán, de inmediato provocó reacciones mundiales que, según los principales analistas económicos, hacen temer que Estados Unidos caiga en una nueva recesión que puede ser peor que la de 2008 y que arrastraría a muchas otras naciones.
De hecho, el vicepresidente de la Asociación Mundial de Líderes del Comercio Detallista, Hun Quach, el mismo viernes declaró a la prensa que esta guerra comercial con China es la peor amenaza a la economía de Estados Unidos y puede provocar tales alzas de precios que muchas multitiendas y malls tendrán que cerrar, provocando una dramática ola de cesantía.
Hoy Estados Unidos está admitiendo el triunfo del gobierno del presidente Basher Assad en Siria, que, con apoyo de Rusia, pone fin a la brutal guerra interna desatada en Siria, y acepta la consolidación del grupo de naciones shiítas, con Líbano, Siria, Irak e Irán, formando un eje que va desde el Asia Central hasta la costa del Mediterráneo.
En esas circunstancias, Washington intenta forzar a las demás naciones a que corten por completo cualquiera compra de petróleo a Irán, y, a la vez, lograr que otros países aumenten su producción de petróleo en más de dos millones de barriles diarios, a fin de evitar que el precio se dispare.
Con gran despliegue diplomático, militar y comercial, Estados Unidos intentó lograr que la India dejase de comprar petróleo iraní. Pero el resultado fue prácticamente nulo. Igualmente, Turquía confirmó que no alterará sus negocios petroleros con Irán, y Japón, por su parte, ya obtuvo que Washington le dé permiso para seguir comprando a Irán.
Por su parte Rusia, que también está bajo sanciones económicas de Estados Unidos, está avanzando en los proyectos de abastecimiento de gas natural a Corea del Sur y a Japón, a través de un gasoducto entre la ciudad rusa de Vladivostok, hasta la capital surcoreana, Seul, pasando a través de Corea del Norte, y el abastecimiento a Japón desde las islas Kuriles. Esto, en circunstancias de que Corea del Sur y Japón, por imposición de Washington, se han estado abasteciendo de gas licuado producido por fracking en Estados Unidos, por el cual los coreanos y japoneses pagan un precio que duplica el que los europeos pagan por el gas natural ruso.
Y en cuanto al aumento de la producción petrolera exigido por Washington a Arabia Saudita y las demás monarquías petroleras, hay consenso en que no logrará compensar la producción iraní, a la vez que los petroleros árabes no parecen dispuestos a agotar sus reservas vendiéndolas a bajo precio, cuando ya se acepta que los yacimientos de Arabia estarán agotados en un plazo de 20 años… o menos.
Así, de acuerdo a las crudas cifras y los hechos netos de este momento, lo que se perfila es un descalabro importante de la estrategia de Washington para mantener su predominio en el concierto de las naciones.
Los efectos de las guerras sobre el comercio y la generación de energía están proyectando una sombra extremadamente ominosa sobre todo el planeta. Y ya son muchos los que se preguntan… ¿Qué es lo que está haciendo el presidente Donald Trump?...
Analistas económicos tan diversos como Dion Rabouin, de Yahoo Finance, y Karl Schamotta, de la gran financiera canadiense Cambridge Global Payments, coinciden en que la suma de circunstancias y estrategias contradictorias de Trump forman un laberinto en el que se está extraviando el destino mismo del dólar americano.
Hasta ahora, China sólo operaba como divisa internacional en un 5% de la actividad económica mundial. Pero en estos momentos, precisamente por las arremetidas proteccionistas de Washington, el yuan o renminbi, la monera china, está ampliando su cobertura comercial, aunque todavía no existen cifras concretas sobre esa expansión.
Pero se sabe que el Banco Central Europeo ya ha reemplazado por yuanes muchos millones de los dólares de sus reservas internacionales, y en estos momentos está adquiriendo sumas aún mayores de moneda china, ante la incertidumbre económica.
Igualmente, las monedas virtuales o “criptomonedas” están ocupando un espacio enorme y creciente en el comercio mundial. De hecho, el viernes, en Australia, el operador de criptomonedas Huobi dio a conocer sus acuerdos bancarios y comerciales con el gobierno australiano además de sus alianzas con otros gobiernos, incluyendo Inglaterra, Canadá y Brasil, además de su alianza con la IBM mundial.
La Huobi maneja un volumen comercial del orden de los mil millones de dólares diarios, en las 11 principales denominaciones de criptomonedas, desde los clásicos Bitcoin y Ethereum hasta los más recientes como el IOST lanzado desde Suecia, y el Petro venezolano.
¿Cómo ensamblan, cómo se conjugan las monedas alternativas que van desde el Yuan y el Rublo convertibles en oro, hasta las criptomonedas digitales, respaldadas por fórmulas matemáticas?
En tanto, las amenazas de la otra clase de guerra, esa que incluye matanza y destrucción física, parecen empujadas hacia atrás según el miedo a la miseria se vuelve más fuerte que el miedo a la muerte.
Las amenazantes maniobras militares de Estados Unidos en el Mar de la China se mantienen en un tono más bien sordo. No se sabe qué futuro cercano tendrán las negociaciones de Estados Unidos con Corea del Norte.
Tampoco están claros los términos en que Europa mantendrá su participación en la OTAN, sobre todo ahora que esa coalición militar anuncia que quiere incluir a Georgia y a Ucrania, a la vez que Italia se vuelve cada vez más disidente, al extremo de anunciar que no seguirá negociaciones de compra de los aviones de combate norteamericanos, F-35.
Y, en nuestra América Latina, la enorme y ya prolongada arremetida de Estados Unidos contra las naciones progresistas o populistas, da muestra de perder sus ímpetus.
En Nicaragua, el viernes, el gobierno sandinista de Daniel Ortega reunió una gigantesca manifestación de apoyo popular, que abarcó una extensión de varios kilómetros y que se ha estimado en más de un millón de participantes. El presidente Ortega desestimó las exigencias de adelantar las elecciones presidenciales, afirmando que no es aceptable para ningún estado soberano el permitir que un movimiento sedicioso y violento pueda quebrantar la Constitución y las leyes.
Ortega señaló que su gobierno ha refrenado a sus fuerzas policiales y militares, mientras los sediciosos seguían secuestrando funcionarios públicos, incluso parlamentarios elegidos por votación popular, han asesinado a periodistas, han provocado más de 200 muertes violentas y han destruido bienes nacionales por más de mil millones de dólares.
Con ello, advirtió que las fuerzas armadas y policiales recuperarán ahora el control del país, reabrirán las rutas bloqueadas por los sediciosos, y recobrarán la normalidad social y económica que han sido violentadas en una campaña de 4 meses de acciones financiadas, organizadas y planificadas desde el extranjero.
Lo que no mencionó el presidente Ortega es que, detrás de la importancia política del intento de derrocar a otro gobierno progresista, subyace el propósito de Estados Unidos de eliminar la gran base de observación satelital y de radares instalada por Rusia en Nicaragua, la cual, entre otras cosas, detecta instantáneamente todos los desplazamientos de fuerzas militares estadounidenses en todo el Caribe.
O sea, aquella base de radares garantiza que cualquiera acción militar en contra de Venezuela, por ejemplo, sería detectada instantáneamente, dando tiempo para que ese país latinoamericano pueda desplegar sus defensas en los lugares necesarios y convenientes, para hacer que una acción militar contra su país tenga un precio terriblemente alto para el agresor.
Así, pues, encontramos que la realidad que está surgiendo nos presenta una gama de incertidumbre. O sea, una gama de preguntas que debiéramos ser capaces de preguntarnos a nosotros mismos y a nuestros líderes.
Pero ¿dónde se están formulando esas preguntas necesarias?... La prensa, los líderes políticos, los expertos en una y otra cosa, se aglomeran en foros y entrevistas para dar respuestas elaboradas de antemano. Respuestas que se abalanzan sobre nosotros sin darnos tiempo para preguntar lo que realmente nos interesa.
Hace ya más de 30 años que el académico estadounidense Alvin Toffler, en su obra La Tercera Ola, señaló que la llegada de la computación está provocando una avalancha de respuestas. Oiga, de respuestas que no tienen sentido, verdaderamente, porque son respuestas a preguntas que nadie ha formulado.
Mientras no seamos capaces de formular nuestras preguntas, de convertir nuestra incertidumbre y nuestra angustia en preguntas verdaderas y racionales...
Bueno, nuestras ilusiones democráticas serán cada vez más ilusorias, y seguiremos embriagándonos de respuestas desprovistas de contenido humanamente real.
Es necesario reaprender la capacidad de preguntar. De pensar, definir, recordar y comparar.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro… y hay que atreverse a preguntarlo todo, con la sana inocencia que tiene el niño ante lo que lo atemoriza, o lo asombra, o lo maravilla.