Por Ruperto Concha / Resumen.cl
El pasado lunes 15, a las 6 veinte de la tarde, los trabajadores al interior de la Catedral de Notre Dame, de París, dieron la primera alarma de incendio, al parecer por un cortocircuito, y 23 minutos más tarde ya las llamas estaban trepando hasta los centenarios troncos de roble tallados que hacían el envigado del enorme techo de la catedral.
La destrucción fue calamitosa. En realidad, lo que asombra es que se hayan salvado tantos objetos valiosísimos. De partida, los enormes rosetones formados con vidrios de colores que datan del Siglo 13, y el también enorme órgano central, con 8 mil tubos de sonido y tres teclados. Los otros dos órganos quedaron totalmente destruidos.
Y del llamado “Tesoro” de Notre Dame, se salvó nada menos que lo que, según se afirma, es la auténtica Corona de Espinas que Jesús habría llevado en su marcha al Calvario. Y, también, lo que se asegura es uno de los clavos y un fragmento del madero de la Cruz.
Para millones de personas, de todo el mundo, ese incendio tenía una carga muchísimo más profunda que la de cualquiera otra catástrofe. Era el comienzo de la Semana Santa de los católicos, ¿acaso eso era un augurio, quizás bueno o quizás malo?
Pero muchos millones más sintieron que aquel incendio era alguna clase de demostración. ¿Por qué no se produjo es sentimiento, por ejemplo, cuando, en 2001, musulmanes sunnitas, o sea, los talibanes, de Afganistán, hicieron pedazos con dinamita las gigantescas y antiquísimas imágenes de Buda esculpidas en la roca de una montaña, oiga, setecientos años antes de que en Francia se pusiera la primera piedra de Notre Dame?
¿Acaso, para los miles de millones de no-cristianos el Buda es menos sagrado que Jesucristo?... En realidad, no hay ninguna respuesta simple que explique aquella profunda significación que el incendio de Notre Dame tuvo para tanta gente, incluso más allá de la llamada Cristiandad.
Apenas dos días después del incendio, ya se habían reunido donaciones por más de 500 millones de dólares para la restauración de ese templo. Y es significativo que de los que hicieron las mayores donaciones, y más rápidas, en su mayor parte eran empresas relacionadas con la gran moda del vestuario y los artículos de embellecimiento, perfumería y maquillaje.
Por supuesto, hubo quienes acusaron que los donantes en realidad buscaban publicidad y prestigio, al tiempo que deducían esos aportes de sus impuestos. Eso es verdad, pero muchísimas otras empresas habrían obtenido las mismas ventajas. Por ejemplo, los autos de gran lujo, los hoteles más suntuosos, los cruceros, las líneas aéreas, en fin...
Sin pretender dar una respuesta, me parece notorio que esa Catedral de Nuestra Dama, dedicada a la Madre de Jesús siempre tuvo una significación especial por su carga femenina. Por el rescate que hizo el Cristianismo del Concilio de Nicea, de la presencia divina de una feminidad muy compleja, expresada en la Virgen María, y también en María Magdalena, y en Santa María Egipcíaca, en fin, una femineidad que había sido apabullada por el machismo desaforado de la teología del Antiguo Testamento, y que, sin embargo, intentaba rebrotar de alguna manera.
No hallo interesante meterse en teologías. Pero, históricamente, la civilización europea desde siempre estuvo marcada por poderosas presencias femeninas emergiendo cuando ya la gente común había olvidado las diosas griegas, romanas, célticas y escandinavas.
Y en Francia, como en toda la Europa sudoccidental, el culto a María tuvo siempre una intensidad decisiva, como los muestran aquellos poemas medievales de los Milagros de Santa María, de Gonzalo de Berceo, y las Cantigas de Santa María, del rey Alfonso X el Sabio.
En Alejandría, otra mujer, llamada Hypatia, estaba logrando un entendimiento apacible, inteligente y profundamente humanista, entre los neoplatónicos estoicos, no cristianos, y los jóvenes cristianos de alto nivel intelectual. Hypatia, siendo una mujer extraordinariamente hermosa, era profesora de matemáticas y física en la Universidad de Alejandría, y, entre otras cosas, había diseñado instrumentos astronómicos como el astrolabio, aplicables para la navegación y las mediciones geográficas.
En el año 415, en Alejandría, una turba de cristianos feroces, instigados por el patriarca San Cirilo, al que algunos consideran realmente santo, se apoderaron de ella, la desnudaron y le dieron muerte desollándola con conchas afiladas, a fin de destruir su belleza.
Luego la descuartizaron y pasearon triunfalmente sus restos por toda la ciudad. El horrendo crimen perpetrado por esos idiotizados presuntos cristianos marcó una diferencia, una distancia casi infranqueable entre el cristianismo oriental y el de occidente, que sostenía que se cargaba por ese concepto de María.
En la Historia de Francia, Santa Genoveva, 40 años después de Hypatia, en el año 451, convocó a las mujeres de París, que estaba sitiada por las hordas de Atila, cuando los hombres se sentían derrotados y dispuestos a entregar la ciudad. La joven Genoveva proclamó: “Dejemos que los hombres huyan acobardados. Nosotras, con la ayuda de Dios, vamos a resistir”.
Bueno, después de eso, hombres y mujeres resistieron hasta que el general romano Aecio, junto al rey visigodo Teodorico, obligaron a Atila a levantar el asedio para enfrentarlos en la gran batalla de loa Campos Cataláunicos, donde Atila, derrotado, tuvo que replegarse hacia el oriente desde donde ya no volvió jamás.
Y luego, mil años después, en 1429, esa misteriosa jovencita Juana de Arco, oiga, a los 17 años tomaba el mando del ejército de Francia. Enfrentó a los invasores ingleses, y en cuatro victorias sucesivas puso fin a la Guerra de los Cien Años, aunque ella misma fue capturada y quemada viva por ser “bruja”.
Esa joven santa Genoveva, y esa aún más joven Juana de Arco, no realizaron milagros ni brujerías. Sólo instilaron una misteriosa fuerza espiritual que unió en la lucha a hombres y mujeres, lado a lado. Como dice el cantante ése uruguayo, “porque yendo lado a lado, yo y vos, ¡somos mucho más que dos!”.
Más a occidente, nuestra América quedó desde el comienzo mismo de su europeización marcada por tremendas mujeres. Isabel de Castilla, que logró unificar a toda España y además se atrevió a creerle a Cristóbal Colón, e Isabel Tudor, la Reina Virgen, que logró afincarse en sus colonias norteamericanas.
Y aquí, en Chile, la viuda Inés de Suárez, unida a la tropa de Pedro de Valdivia, instaló en el Cerro Blanco de Santiago la primera capilla cristiana, dedicada a la Virgen Negra, de Montserrat, que tiene connotaciones sumamente misteriosas.
Y por el lado opuesto, otra viuda, la lonko Janequeo, o Janequén, asumió el mando de la lucha de los mapuche y alcanzó sus más brillantes triunfos, derrotando por completo a los españoles en una serie de intensas batallas que contuvieron por casi 40 años el avance de los invasores.
Hacia 1587, sintiéndose ya cansada, Janequeo se retiró invicta hacia su reducto cordillerano y nunca más se supo de ella.
¿Se fija Ud?... Muchísimo tiempo antes de que las estructuras políticas comenzaran a entender que las mujeres son una poderosa fuerza social, cultural, espiritual y económica, desde el más pudoroso anonimato, las mujeres han instilado su energía femenina en la cultura y la historia de Occidente.
Es observando eso que podríamos llamar Femineidad Civilizadora, que se nos hace más comprensible el paquete de reacciones contradictorias que invadieron la prensa, la política y las redes sociales tras el incendio de la Catedral y Basílica de Notre Dame, de París.
El mismo día del incendio, se dispararon rumores, fofocas, chismes y otros corre-la-bola lanzando sospechas a diestra y siniestra. Un político del comité del Partido Demócrata, en Washington, subió casi de inmediato un twitter contando que había estado con un amigo jesuita que le había confidenciado que el incendio había sido INTENCIONAL.
Este político, Christopher Hale, además es columnista en el diario New York Times. Y, claro, aunque tardíamente se dio cuenta de que estaba divulgando acusaciones y sospechas sin ningún fundamento, y se apresuró a borrar su twitter.
Pero ya lo habían recibido, copiado y reproducido, más de mil contactos. En tanto, también la congresista Ilhan Omar, de religión islámica, fue blanco de furibundos ataques de muchos furibundos cristianos de la derecha, acusándola de haber menospreciado el hecho de que Notre Dame, más que una joya arquitectónica e histórica, es un templo religioso cristiano.
Eso, porque la representante Omar había subido un twitter diciendo, textualmente, que “El arte y la arquitectura tienen la única habilidad de ayudarnos a conectarnos más allá de nuestras diferencias, y nos permiten unirnos para las cosas más importantes. Con el pensamiento de la gente de París, estoy rezando por la salvación de esa maravilla”.
La respuesta de los republicanos se enfocó en que Ilhan Omar había hablado de Arte y Arquitectura, sin haber hecho debido énfasis en que se trataba de un lugar religioso.
Recordemos que la diputada Omar ha sido acusada de ser antisemita por haber defendido a los palestinos en las zonas ocupadas y expropiadas por Israel.
Pero más allá de esas venenosas mezquindades, otros sectores se han mostrado indignados de que se invierta un estimado de mucho más de mil millones de dólares en la reconstrucción de Notre Dame.
Hay sectores que consideran que los grandes templos, catedrales y basílicas, no son más que parte de la riqueza, el lujo y el boato que ha caracterizado a la Iglesia Católica desde sus comienzos mismos.
Y en esa perspectiva consideran que tales obras no se concilian con el espíritu de humildad y sencillez de la doctrina predicada por Jesús.
Una de las opiniones más impactantes afirma, textualmente, que: “Para Dios vale más un solo niño que todos los templos del mundo”.
La amarga respuesta a ello la dan en el sitio noticioso web NUUR.com, de Palestina, que señala: “Si Dios es Bueno y el Todopoderoso, y para El vale más un solo niño que todos los templos del mundo, ¿por qué permite que Arabia Saudita y Estados Unidos hayan matado ya a más de 2 mil niños en Yemén, y tengan a decenas de miles de niños más al borde de la muerte por hambre?”
Con ello, están reiterando la célebre afirmación de los cristianos cátaros, del sur de Francia, que desafiaba a los teólogos diciendo: El cristianismo afirma tres cosas fundamentales: Una, Que Dios es bueno. Dos, Que Dios es todopoderoso, lo sabe todo y lo ve todo, y, tres, que el Mal existe. De esas afirmaciones, necesariamente una de ellas es falsa, porque si es verdad que Dios es bueno y el mal existe, querría decir que no es todopoderoso. Si Dios es todopoderoso y el mal existe, querría decir que Dios no es bueno. Y ¿podemos negar acaso que el mal existe”?
En realidad, y desde lo más remoto de la prehistoria, los seres humanos hemos construido lugares sagrados o consagrados. Desde cavernas convertidas en templos, hasta esas asombrosas obras de ingeniería y arquitectura que fueron las catedrales góticas como Notre Dame.
Y esos trabajos a la vez titánicos y geniales, fueron encabezados por el gremio de los Arquitectos, Ingenieros y Albañiles, los llamados Masones medievales. Básicamente demuestran con ello cómo las comunidades locales, desde los más ricos hasta los más humildes, eran capaces de empeñarse en hacer algo muy difícil y muy hermoso sin que nadie los obligara a ello.
Los grandes templos de la antigüedad no fueron construidos por esclavos sino por hombres libres, orgullosos y soñadores, que suponían que sus dioses, sus templos, reflejaban y sustentaban la grandeza de su nación.
Pero, en fin, la superstición suele colarse subrepticiamente en el pensamiento filosófico y en las teologías. El populacho cree que ciertos ritos, plegarias y ofrendas se puede hacer funcionar una especie de magia para lograr que la divinidad haga lo que uno quiere.
Hay una vieja frase que era popular en la antigua Roma, que decía: “Tempus edax. Homo edacior”. Eso significa “El tiempo devora. El hombre devora mucho más”. Pero el venerado sabio Alberto Einstein hizo una traducción a su manera, que dice “El tiempo es ciego. El hombre es estúpido”.
En fin, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, asegura que en cosa de 5 años la catedral de Notre Dame estará reconstruida. Pero él y también nosotros sabemos que eso es falso. Que lo que se reconstruirá será solo un remedo.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro. Y el peor peligro es ser engañados.
*Imagen de www.lexpress.fr