Por Ruperto Concha / resumen.cl
Opción 1 : archive.org
Opción 2 : Spotify
https://open.spotify.com/episode/484WACbLC4ZRH0RiB08we4?si=BXveSGQnS6OI4Pt16V1osw
En su sesión del miércoles pasado, 6 de noviembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución instando a Estados Unidos a que levante el brutal bloqueo económico que estrangula a Cuba, a su pueblo y al Derecho Internacional.
187 naciones aprobaron esa declaración. Ucrania y Colombia, sin atreverse a aprobarla, optaron por abstenerse. Y únicamente Estados Unidos, con el Israel de Netanyahu y el Brasil de Bolsonaro, votaron en contra.
En palabras de Bolsonaro, esa votación es una prueba de que Brasil, junto a Estados Unidos e Israel, son los únicos defensores del bien frente a la amenaza de los comunistas.
O sea, que Trump, Netanyahu y Bolsonaro son los buenos. Y todos los demás en este mundo, son los malos. ¿Será cierto eso?...
¿Cómo se las arreglará ahora Donald Trump para seguir autoproclamándose “líder de la Comunidad Internacional”?
En tanto, la muy democristiana agencia noticiosa Deustche Welle, de Alemania, decoraba sus titulares del viernes con una ridícula fotografía del Presidente de Chile, Sebastián Piñera, rechinando los dientes de rabia y anunciando que pondrá mano dura contra esos vándalos que siguen y siguen protestando con un entusiasmo nada de pacífico.
Ya se admite que en las protestas populares chilenas hay hasta el momento 23 chilenos muertos y 2.500 heridos en las 3 semanas de enfrentamientos con las llamadas “Fuerzas del Orden”.
De hecho, la brutalidad de la represión chilena ha provocado escándalo en todo el mundo civilizado, y, por supuesto, se la ha contrastado con las igualmente violentas protestas juveniles en Hong Kong, donde, en 5 meses de violencia, entre otras gracias, los encapuchados acuchillaron a un parlamentario y le cortaron la garganta a un policía.
Han destruido bienes públicos y negocios por más de 1.000 millones de dólares y han paralizado toda la red de transporte urbano… y sin embargo, fíjese Ud., recién el lunes pasado murió el primer encapuchado de Hong Kong, un joven de 22 años que se cayó de un edificio desde donde al parecer arrojaba piedras a la policía.
. Notable contraste, ¿no le parece? ¡23 muertos a uno le vamos ganando a los chinos!
Pero este asunto de las protestas que acumulan violencia, que acumula represión, que acumula más violencia y más represión y más violencia, va pareciéndose a una epidemia mundial generalizada.
A Chile, Hong Kong, Irak, El Líbano, Francia, Ecuador, Etiopía, Sudán, Honduras y Colombia, ahora se sumaron las violentas protestas en Panamá y en Bolivia.
En Panamá, las protestas callejeras intensas se iniciaron el 27 de octubre, cuando los estudiantes universitarios estallaron de furia al conocer el proyecto de reforma constitucional prometido por el gobierno y modificado por los parlamentarios de la Asamblea Nacional.
Para los estudiantes, el proyecto evacuado por los partidos políticos y el aparato de gobierno panameño es una burla a las necesidades de toda la base social, trabajadores, estudiantes, mujeres y hombres, a quienes los políticos siguen negándose a escuchar.
Los estudiantes han movilizado también a los sindicatos y las organizaciones sociales, exigiendo que se instaure una Asamblea Constituyente en la que participen activamente representantes de todos los estamentos de la sociedad, más allá de los partidos políticos que, según dicen los estudiantes, ya demostraron ser inútiles al momento hacer verdadera política seria.
A mediados de año, el presidente Juan Carlos Varela, que terminaba su mandato, elaboró un proyecto de reforma constitucional en colaboración con representantes de las principales empresas financieras, comerciales e industriales del país.
El resultado fue un proyecto considerado decepcionante por la gran mayoría de la gente. Pero luego, cuando los parlamentarios de la Asamblea Nacional metieron su cuchara supuestamente para perfeccionarlo, se desató la indignación encabezada por los estudiantes universitarios apoyados por los sindicatos y otras organizaciones sociales.
Ocurre que los parlamentarios panameños se pusieron a modificar el ya insatisfactorio proyecto del ejecutivo, insertando artículos en que se auto conferían atribuciones desmesuradas como el control total del presupuesto de la nación, la fijación de rentas e impuestos, determinar el funcionamiento de los organismos anti corrupción y, de pasada, claro, establecía un gran y sabroso aumento de los sueldos y las granjerías de los parlamentarios.
. Fuera de eso, los parlamentarios incluyeron en la reforma constitucional la privatización de la previsión social y la eliminación de la autonomía de la Universidad Nacional de Panamá.
.Además, los parlamentarios se sintieron muy moralistas ellos, y eliminaron la posibilidad constitucional de matrimonio entre personas del mismo sexo.
La exasperación de la gente se volvió explosiva, y el presidente Laurentino Cortizo recurrió a la represión policial, dejando un saldo de 5 estudiantes heridos graves y 90 detenidos.
Sin embargo, Cortizo, a la vez, está intentando ahora instalar mesas de diálogo para proyectar una nueva reforma constitucional basada en consulta ciudadana.
Es decir, también en Panamá la protesta generalizada apunta a la clase política dominante, y especialmente a los parlamentarios. Una vez más la gente, especialmente los jóvenes, están buscando alternativas nuevas.
El caso diametralmente opuesto es al de Panamá es el de Bolivia, donde el poderoso sector de los grandes terratenientes de Santa Cruz y Cochabamba, gente de la llamada “raza blanca”, había dominado la política, las fuerzas armadas y los gobiernos bolivianos desde que el general Hugo Banzer derrocó al también militar (aunque izquierdista) Juan José Torres, en 1971. Banzer instaló una férrea dictadura que participó en el Plan Cóndor, de asesinatos de líderes izquierdistas, asociado con las dictaduras militares de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú.
Este general Banzer inició un intenso programa de privatizaciones de empresas estatales y de entrega de terrenos agrícolas y yacimientos mineros a inversionistas extranjeros. Cuando enfermó de cáncer al pulmón, entregó el gobierno a su vicepresidente Jorge Quiroga, quien acentuó aún más las privatizaciones.
Lo sucedió el ultra derechista Gonzalo Sánchez de Losada, quien tuvo que encarar un período de gravísima depresión económica en Bolivia. De acuerdo con inversionistas estadounidenses, trató de negociar una venta masiva de gas natural hacia Estados Unidos pasando a través de territorio chileno.
Los términos de ese proyecto parecían ruinosos para la economía boliviana a la vez que implicaban precarias y mal pagadas condiciones de trabajo para el personal obrero boliviano.
Se produjeron fuertes protestas populares, con bloqueos de carreteras y tomas de bodegas de alimentos y combustible. Sánchez de Losada respondió entonces ordenando al ejército reprimir a la oposición. En pocos días la represión había dejado un saldo de 58 muertos y alrededor de 400 heridos graves.
La situación se volvió aceleradamente caótica, hasta que, en la noche del 17 de octubre de 2003, el Presidente Sánchez de Losada envió al congreso su renuncia y se dio a la fuga con su familia en un helicóptero del ejército peruano.
En esas circunstancias asumió el poder el vicepresidente Carlos Mesa. Este mismo Carlos Mesa que ahora está intentando derrocar al presidente Evo Morales.
Desde los países con gobiernos de derecha, se intenta mostrar al ex presidente Carlos Mesa como cabeza del movimiento de oposición al gobierno de Evo Morales. Sin embargo, el verdadero caudillo de la oposición es el “Camba” o santacruceño Luis Fernando Camacho, quien tiene una trayectoria de violento y de intentos de convertir a Bolivia en un estado Federal, en el que Santa Cruz tenga autonomía total y maneje para su propia conveniencia las enormes riquezas de gas, petróleo y latifundios agrícolas del oriente boliviano.
El propio Carlos Mesa, desde su primer gobierno, ha intentado congraciarse con los separatistas, y de hecho ha considerado una reforma constitucional federalista al gusto de los cambas.
Sin embargo, Luis Fernando Camacho, en su calidad de presidente del Comité Pro Santa Cruz, declaró a los periodistas que lo apoyan que él no confía en Carlos Mesa, al que acusa de haber favorecido la intervención de inspectores de la OEA para verificar si hubo o no alguna irregularidad en el proceso eleccionario en que fue reelegido el presidente Evo Morales.
Según Camacho, no se trata de averiguar si hubo fraude o no. Simplemente se trata de echar a Evo Morales, al que acusan de ser un dictador.
Bueno, ahora, como aceptando la reprimenda de Camacho, Carlos Mesa también endureció su lenguaje y está afirmando que no habrá diálogo y que la movilización, ahora apoyada por un sector de la policía que se amotinó, seguirá hasta que Evo Morales tenga que salir huyendo o caiga en manos del pueblo en rebelión…
Disponiendo de enormes recursos financieros, la oposición ha movilizado incesantemente a miles y miles de sus partidarios en caravana hacia la ciudad de La Paz, formando un verdadero ejército de ocupación.
En las últimas horas se estima que hay en la capital ya una masa de más de cien mil opositores llegados desde Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, todos bien equipados, con grupos disciplinados, que ocupan las plazas y calles del centro cívico, el Palacio de Gobierno y el edificio del Congreso.
Aprovechando que el presidente se encuentra en otro lugar, reunido con el alto mando militar, los rebeldes han cerrado el círculo con el claro propósito de que Evo Morales ya no pueda ingresar físicamente ni a la presidencia ni al congreso donde, entre paréntesis, el gobierno tiene mayoría.
En tanto el presidente confirmó que por ningún motivo enviará tropas contra los opositores acampados en las calles y que no enviará al ejército para reducir a los policías amotinados. Por su parte, los altos mandos militares reiteraron que se mantienen fieles a la Constitución y que no realizarán acciones contra la población civil.
Así, con ambas fuerzas empecinadas y atrincheradas, la situación en Bolivia aparece congelada en un statu quo que puede prolongarse mucho, pero no demasiado.
Por un lado, el mantenimiento de cientos de miles de manifestantes transportados desde grandes distancias, tiene un costo financiero muy alto. Hay razones para sospechar que la oposición no sólo cuenta con sus poderosos recursos propios, y que desde Estados Unidos se está enviando un fuerte apoyo financiero, tal como se hizo en la Plaza Maidán de Kiev, Ucrania, y también en las violentas revueltas de Nicaragua el año pasado.
Pero aún así, finalmente se vuelve inocultable el tráfico de dinero clandestino. Y fuera de ello, mientras más se prolongue el enfrentamiento inmóvil de los atrincherados, mayores serán las posibilidades de que estalle un sangriento episodio inesperado con un desenlace todavía peor.
Si el Presidente Evo Morales logra conservar la calma, podrá surgir una solución dialogada como lo piden las Naciones Unidas, la Unión Europea y la OEA.
Ello, sobre todo, por realmente la gente boliviana tiene bien claro que el gobierno de Evo Morales fue el que generó al llamado “Milagro Boliviano”, en que su país alcanzó un crecimiento económico de casi el 5% cada año, y es el país latinoamericano que más éxito obtuvo en reducir la pobreza y la pobreza extrema, que afectaba a más de un tercio de la población de Bolivia.
Por eso los movilizados están evitado referirse a los temas económicos y de bienestar social, limitándose a barajar consignas políticas vacías, e insultar a Evo Morales calificándolo de Tirano y Dictador.
Acá, en Chile, ya se hace sentir una corriente de opinión que apunta a que la extrema derecha, consciente de que la marea triunfal que la llevó al poder en América Central, en México, en Colombia, Perú, Argentina, Ecuador, Paraguay, Chile y Brasil, ahora está dando señales claras de estar en retroceso.
El desastroso final del gobierno neoliberal de Macri en Argentina y el retorno del peronismo, tiene como telón de fondo el triunfo de López Obrador en México y nadie duda que en las próximas elecciones de Chile la derecha sufrirá una derrota con carácter de colapso.
En Brasil, la economía no logra vitalizarse, no llegan nuevas inversiones e incluso el remate que organizó Bolsonaro de yacimientos petroleros en la Amazonía no atrajo ninguna oferta de inversión internacional, mientras las encuestas dicen que si hoy Bolsonaro fuese candidato presidencial, sería derrotado.
Y por otra parte, las brutales arremetidas para derrocar los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba no han tenido más efecto que producir miseria y dañar a la gente que sin embargo se mantuvo leal a sus gobiernos.
En ese contexto, el desenlace que se produzca en Bolivia marcará profundamente el destino de nuestra región.
Por lo pronto, al margen de los termocéfalos vandálicos, las protestas juveniles se caracterizan por exigir la reforma de las Constituciones Políticas. Eso implica estudio, trabajo intelectual intenso y, sobre todo, un sentido muy claro de lo que es honorable.
Oiga, y los muchachos saben más de moral que los viejos políticos corruptos.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro. Y la moral nos exige que encaremos el peligro de manera honorable