Por Ruperto Concha / resumen.cl
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Bolivia a ratos ha llegado a ser un país de verdad. Incluso un país-milagro, como el de los últimos 13 años, en que logró un crecimiento económico y de desarrollo social superior al de todas las demás naciones sudamericanas.
Pero, cada cierto tiempo, Bolivia parece desaparecer. Eso ocurrió por primera vez en 1868, cuando uno de aquellos generalotes dictadores, llamado Mariano Melgarejo, se sintió ofendido porque el embajador de Gran Bretaña no lo trataba con suficiente amabilidad. El general Melgarejo entonces mandó a sus policías que agarraran al embajador, lo montaran en un burro y lo hicieran desfilar como payaso por las calles de La Paz.
Al saber eso, la reina Victoria ordenó que sus barcos le dieran una paliza a cañonazos, pero sus generales le informaron que la ciudad de La Paz estaba lejísimos del mar. Ante eso, la reina ordenó que borraran a Bolivia de los mapas.
Eso hicieron los ingleses, pero de aquella Bolivia borrada del mapa, Inglaterra, toda Europa y Estados Unidos siguieron no más sacando incontables toneladas de plata, oro, estaño y otras valiosas materias primas que ahora incluyen el litio, el más liviano de los metales, indispensable para la tecnología electrónica avanzada.
Era cosa de llegar, sobornar a algunos militares u otros aristócratas blanquitos, y llevarse a precio vil los recursos naturales de Bolivia.
Las leyes bolivianas, supuestamente muy cristianas ellas, establecían, por ejemplo, que las personas de raza indígena no podían ingresar a la Escuela Militar. Es decir, estaba prohibido por ley que hubiera oficiales indígenas en las fuerzas armadas del país.
Y no sólo eso: en pleno siglo 20 todavía estaba vigente en Bolivia una ley que hacía obligatorio que los campesinos trabajaran sin paga para los propietarios de las tierras en que ellos vivían. ¿Qué tal?
Hubo a mediados del siglo pasado un presidente con sensibilidad social, llamado Gualberto Villarroel, que intentó eliminar esa ley que reducía a las familias campesinas a una situación de servidumbre como en la Edad Media. Para ello creó un organismo estatal llamado Congreso Indígena Nacional.
Pero la aristocracia blanca boliviana no podía aceptar esas satánicas herejías socialistas, y lo derrocaron en 1946. Lo asesinaron y dejaron su cadáver colgado en un farol en pleno centro de la ciudad. ¡Mire qué cristianos y qué civilizados esos aristócratas bolivianos!
Las Fuerzas Armadas, y la policía, contemplaron la escena sin inmutarse, aduciendo que no podían hacer fuego contra compatriotas decentes.
¿No le resulta familiar esa figura?...
Cuando fue elegido presidente, en 2006, el líder campesino Evo Morales se puso de veras a cumplir el programa de gobierno que había prometido. Y al hacerlo por supuesto consiguió enfurecer a muchísima gente muy peligrosa, muy corrompida y que se las da de ser muy “cristiana” ella.
De partida, su gobierno obtuvo mayoría de dos tercios en ambas cámaras del Parlamento, y con ello logró imponer de inmediato nuevas y exigentes condiciones para los inversionistas extranjeros del área de la minería.
Exigió que las empresas mineras tuvieran al menos un 50% de su capital en manos de bolivianos, y que de las ganancias que obtuvieran las empresas mineras, un alto porcentaje tendría que destinarse a inversiones de desarrollo social, incluyendo educación y capacitación tecnológica avanzada.
En cuanto a la explotación de sus ricos yacimientos de litio en el Salar de Uyuni, el gobierno de Evo Morales prohibió la exportación del mineral en bruto. No sólo estableció que sólo se puede exportar litio refinado en Bolivia sino que además lanzó una importante industrialización del mineral produciendo y exportando excelentes baterías de diverso tipo.
Las inversionistas transnacionales pusieron el grito en el cielo y enjuiciaron al gobierno boliviano por incumplimiento de contratos que habían sido suscritos por gobiernos bolivianos anteriores. Y rechazaron rabiosamente los nuevos estándares impuestos por el gobierno de Evo Morales.
Las únicas empresas mineras que aceptaron las exigencias de Bolivia fueron los inversionistas chinos. Y, clarísimo está, con ello no sólo se enfurecieron los inversionistas transnacionales de Occidente. También se enfurecieron sus gobiernos. Estados Unidos, Canadá, Israel y la Unión Europea.
Ahora, la posición explícita de los golpistas que derribaron al presidente Evo Morales, apunta a reanudar las relaciones comerciales decentes con los países occidentales y no con esos chinos antipáticos y comunistas.
En realidad, el golpe que derrocó al gobierno de Evo Morales sigue majaderamente la tradición de dictadorcillos de uniforme, provenientes de la oligarquía cuya función ha sido siempre, invariablemente, parar y destruir cualquier programa de gobierno que amenace los privilegios de una clase social que se siente la “élite” de la nación.
Desde la mitad del siglo 20, las fuerzas armadas y la policía boliviana han protagonizado o han sido cómplices de derrocamientos y golpes políticos. 1964, 1970, 1980, y ahora, 2019, contra Evo Morales, encabezado hipócritamente por el general Williams Kaliman, un tipo entrenado, indoctrinado y financiado por Estados Unidos en la tristemente célebre “Escuela de las Américas” donde los militares aprenden el arte de matar a sus propios compatriotas.
Es particularmente esclarecedor el análisis sobre el golpe en Bolivia, de dos importantes diarios alemanes.
Uno, el Frankfurter Allgemaine Zeitung, señala crudamente que la ex vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez, que ahora se presenta como autoproclamada presidenta interina de Bolivia, en realidad no tiene ninguna base constitucional para sus pretensiones. De hecho, esa cochabambina se saltó todos los procedimientos constitucionales.
Primero, la renuncia de Evo Morales no tiene valor si no es presentada ante el Congreso, y aceptada por la mayoría parlamentaria. O sea, constitucionalmente, Evo Morales sigue siendo presidente.
Segundo, la cochabambina Añez se autoproclamó presidenta sin que hubiera ni siquiera un quorum mínimo de senadores para sesionar. Y eso en circunstancias de que tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados, el Partido MAS, Movimiento al Socialismo, tiene una mayoría de más de dos tercios. O sea, ella jamás habría sido designada.
Más aún, ella no puede dictar leyes ni negarse a promulgar las leyes que el Parlamento apruebe, a la vez que ni el Senado ni la Cámara pueden funcionar en ausencia de los parlamentarios del MAS que son los que hacen el quórum.
Y, lo más contradictorio del caso, el autoproclamado Presidente Interino de Venezuela, Juan Guaidó, que Jasmine Añez ha reconocido como legítimo presidente de su país, está basando sus pretensiones precisamente en la supuesta preponderancia del Parlamento sobre el Ejecutivo para legitimar al gobierno. O sea, si Juan Guaidó tiene razón, Jasmine Añez está equivocada, y si Jasmine Añez tiene razón, Juan Guaidó es el que está equivocado.
Por su parte el diario Junge Welt, o sea, Mundo Joven, analiza la situación en una perspectiva ácidamente crítica al presidente Evo Morales. El análisis aquí enfatiza que gran parte de la crisis y el golpe contra su gobierno la tiene el propio Evo Morales, quien, pese a sus fantásticos logros en desarrollo y crecimiento económico de su nación, en los últimos meses pareció intimidado e inseguro. No defendió con fuerza a su aliado Nicolás Maduro, aceptó participar en las maniobras dirigidas por Estados Unidos en la OEA, dejando que únicamente Uruguay mantuviera su negativa a las sanciones contra Venezuela.
Evo Morales bajó notoriamente el tono de sus críticas hacia los regímenes neoliberales sudamericanos, e incluso viajó a Brasil a participar en los festejos de la asunción de Jair Bolsonaro a la Presidencia. ¿Creyó Morales que con eso iba a ganarse la simpatía del Club de Lima y las Transnacionales?
¿Fue tan ingenuo como para creer que podía hacerse el simpático y recibir agradecimiento?...
Y, más allá de la persona de Evo Morales que parece comenzar a esfumarse ya en recuerdos y nostalgias, ¿qué destino le espera al poderoso Movimiento al Socialismo, que legítimamente tiene mayoría de dos tercios en el Parlamento, lo que es suficiente para que la presidenta no pueda vetar ninguna ley que los socialistas aprueben?
De acuerdo a la Constitución de Bolivia, aún si se aceptara como legítima la auto proclamada Presidencia de Jasmine Añez, ella está obligada a convocar a elecciones en un plazo perentorio de 90 días.
¿Será el derrotado candidato Carlos Mesa, la nueva carta de la oposición boliviana?
En cuanto al truculento Luis Fernando Camacho, él prudentemente ya se replegó a su feudo camba de Santa Cruz de la Sierra. También, según la prensa alemana, pese a sus arrestos furibundos y heroicos, Camacho en realidad parece ser más bien un hombre timorato.
¿Aceptará el general el general Williams Kaliman que el socialismo boliviano vuelva a ganar las elecciones?
Así, pues, resulta todavía difícil prever qué rumbo acabará tomando este golpe ultra derechista que derribó al mejor presidente que Bolivia ha tenido en toda su historia.
Como fuere, pese a su brutalidad, la situación boliviana no parece estar a punto de buscar un desenlace sanguinario. Pese a las declaraciones repugnantemente racistas de la cochabambina Añez, el contexto sudamericano de hoy no deja mucho espacio para esas toscas dictaduras a la antigua.
En realidad el extraño fenómeno de estallido social que se produjo en Chile, más allá de todos los ingredientes truculentos, está mostrando que en todo el mundo las multitudes andan en busca de fórmulas nuevas. En realidad, lo que buscan es una nueva arquitectura social. Es decir, una nueva Carta Magna.
Una nueva Constitución. Y eso es lo que también están buscando los movimientos progresistas de Estados Unidos, bajo la figura de un Green New Deal. Dentro de la sólida lealtad del pueblo venezolano con su revolución Bolivariana, también allí está bullendo una búsqueda más allá del aparato político actual, que sin duda alguna también ha sufrido de corrupción.
En Argentina, en Francia, en Venezuela, Cuba y Nicaragua, la gente del pueblo inteligente, lo mismo que la gente chilena, está exasperándose por la incapacidad de la clase política, de escuchar lo que la gente quiere, o cree que quiere, o sueña.
La expresión dominante es “Reforma Constitucional”. Es un trabajo de largo aliento, una siembra que tardará varios años en estar lista para la cosecha.
En ese sentido es impresionante la respuesta que están dando en Chile las principales entidades sociales de la clase media inteligente, de la valiosa clase media culta de nuestro país.
En todo el país, por ejemplo, las logias masónicas han iniciado talleres de discusión e información para capacitar a la gente en el arte de pensar claro y de discutir con la honesta disposición a dejarse convencer si en una discusión es el otro el que tiene la razón.
También sectores de la Iglesia Católica, especialmente los jesuitas, están haciendo aportes grandes a los Cabildos para la Reforma Constitucional, sabiendo que entre todos puede entenderse mejor por dónde va el rumbo correcto.
Y no se trata de la simple mayoría de consensos. Ya se entiende bien que una opinión no es buena sólo porque la comparte mucha gente. Recordemos que en el Siglo 15 todavía el 90% de la gente creía que la tierra es plana.
Pero incluso ese 90% estaba dispuesto a dejarse convencer si se le daban las pruebas y los argumentos correctos de que nuestro mundo en realidad es un planeta.
Ya en todo el mundo las mayorías entienden que la nueva Constitución que se logre construir tiene que ser tan clara, poderosa y racional, como para funcionar con la eficacia implacable que tienen las leyes de la naturaleza.
En tanto, esta semana, junto con las noticias de la exasperación social, se dieron a conocer otras noticias que han pasado prácticamente inadvertidas. Que en el mes de octubre de este año, y pese a las alharacas de los gobiernos, el consumo global de petróleo aumentó en un millón cien mil barriles diarios.
O sea, en estos momentos, cada día, se están quemando 99 millones con 300 mil barriles de petróleo.
Y que el endeudamiento global en los últimos 6 meses aumentó en 7 y medio millones de millones de dólares, en tanto que Alemania, siendo primera potencia económica de Europa, sigue en el filo de caer en recesión económica.
¿Es eso el triunfo de la economía neoliberal? ¿Quiénes son los que están ganando con esas cifras desastrosas?
Y, en tanto, resuenan estridentes las palabras del popular presidente de Rusia Wladímir Putin, afirmando, fíjese Ud., que hay 3 mil millones de habitantes del planeta Tierra que, según él, tienen derecho a consumir, comprar y polucionar tal como lo hacen en el mundo desarrollado.
O sea que, según Wladímir Putin, tienen “derecho” a polucionar 200 veces más de lo que están polucionando hoy mientras se reproducen a razón de 4 hijos por mujer.
Hasta la próxima, gente amiga. Ante el peligro es necesario atreverse a pensar. A pensar fuerte y claro.