[AUDIO] Crónica de Ruperto Concha: ¿Qué le espera al sueño democrático?

Por Ruperto Concha / resumen.cl

Dos cumbres de extraordinaria importancia se realizaron esta semana en Alemania, con presencia del vicepresidente de Estados Unidos, Michael Pence y otras autoridades del gobierno. Y en ambas cumbres, Estados Unidos salió tambaleándose. La primera fue la Conferencia de Seguridad, que culmina hoy en Munich, y la otra, paralela, fue la Cumbre del Grupo de los 20, considerada preparatoria de la gran cumbre del G20 los días 7 y 8 de julio próximo, en Hamburgo.

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Lo más llamativo de esta Cumbre de Bonn fue el primer encuentro cara a cara de los cancilleres Sergei Lavrov, de Rusia, y Rex Tillerson, de Estados Unidos. Por supuesto lo que hablaron se mantiene en secreto. Y cuando los periodistas le preguntaron a Lavrov sobre las turbulencias en Estados Unidos, se limitó a responder que Rusia no se entromete en los asuntos internos de los demás países.

Durante las exposiciones públicas, resultó extremadamente dura la de la ministro de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyden, quien le espetó directamente al vicepresidente americano y al ministro de Defensa, James Mattis, que Washington ya no puede actuar por su cuenta en la política internacional pasando por encima de sus aliados de la OTAN.

Señaló la ministro Leyden que los aliados de la OTAN son una comunidad de valores en la que se incluye la prohibición de la tortura. Admitió que Europa acepta elevar su gasto en las fuerzas armadas, pero recalcó que, como fuere, Estados Unidos está obligado a intervenir militarmente en caso de que alguno de sus aliados sea atacado. O sea, Estados Unidos no puede amenazar con des-involucrarse militarmente de Europa y de la OTAN.

En realidad, una mayoría abrumadora de los cancilleres de la cumbre de Bonn respaldaron con fuerza al canciller alemán Sigmar Gabriel, en reclamar a Washington mayor respeto hacia los países que tienen puntos de vista disidentes de los de Estados Unidos. De hecho, todos los cancilleres participantes se declararon abiertamente partidarios del llamado “multilateralismo”. O sea, de incorporar los puntos de vista, todos, antes de tomar una decisión.

Como ejemplo se planteó la cuestión de resolver la sangrienta crisis de Siria, que Europa entera, más Rusia, Turquía e Irán, consideran que sólo se puede lograr en términos políticos y sin mantener el intervencionismo armado.

Bastante acosado por sus interlocutores europeos, el canciller estadounidense, Rex Tillerson, habría admitido la necesidad de colaborar con Rusia, pero eludió referirse públicamente al tema.

¿Por qué el gobierno de Donald Trump aparece forzado a adoptar la misma política internacional intervencionista y agresiva de sus predecesores George Bush y Barack Obama?

Observando con atención la sórdida lucha política que se está dando al interior de Estados Unidos, encontramos que, tanto de las filas demócratas como de los mismos republicanos, los ataques contra Donald Trump en realidad tienen un mismo objetivo: impedir que se mantenga y evolucione aún más el bloque de naciones que está impidiendo que Estados Unidos alcance el control total sobre el total del planeta. Básicamente es el bloque encabezado por Rusia y China.

Demócratas y republicanos saben que es verdad que el presidente Trump ha heredado un país que está en condiciones catastróficas, con un endeudamiento que ya es imposible de pagar, y que Estados Unidos únicamente puede salvarse del colapso financiero si conserva el poder fáctico, básicamente militar, que lo faculta para imprimir mensualmente miles y miles de millones de dólares sin más respaldo que la sumisa aceptación de esa moneda por los demás países.

De hecho, en estos momentos, Estados Unidos sigue con un déficit comercial de más de 30 mil millones de dólares mensuales. O sea, compra al fiado más de 30 mil millones de dólares cada mes, y ese déficit se cubre únicamente con aquellos dólares recién impresos por la Reserva Federal.

Por eso es que, para Estados Unidos resulta imposible aceptar un mundo globalizado en términos multipolares, en que diversas potencias o alianzas de potencias ejerzan el control de un nuevo orden mundial en el cual ninguna potencia pueda imponer sus intereses económicos, políticos o estratégicos por encima de todas las demás.

Expresión de esa postura ferozmente desesperada, han sido las designaciones que Trump ha tenido que aceptar. En Defensa, el general retirado James Mattis, conocido como “el Perro Loco”, que se inició en su cargo amenazando con bloquear a las naves de China en el mar de la China, incluso mientras navegan en aguas internacionales.

Por su parte, el secretario de Estado, Rex Tillerson, también se ha definido como enconado enemigo de Rusia, ha propuesto el envío de tropas apoyando a Ucrania, ha desconocido el referéndum de Crimea y ha declarado que las acciones de China en el Mar de la China son equivalentes a las de Rusia en Crimea.

Otro de los furibundos militaristas ha sido propuesto para el cargo de asesor presidencial de Seguridad Nacional, o sea, jefe máximo de los servicios secretos, las policías y las operaciones encubiertas, incluso de la CIA y el FBI. Se trata nada menos que de John Bolton, ex embajador de George Bush ante las Naciones Unidas donde hizo gala de actitudes de capataz en relación con los demás representantes de las demás naciones del mundo.

En fin, el actual equipo de gobierno de Donald Trump, en el área de las relaciones internacionales de Estados Unidos, ha quedado en manos de personajes que, según sus antecedentes, representan al sector más peligroso y agresivo de la clase política norteamericana.

Sin embargo, aunque de acuerdo en la noción de “imperio o derrumbe”, hay dos grupos antagónicos en el militarismo estadounidense. Se trata de dos nociones estratégicas desarrolladas después de la desastrosa derrota de Estados Unidos en Vietnam.

Una es la tesis del célebre Henry Kissinger, secretario de estado de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford y diseñador de la distensión diplomática con China, quien se ha mantenido como uno de los principales cerebros de la política exterior de Estados Unidos. De acuerdo a filtraciones publicadas por el gran periódico alemán Bild Zeitung, y que no fueron desmentidas, Henry Kissinger recomendó al gobierno de Trump y a la cúpula del Partido Republicano dar un vuelco brusco en las relaciones de Estados Unidos con Rusia.

De hecho, Kissinger propuso, nada menos, que Washington reconozca la legitimidad del retorno de Crimea a Rusia, y un gradual pero rápido levantamiento de las sanciones económicas impuestas por el gobierno de Barack Obama.

El objetivo estratégico apuntaba a integrar a Rusia completamente al mundo europeo occidental, admitiendo que Rusia es de hecho una nación europea, de cultura, arte e historia europea, a la que el régimen de Obama habría prácticamente obligado a reorientarse hacia una alianza poderosísima y férrea con China.

Es decir, se trataba de intentar romper la alianza chino-rusa, seduciendo a Rusia con grandes ventajas comerciales y políticas, partiendo de la base de que, en la dupla chino-rusa, Rusia es la que tiene la abrumadora superioridad científica y tecnológica. Y esa superioridad se expresa en armamento ultramoderno, que, según los propios medios occidentales, iguala o supera al de Estados Unidos.

Con la captación de Rusia no sólo se debilitaría dramáticamente a la China. Además, la propia Rusia pasaría a ser una más de las naciones europeas que no tienen más remedio que acatar dócilmente las decisiones de Washington.

La tesis opuesta a la de Kissinger es la de otro gran veterano de la diplomacia de Washington: Sbignew Brzezinski, ligado al partido Demócrata y promotor de la guerra de Vietnam. Este, por el contrario, propone privilegiar a China, aislando más aún a Rusia, y formando con Estados Unidos una gigantesca alianza centrada en el Océano Pacífico, en desmedro de Europa y los demás estados del Atlántico.

Pero para los intereses del llamado “Estado Profundo”, el consenso y la colusión de los inmensos poderes financieros de Estados Unidos, ninguna de las dos propuestas diplomáticas para ellos resulta aceptable finalmente.

No sólo porque ni China ni Rusia se van a dejar engatusar como colegialas, sino, además, porque la supervivencia misma de China y de Rusia implica que ambas naciones, con el creciente número de sus aliados, exigirán y obtendrán ser parte decisiva en el diseño y la conducción y la conducción del Nuevo Orden Social.

Es decir, para el Estado Profundo de los poderes fácticos centrados en Estados Unidos, es necesario e inevitable jugar la carta de la eliminación militar del bloque chino-ruso que, además, implica a la India, a Irán, Paquistán, Indonesia la mayor parte de la península de Indochina y un creciente número de naciones africanas.

Es decir, para el Estado Profundo con capital en Wall Street, la Tercera Guerra Mundial es necesaria e inevitable.

Mientras tanto, Rusia y China han seguido desarrollando sus estrategias que, por su parte, apuntan también a la creación de un Nuevo Orden Mundial, basado en el desarrollo económico y tecnológico integrado internacionalmente, y articulado mediante una legislación internacional vinculante, aprobada por las naciones soberanas, posiblemente centradas en la organización reformada de las Naciones Unidas.

El enfoque es pragmático y se basa en el criterio de una democracia autorreflexiva y participativa, que debiera ser capaz de enfrentar no sólo los eventuales conflictos de intereses entre naciones, sino, mucho más que eso, enfrentar el surgimiento de las nuevas crisis cuyos síntomas se están haciendo sentir cada vez más fuertes.

Crisis del Cambio Climático y la alteración bioquímica de los océanos. Crisis del agotamiento de los recursos minerales y la disponibilidad de agua dulce. Crisis de las migraciones multitudinarias. Crisis de la educación y las posibilidades reales de dinámica social. Crisis del velocísimo proceso de reemplazo de la mano de obra humana por sistemas automatizados y robots.

En fin, una gama inmensa de síntomas de crisis que incluyen el mito neurótico de que el trabajo remunerado es lo que le da sentido a la vida, y no que, por el contrario, el ser humano se ve obligado a vender parte de su vida, a un empleador, para tener con qué vivir el pedazo de vida que le queda.

Y, por supuesto, ninguna de esas crisis inminentes puede ser enfrentada con éxito, mientras la rentabilidad monetaria, el lucro, siga siendo el referente valórico universal.

En tanto, ¿qué está, realmente, ocurriendo en América Latina?... En México, en Nicaragua, en Bolivia, en Cuba y Venezuela, la llegada de poderosas y grandes inversiones chinas está cambiando sustancialmente la economía, más allá de superar la ruina provocada por la manipulación del precio del petróleo.

En Venezuela, las inversiones chinas han superado los 60 mil millones de dólares, y la economía de ese país está dejando ya de depender del petróleo, mientras se desarrollan vastos proyectos industriales y agroindustriales.

En México, este año inversionistas chinos y japoneses, juntos, están poniendo en marcha nuevas plantas industriales con capacidad inicial de producir automóviles y camionetas fabricados en el país.

En Bolivia, China y Rusia están participando en más de 20 grandes proyectos industriales, que incluyen el refinamiento del litio y la producción de baterías y otros productos electrónicos sofisticados.

En Nicaragua continúan las obras del gran Canal Trans Oceánico, en Cuba, nuevas plantas farmoquímicas ya están abasteciendo los mercados de Europa y otras regiones.

En fin, se trata de inversiones que no parecen distintas de las clásicas operaciones de inversionistas neoliberales, pero que desde la partida tienen una proyección más allá de la rentabilidad monetaria. Una proyección que toma en cuenta los efectos previsibles en términos sociológicos, ecológicos, culturales y políticos.

Pero, ¿podrán esas buenas intenciones iniciales prevalecer en el tiempo? ¿Podrá mantenerse a raya el efecto de corrupción y enriquecimiento ilícito que ha estrangulado los sueños y las esperanzas?

En México, el Parlamento acaba de aprobar una ley de defensa de la democracia que autoriza a las fuerzas armadas a participar en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Esa ley ha sido calificada por los analistas políticos de Europa, como una forma disimulada con la que el gobierno está produciendo un auto-golpe militar para imponerse en términos dictatoriales.

Se ha representado que las fuerzas armadas de México han mostrado episodios repugnantes de corrupción, de alianzas con carteles de narcotraficantes e incluso con matanzas indiscriminadas y aplicación de torturas.

De hecho, se ha visto esta iniciativa del régimen de Peña Nieto como un paso más del llamado Plan Cóndor-2, con la llegada al poder de fuerzas de derecha en Honduras, Paraguay, Argentina y Brasil.

Sin embargo, la arremetida neoliberal contra gobiernos de corte socialista parece estar debilitándose ya y enfrentándose al derrumbe económico. En Argentina, en poco más de un año se han perdido más de 300 mil puestos de trabajo, a la vez que la inflación ha reducido el valor real de sueldos y salarios, en niveles del orden del 25%.

En Brasil, la recesión económica se ha agudizado, y la economía ha caído un 8,4% entre 2015 y 2016, a la vez que la gente se muestra exasperada por una corrupción político-bancaria que tiene agusanada toda la administración de aquel país.

La última gran encuesta de opinión en Brasil, señala que el político más admirado en Brasil sigue siendo el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y que la proyección para las futuras elecciones daría a Lula una victoria de 58% contra 13% si el otro candidato fuese el golpista Michel Temer.

Y en Ecuador, donde hoy se está realizando la primera vuelta de las elecciones presidenciales, las encuestas dan al candidato Lenin Moreno, continuador del saliente presidente Rafael Correa, un apoyo del 38% de los votos, es decir, igual al total de los votos de los opositores Guillermo Lasso, ultraderechista y Opus Dei, y Cynthia Vitery, demócratacristiana vinculada a la oposición venezolana.

No está claro si el candidato de oposición en segunda vuelta será el Opus Dei Lasso o la demócratacristiana Vitery.

Así, pues, la guerra es una posibilidad real, aunque ningún ser humano la desee. Ya nada está claro para la gente. Ya las grandes cadenas de televisión y sus periodisaurios han comenzado a tambalearse en Estados Unidos y otros lugares. La justicia esta semana le asestó dos durísimos golpes a la giganta CNN. El primero en Atlanta, Georgia, EEUU, se lo dio la juez federal Orinda Evans, al acoger la iniciación de una querella contra la CNN por emisión de noticias falsas y tendenciosas en contra del Centro Médico Santa María, de Palm Beach, Florida.

Y el segundo lo recibió en Venezuela también por transmitir noticias falsas y calumniosas, al afirmar que en la embajada de Venezuela en Irak funcionarios diplomáticos habrían estado vendiendo pasaportes venezolanos a presuntos terroristas.

Tras demostrarse que la información era falsa y había sido transmitida en forma destacada y en términos insultantes, el gobierno de Caracas resolvió de inmediato, en el acto cortar las trasmisiones de la CNN en el país.

En tanto, en Washington, otra giganta de televisión y periodisaurios, la 20th Century Fox, también se encuentra abrumada por haber transmitido una vasta racha de noticias falsas y ficticias, en que se mencionaba en tono desdoroso al presidente Donald Trump y al presidente ruso Vladimir Putin.

Según la Fox, que pidió disculpas públicamente, se trataba solo de avisos publicitarios, imaginativos, promoviendo una película de terror. Y, sin embargo, en ninguna de aquellas transmisiones se revelaba que las noticias fueran falsas, fueran invenciones y fantasías.

En fin, hay que admitir que Donald Trump tiene toda la razón cuando afirma que los medios de comunicación social que mienten y calumnian no atacan sólo a las víctimas calumniadas. Mucho más que eso, atacan a todo el pueblo, al que tratan de engañar.

Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Es necesario. ¡Hay peligro!

Foto: HispanTV: Secretario de Estado de EEUU y Canciller chino en la Cumbre de Bonn

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