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Por Ruperto Concha / resumen.cl
Todavía resuenan los ecos triunfalistas sobre la Cumbre de París contra el Cambio Climático… pero ya hasta el propio Secretario de Estado, John Kerry, en Washington, reconoció que esa famosa Cumbre no aportó nada concreto que de veras defienda a nuestro planeta del recalentamiento global.
Peor aún, esta Cumbre de París fue calificada como un “fraude” y “una farsa” por las cuatro personalidades más relevantes de la ciencia especializada en Medio Ambiente, incluyendo a James Hansen, que fuera jefe máximo de la NASA en estas materias y quien, hace ya 30 años, lanzó la voz de advertencia sobre el peligro de una catástrofe mundial. Y con él avalan la denuncia el doctor Tom Wiley, máxima autoridad en Australia, el dr. Kerry Emmanuel, del Instituto Tecnológico de Massachussetts, y el dr. Ken Caldeira, de la Carneggie Institution, premio Nobel en 2007.
Según ellos, la Cumbre sólo fue una tribuna para que los políticos manosearan las esperanzas de la gente, anunciando la falsedad de que lograrían frenar hasta sólo 2 grados el aumento de la temperatura planetaria por gases de efecto invernadero.
Siempre resulta impresionante cuando grandes científicos pierden la paciencia y la compostura, y dicen la verdad escueta, sin adornos. Y, sobre todo, cuando los crudos hechos confirman esa verdad. Fíjese Ud. que al día siguiente de los anuncios triunfales sobre el acuerdo de París, los gobiernos de Japón y Corea del Sur confirmaron que pondrán en marcha al menos 60 nuevas centrales termoeléctricas a carbón.
Más aún, tanto Japón como Corea del Sur advirtieron que de ninguna manera aquel acuerdo de París los hará cambiar sus programas de desarrollo económico. De hecho, ni siquiera aceptan reemplazar el carbón por gas natural, que, en cualquier caso, es mucho menos contaminante.
La verdad es que los anuncios de reemplazar al petróleo y el gas natural por energía eléctrica a partir de luz solar y viento, es una ilusión engañosa e irrealizable. ¿Se imagina Ud. qué ocurriría aquí, en Chile, si el gobierno anunciara que en un plazo de entre 5 y 10 años todos los vehículos tendrán que comenzar a ser reemplazados por aparatos eléctricos?
¿Cómo se podría reemplazar a los camiones, trenes, movilización colectiva y autos particulares, por versiones eléctricas que, por ahora, simplemente no existen? Y el actual parque automotriz e industrial basado en petróleo gas, comenzaría a ser desechado como chatarra inutilizable?
Bueno, ¿y quién indemnizaría a los que pierdan sus vehículos y sus máquinas?
El secretario de estado John Kerry es el jefe máximo de la diplomacia de Estados Unidos después de Barack Obama, y, según sus propias palabras, ni siquiera si todas las naciones desarrolladas consiguieran reducir a cero sus emisiones, se lograría cumplir las falsas promesas de la Cumbre de París. De hecho, la reducción de emisiones y de aumento de temperatura, a nivel global, llegaría no al comprometido 2%, sino al tan repudiado 2.78%... y eso, recién para el año 2100.
Así, pues, una vez más nos encontramos con que nos están engañando, nos están mintiendo, o, quizás sin mala intención, nos están entregando información errónea.
Y esto lo vienen haciendo desde hace más de 30 años, en el tema del cambio climático y la destrucción de nuestro medio ambiente. Y sin embargo, toda esa información científica, desesperadamente valiosa y decisiva, quedó sumergida en un pantano de politiquería engañosa.
Un pantano alimentado por ríos de dinero invertido en publicidad y pseudo-noticias a través de los medios controlados por el stablishment, el orden político e institucional establecido y controlado por las gigantes financieras que se oponen ferozmente a cualquiera transformación renovadora.
Básicamente, se trata de no cambiar un sistema económico que está proporcionando ganancias gigantescas a las grandes sociedades anónimas, sobre todo en el área de las finanzas, la banca y las bolsas de inversiones especulativas.
¿Cómo es que consiguen engañarnos a tal extremo, sin que casi nadie llegue a darse cuenta de que nos están engañando?
Pero el fraude, la farsa engañosa, no se detiene en el tema del medio ambiente planetario. También se proyecta en el medio ambiente político de la humanidad. Las grandes potencias llamadas “occidentales” que han inundado el espacio comunicacional de la humanidad con mensajes tan floridos y tan triunfalistas como los de la Cumbre de París.
Hasta aquí, la narrativa propagandística de las noticias de la gran prensa occidental nos ha mostrado un fantástico mosaico de naciones que, gracias a la valiente, resuelta y poderosa acción de las potencias occidentales, han derribado a sus gobiernos autoritarios, corruptos o poco democráticos, para imponer en cambio un retorno o un primer acceso a la verdadera democracia occidental.
Bueno, ¿y cuál es el saldo de esas intervenciones supuestamente libertarias, democratizantes y anti-corrupción?
La gran arremetida de los ejércitos libertarios, democráticos y purificadores del mundo occidental, comenzó con el desmembramiento de Yugoslavia, a través de una sangrienta guerra que duró desde 1991 a 1995, y que mató a cerca de 150 mil civiles europeos. La república federal de Yugoslavia fue demolida por los bombardeos de la OTAN, que, según el primer ministro británico Tony Blair, lanzaba allí “bombas humanitarias”. Yugoslavia finalmente se dividió en 6 mini países, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Servia, Montenegro y Kosovo. De todos ellos, únicamente Croacia ha sido acogida plenamente en la Unión Europea.
En seguida, en 1993, Estados Unidos intentó seguir su reordenamiento mundial invadiendo Somalía, en África. En una supuesta misión humanitaria, las tropas estadounidenses realizaron matanzas en la población civil. Según los reporteros de la prensa de la India que presenciaron los hechos, las tropas estadounidenses mataron a más de mil civiles que protestaban contra la invasión.
Finalmente, luego de una escena grotesca de profanación del cadáver de un piloto de helicóptero estadounidense derribado por los rebeldes, Estados Unidos optó por retirarse del país. En estos momentos, Somalía sigue sumida en el caos y la desintegración.
Vinieron luego las intervenciones humanitarias, libertarias y democratizantes en Irak, Libia, Túnez, Egipto, Sudán, Yemen, Etiopía, Ucrania y Siria. El resultado de esas intervenciones militares fue desastroso. En Irak, recién ahora Estados Unidos reconoce de hecho la soberanía de esa nación, y está exigiéndole a Turquía que retire tropas y tanques con las que ha invadido el Kurdistán irakí.
En Egipto, el dictador militar Hozni Mubarak fue derrocado y ahora gobierna el dictador militar Adelfatah Sissi. En Libia, tras el sangriento derrocamiento del dictador Muammar Khadaffi, en una guerra civil que costó más de 30 mil vidas, ahora el gobierno es compartido por caudillos militares hostiles entre sí y con participación del Estado Islámico. Y nuevamente Estados Unidos ha comenzado a bombardear posiciones en aquel país.
En Sudán, la intervención democratizante, libertaria y saneadora, derivó en dividir aquel país en 2, creando el estado independiente de Sudán del Sur, que hasta este momento sigue sumido en guerra civil mientas la población se está muriendo de hambre.
En Yemen, la guerra civil involucra también a Arabia Saudita y los bombardeos han demolido la precaria infraestructura del país. En Etiopía, el gobierno impuesto por Estados Unidos y la OTAN, en estos momentos está masacrando a la población civil que se atreve a protestar.
Sólo esta semana, la policía y los soldados mataron a 75 civiles desarmados que protestaban en las calles de la capital.
Podríamos seguir también con Ucrania, un estado fallido en que las facciones antagónicas se injurian mutuamente, acusándose de rapiñar los fondos nacionales mientras el país ha caído en default con una deuda de más de 20 mil millones de dólares que simplemente no puede pagar.
Y así llegamos al jueves 17 de diciembre, donde la última intervención libertaria, democrática y saneadora de las potencias occidentales, con apoyo de las homicidas monarquías petroleras y el demencial caudillo turco Tayyip Erdogan, causó ya más de 250 mil muertes, la destrucción del 80% de toda la infraestructura del país, y el desplazamiento de un estimado de cerca de 2 millones de personas desesperadas de miedo y de miseria.
Allí, la intervención directa de Rusia, apoyada por Irán y China, en sólo 4 meses de acción militar en apoyo del gobierno legítimo, contra el formidable ejército del Estado Islámico, llevó a que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas esta semana recién pasada, aprobara finalmente por unanimidad un plan de alto al fuego, de pacificación de las fuerzas no terroristas, y comienzo de una negociación política para que el pueblo sirio, libre de presiones extranjeras, decida el futuro de su república.
El plan u “hoja de ruta” aprobado, es en esencia el mismo que el propio presidente de Siria, Basher Assad, venía proponiendo desde hace más de dos años, en que convocó a elecciones, bajo control de inspectores de las Naciones Unidas. Pero en ese momento, ni las NU ni nadie quiso escuchar la proposición: ni los rebeldes ni tampoco sus patrocinadores de Estados Unidos, Europa, Turquía, Israel o las monarquías árabes.
Fue la intervención de Rusia, el 30 de septiembre, la que llevó el conflicto a su desenlace. De hecho, en estos momentos, Washington ya aceptó que el presidente sirio Basher Assad seguirá en su cargo y participará plenamente en las negociaciones de paz, y que sólo el pueblo de Siria tiene las atribuciones para decidir sobre una gran reforma constitucional y la elección de las autoridades nacionales.
Después de su reunión en Moscú con el presidente ruso Vladimir Putin, el secretario de Estado John Kerry declaró a la prensa internacional que ni Estados Unidos ni sus aliados, incluídos Irán y Rusia, tratarán de imponer algún cambio de régimen, ninguno.
La nueva situación, que al parecer pondrá fin a esa terrible guerra civil artificialmente provocada y sostenida, fue resumida pintorescamente por la publicación hotair.com, de Estados Unidos, que dijo burlonamente, fíjese Ud.: “Obama quería que el presidente Assad fuera derrocado. Putin quería que el presidente Assad no fuera derrocado. Por lo tanto, el presidente Assad no será derrocado”.
Por cierto, no se trata de interpretar estos hechos como resultado de un forcejeo, una lucha entre Estados Unidos y la OTAN, contra Rusia y sus aliados. Lo que realmente importa es que, al menos en el frente de Europa y el Oriente Medio, se perfila ahora una posibilidad de entendimiento civilizado entre las llamadas “potencias occidentales” y Rusia.
Infortunadamente, esta apertura, este acercamiento esperanzador, se produce en momentos en que el enfrentamiento entre Estados Unidos y sus aliados, con China, está alcanzando un grado de tensión extremadamente peligroso, luego que un bombardero pesado estadounidense sobrevolara a menos de 2 kilómetros de distancia de uno de los emplazamientos de China sobre islotes que otros países intentan disputar.
La respuesta de China fue tajante. Una nueva violación de su espacio aéreo será respondida con el derribamiento del avión intruso, sea cual fue su nacionalidad.
Estados Unidos, aunque sin presentar disculpas, señaló que el vuelo de ese avión había sido accidental, sin intención de provocar mayores tensiones militares.
Sea como fuere, es bien sabido que paz y entendimiento de las potencias occidentales con Rusia, es imposible si a la vez no hay paz y entendimiento con China. La única paz posible debe necesariamente alcanzar al planeta entero.
Una noticia clave de esta semana fue el informe final de la Agencia Internacional de Energía Atómica, respecto de su investigación exhaustiva sobre las instalaciones nucleares de Irán. El informe señala que, definitivamente, no hay ninguna evidencia ningún indicio, de que Irán haya estado preparando un arsenal de armas atómicas.
Con ello quedó en evidencia que tanto Estados Unidos como Israel y la OTAN, en realidad habían estado propalando falsedades calumniosas para justificar sanciones contra Irán y su calificación de “estado terrorista”.
Una vez más desembocamos en la enormidad de las falsedades que proyectan como una baba destinada a embotar nuestra percepción de la realidad. Los hechos netos nos exhiben una realidad que es esencial, concretamente distinta de lo que nos muestran los grandes medios de difusión e información controlados por las megaempresas transnacionales.
La presión sistemática de la publicidad comercial y su aplicación a la propaganda política, llegan a instilar en la mente humana verdaderos paquetes de conceptos y nociones pre-digeridas, los que, sin darnos cuenta, pasan a funcionar como si fueran “LA VERDAD”.
¿Es la verdad lo mismo que la realidad?... El gran filósofo judío Baruch Spinoza se refirió a eso, señalando que la verdad nunca es una. Que los humanos buscamos y encontramos las verdades, muchas verdades, con las cuales intentamos aprehender la realidad. Pero, dice Spinoza, las verdades envejecen, se vuelven obsoletas y finalmente son reemplazadas por otras verdades nuevas, generadas por la ciencia, la tecnología, o el arte y las otras formas del pensamiento.
Es decir, las verdades finalmente son como anzuelos que el espíritu humano lanza a las honduras de lo desconocido, para atrapar con ellas fragmentos de la realidad desconocida.
En esa perspectiva, ¿hasta dónde podríamos confiar en aquellas supuestas verdades o noticias reales que nos ofrece una prensa comercialmente sumisa ante sus patrocinadores financieros?
Nuestros únicos referentes confiables son los hechos concretos que nadie se atreve a negar. La ciencia, los estrategas, el valor terrible del sufrimiento y la muerte, son capaces de exhibir un paisaje, una arquitectura de la realidad en que nos encontramos.
Hay que atreverse a mirar de frente ese paisaje, para descubrir dónde se puede refugiar un pedacito de esperanza en medio de la obscena barahúnda de políticos farsescos y fraudulentos.
Cumbre de París, recuperación de democracias, recuperación económica... ¿Qué se puede encontrar detrás de la farsa y el fraude?
¿Qué verdad o qué realidad encontraremos esta noche, cuando se conozcan los resultados de las elecciones en España?
Fíjese que dicen que encontraron al fin otro planeta que es parecido a nuestra Tierra, que quizás podría ser habitable para nosotros. Se encuentra a sólo 14 años-luz de distancia.
Oiga, si enviáramos una nave a la velocidad máxima que ha alcanzado la Voyager, de 61 mil kilómetros por hora, el viaje hasta ese planeta duraría más o menos 1.800 años.
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario, Ud. lo ve, hay esperanza pero está lejana y el peligro es mucho.