AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Salvar el planeta

Por Ruperto Concha / resumen.cl La colegiala sueca Greta Thurnberg, a sus 16 años, ya fue reconocida como personaje líder a nivel mundial. Fue reconocida por más de 6 millones de jóvenes, adolescentes y niños que el viernes respondieron a su enojada convocatoria a defender la vida en nuestro planeta… Y, oiga, también lo fue por los cientos de insultos, calumnias, conjeturas groseras y afirmaciones seudocientíficas lanzadas en su contra, como un huracán feo ¡y mal oliente a envidia, vergüenza y codicia desenmascarada! Desde la más petrolérica prensa trumposa, árabe saudita o putinesca, hasta la más nacionalista prensa de la ultra derecha, parecieron olvidar sus diferencias para hacer un coro, así como de barra brava, en contra de ella. La Cadena noticiosa de la Fox partió diciendo que Greta es una enferma mental. Pero, al menos, luego se disculpó, admitiendo que ella ha demostrado no sólo lucidez e inteligencia, sino, además, un admirable control de sí misma incluso en situaciones de presión psicológica tan intensa para una persona tan joven. En cambio, la publicación rusa RT, ya en su edición del 31 de julio, publicó un artículo en que dice, textualmente, que Greta Thunberg y los ecologistas son una élite que “lo odia a usted”… Y por cierto no agrega información alguna que pruebe lo que están afirmando. La misma BBC de Londres, siendo tan conservadora ella, admite que hay una muchedumbre de comentaristas, locutores y figuras políticas que la han tachado de “histérica”, “ansiosa de sexo”, “marioneta de capitalistas”, “fea”… y hasta de “nazi” por el hecho de ser rubia y saludable.   No se trata aquí de defender a Greta. De hecho, ella no parece interesada en que la defiendan. Recordemos que, respondiendo a los parlamentarios que la interrogaban en Washington, les dijo claramente que su deseo no es que se la escuche a ella, sino que se escuche a la abrumadora mayoría de los científicos que están denunciando la desintegración del medio ambiente planetario por la acción humana. De hecho, tras su intervención ante las Naciones Unidas, varios jefes políticos trataron de exhibirse junto a Greta. También nuestro Sebastián Piñera logró al fin reunirse con ella un instante en su calidad de Ciudadano del Mundo título que le confirió la asociación de empresarios llamada Atlantic Council. Luego, el viernes, en Toronto, Canadá, acudió una marea de alrededor de 500 mil jóvenes a reunirse con ella. Fue tan impresionante la respuesta a su llamado, que numerosos de los candidatos al parlamento en las próximas elecciones del 21 de octubre, se incorporaron a la manifestación. Incluso el actual primer ministro, Justin Trudeau, concurrió con su familia para mostrarle su apoyo y su compromiso a acciones concretas en favor del medio ambiente, declarando: “Concuerdo con Greta enteramente. Es necesario que hagamos más”. De hecho, Trudeau se comprometió a lograr que Canadá, antes de 2050, reduzca a cero las emisiones de anhidrido carbónico, y a iniciar de inmediato un programa de reforestación en que se plantarán 2 mil millones de árboles. En tanto, en otros lugares también se movilizaron multitudes de estudiantes, desde colegiales que a menudo iban acompañados de sus padres, hasta jóvenes finalizando su educación superior. En Italia fueron cientos de miles, mientras en Nueva Zelandia 40 mil se congregaron a protestar frente al congreso. En Suiza, miles de manifestantes se mostraron más enojados, gritando: “No nos quiten nuestro planeta, imbéciles”, y la policía intervino para mantener los grupos en movimiento por las calles. En Madrid, un número indeterminado de miles de estudiantes se lanzaron a recorrer las calles, bailando y acompañándose con tambores y otros instrumentos. Manifestaciones similares se realizaban en Andalucía y Cataluña. En Austria, se movilizaron 150 mil estudiantes, según los organizadores, aunque la policía afirmó que sólo eran unos 65 mil.   ¿Qué propuestas están haciendo los estudiantes?... ¿Por qué los negacionistas del cambio climático están enfurecidos a tal extremo? En realidad, hay dos grandes grupos que son adversos a la lucha en defensa del Medio Ambiente. Uno, es el grupo, encabezado por las grandes empresas petroleras, que ve en la defensa ambiental una amenaza a sus enormes ingresos financieros, tanto por el reemplazo del petróleo, como por la disminución del consumismo que postulan los ambientalistas. El otro grupo es el de la masa de familias de bajos ingresos que todavía creen en la teoría del chorreo. Es decir, que si los ricos ganan más, algo les caerá también a ellos. Este grupo es potencialmente el más peligroso, pues su gama de intereses no va más allá de lo inmediato, y por ello son fácilmente manipulables por los del primer grupo. Es así que son muchos los casos en que dirigentes políticos adhieren al mito de que los que defienden la ecología son gente rica que no comprende que los pobres lo que quieren es más plata. Para ambos grupos es necesaria la negación del cambio climático y el deterioro del medio ambiente. De hecho, según información revelada por The Intercept y Político, sólo en los últimos dos años las grandes petroleras han invertido más de 200 millones de dólares en financiar a personal académico y técnico que se muestre dispuesto a sembrar dudas respecto de la validez de la información sostenida por la comunidad científica sobre que el cambio climático que es de origen humano por la actividad industrial y comercial. Aunque no pueden negar la validez de las pruebas y modelos elaborados por la inmensa mayoría de los investigadores científicos, el personal contratado se atrinchera en la creación de dudas suficientes para paralizar la acción de los gobiernos: bajo la fórmula de que, en la duda, no hay que hacer nada. Al mismo tiempo elementos de la clase política, tanto de derechas como de izquierda, se sienten forzados a dar preferencia a las políticas que se traduzcan en crecimiento económico monetario. De ahí la acusación de que los defensores del Medio Ambiente son gente rica que no comprende la necesidad de ganar más dinero que tienen los pobres.   Esa ha sido la propuesta de las grandes corporaciones transnacionales, todas vinculadas a los gigantescos valores en torno del petróleo. Y en la reciente reunión de Bonn sobre acción climática, las grandes potencias petroleras, Estados Unidos, Arabia Saudita, con respaldo de Polonia, Australia, Hungría y Brasil, lograron dejar sin efecto el informe científico presentado por el Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Y además se opusieron a que el tema ambiental y climático fuera discutido en la reunión del Grupo de los 7. Por su parte Rusia, que actualmente es el mayor productor mundial de petróleo, se ha mantenido al margen de cualquiera discusión, pero sin defender a los ambientalistas. Actualmente los grupos negacionistas aparecen encabezados por Donald Trump, el primer ministro australiano Scott Morrison y el brasilero Jair Bolsonaro pero su gestión paralizadora de cualquiera acción real en defensa del medio ambiente se ha venido imponiendo durante los últimos 40 años. La primera Cumbre de la Tierra, realizada en Estocolmo en 1972, no tuvo prácticamente ningún efecto, y se dejó en reflexiones y negociaciones para la segunda Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en 1992, veinte años después. O sea, pasaron 20 años de negociaciones, promesas y estudios, sin ninguna aplicación real. Paralizada también la Cumbre de Río, transcurrieron 10 años más, hasta la cumbre de Johannesburg, en 2002, donde el fruto fue básicamente un gran paquete de discursos y tensiones sobre financiamiento. Pasaron otros 10 años, hasta la Segunda Cumbre de Río, en 2012. Y tampoco entonces se lograron proyectos reales a nivel mundial. Ahora, con el reemplazo de la economía neoliberal por una nueva economía basada en estrategia militar y sanciones, las esperanzas de una acción real son prácticamente nulas, dado a que la economía actual está en su mayor parte sometida a los dictados estratégicos que emite Estados Unidos. Es decir, los estudiantes y sus aliados adultos tienen sobradas razones para ejercer el máximo de presión posible para que de una vez por todas la clase política se decida a actuar. ¿Y cuál es la urgencia?...   Habría que se ciego para no verla. En Chile, la sequía ya pasó a ser un tema endémico. El régimen de lluvias no muestra indicios de revertir a la antigua normalidad, y el cambio en el sistema de circulación climática planetaria apunta a que todo el norte del país presentará un proceso de desertificación. ¿Pueden negar eso los negacionistas?... En realidad el recalentamiento de la atmósfera no sólo continúa. Hay señales claras de que se acelerará, y que las medidas posibles por ahora no bastan para evitar que la temperatura planetaria hacia 2030 aumente no sólo los 2 y medio grados que ya serían gravísimos. Ahora se teme lo peor: que alcance a 4 grados o más. De producirse eso, los efectos serían pavorosos. Ya están claras las condiciones en que se encontrará el planeta en un futuro muy próximo si se mantienen las condiciones actuales. La destrucción de los bosques, unida a la acidificación de los mares, se traducirá inevitablemente en pérdida de la capacidad ambiental de liberar oxígeno y absorber anhídrido carbónico en forma natural. Las llamadas “zonas muertas” de los océanos ya se han duplicado en menos de cinco años. El ciclo de los vientos que distribuyen las lluvias en el planeta ya se ha alterado produciendo una combinación desastrosa de sequías en ciertas zonas y de inundaciones en otras. En fin, ya todas las personas bien informadas saben lo que ya comenzó a suceder. Pero lo que los políticos cobardemente han eludido reconocer es que el índice actual de natalidad, a nivel mundial, es lo que ya hace imposible disminuir la actividad polucionadora. En estos momentos, en la Tierra hay alrededor de 3500 millones de personas que aspiran a elevar su nivel de vida según los parámetros occidentales. Tienen derecho a desear eso, ciertamente, pero ello traería consigo aumentar en más de un 40% el consumo actual de energía y de recursos naturales. Es decir, el proceso de cambio climático se precipitaría a velocidad inimaginable. Se prevé que el número de consumidores, con el ritmo de natalidad actual, en pocas décadas puede llegar a 10 mil millones de habitantes. Es por ello que los ambientalistas ya han asumido la realidad de que la lucha en defensa del medio ambiente terrestre exige inevitablemente frenar la explosión demográfica, buscando un régimen de planificación familiar que no supere una media estadística de 2 hijos por mujer. Con ello, la población del planeta comenzaría a disminuir.   Es así que se plantea defender el medio ambiente planetario disminuyendo drásticamente el consumo de bienes y servicios que actualmente se consideran necesarios para un buen nivel de vida, o sea, hay que aprender a vivir en cierto grado de pobreza… O, al revés, mejorar la capacidad de compra de la gente, hacer que todos puedan tener la calidad de vida deseada. Bueno, la primera opción permite que la población humana siga aumentando como hoy. La segunda exige que la planificación familiar estabilice el consumo de bienes y de energía en un nivel sustentable para el planeta.   Hoy en Estados Unidos, los candidatos progresistas del Partido Demócrata están proponiendo la alternativa de reducir la natalidad mediante planificación familiar financiada por el Estado. Hasta la próxima, amigos. Cuídense. Hay peligro. Por eso los estudiantes están tan enojados.   *Imagen: Marcha por el clima en Santiago | Resumen.cl
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