Ruperto Concha / resumen.cl
Se dice que la inteligencia, para desarrollarse, necesita nutrirse de información. Si uno sabe muy poco sobre algo, es demasiado difícil que pueda tomar decisiones inteligentes sobre eso.
De hecho, uno de los efectos más lamentables de la deficiente educación en Chile y la mayor parte de las naciones latinoamericanas, es que los colegiales a menudo llegan al término de su educación media sin ser capaces de comprender cabalmente un texto escrito.
Por cierto eso no se debe a que los chicos sean poco inteligentes, no, sino a que durante doce años de colegio no se les dio instrucción suficiente para que pudieran aplicar su inteligencia natural.
O sea, por más inteligentes que ellos sean, terminan actuando como tontos.
Pues bien, hay muchos que prefieren que la gente actúe como tonta. Que crean que es cierto eso de que “Coca Cola es la chispa de la vida” o que la mayoría de los chilenos tenemos más de 40 mil dólares para invertir en negocios.
Bueno, hay otras formas de publicidad o propaganda que son más sutiles y apuntan a que la gente compre, absorba conceptos hábilmente empaquetados, y crea que en esos paquetes conceptuales está contenida toda la verdad y que pueden enseñarnos a actuar de manera conveniente.
Conveniente no para uno, sino para los que pagan por esa propaganda.
En mi Crónica del domingo 2 de junio intenté dar claridad para entender los trágicos hechos del 4 de junio de 1989, en la Plaza de Tiananmen, de Beijing, China, cuando fuerzas militares desalojaron, a sangre y fuego, a una multitud que intentaba derrocar al gobierno.
Sin embargo, algunos auditores entendieron que yo intentaba justificar el uso de la fuerza letal para resolver una confrontación política.
No es así. En realidad, estas crónicas son básicamente una invitación a pensar. Y en ellas se entrega información neta y concreta, siguiendo el lema de Radio Biobío que dice: “Aquel que no es informado no puede tener opinión. Aquel que no tiene opinión no puede tomar decisiones. Y quien no puede tomar decisiones… ¡no es un hombre libre!”
Bueno, este domingo 9 de junio quiero entregar información neta y concreta sobre la tremendamente publicitada, celebrada y adornada operación militar llamada “El Día D”, con el desembarco aliado en Normandía, que muestran como una acción victoriosa que acabó con la pesadilla de Adolfo Hitler y sus nazis, y llevó a su fin la Segunda Guerra Mundial.
Todos sabemos que, el 6 de junio de 1944, una flota anglo-estadounidense cruzó el Canal de la Mancha y desembarcó en Normandía, Francia, con una fuerza de 156 mil soldados.
Y con ellos los aliados al fin lograron sus primeras victorias sobre los alemanes en territorio de Europa occidental.
Pero lo que no se nos está diciendo es que ya, casi dos años antes, Alemania había sido derrotada en Europa oriental, por el ejército soviético, en dos batallas titánicas. Primero en Stalingrado, donde confluyen los legendarios ríos rusos, el Don y el Volga, que desembocan en el mar Caspio.
Y luego en la ciudad de Kursk, en la frontera con Ucrania.
Repito: en Normandía los aliados desembarcaron 156 mil hombres. Pues bien, en Stalingrado, un millón de soldados soviéticos se enfrentaron a un millón y medio de soldados alemanes, entre el 23 de agosto de 1942 y el 2 de febrero de 1943.
Fue una lucha tan encarnizada, que en ella, en esos cinco meses, perecieron dos millones de personas. Stalingrado era una ciudad pequeña, con unos 200 mil habitantes. Pues bien, al término de la batalla, sólo quedaban 10 mil. De ellos, 994 eran niños. Y de esos niños, únicamente 9 todavía tenían a su madre o su padre. Todos los demás había quedado huérfanos.
Tras haber sido derrotados en Stalingrado, las fuerzas nazis se replegaron hacia Ucrania, tratando de hacerse fuertes en la ciudad de Kursk, con miras a controlar los campos petroleros de la región.
La fuerza alemana contaba todavía con 6.300 tanques y más de 4 mil aviones, y sus tropas sumaban 778 mil hombres. El ejército soviético los atacó con un millón y medio de soldados, 1.600 aviones y algo más de mil tanques.
La batalla se prolongó desde el 12 de julio hasta el 23 de agosto de 1943, culminando con la aniquilación de las fuerzas alemanas en el frente oriental.
Y, en Stalingrado y Kursk, Alemania sufrió la destrucción de 2 tercios de todo su potencial militar. Es decir, quedó herida de muerte.
Bueno, el 28 de noviembre del mismo año, menos de 3 meses después de la victoria soviética en Kursk, los jefes máximos de los aliados, Franklin Roosevelt, José Stalin y Winston Churchill se reunieron en Teherán, Irán, durante 3 días para fijar la estrategia final.
Stalin propuso ahí que los aliados occidentales iniciaran una ofensiva en Occidente, desembarcando en Normandía, por ejemplo, Francia. El británico Churchill prefería reforzar el dominio naval sobre el Mediterráneo, y el estadounidense Roosevelt propuso la combinación de ambas propuestas, lanzando un ataque sobre Italia, desde el norte de África, con una fuerza de 620 mil hombres apoyados por más de 3 mil aviones, al mando, primero, del general estadounidense George Patton, y luego del general, también estadounidense, Dwight Eisenhower.
Ya en esos momentos las fuerzas alemanas en Italia se habían reducido a poco más de 300 mil hombres, apoyados por menos de mil aviones.
En mayo de 1943 el gobierno fascista de Italia se había derrumbado, Mussolini se replegaba hacia el norte, donde mantuvo una patética resistencia hasta que finalmente fue capturado y asesinado por guerrilleros comunistas.
Ya estaba perfectamente claro que Alemania se encontraba casi indefensa.
Y el tan esplendoroso Día D, en realidad, fue poco más que la estocada del torero sobre un toro que está agonizante. Esos 156 mil hombres eran, siendo pocos, suficientes para liquidar lo que quedaba del ejército nazi.
De ahí que, con razones tremendamente sólidas, los rusos consideran que fue Rusia la que en realidad produjo la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
¿Y qué ocurrió tras la victoria aliada?... Lo que estamos viendo ahora en el mundo, ¿es el fruto anhelado que la victoria pondría a nuestro alcance?
Como hemos analizado en crónicas anteriores, tras la Segunda Guerra Mundial se generó un poderoso proceso de reconstrucción a nivel mundial, articulado en el hecho de que Estados Unidos había sido el único país donde la guerra no sembró destrucción.
Y la economía estadounidense, conducida en términos de ese socialismo democrático que era el New Deal de Roosevelt se convirtió de hecho en el motor económico global.
Hasta que, gradualmente, la concentración de la riqueza en pocas empresas desmesuradamente ricas, comenzó a traducirse en que el poder financiero comenzara a fagocitar, a comerse el poder político.
Insensiblemente, casi insidiosamente, las grandes empresas, manejando cifras enormes de dinero, fueron logrando neutralizar el sentido del New Deal social-demócrata, que era esencialmente liberal, hasta generar lo que se llamó el “Neoliberalismo”.
Una doctrina que abiertamente, explícitamente, planteó, fíjese Ud., que la codicia es una virtud moral.
Bueno, en torno de esa nueva moral construida sobre la codicia, irremediablemente, fatalmente, se fue agregando una especie de intoxicación generalizada, adictiva, que en gran medida está desplazando a los demás valores morales.
En Chile, a los primeros líderes financieros neoliberales se les llamó “los pirañas”. Eran personajes simpáticos, elegantes, enérgicos, y muy conscientes de que el dinero, fundamentalmente, sirve para comprar poder.
En los últimos años de la dictadura de Pinochet, se produjo un diálogo que quedó consagrado en la simbología neoliberal. Se cuenta que, al discutirse las presiones para privatizar el agua, el cobre y otros de los bienes consagrados como propiedad de la Nación, Pinochet habría replicado con enojo, diciendo: “¡No, señores, Y recuerde que nosotros tenemos el sartén por el mango!”
Y a ello uno de los líderes neoliberales o pirañas, le replicó diciéndole: “Oiga mi general, no sea cosa de que se quede con el puro mango nomás”.
Eso de “Pirañas” fue descriptivo de muchos de los efectos de la doctrina neoliberal en todo el mundo, pues se tradujo en la devoración de los recursos naturales, de los procedimientos políticos y de los valores éticos, con la sola perspectiva de obtener máximo lucro a corto plazo.
Ayer sábado, el diario Washington Post impactó con la noticia exclusiva de que el equipo de gobierno de Donald Trump había prohibido entregarle al congreso un informe elaborado por los servicios de inteligencia del Departamento de Estado, respecto de la situación real por el Cambio Climático.
El informe, de 12 páginas, señala que el deterioro ambiental relacionado con el cambio climático es muchísimo más grave de lo que se suponía y presenta un peligro extremo para todas las estructuras ecológicas, económicas, políticas y militares, en todo el planeta.
El director ejecutivo del Consejo de Riesgos Estratégicos, de Washington, Francesco Femia, denunció que la Casa Blanca, al ocultar ese informe, “está traicionando su deber esencial que es informar al público sobre las graves amenazas que estamos enfrentando. Suprimir esa información sobre el peligro es dejar a la gente en situación de ignorancia, vulnerabilidad e impotencia.”
Paralelamente, en el seno mismo de las grandes sociedades anónimas hay en estos momentos alarma por las caóticas intervenciones del gobierno de Donald Trump en las relaciones económicas de Estados Unidos con el resto del mundo, y se está haciendo sentir cada vez más la impresión de que, en un plazo de menos de un año, Estados Unidos puede encontrarse nuevamente en recesión.
Por otra parte, las últimas intervenciones de Trump en asuntos de otros gobiernos está provocando efectos muy fuertes unidos a una sensación de ridículo humillante para Estados Unidos.
De hecho, en toda Europa provocó indignación popular el llamado de Trump a que el Partido Conservador británico elija a Boris Johnson, un furioso separatista anti Unión Europea, y que no le paguen a la Unión Europea la deuda de 50 mil millones de dólares que Gran Bretaña ha recibido en ayudas financieras y que tendría que devolver al salirse de la Unión.
En tanto, el mismo Boris Johnson se encuentra con que puede ser llevado a juicio por haber engañado a la gente al afirmar, siendo Ministro de Relaciones, que el salirse de la Unión Europea le proporcionaría a Gran Bretaña un beneficio semanal de 350 millones de dólares.
La promesa de Johnson tiene características de engaño fraudulento a la nación y, de ser hallado culpable, puede ir a prisión y en todo caso será inhabilitado para ocupar cargos políticos.
Otras situaciones humillantes y ridículas de los últimos días incluyen la afirmación de Trump de que el presidente ruso Wladímir Putin le habría asegurado a él que está retirando al personal ruso que envió a Venezuela. Sobre eso Putin comentó: “Hace bastante tiempo que no hablo con Trump. Creo que está equivocado, quizás se lo imaginó.”
Y, en relación con la guerra de Trump contra la tecnología 5G de Huawei, ayer sábado la agencia informativa Reuters informó que el costo de bloquear a esa empresa como pretende Washington sería para Europa superior 62 mil millones de dólares.
Y en cuanto a sus relaciones con América Latina, en una sola semana Estados Unidos ha quedado tres veces seguidas en situación ridícula. La primera, su amenaza de imponer sanciones comerciales contra México.
No sólo postergó sus amenazas en forma indefinida. Además, la segunda situación, anunció, sin fundamento alguno, que ahora México aumentaría sus compras de productos agrícolas estadounidenses, en muchos miles de millones de dólares. Bueno, esa afirmación fue desmentida por el presidente mexicano, Manuel López Obrador, el cual, en cambio, según las encuestas, aumentó instantáneamente su popularidad superando el 72%, según los últimos sondeos.
Y, en relación a Venezuela, el ministro de exteriores Mike Pompeo, admitió formalmente ante la prensa que no hay, al menos por ahora, ninguna posibilidad de decir cuándo se conseguiría al fin que caiga el gobierno del presidente Nicolás Maduro.
Fuera de esto, Pompeo señaló que la oposición venezolana es algo así como una bolsa de grillos, cargada de ambiciones y rencillas intestinas, y acusó al supuesto líder de la oposición, Leopoldo López, de haber provocado por su cuenta el penoso intento de golpe de estado del 30 de abril.
En fin, así están las cosas tras el supuestamente glorioso aniversario del Día D, y el Desembarco de Normandía.
Y lo que sigue estando claro es que la desinformación y el manejo propagandístico de las noticias, es algo muy, muy malo para la inteligencia.
Algo que deja a muchos actuando en forma tonta. Y, como decía un muy querido amigo mío, los tontos son más peligrosos que los malvados, porque uno nunca sabe lo que un tonto puede estar pensando.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay peligro.