AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Trump y el futuro

Por Ruperto Concha / resumen.cl Opción 1 : archive.org Opción 2: Spotify https://open.spotify.com/episode/0EGv90fIvUcpKv8w9M8xrU   El 25 de julio, Donald Trump y su colega ucraniano Volodimir Zelensky tenían que hablar de varias cosas. Algunas muy delicadas. Y sepa uno por qué a Trump se le antojó llamarlo por teléfono, fíjese. ¡Por teléfono!... como si no supiera que todas las conversaciones telefónicas pueden ser interceptadas y grabadas. Y, claro, un ex agente del FBI, recontratado secretamente y enchufado en el entorno presidencial, grabó la conversación de ambos presidentes y de inmediato traspasó la grabación a sus espías jefes, los que a su vez se la enviaron a los operadores del Comité Central del Partido Demócrata. Estos copiaron el texto de lo que ambos presidentes se dijeron, y ese resumen lo hicieron llegar al presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, Adam Schiff. Y éste, a su vez hizo una especie de resumen interpretativo de cómo él entendía aquella conversación. Aquella grabación podría ser demoledora para las esperanzas de Trump de ser reelegido en las elecciones de 2020. En sólo 13 meses más.   Pero al parecer el parlamentario Adam  Schiff se dejó llevar por el entusiasmo, y presentó el caso eliminando algunas cosas y agregando otras, de su capote, hasta hacer aparcer como si Trump le hubiera pedido por favor a Zelensky que investigara las acciones realizadas en Ucrania por el actual candidato demócrata Joseph Biden, que fue vicepresidente del gobierno de Barak Obama, y de su hijo Hunter Biden, un abogado que cambió su profesión por el más lucrativo oficio de hacer lobby entre políticos y millonarios. En 2014, tras el derrocamiento del presidente de Ucrania Mikhail Yanukovich, el gobierno de Barack Obama envió todo un equipo de funcionarios y políticos para organizar el nuevo gobierno. Entre ellos se contaba el vicepresidente Joseph Biden y su hijo Hunter Biden, al que de inediato contrataron como miembro del directorio de la gran empresa Burisma, que tiene el monopolio del petróleo y el gas ucraniano. Se le asignó un sueldo de 50 mil dólares mensuales, además de sus gastos de representación. En realidad, Hunter Biden no realizó ningún trabajo profesional para la empresa Burisma, pero llegó a recaudar 850 mil dólares, al parecer, sólo por ser hijo del Vicepresidente de Estados Unidos. Posteriormente, en 2016, el Fiscal General del gobierno ucraniano Viktor Schokin, inició una investigación sobre presunta corrupción financiera en esa empresa… Pero, por gestión del vicepresidente de Estados Unidos Joseph Biden, se le acusó de obstaculizar las acciones anticorrupción del gobierno, y lo destituyeron en el acto. Pero, oiga, pocos meses después y sin publicidad alguna, así en secretito, el gobierno retiró los cargos contra Schokin. Según la versión de Donld Trump y su ya famoso Pompeo, la injusta destitución del fiscal la impuso Joseph Biden para evitar que la investigación alcanzara a su hijo Hunter. Según información publicada por el New York Times, Joseph Biden había amenazado al gobierno ucraniano con retener la ayuda de mil millones de dólares, aprobada por Estados Unidos, hasta que el fiscal Shokin fuera destituido.   La versión que entregó el diputado Schiff fue realmente tendenciosa, e incluso puso en boca del presidente Trump palabras que él jamás pronunció. Trump se enfureció, metió la pata varias veces y hasta llegó a mencionar que, si los demócratas lograban destituirlo, podría desatarse una ola de violencia en Estados Unidos. Y fue así que comenzó a tramitarse en la Cámara de Representantes una investigación sobre si Donald Trump había hecho uso abusivo de su poder y había intentado que un gobierno extranjero realizara acciones para alterar las elecciones en Estados Unidos. Si se probara esa acción de Trump, la Cámara Baja, por simple mayoría, podría aprobar la destitución del presidente. El fallo de la Cámara pasaría entonces al Senado, donde la destitución sería ratificada si alcanza una mayoría de dos tercios. O sea, 67 de los 100 senadores. Objetivamente es extremadamente difícil que la mitad de todos los senadores republicanos decida unirse al voto de los demócratas. Es decir, la jugada de enjuiciar e intentar la destitución de Donald Trump prácticamente no tiene posibilidades de éxito, y eso lo saben los políticos demócratas. ¿Cuál es entonces el sentido de este “impeachment”, que es la gran, la enorme, la terrorífica noticia que acapara las primeras planas de esta semana?   El desatino irreflexivo con que suele actuar el presidente Trump lo coloca en situaciones muy desfavorables. Y eso es precisamente lo que quieren los demócratas. De hecho, la conversación que tuvo con Zelensky fue en sí misma una estupidez táctica. Pero no fue ni ilegal ni fue abusiva. De hecho, desde 1998 está vigente un tratado entre Washington y Kiev de colaboración y consulta en asuntos judiciales y policiales. Ese tratado fue confirmado por el Congreso de Estados Unidos en 2000, y se especificó que permite que el Ejecutivo obtenga de otros gobiernos información y evidencias que puedan presentarse en los tribunales de justicia estadounidenses. Pero, por muy legal que haya sido, la conversación de Trump con Zelensky fue una torpeza muy grave y aparece ante la opinión pública como una maniobra sucia para perjudicar al candidato demócrata Joseph Biden. Es decir, Biden queda como víctima inocente de la perfidia de Donald Trump. ¿Es entonces Joseph Biden el ganador en esta farándula político-judicial? Los más expertos analistas y planificadores de propaganda política no están de acuerdo. Para unos, el fracaso en el intento de destituir al presidente Trump es, ante todo, un fracaso. Tiene olor a fracaso, y produce desaliento porque es un fracaso. Es decir, el Partido Demócrata aparecerá debilitado ante sus propias bases. Tras fracasar en el “impeachment”, Joseph Biden podrá ser visto con compasión, pero no con entusiasmo. Y ciertamente en el debate que se perfila, van a salir a luz nuevos detalles sobre los negocios que Hunter Biden realizó al amparo de su papacito vicepresidente, en varios otros países y muy especialmente en China. Y, por el contrario, en cuanto a la mala fama de Trump… ¡Todos la han venido viendo diariamente en los últimos tres años!... En ese sentido Trump no tiene nada que perder.   Pero si Biden resulta debilitado, ¿es el Partido Demócrata el que pierde?... Es en ese punto donde comienza a perfilarse la tragedia de un partido político que en el pasado fue audaz y muy comprometido socialmente, pero que ahora aparece dividido entre un bando progresista que no teme a la intervención socialista del Estado, frente a otro bando que, en términos reales, no se ve muy distinto de sus derechistas adversarios republicanos. A lo largo de este año, las encuestas han mostrado que entre los demócratas el apoyo inicial que favorecía a Joseph Biden, vinculado al gobierno de Barack Obama, se ha ido debilitando mientras que, en cambio, el apoyo a las candidaturas progresistas o izquierdistas, encabezadas por Bernie Sanders y Elizabeth Warren, sigue creciendo. De hecho, ya, en varios estados, Elizabeth Warren ha logrado superar a Biden en intención de voto. Hasta pocas semanas atrás las encuestas daban a Biden un 27% de apoyo popular, frente a un 18 de apoyo a Bernie Sanders y un 15 a Elizabeth Warren. Ahora las cifras muestran a Biden y Warren empatados con una leve ventaja sobre Bernie Sanders. Y es importante recordar que ya desde antes los pre-candidatos Sanders y Warren fueron enérgicos opositores a la primera propuesta, encabezada por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, para un impeachment contra Trump por la acusación de contubernio con Rusia, que finalmente quedó en nada. ¿Se atreverá el Comité Central del Partido Republicano, a respaldar al sector más progresista? O, por el contrario, ¿le tocará a Joseph Biden asumir el mismo papel que tuvo Hillary Clinton para enfrentar a Trump en 2016?   En tanto, la prensa internacional, por una vez, parece más interesada en otros asuntos más allá de la lucha por el poder en los Estados Unidos. En el Oriente Medio, el rol de Estados Unidos aparece patéticamnte debilitado en los cuatro frentes más álgidos. En Siria, sus aliados kurdos aparecen cada vez más debilitados y dispuestos a capitular una rendición negociada con el gobierno del presidente Assad, mientras Washington no logra hacer efectiva la ayuda militar comprometida. En Afganistán, tras el fracaso de las negociaciones de paz con Donald Trump, los talibanes aparecen buscando la mediación de Rusia para un acuerdo de paz. En Irak, las protestas de las mayorías shiítas siguen aumentando en intensidad, exigiendo, además de cambios políticos, la retirada de las tropas estadounidenses que son consideradas como invasoras. En Yemen, las fuerzas rebeldes de los Huthíes, respaldadas por Irán, han lanzado sucesivas incursiones victoriosas sobre los ejércitos de Arabia Saudita, capturando más de dos mil prisioneros y dejando en el campo centenares de muertos sauditas… En Filipinas, el presidente Duterte confirmó su alianza militar y tecnológica con Rusia, alejándose dramáticamente de su asociación con Estados Unidos. En Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohammed bin Salmán, causó estupor mundial al declarar que rechaza la posibilidad de ir a la guerra contra Irán, a la vez que advertía que una guerra contra Irán tendría un efecto de colapso total de la economía en todo el planeta... Estados Unidos, ya lo vemos, al margen de su crisis política interna se encuentra con que el déficit comercial, lejos de disminuir, ha aumentado a 56 mil millones de dólares en el mes de septiembre. Y al fin el presidente Trump admite que es necesario llegar a un acuerdo con China para acabar con la guerra comercial. Más aún, Trump admitió estar dispuesto a reanudar negociaciones con Irán, incluyendo la redacción de un nuevo tratado internacional que pondría fin a las sanciones...   Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro. Pero al menos están pasando cosas. Se advierten cambios, hay evolución.
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