Por Ruperto Concha / resumen.cl
Entre el miércoles 23 y el viernes 25, un estruendo de noticias, publi-noticias, falsi-noticias y propaganda neta, nos tuvo a los latinoamericanos y a alguna otra gente convencidos de que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, estaba siendo derrocado y que un casi desconocido diputado, llamado Juan Guaidó, había asumido el poder bajo el título de “Presidente Interino” del país, proclamado por el secretario Almagro de la OEA, con apoyo total del gobierno de Estados Unidos, y por último, declamado teatralmente, también por el propio Guaidó.
Pero ya al anochecer del viernes estaba claro que el presidente Nicolás Maduro seguía firme en su cargo, aunque bastante afectado por los remezones y un ensayo de movilizaciones callejeras violentas de la oposición que habían dejado un saldo de 20 muertos y unos 300 detenidos (oiga, casi tantos como los detenidos en Francia en los mismos días, durante las protestas contra el gobierno de Macrón).
Hasta las primeras horas de este domingo, el clima de Golpe de Estado se había disipado ya, dejando lugar a una serie de situaciones sin precedente, rayanas en el absurdo y el ridículo, pero que de una u otra forma tendrán que resolverse.
La verdad es que la arremetida de Estados Unidos y sus obedientes sacristanes latinoamericanos quedó paralizada casi por completo en el país, dejando en evidencia la triste realidad de que no tenían un Plan B para el caso de que el gobierno bolivariano de Venezuela pudiera resistir.
Pero… ¿Es realmente sólo eso lo que ocurrió esta semana en los sacudones venezolanos?... Las noticias especializadas y los mapas del mundo están mostrando que hay otras cosas más allá del supuestamente “sublime anhelo” de Washington por llevar democracia, justicia y prosperidad a todos los rincones de nuestro planeta. Vamos viendo.
El viernes a mediodía, mi colega y analista internacional Francisco Coloane, me mencionó un detalle significativo. Que precisamente el miércoles 23 el presidente ruso Wladímir Putin conversaba privadamente con el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, supuestamente sobre la franja de seguridad en la frontera norte de Siria.
Sin embargo, al término de varias horas ambos presidentes se limitaron a afirmar que no habían llegado a nuevos acuerdos pero tampoco había desacuerdos. Bueno, muy razonablemente, Francisco Coloane me señaló: “¿De qué estaban hablando en realidad esos dos mandatarios que disponen de eficaces y potentes sistemas de inteligencia?”
La diferencia de horarios entre Rusia y Venezuela es de aproximadamente 8 horas. ¿Sabían de antemano esos presidentes, y también sus aliados, China, Irán y los demás países del Grupo de Shanghai, lo que en 8 horas más iba a ocurrir en Caracas?
Al parecer, no sólo sabían eso. Sabían también que entre los protagonistas de la intentona golpista había desacuerdos graves. Y que ya el día anterior el propio Juan Guaidó estaba aterrorizado al extremo de solicitar una reunión secreta con el presidente de la Asamblea Constituyente de Venezuela, Diosdado Cabello, para buscar alguna salida distinta.
A la reunión, a las 10 de la noche en el Hotel Lido, de Caracas, acudieron Diosdado Cabello y el ministro de Abastecimiento Freddy Bernal. El diputado Juan Guaidó llegó minutos más tarde, muy nervioso, vestido, a pesar del calor, con una casaca con capucha, para ocultar su rostro. Una vez adentro, según Cabello y Bernal, Guaidó dijo que se sentía al borde de su resistencia, que “no hallaba qué hacer y que ya no aguantaba la presión de los gringos, y que ya no aguantaba la presión de Leopoldo López”.
Cabello y Bernal, desconfiados, iban provistos de cámaras ocultas, con las que grabaron aquella conversación, en audio y en video. Señalaron que Guaidó se había comprometido a parar las acciones preparadas que lo presentarían como “Presidente Interino” de la nación.
Bueno, por cierto, al día siguiente Guaidó no pudo o no quiso parar nada, aunque él mismo no se autoproclamó “Presidente Interino”. Esa proclama la hizo el inefable secretario de la OEA, Luis Almagro.
Después de ello, y quizás gracias a alguna ayudita química, Guaidó logró adoptar los gestos y la elocuencia de un prócer, confirmando que ahora sería el jefe del gobierno de Venezuela hasta la realización de nuevas elecciones presidenciales bajo control de agentes de Estados Unidos y de las organizaciones de oposición.
Y, por supuesto, negó haber solicitado la reunión de la noche anterior o haber tenido alguna conversación con Diosdado Cabello.
Ante eso, el Ministro de Comunicación y Cultura del Gobierno, Jorge Rodríguez, exhibió el video de la llegada de Guaidó al hotel, señalando que también está filmada toda la conversación con grabación de cada una de las palabras del diputado Guaidó.
Bueno, ante ello, hasta ahora, Guaidó no ha insistido en negar aquella reunión. Simplemente optó por cambiar de tema.
Tras el anuncio de Luis Almagro, vino el estruendoso reconocimiento de Donald Trump de Juan Guaidó como único jefe legítimo de gobierno de Venezuela, seguido del anuncio de que el gobierno de Estados Unidos ya no aceptaba que el Presidente Maduro tuviera ni la menor autoridad en su país.
Es decir, con la más estupenda sanfazón, Trump se había auto conferido de la portentosa facultad de derrocar a un gobernante legítimo de un país soberano, por el simple procedimiento de “No reconocerlo”, con eso basta, fíjese Ud. O sea, supuestamente bastaría un decreto de Donald Trump para derrocar no sólo al Presidente Maduro sino a cualquiera otro. ¡Qué raro que no haya intentado emitir decretos para derrocar a Wladímir Putin o a Xi Jin Ping!
Como sea, el Presidente Maduro replicó cortando sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos y dando un plazo que vence ahora, en la mañana de domingo, para que Trump retire su embajada y sus consulados de toda Venezuela.
Por su parte, el ministro de Exteriores de Trump, Mike Pompeo, replicó que el presidente Maduro ya no es presidente, y por lo tanto no tiene autoridad para romper relaciones con Estados Unidos.
Ante ello, el presidente de la omisión Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, replicó: nosotros no vamos a atacar militarmente la embajada de Washington. No. Pero sí vamos a presionarlos para que se vayan decentemente. Tendrán que quedarse encerraditos. Y quizás de repente pueda cortárseles la electricidad, o el agua, en fin, y las vituallas que les manden de Estados Unidos, tendrán que pedirnos a nosotros, con mucha cortesía, que las dejemos pasar.
Bueno, mayores detalles sobre la situación en Venezuela los pondré en un dossier extenso que incluirá los detalles de la gestión de esta aventura en el seno del Partido Republicano, y su desarrollo en el contexto regional latinoamericano y en Europa.
En las últimas horas, de hecho, el gobierno de Washington desestimó, al menos por ahora, la posibilidad de una intervención militar contra Venezuela. Asimismo, aceptó dialogar con el gobierno de Nicolás Maduro los términos de cierre de la embajada en un plazo de 30 días.
Sin embargo, el gobierno de Donald Trump anunció que empleará todos sus recursos internacionales administrativos para bloquear hasta el último centavo cualquier financiamiento al gobierno de Venezuela que no sea el que supuestamente debería encabezar Juan Guaidó.
De hecho, anunció que actuarán sobre todos los recursos de Venezuela en el exterior, incluso sus exportaciones y sus depósitos en oro en el extranjero, a fin de que todo ese financiamiento sea puesto a disposición del gobierno de Juan Guaidó.
De hecho, ya el Banco de Londres anunció que no le devolverá al gobierno de Nicolás Maduro los depósitos de oro que guarda en sus bóvedas, cuyo valor asciende a 1.200 millones de dólares.
En fin hasta ahí todo el panorama se ve oscuro para el gobierno bolivariano de Venezuela. Pero hay que ver ahora la contraparte.
De partida, el gobierno de China reiteró instantáneamente su apoyo completo al régimen legítimamente establecido en Venezuela, cuyos episodios han seguido estrictamente todas las disposiciones establecidas en la Constitución del país.
Luego, en una segunda declaración, China confirmó la mantención de todos los acuerdos comerciales con Venezuela, incluyendo la compra de hasta un millón de barriles de petróleo por día. Es decir, un ingreso medio diario de 50 millones de dólares sólo por las exportaciones de petróleo.
Igualmente, China confirmó el progreso y buen desempeño de las inversiones chinas, por más de 60 mil millones de dólares, en rubros de petroquímica, agroindustrias y minería, así como la asociación para explorar y explotar yacimientos petrolíferos en la cuenca del Orinoco y en el fondo marino del Atlántico venezolano.
Simultáneamente, Turquía se apresuró en enviar su más enérgico apoyo al gobierno de Nicolás Maduro, al que calificó como Gobierno Hermano que enfrenta al imperialismo.
El apoyo de Turquía tiene especial importancia dado a que en estos momentos la totalidad del oro de los yacimientos venezolanos se envía a refinación y fundición en lingotes y cospeles, depositados en las arcas del Banco Central de Turquía.
También Rusia reiteró su apoyo irrestricto al gobierno de Maduro, así como la mantención vigorosa de las actuales inversiones mixtas ruso venezolanas en usinas industriales que van desde el rubro de maquinaria agrícola hasta el rubro de armamento.
De hecho, tanto las inversiones rusas como las de China no han tenido carácter de préstamos, sino de operaciones de asociación, en que las inversiones iniciales se pagarán con el producto de las nuevas empresas.
Como hemos analizado en crónicas anteriores, en estos momentos hay inversiones que ya datan de más de dos años, o sea, que están entrando ya a producción. Es decir, está claro que en un plazo muy corto la economía venezolana comenzará su recuperación a pesar de las sanciones impuestas por Estados Unidos.
De ahí la urgencia súbita de los grupos políticos más recalcitrantes en el seno del Partido Republicano, encabezados por el senador Marco Rubio, para lanzar un intento decisivo de derrocamiento del régimen bolivariano que aparece en vías de resurgir con más fuerza y más prosperidad que antes, o sea, que está a punto de volverse indestructible.
El intento de derrocamiento del gobierno de Venezuela coincidió con el Foro Económico de Davos, que este año se caracterizó por el sombrío panorama y por el pesimismo de los empresarios, políticos y economistas. De hecho, estuvieron ausentes no sólo Donald Trump, sino también los ministros o jefes de gobierno de muchos países decisivos, incluyendo Francia y Gran Bretaña.
Las cifras manejadas en el foro van desde las tristes proyecciones económicas de Estados Unidos, que no logrará un crecimiento más allá del 2% en el mejor de los casos, mientras que su déficit comercial se prevé que seguirá aumentando, hasta, también, la disminución del crecimiento económico de China, que, fíjese Ud. fue de solamente el 6,5% en 2018.
La “Guerra comercial” iniciada por Trump contra China no da señales sólidas de parar mediante algún acuerdo, mientras que los productos chinos de alta tecnología, como, por ejemplo, los celulares y los sistemas de comunicación 5-G de Huawei, están imponiéndose en todo el mundo, pese a las prohibiciones y sanciones de Estados Unidos.
Y junto a ello está la evidencia de que el deterioro ambiental y el cambio climático, a nivel planetario incluirán un tremendo costo que no se sabe cómo podrá ser financiado.
En fin, cuando hablamos de “Mirar el Mapa”, vemos, ante todo, la situación angustiosa en que se encuentra Europa, imposibilitada por su alianza con Estados Unidos, de integrarse al inmenso proceso de prosperidad del mundo Euroasiático.
Por el contrario, las imposiciones de Estados Unidos están llevando a que los países europeos se encuentren en la imposibilidad de entrar y asociarse con las pujantes economías que van desde China y Rusia hasta la India, Sudáfrica y la mayoría de los llamados “pequeños tigres” como Singapur, Malasia e Indonesia.
Mientras tanto, aliados importantes de Estados Unidos, como Corea del Sur, se están rebelando en forma cada vez más fuerte contra las imposiciones de Estados Unidos a que hagan aportes de sus propios presupuestos para financiar las bases militares estadounidenses en sus territorios.
También Filipinas anunció esta semana su propósito de revisar los términos de su Tratado de Mutua Defensa con Estados Unidos, y está cobrando gran notoriedad el recuento de antiguas atrocidades perpetradas por las tropas norteamericanas durante las ocupaciones en las dos guerras mundiales.
En Afganistán esta semana se dio a conocer el inesperado triunfo de los Talibanes que, tras 18 años de guerra con Estados Unidos, ahora están negociando las condiciones para aceptar un acuerdo de paz que comienza con la salida inmediata de todas las tropas extranjeras, en el momento mismo en que se firme el acuerdo.
De hecho, se da por seguro que en los próximos meses se retirarán todas las tropas de la OTAN, junto con la retirada del 50% de las tropas estadounidenses anunciada por Donald Trump.
En esa perspectiva, los países de Europa están en un atolladero. Al parecer no pueden salirse del marco de sus alianzas con Estados Unidos tanto en lo económico como en lo militar, y por ello no pueden integrarse a la dinámica euroasiática que les abriría acceso a integrarse con las ¾ partes de la población del planeta.
Por ello, aparecen resignados a adherir a la aventura estadounidense de establecer todo el continente de ambas Américas como zona de su exclusivo dominio imperial, en el que podrían participar sus aliados europeos siempre que acaten los términos que Washington les imponga.
Igualmente, Israel, ya fuertemente involucrado en las acciones anti guerrilleras como asesores de Estados Unidos y algunos países de Centro y Sudamérica, puede aspirar a participar en el proyecto, en momentos en que aumentan las posibilidades de una guerra sobre Asia Occidental que pondría en peligro la supervivencia física de Israel.
Inglaterra ya es de hecho un estado dependiente de Estados Unidos, virtualmente incapaz de sobrevivir por su cuenta. Y Francia al parecer no resistirá la marea humana, representada por los “chalecos amarillos”, pero que en realidad está formada por una masa inmensa y creciente de gente exasperada.
¿Podemos, entonces, extrañarnos de que Inglaterra y Francia, con los pobretones que son España y Bélgica, hayan sido los primeros en apoyar el intento de derrocar el gobierno de Venezuela?
Así, pues, volvemos a la incógnita inicial. ¿Sabían Rusia y Turquía lo que en 8 horas más iba a ocurrir en Venezuela?
¿Habrían podido intervenir para evitar el intento de derrocamiento?
¿O quizás optaron por dejar hacer, para que Estados Unidos cayera en su propia trampa, quedando en riesgo de perder toda chance de dominio sobre la Cuenca del Caribe y la América Latina?
El panorama futuro de América es turbio e impreciso. Pero, como hemos visto antes, las 6 elecciones presidenciales de este año van a ser decisivas. Verdaderamente decisivas.
Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. El peligro es muy grande.