Por Ruperto Concha / resumen.cl
El pasado 21 de marzo, el periódico israelí Debka Files publicó un alarmante artículo titulado: “¿Es verdad que una epidemia de influenza es la que ya empezó a matar gente en Estados Unidos?”
El periódico se refería a las insistentes noticias sobre muerte de personas por lo que parecía una nueva cepa del virus de influenza. De hecho, se destacaba un fuerte aumento de las muertes ya no de personas vulnerables, de más de 60 años. No. Ahora se trataba de muchísimos contagiados muy sanos, muy robustos y jóvenes, incluyendo numerosos niños.
Y se agregaba que ni los mismos médicos estaban recibiendo mucha información, pues la amenaza podría desatar una ola de pánico. Esto, porque se trata de una naciente epidemia que ya no es viral sino bacteriana, producida por la llamada Klebsiella pneumoniae, que es una mutación de la bacteria Klebsiella, que antes afectaba los intestinos; luego comenzó a producir metástasis a otros órganos, y ahora ataca principalmente a las vías respiratorias.
Entre las características de esta bacteria mutante se cuenta, fíjese Ud., que es absolutamente invulnerable a todos los antibióticos conocidos, incluso los más potentes, como la colistina, por ejemplo, recientemente obtenida y que se considera como “el arma final y el último recurso” de la medicina moderna.
El contagio de la bacteria Klebsiella pneumoniae es incurable y provoca la muerte a la totalidad de los enfermos, 100%.
La doctora Amesh Adalja, profesora en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, dio las primeras y alarmantes noticias sobre esa nueva enfermedad, señalando que los médicos en estos momentos se enfrentan al peor de los escenarios posibles y que si se extiende como epidemia será una catástrofe inimaginable.
Por su parte, en Gran Bretaña, la doctora Sally Davies, directora del Servicio de Salud británico, precisó que el mundo se encuentra frente al apocalipsis de los antibióticos que se vuelven inservibles.
Ya antes, el 10 de marzo, el periódico británico The Telegraph, informaba que la Organización Mundial de la Salud, la OMS, de las Naciones Unidas, estaba alertando a la comunidad médica mundial por la aparición de una nueva y misteriosa enfermedad provocada por un enigmático “agente X”, hasta ahora desconocido, y que podría transformarse en una epidemia sin precedentes.
El doctor Jon-Arne Rottingen, director del Consejo de Investigación Biológica de Noruega, enfatizó que no se sabe bien si se trata de un virus o una bacteria, pero se sospecha que su origen es zoonótico. O sea, una enfermedad que antes sólo afectaba a animales pero que evolucionó y ahora afecta también a los seres humanos.
Tal fue el caso de otras epidemias virales, como el SIDA, que pasó de los simios como los chimpancés a los humanos, o el Ébola, y los virus mutantes de la influenza que estaban desarrollados en aves y en cerdos.
Las informaciones hasta ahora aparecen en forma confusa, dando la impresión de que estuvieran gestándose dos epidemias distintas y simultáneas, una, bacteriana y otra viral, pero también existe la posibilidad de que los contagios bacterianos se potencien mutuamente al coincidir con un contagio viral.
Otra importante autoridad médica, el doctor Jonathan Quick, del Consejo Mundial de la Salud, advierte que, en el actual caso del Agente X, si se trata de una mutación del virus de influenza, podría propagarse en manera incontrolable. De hecho, en sólo 200 días después de iniciarse, podría matar a más de 33 millones de personas, y en dos años podría provocar la muerte de 300 millones de personas, y además causar daños económicos por cientos de miles de millones de dólares.
Tanto en los casos de contagio por la bacteria Klebsiella pneumoniae, como en los nuevos virus de influenza de origen animal, los síntomas resultan alarmantemente parecidos.
En el caso bacterial comienza con un vago malestar y un poco de tos. Al día siguiente, la tos se hace más fuerte y el enfermo siente que tiene dificultades para respirar. Después comienza a tener expectoración, flema, mucha flema. Si el malestar aumenta, la persona acude luego a un centro médico, donde lo hospitalizan y le comienzan un tratamiento con antibióticos nuevos y combinaciones de antibióticos.
Los nuevos exámenes médicos revelan ahora un foco infeccioso bacterial que está instalado profundamente en los pulmones. Se aprecia una enorme secreción de pus que invade los pulmones.
Los focos luego se extienden a otros órganos, al hígado, los riñones y los intestinos. El enfermo ya casi no puede respirar y en pocos días, pese a los esfuerzos médicos, el paciente muere.
En los casos ya conocidos de influenza zoonótica, tanto aviar como porcina, los primeros síntomas son similares, esos mismos. Dolor de cabeza, un poco de fiebre, dolores musculares, comienzos de tos, algo de dolor de garganta y sensación de agotamiento y debilidad.
Pero los médicos saben que los virus mutantes continúan sus procesos evolutivos en los cuerpos de los animales originarios y también en los cuerpos humanos. O sea, saben que una nueva forma de influenza está latente y puede aparecer en cualquier momento.
El mismo doctor Jonathan Quick admite que no hay una vacuna que asegure evitar la influenza, pero sin duda alguna, las personas vacunadas resisten mejor los efectos de la enfermedad.
Está claro que los antibióticos no destruyen las nuevas bacterias ni tampoco los virus. De hecho, se recomienda no aplicar ninguna clase de antibiótico, ya que no sólo será inútil sino que además acentuará la mutación de las bacterias, haciéndolas cada vez más resistentes.
Las precauciones son básicamente aplicar medidas rigurosas de aseo personal y ambiental, reforzándolo con antisépticos fuertes, como el cloro, el iodo, el agua oxigenada, más sprays antisépticos en el aire.
Enfatizan no manipular ni comer carne fresca de aves o cerdos, y limitarse a esos productos cuando están envasados.
Pero, sobre todo, las advertencias apuntan ahora a la necesidad de fiscalizar rigurosamente el uso que hacen los productores de grandes cantidades de antibióticos incorporados al alimento de los animales.
De hecho, en la producción agroindustrial se incluyen antibióticos de uso humano no sólo en la crianza industrializada de pollos y cerdos sino también en la lechería y los embalses de criaderos de piscicultura.
Con ello, obviamente, están creando condiciones para que se multipliquen las cepas de bacterias y virus inmunes a los antibióticos.
Y, en el momento en que la medicina ya no pueda contar con los antibióticos, los tratamientos a las enfermedades que se creían ya vencidas para siempre, volverán a los penosos niveles de hace un siglo.
De hecho, en Europa, Estados Unidos y el Sudeste Asiático ya se ha detectado cada vez más brotes de viruela, sífilis, lepra y tuberculosis, entre otros, que muestran resistencia a los tratamientos con antibióticos habituales y se hace necesario recurrir a combinaciones o “cocteles” de antibióticos que son cada vez más caros.
El angustioso y rápido proceso de evolución de los microorganismos patógenos, que causan enfermedades, implica que también hay otros microorganismos que no nos causan enfermedades pero que están evolucionando por su cuenta sin que podamos prever si esa evolución puede convertirlos en peligrosos. De hecho, el virus HIDV que se desarrolla en los chimpancés sin enfermarlos, cuando pasa a los seres humanos a los seres humanos nos provocan el SIDA.
Y eso nos plantea el tema de la evolución forzada que está desatando la actividad industrial humana por el cambio climático y la alteración del medio ambiente. Todo el proceso de la evolución de todos los seres vivos consiste básicamente en adaptarse para seguir viviendo a pesar de los cambios que sufre el medio ambiente terrestre y marino.
O sea, todo cambio que amenace la supervivencia de una especie, ya sea porque queda en desventaja ante sus depredadores, o porque pierde capacidad de conseguir su alimento, o porque no encuentra las condiciones para reproducirse, obligará a que la especie evolucione adoptando cambios que la adapten para sobrevivir en las nuevas condiciones ambientales.
Los que no logran cambiar evolutivamente, simplemente mueren y desaparecen. Sólo sobreviven los que evolucionan con éxito. Y en estos momentos, en la segunda década del siglo 21, los seres humanos estamos produciendo cambios vertiginosos, sin darnos cuenta de la gravedad que están alcanzando esos cambios.
Para los demás seres vivos, la actividad humana es una amenaza aterradora que les está cambiando el mundo y los obliga a evolucionar como puedan. Y, oiga, en el recién pasado año 2017 la actividad industrial, comercial y de consumo tuvo un aumento tan enorme que anuló la totalidad de los avances que se habían logrado para reducir las emisiones contaminantes.
De hecho, nuestra actividad vació a la atmósfera más de 45 millones de toneladas de gas anhídrido carbónico, la lluvia ácida está alterando las condiciones de vida de toda la flora y toda la fauna de los mares, las tormentas ahora están más cargadas de humedad y, por el recalentamiento, se elevan a la estratósfera inmensas columnas de aire caliente y húmedo que a su vez desplazan al aire glacial de las alturas, obligándolo a descender y provocando las olas de frío que están afectando al hemisferio norte, por ejemplo.
¿Cómo no nos damos cuenta de que, al provocar tan violentamente el cambio climático y la química de los océanos, estamos obligando a que todo el resto de los seres vivos emprendan por su cuenta una angustiosa carrera evolutiva?
Este año, por primera vez, la comunidad científica mundial señaló claramente, sin ambages, que no puede haber una recuperación del medio ambiente mientras se mantenga el actual ritmo de crecimiento de la población humana.
De hecho, si las familias se limitaran a tener sólo 3 hijos, eso tendría todavía por efecto que en cada generación la población aumentará en un 50%.
Y los efectos de la actividad humana aumentarán también en un 50% expresados en emisiones ponzoñosas y alteración del clima y del medio ambiente.
Con sobrada razón ya los hombres de ciencia se están preguntando si los seres humanos realmente hemos mantenido la capacidad evolutiva que nos permitió transformarnos de ser unos pequeños animalitos simiescos a convertirnos en los poderosos y abusadores dueños de todo el planeta.
Por cierto, la mayoría de la gente quiere creer que sí, que estamos evolucionando para convertirnos en la humanidad interplanetaria del futuro, colonizando otros mundos.
Incluso hubo varios expertos, de ciencia ficción, que suponían estupideces como que evolucionaremos volviéndonos más inteligentes, por lo cual tendremos cerebros más grandes y nos volveremos sumadamente cabezones.
Por supuesto nuestras acciones en el medio ambiente planetario y en el medio social en que vivimos nos está haciendo evolucionar. De hecho, en el mundo desarrollado ya las mujeres están tardando bastantes años más en tener su primer hijo. Con eso, ellas mismas disponen de más tiempo juvenil para desarrollar sus capacidades, estudiar y orientar sus aspiraciones vocacionales. Y, por lo mismo, rara vez estas mujeres tienen más de dos hijos. O sea, logran con ello detener la explosión demográfica.
Pero, en el mundo subdesarrollado, las mujeres siguen sometidas a matrimonios tempranos, a veces precoces, en los que tienen un promedio de 4 hijos por pareja en la mayor parte de América Latina, y de 5 hijos en África y las zonas rurales de la India.
Igualmente, en el llamado “mundo desarrollado” se está produciendo también un cambio muy profundo en las condiciones de trabajo y las ofertas de trabajo. Ya las personas casi no encuentran ofertas de empleo manual, y los sistemas robóticos aumentan la rapidez con que están desplazando a los trabajadores manuales humanos.
Ya es una realidad el implante de adminículos electrónicos, pequeños robots en el interior de nuestros cuerpos, con fines que muchas veces nos parecen convenientes y buenos. Por ejemplo, ya la medicina está inyectando mini-robots en el torrente sanguíneo, para realizar asombrosas curas en casos de cáncer y otras enfermedades que requieren intervención quirúrgica o química a niveles celulares y en los más remotos rincones de nuestros órganos interiores.
Hace menos de un siglo, un ser humano de 65 años era, por lo general, un anciano ya muy discapacitado y senil. Hoy, el ser humano mantiene la mayor parte de sus capacidades hasta alrededor de los 80 años.
¿Se fija Ud.? Ya el ser humano de hoy es una versión más evolucionada del ser humano de hace apenas dos generaciones atrás. Y, con los avances de ingeniería genética, al menos en los países desarrollados será posible asegurar no sólo la buena salud sino también las capacidades y la belleza de los hijos que engendremos.
También habrá una evolución por mixigenación. O sea, la multiplicación masiva de seres humanos mestizos de todas las razas del planeta, lo cual tenderá a resultar en una síntesis racial generalizada. Se avanzará a que toda la humanidad de alguna manera constituya una sola raza.
Pero, ojo, también es posible que, si esa evolución no va acompañada de un cambio social y político que sea amigable para todos, quizás entonces las brutales diferencias entre ricos y pobres, entre personas cultas y capaces, frente a otros que sigan incultos y con pocas capacidades… bueno, entonces en ese caso la humanidad se encontraría con que la evolución puede quizás resultar en la desgracia de dividirse en dos subespecies:
Una subespecie dominante y otra subespecie dominada. Algo tan patético como fue en la antigüedad el régimen de castas.
En cuanto a la evolución por nuestros viajes interplanetarios… podemos olvidarla. La humanidad jamás viajará como tal a otros planetas.
Nuestros cosmonautas sólo serán pocos, comparativamente pocos en comparación con lo que es la humanidad. Y solo serán exploradores y portadores de embriones humanos para iniciar el poblamiento de los mundos habitables que podamos encontrar. Esos embriones serán los que finalmente, si sobreviven, poblarán los nuevos mundos y evolucionarán según las exigencias de aquellos nuevos medios ecológicos.
Nuestros descendientes terrestres, en el mejor de los casos, quizás podrían alguna vez ir de visita. Pero eso, sin siquiera saber si nos recibirán bien o si nos considerarán unos carcamales prehistóricos y más bien desagradables.
¿Qué le vamos a hacer?
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro. Y no es nada seguro que todavía tengamos un destino.
*Imagen: AFP