Por Ruperto Concha / resumen.cl
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En Londres han seguido las multitudinarias y amenazantes manifestaciones callejeras contra el Brexit y con la enérgica participación de Washington, a través de la Subsecretaria de Estado doña Victoria Nuland, experta en insurgencias y violencia callejera como ya lo demostró en la ciudad de Kiev, capital de Ucrania, en febrero de 2014.
Según la prensa de Estados Unidos y Europa, las protestas han logrado movilizar hasta un estimado de 2 millones de personas, lo que quieren interpretar como señal de que el resultado del referéndum puede ponerse en duda.
En términos realistas, esa movilización de bases, siendo verdaderamente muy grande, sólo resulta proporcional a los más de 16 millones de británicos que votaron en contra del Brexit.
Pero no olvidemos que los que votaron en favor del Brexit fueron 17 millones y algo más, y que un triunfo con más del 3% de ventaja, es un triunfo innegable en cualquiera de las elecciones políticas del mundo. Recordemos que George W. Bush con mucho menos que eso ganó la presidencia de los Estados Unidos.
También se ha alegado que la gente votó sin haber sido bien informada sobre los efectos que tendría el salirse de la Unión Europea. Pero en términos reales, ese argumento es nulo, no vale nada. De hecho, la campaña en favor y en contra del Brexit se inició en la práctica hace más de un año, en junio del año pasado se produjo un fuerte debate parlamentario antes de aprobar la idea de realizar el referéndum.
Y se convirtió en abierta campaña política ya el 20 de febrero de este año, durante 4 meses de intensa argumentación en todos los niveles y con intensa cobertura periodística.
En el debate político y en los numerosísimos foros por TV, por radio, y por entrevistas de prensa, la oposición contra el Brexit tuvo una difusión lejos mayor que la en favor del Brexit, ya que en contra se movilizaron 7 partidos políticos, incluyendo al Partido Laborista, el Liberal Demócrata, los Verdes, el unionista de Ulster y el Sinn Fein.
A favor del Brexit, en cambio, sólo se jugaron 3 partidos políticos: el Unionista Tradicional, el Unionista Democrático, y el partido por la Independencia del Reino Unido.
El Partido Conservador, en el Gobierno, se declaró neutral, dejando a sus militantes, incluyendo a los ministros, en libertad de acción. En contra del Brexit se declaró el propio Primer Ministro David Cameron, más los ministros de Relaciones Exteriores, de Salud, de Defensa, de Economía y Negocios, el ministro de Hacienda, el del Interior, el de Transporte, los ministros de Educación y del Medio Ambiente, y el Ministro para Asuntos de Escocia. Total, 9 ministros, conservadores, en contra del Brexit.
A favor del Brexit se declararon los ministros de Justicia, de Trabajo y Previsión Social, la Ministro de Empleo y Capacitación Laboral, el Ministro de Cultura, Deportes y Comunicación Social, y la Ministro para Asuntos de Irlanda del Norte.
O sea, el protagonismo noticioso y político en contra del Brexit tuvo un respaldo abrumadoramente mayor, tanto en líderes de opinión, voceros y dirigentes movilizados, como en cobertura de propaganda y periodística.
De hecho, a media tarde del mismo día del plebiscito, el dirigente del UKIP, Partido Independentista, Nigel Farage, declaró a los periodistas que al parecer estaban perdiendo el referéndum, pero con una votación tan grande que auguraba que más adelante podría haber una victoria. Bueno, menos de una hora después, Farage se enteró de que en realidad ya estaban ganando.
¿Se fija Ud.? Este referéndum británico mostró nada menos que, pese a todas las ventajas en su contra, la mayoría de la nación había defendido su decisión de salirse de la Unión Europea. La votación misma fue inobjetable, y la supuesta “desinformación” a un electorado ignorante, no pasa más allá de ser una insultante expresión amarga de los vencidos.
Pero, ¿cómo es que en la desesperación por la derrota, esos vencidos quieren ahora atentar contra la democracia misma, expresada en el poder de la ciudadanía?
En su edición del 29 de junio, la importantísima revista Foreign Policy, de Estados Unidos, publicó con grandes titulares que “Ha llegado el Momento en que las Elites se levanten enfrentando a las Masas Ignorantes”.
El autor de ese artículo es un tal James Straub, un señor muy rico, graduado en Harvard y dueño de la cadena de multitiendas de lujo Bloomingdale, además es miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, y por supuesto se considera a sí mismo como miembro de la Elite que debe alzarse libertaria contra la tiranía de esa desagradable masa de ignorantes que son el pueblo.
Este tal James Straub, pese a todo, al menos se da cuenta de que ya no existe una lucha política tradicional de la Derecha contra la Izquierda. No. Según él, ahora es una lucha entre la gente sana, inteligente, fina, contra una masa de desenfrenados furiosos.
Según James Straub, en estos momentos está cobrando fuerza una revuelta ciudadana completamente distinta. Y esa revuelta está fermentando y comenzando a hervir tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña y el resto de Europa.
Ese distinguido miembro de la Elite mundial se da cuenta de que los furiosos se están sincronizando desde la izquierda y desde la derecha, amenazando con descalabrar la santa institucionalidad que intenta gobernar con éxito económico el mundo globalizado.
De las bases izquierdistas, Straub no se siente inquieto. Según él, son sólo unos descontentos a los que los partidos izquierdistas tradicionales engañan con toda facilidad. Hacen huelgas, hacen desórdenes y algunos destrozos, como en Francia, donde el socialista Francois Hollande los hace moler a palos, pero finalmente, mediante algunos regalitos, unas concesiones, terminan por aceptar lo que se les impone. Por ejemplo la Reforma Laboral, o como los “progresistas” de Bernie Sanders, que al final se resignan a apoyar a Hillary Clinton.
En cambio, Straub se horroriza de que la insurrección furiosa esté cobrando tanta fuerza en las bases sociales de la derecha y de la ultra-derecha. De que en Estados Unidos Donald Trump siga desafiando a la maquinaria gigantesca del contubernio demócrata-republicano con las grandes Sociedades Anónimas y la gigantesca oligarquía de los empleados públicos contratados por cuotas de partido.
El hecho de que el Brexit haya ganado el referéndum a partir del seno del Partido Conservador, le provoca a Straub un terror enfermizo.
Con pluma temblorosa, James Straub reconoce que hay una derecha indómita, chúcara, que está dominando y creciendo según todas las encuestas. Cómo el candidato de la extrema derecha de Austria, Norbert Hofer, del Partido por la Libertad, acaba de igualar a los social demócratas, obligando a una segunda vuelta en que muy posiblemente salga vencedor.
Cómo en Polonia la ultraderecha derrotó al liberal progresista Donald Tusk, y en Suecia, donde el gobierno de centro-izquierda tuvo que resignarse a ir en alianza con la derecha, y Francia, donde el derechista Nicolás Sarcozy se perfila como favorito, y está buscando el apoyo del ultraderechista Frente Nacional, de Marine Le Pen.
Finalmente, este James Straub lanza un grito de esperanza para la Elite y sus grandes Sociedades Anónimas, afirmando que, al menos por ahora, los indignados de izquierda siguen teniéndole bronca a los indignados que vienen de la derecha, y gracias a ello todavía queda tiempo para tomar medidas hábiles y potentes que permitan a la Elite conservar el control y el poder.
Y candorosamente afirma qué sí, que él, claro, es miembro de la Elite, que es un elitista, ya que eso implica tener convicciones personales y auténticas, basadas en la razón, la calidad de expertos y las lecciones de la Historia. La Elite, afirma Straub, es el partido de los que comprenden la realidad y busca que el poder lo ejerzan los que de veras saben hacerlo bien.
¿Qué tal?, ¿lo encuentra convincente?
Aquí, en América Latina, Nicaragua ofreció un ejemplo extraordinario de cómo la izquierda y la derecha, eventualmente, pueden coincidir en un frente común para vencer determinados obstáculos y replantear los puntos de partida.
Tras años de sangrienta guerra intestina entre la dictadura marxista de Daniel Ortega y la oposición liberal de la Contra, con armamento y dinero de Estados Unidos, el socialista Ortega pactó llamar a elecciones libres.
En esas elecciones ganó la candidata derechista Violeta Chamorro, quien impuso de inmediato un viraje hacia la economía neoliberal. Sin embargo, fíjese Ud., en poquísimo tiempo, la gente de Nicaragua, siendo un pequeño país, conoció qué es de veras el neoliberalismo. Toda la derecha tradicional, integrada por medianos y pequeños empresarios y algunos profesionales, resultó demolida por el impacto de las transnacionales que se apoderaron de todo el comercio, de todos los transportes, de la producción agrícola, y que liquidaron la incipiente actividad industrial, reemplazándola por importaciones liberadas de impuestos.
En esos pocos años, prácticamente todas las familias que habían constituido la clase dirigente derechista, se encontraron arruinadas por el impacto brutal del gran capitalismo que en el mejor de los casos les ofrecía reducirlos a la condición de clase media al servicio de las transnacionales y en condiciones de empleo precario.
Al llegar las elecciones siguientes, la derecha se unió a los sandinistas y el ex dictador comunista Daniel Ortega ganó democráticamente la presidencia de su país, donde se mantiene hasta el momento.
Este mismo fenómeno, a nivel mundial, lo describe el politólogo, historiador y economista Peter Temin, académico del célebre Massachussetts Institute of Technology, el MIT, quien señala que los efectos soñados de abundancia de empleo seguro, salarios suficientes y abastecimiento normal, jamás serán alcanzados mientras se mantenga el modelo neoliberal unido a la política imperial de control militar y su contraparte de miedo permanentemente alimentado.
Según él, entre los grandes dueños del dinero más la masa de sus empleados de confianza, en total llegan al 30% de la población laboral y absorben casi la totalidad de las opciones, los medios y las posibilidades de ascenso o asentamiento social.
El resto, el 70% queda reducido a una realidad de salarios bajos, empleos precarios y una economía de subsistencia de la cual sus hijos tienen muy pocas esperanzas de escapar.
Para analistas como el mismo Peter Temin, y Zygmunt Bauman, o Joe Lauria, este proceso de energía creciente que ya implicó que Gran Bretaña se salga de la Unión Europea, es una grieta inesperada y profunda en la armazón de obediencia disciplinada de Europa a los dictados de Estados Unidos. En estos momentos, incluso uno de los generales del alto mando de la OTAN, Peter Pavel, miembro del Comité Ejecutivo de la OTAN, declaró en Bruselas, en conferencia de prensa, que es completamente falso que Rusia sea una amenaza para Occidente.
Indicó el general Pavel que en realidad la OTAN no está desarrollando una auténtica estrategia de contención contra Rusia por la sencilla razón de que Rusia no está amenazando a Europa y que ninguno de los servicios de inteligencia ha presentado indicios creíbles de que pueda existir una amenaza.
Por su parte, durante la campaña contra el Brexit, el primer ministro británico David Cameron utilizó intensamente el tema de la supuesta amenaza de Rusia. Y, por supuesto, el resultado del referéndum demostró que la mayoría de los británicos no cree en esa supuesta amenaza.
Resulta claro que el presidente de Estados Unidos ha comprendido la gravedad de aquella grieta en el poder de Washington sobre Europa, de hecho ya no parece respaldar una campaña orientada a contrarrestar el Brexit. Por el contrario, ahora Barack Obama se ha mostrado casi ansioso de consolidar luego y directamente la alianza de EEUU con Gran Bretaña, así como estimular que la Unión Europea le abra las puertas a una asociación semi independiente con Londres.
Pero el verdadero problema pendiente es el que percibió nuestro tan elitista James Straub: Un proceso de rebeldía, de carácter nacionalista o al menos libertario, que hace prever nuevos y amenazantes referéndums similares al Brexit. De hecho, el líder de la derecha austríaca ya anunció ayer que si la Unión Europea trata de imponerle a Austria la obligación de recibir una masa de inmigrantes, él llamará a un referéndum en que el pueblo austríaco resuelva si quiere o no seguir recibiendo esa clase de órdenes del gobierno burocrático de Bruselas.
Y, obviamente, un derrumbe de la Unión Europea, más que un debilitamiento de la potencia militar de la OTAN, lo que anuncia es el inicio de una nueva etapa de acercamiento, integración y posiblemente de alianza entre Europa y esa Rusia, a la que, según las encuestas de opinión, una mayoría que ya es muy grande de los europeos consideran como una nación cuya cultura, cuyos valores y cuya historia son completamente europeos.
De hecho se ha mencionado que durante ya dos siglos seguidos Rusia jamás invadió a Europa. Y en cambio potencias europeas sí invadieron a Rusia, como Napoleón, y como lo hicieron Gran Bretaña, Estados Unidos y otros aliados, incluyendo a Japón, que mandaron cientos de miles de soldados a combatir contra los rusos soviéticos durante la guerra civil que duró hasta 1922.
Y, por cierto, como finalmente lo hizo también la Alemania nazi en 1941… invasión en la que Hitler perdió la Segunda Guerra Mundial.
Recordemos que el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, declaró ante el Congreso de su país que una de las peores vergüenzas de Estados Unidos es el haber inventado y padecido tanto miedo a Rusia.
Así, pues, de a poco van surgiendo los estratos subterráneos que se abrieron con el pequeño terremoto del Brexit. Y claramente se ha definido ya lo que habíamos analizado en crónicas anteriores. Que las tensiones de este momento, en que se enfrentan cada vez más peligrosamente Estados Unidos y sus aliados contra la alianza euro-asiática que encabezan Rusia y la China, no son tensiones ni de ideologías ni de modelos económicos.
Son en realidad el intento hegemónico de imperio planetario de Estados Unidos, como lo formularon y documentaron y publicaron incluso en libros, los pensadores del Nuevo Orden Mundial y el Nuevo Siglo Americano, con sus teóricos como Paul Wolfowitz y Robert Kagan, que basaron su estrategia en un poderío militar de Estados Unidos que debería ser mayor que poderío de la totalidad de los demás ejércitos del mundo.
Siendo esos teóricos integrantes del gobierno republicano de George W Bush, se han mantenido después como asesores de alto nivel durante el gobierno de Barack Obama, como miembros del Alto Comité de Relaciones Exteriores, con Hillary Clinton y luego con John Kerry.
De hecho, la artífice directa de la revuelta de Ucrania que derrocó al Presidente Yanukovch, fue doña Victoria Nuland, la esposa de Robert Kagan, quien ahora se encuentra en Londres haciendo alguna operación más o menos secreta.
Frente a ellos, la alianza euroasiática se caracteriza, simplemente, con ser anti-hegemónica y proponer una globalización de carácter social, jurídico y político, centrada en las Naciones Unidas.
En otros términos, por un lado se plantea un orden mundial basado en el control imperial militar, en el que el control político es traspasado a las grandes sociedades anónimas transnacionales.
Y, como modelo opuesto, un sistema global multipolar de carácter participativo para los estados que integran las Naciones Unidas, en lo que podríamos llamar un modelo democrático con una amplia gama de variantes.
Este enfrentamiento, esta semana aparece bien planteado y definido en Occidente, como producto del Brexit. Al artículo que mencionábamos de Foreign Policy, se agrega el planteamiento del profesor Jurg Steiner, de la Universidad de Berna, Suiza, y de la Universidad de Chapel Hill en Carolina del Norte, Estados Unidos.
La tesis de Steiner, profusamente difundida toda esta semana por la prensa occidental, señala que es un error con efectos desastrosos aceptar que sea el pueblo el titular legítimo del poder político, como lo establecen los Derechos Humanos y el Contrato Social.
Según él, en una entrevista dada a la BBC de Londres, el poder debe ser administrado por los señores parlamentarios y al pueblo sólo se le debe reconocer, como gran cosa, el derecho de aprobar o no aquello que el congreso le proponga. Sólo eso, sin ni siquiera la atribución de modificar lo que los parlamentarios estén proponiendo.
¿Se fija Ud?... Será que nuestra clase política chilena habrá ido a clases con el profesor Jurg Steiner?
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Ud. ve, hay peligro.
Foto: http://www.oronoticias.com.mx