Por Ruperto Concha
Los astrólogos y los profetas sostienen que estamos al final de una era y que está comenzando la Era de Acuario. Y fíjese que muchos filósofos e historiadores, casi, casi, están de acuerdo... La tan desacreditada Gran Prensa Internacional trata de captar clientes con el suspenso de una anulación del triunfo de Donald Trump, lo que es imposible según lo confirmó el propio Barack Obama. Pero, al mismo tiempo, ese abochornado publi-periodismo político está apretando el acelerador en la Campaña del Miedo contra Rusia.
Ahora que la OTAN comenzó a poner tropas y misiles junto a la frontera de Rusia, esa prensa acusa a Rusia de estar poniendo sus propios misiles frente a los de la OTAN. Y, más aún, acusan que esa pérfida e imperialista Rusia de que esos misiles, en caso de guerra, podrían impactar con bombas atómicas a todas las capitales europeas. Y así no más es.
En su último viaje presidencial a Europa, Barack Obama se esforzó intensamente en presionar a los gobiernos europeos para imponer mayores sanciones contra Rusia, incluyendo bloqueo a los barcos petroleros rusos que transportan petróleo para el gobierno de Siria.
El apuro de Obama apuntaba obviamente a dejar armado un aparato anti ruso antes de que Donald Trump asuma la presidencia, el 20 de enero. Es decir, Obama intentaba dejarle a Trump un verdadero campo minado para sus anuncios de restablecer una buena relación con Moscú.
Pero no le fue bien a Obama. De hecho, el actual ministro alemán de exteriores, futuro presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmaier, encabezó una iniciativa que ya es apoyada por 14 de los 28 miembros de la Unión Europea, entre los que se cuentan Francia e Italia, las otras dos mayores potencias de Europa.
La iniciativa apunta a iniciar cuanto antes un diálogo con Rusia para alcanzar un acuerdo sobre control y limitación de armas, como punto de partida para eliminar las tensiones y evitar una desastrosa y peligrosa carrera armamentista.
De esto se infiere que Europa en realidad está optando por esperar las propuestas que traiga el nuevo gobierno, y al parecer será Angela Merkel, la alemana, quien tendrá que funcionar como líder del compás de espera.
De hecho, el panorama político de Europa está evidenciando las mismas turbulencias que Estados Unidos, el Sudeste Asiático, incluyendo a Corea del Sur, y América Latina entera. Es aquí donde cobra sentido eso de elegir profetas o a filósofos e historiadores.
La tentación de lo misterioso lleva a menudo a que mucha gente, incluso a líderes políticos importantes, a creer que hay fuerzas misteriosas que determinan los sucesivos ciclos o eras de la civilización humana y por ende, de la Historia.
Pero desde los tiempos de Aristóteles, el pensamiento humano fue perfeccionando sus procedimientos lógicos para investigar y comprender la realidad. Y entre esos instrumentos para pensar, observar y saber, sin duda los más decisivos fueron el llamado “Método Científico”, apuntado a la investigación experimental, y lo que se ha llamado “la dialéctica” apuntado especialmente al estudio de los fenómenos físicos y también sociales e históricos.
Según un análisis dialéctico, la naturaleza entera, incluyendo la humanidad y su civilización, es un todo único y articulado, donde todas las cosas y todos los fenómenos están conectados entre sí y actúan unos sobre otros.
Pero esa interacción va más allá que una simple repetición de los fenómenos. Los efectos se van acumulando y generan nuevas condiciones donde se producen otros fenómenos que son nuevos y distintos y generalmente mayores, más intensos.
Esa es la base misma de la evolución de la vida, y también la base de la generación del Universo a partir del big bang. Y fue por eso que el genial sacerdote jesuita, naturalista y filósofo, Pierre Teilhard de Chardin, afirmó que la vida, tal como la conocemos, estaba ya latente cuando se formó el primer átomo de hidrógeno, mucho antes de que naciera la primera estrella del Universo.
El domingo pasado mencioné la obra “La Tercera Ola” del sociólogo Alvin Toffler, que describe la evolución de la civilización humana como grandes oleadas de efectos dialécticos a partir de algunos descubrimientos como la Agricultura y la Industrialización Mecánica, que provocaron transformaciones enormes en toda la civilización humana.
Pues bien, en una perspectiva de dialéctica, en estos momentos se está produciendo una enorme acumulación de factores que están desestabilizando la totalidad de los modelos, los procedimientos y las instituciones que antes creíamos inmutables.
No se trata de que haya conspiradores, o genios locos o sicópatas imperialistas. No, eso no bastaría. De hecho, tampoco se trata de que a un lado haya gente buena, inmaculada y perfecta, y al otro lado haya una humanidad malvada, de gente corrupta y degenerada. Esas nociones no son más que discursos vacíos para justificar las guerras.
Uno de mis auditores, don Ricardo Elsner, tuvo la gentileza de enviarme un artículo publicado por el sitio web Capital Bolsa, de España, especializado en política económica mundial. En ese artículo, basado en estadísticas oficiales de Estados Unidos, se explica el misterio de las emisiones de billones y billones de dólares sin ningún respaldo, que está realizando Washington a través de la Reserva Federal.
Emisiones gigantescas de billetes sin fondos, que, sin embargo, no han provocado el colapso del dólar que prácticamente todos los economistas habían estado previendo con horror. De hecho, pese a la emisión de nada menos que 9 billones de dólares hecha por Barack Obama durante su gobierno, la inflación ha sido muy moderada.
El misterio radica en que prácticamente la totalidad de esos dólares han sido exportados por Estados Unidos. Son dólares con tan poco valor real como esos billetitos de jugar Metrópoli o Monopolio.
Pero las naciones se han visto obligadas a aceptar esos dólares porque eran la única opción para el comercio internacional. Chile entrega cobre a cambio de esos dólares de papel. Arabia Saudita, Irán o Venezuela, entregan su petróleo a cambio de esos dólares de papel. Australia y Canadá entregan su producción agrícola a cambio de esos dólares. O sea, las naciones entregan sus productos reales y reciben en cambio dólares sin valor propio.
En realidad, las naciones que reciben esos dólares lo que hacen es comprar los dólares pagándolos con productos que sí son valiosos y concretos. Y es por ello que las naciones han tenido que esforzarse por apoyar la ficción del valor del dólar, porque si dejan que el dólar se desmorone, las naciones se encontrarían con que el dinero que recibieron ya no valdría nada. Como dijo el presidente Santos, deColombia: Nos encontraríamos sentados encima de una montaña de dólares que no valen nada.
Es por eso que Estados Unidos ha podido sostenerse teniendo un fracaso económico total, que se expresa en un déficit de su balanza comercial del orden de los 40 mil millones de dólares mensuales. Es decir, compra cada mes mercancías por 40 mil millones de dólares y las paga simplemente echando a andar la imprenta, o anotando cifras virtuales en las computadoras.
De ahí la importancia para Estados Unidos, de crear bloques de alianza económica y comercial sujetos a reglas y procedimientos fijados por Estados Unidos y con tribunales que emiten fallos en los casos de conflicto, con atribuciones por encima de los gobiernos.
Sin embargo, ya las naciones europeas rechazaron el Tratado Transatlántico con Estados Unidos, y, en la cuenca del Pacífico, el propio Donald Trump confirmó que no participará en el TPP. Y eso, por supuesto, significa que el TPP deja de representar a ese tan publicitado 40% del total de la riqueza mundial.
De hecho, sin Estados Unidos, las demás economías comprometidas no suman ni la quinta parte del volumen de la APEC. Bueno, de hecho, ya Vietnam y Malasia habían anunciado que por el momento no ratificarían su participación en el TPP ni siquiera incluyendo a Estados Unidos.
Dentro del análisis dialéctico del actual momento de nuestra Historia Humana, la suma acumulada de los efectos de los fenómenos de los últimos 40 años, es la que se está manifestando en un vórtice, un remolino de cambios muy intensos y en gran medida, con frecuencia muy sangrientos.
El artículo que mencioné expone que la economía de Estados Unidos ya agotó sus posibilidades de revertir a la prosperidad del Sueño Americano como se vivía entre 1960 y 1980.
El progresivo abandono del dólar para el comercio mundial, y su reemplazo por el Yuan chino, implica que ya la maquinita de imprimir dólares dejará de funcionar, y una inmensa mayoría de las naciones del mundo globalizado exigirá el pago en moneda con respaldo real, o sea en oro o bien en equilibro de balanza comercial.
Eso es el fin de la economía mundial del dólar. Ya incluso los más fieles aliados de Estados Unidos, como Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, Corea del Sur, Australia y Canadá, se incorporaron al gran Banco de Inversiones e Infraestructura, de Asia, que en el hecho ya comenzó a desplazar a los tradicionales bancos occidentales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Entre los pocos países que están quedando afuera se cuentan Japón, Estados Unidos y… también nuestro Chile, siempre pegadito a Estados Unidos.
En realidad se ha magnificado excesivamente la importancia del triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. Lo verdaderamente decisivo fue la derrota de Hillary Clinton pues ella representaba la continuación de la política económico-militar de Estados Unidos. En la estrategia del sector de Wall Street que la apoyaba, la opción militar había pasado a ser condición ineludible.
Rusia, China, Irán, la India, Paquistán, Turquía, el Medio Oriente y América Latina debían ser sometidos bajo amenaza de aniquilación para los rebeldes. De hecho, la aniquilación de Libia fue parte de esa estrategia de dominio, cuando Muammar Khadaffi había asumido la presidencia de la Unión Africana y propuso que el comercio de África con el resto del mundo se realizara con una moneda propia, el Dinar, que tendría respaldo en oro. Meses después de esa moción, Estados Unidos lanzó a la OTAN a destruir por completo, no sólo al régimen de Khadaffi sino a toda la nación libia.
La propuesta de Trump apunta a retrotraer a Estados Unidos hacia su interior, saneando la economía y trayendo de regreso los inmensos capitales que se invirtieron sobre todo en China y el resto del Sudeste asiático. El déficit comercial procurará frenarlo a costa de cerrar el mercado a las importaciones mediante altos impuestos. Ello, por cierto, va a provocar carestía, pero, a la vez, generará empleos con salarios reajustados.
Pero por cierto esa austeridad a la americana no permitirá la mantención de un presupuesto militar como el actual, cercano al billón de dólares anuales y con despilfarros escandalosos como el avión F-35 o el súper destructor naval de 4 mil millones de dólares, que dispara proyectiles de un millón de dólares cada uno, y que se quedó en pana en pleno Canal de Panamá y tuvieron que remolcarlo de vuelta al astillero.
En fin, como fuere, Estados Unidos es un país rico, dispone de enormes recursos propios que van desde una extraordinaria producción agrícola hasta los recién descubiertos yacimientos de petróleo que, supuestamente, serían comparables a los de Arabia Saudita.
Y es, pasando por un número inmenso de profesionales de gran capacidad, de científicos tanto en ciencias puras como en ciencias aplicadas, y una productividad tecnológica avanzadísima y bien consolidada.
Es realmente difícil la tarea que le espera el nuevo presidente. De hecho, nadie sabe en concreto cuáles van a ser las grandes decisiones que tendrá que tomar en sus primeros 100 días de gobierno. Pero si lo hace bien, no sólo salvará a los Estados Unidos. Posiblemente salvará también a la humanidad entera del peligro de una guerra nuclear.
Debido a la presión del flujo de noticias, todos tendemos a centrar nuestra atención en aquellos temas sobre los cuales los medios nos entregan muchos datos, muchos fragmentos de la realidad, y muchas imágenes, como si eso fuese la totalidad de lo real y lo verdadero.
Nos siguen dando noticias color rosa sobre los acuerdos de defensa del medio ambiente y control del cambio climático. Y todos sabemos, sin embargo, que el uso del carbón, del petróleo y del gas sigue siendo el eje central de toda la economía mundial, y desde ya las metas de la Cumbre de París han quedado sumergidas en un océano de nueva polución.
No se nos está contando que ya en estos momentos y con toda la tecnología aplicada, la producción mundial de alimentos crece menos que la población mundial. O sea, ya están naciendo diariamente miles y miles de niños que no recibirán suficiente alimento. La escasez de agua dulce ya es crítica en toda la región andina. Bolivia y gran parte del Perú están en emergencia por sequía. Y, oiga, la cordillera de Los Andes genera el agua de todos los grandes ríos sudamericanos, Orinoco, Amazonas, Magdalena, el sistema Paraguay-Paraná, que forma el Río de la Plata… En fin…
En tanto, ya muchos altos líderes de la política europea temen que la Unión no pueda sobrevivir sin experimentar grandes modificaciones. En Tailandia, en Mianmar, en Malasia y en Corea del Sur, la agitación de las bases sociales ya está haciendo tambalear a los gobiernos en medio de horribles escándalos.
En Brasil, fue catastrófica la caída del principal ministro político del presidente Michel Temer, que se suma a los otros 82 altos políticos condenados por corrupción, y ya se está planteando la posibilidad de destituir al propio Temer y llamar a elecciones anticipadas.
En fin, basta una mirada sobre nuestro mundo para darnos cuenta de que la estructura política y económica mundial está colapsando. Y que es la multitud de los hechos, los fenómenos y sus efectos acumulados la que nos está empujando a una nueva frontera de muerte y resurrección. De derrumbe y reconstrucción.
¿Quién no ha percibido como un trágico sincronismo, cargado de sentido, la muerte de Fidel Castro, el viernes pasado?... Hubo alguien que se solazó haciendo notar que la muerte de Fidel había coincidido con el cumpleaños de Augusto Pinochet, lo que, a su juicio, vincula a dos dictadores.
Por supuesto esa persona no se percató, en cambio, de que la muerte de Fidel Castro coincidió exactamente con el aniversario del zarpe del yatecito Granma, en que Fidel con un grupito de valientes navegaron ocultamente de regreso a Cuba para liberar al país del repugnante tirano Fulgencio Batista, regalón de Estados Unidos, que había convertido a la isla en un inmenso prostíbulo administrado por la mafia.
¿Qué Fidel fue un dictador?... ¡Por supuesto que sí, encabezó una revolución marxista que se inicia con la llamada Dictadura del Proletariado! Pero comparar a Fidel Castro con Augusto Pinochet sólo evidencia ignorancia y mala fe.
Fueron decenas de miles de jóvenes pobres latinoamericanos los que recibieron becas para estudiar en Cuba, no sólo sin tener que pagar, sino además recibiendo dinero para su mantención. Sólo de Chile, más de 5 mil estudiantes pobres estudiaron medicina, dentística, pedagogía, bioquímica, entre otras disciplinas universitarias.
Y todos ellos recuerdan su experiencia en Cuba no sólo como una oportunidad de estudiar. Más que eso, recuerdan el haber experimentado la solidaridad limpia de aquella convivencia de feliz modestia. Como dijo el ex presidente de Uruguay José Mujica, la Revolución Cubana no fue lo que quiso ser, sino lo que pudo ser, enfrentando la despiadada agresión de Estados Unidos.
Es impresionante ver las expresiones respetuosas y emocionadas que enviaron los gobiernos de la mayor parte de las naciones del mundo a Cuba. Cómo la India, Egipto, Australia, Francia, Alemania, Italia, Sudáfrica, Gran Bretaña, Canadá, España, entre tantos otros, coincidieron en destacar la dignidad patriótica con que Fidel Castro condujo a Cuba pese a la furia de 10 sucesivos presidentes de Estados Unidos.
Esas expresiones de respeto y admiración, entre las que no menciono las de China, Rusia, Irán, Venezuela, Nicaragua y Ecuador, demuestran la banalidad injuriosa de la obesa derecha latinoamericana y de los vociferantes políticos estadounidenses, incluyendo a Donald Trump.
Un joven periodista ciudadano, Yerko Aravena, de la radio Cerro a la Izquierda, de Concepción, hizo un comentario extraordinariamente certero sobre la muerte de Fidel Castro, en una perspectiva de Dialéctica. Dijo: “Ahora sí que se acabó el Siglo 20”. O sea, llegó el momento de muerte y transfiguración
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Hay peligro…