Por Ruperto Concha / resumen.cl
Dicen que las leyes, cuando son de veras buenas, son fáciles de obedecer. Más aún, ese genial filósofo y místico judío medieval que fue Maimónides, ya en el siglo 12 afirmó que las leyes de Dios las acatamos todos sin rebelarnos jamás, pues vivimos rodeados por los ángeles que se encargan de hacer cumplir la Suprema Voluntad.
Pero, según Maimónides, oiga, los Ángeles son las Leyes de la Naturaleza. Leyes que no sólo debemos acatar los seres humanos, sino la totalidad de todo lo que existe en el universo: desde las galaxias hasta los más diminutos seres vivos. Interesante, ¿verdad? Diríamos que hay un Ángel de las Leyes Matemáticas, un Ángel de la Gravitación Universal, en fin, ángeles que rigen la física, la química, la biología, las luces, los sonidos, y las honduras de nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad.
En realidad, desde el comienzo mismo de la vida de los animales de manada, cada una de las especies se abocó a establecer sus leyes, sus categorías sociales y las responsabilidades propias de cada categoría.
Los lobos, los simios, los grandes mamíferos terrestres y marinos, las aves, en fin, todas las especies que viven en manadas o bandadas, desarrollaron normas de convivencia entre los miembros de cada grupo de individuos de la misma especie.
Y la arqueología muestra cómo los seres humanos, miles de años antes de inventar la escritura, ya diseñábamos nuestras propias leyes, las normas y maneras de vincularnos unos con otros de manera conveniente para todos y sin provocarle a nadie demasiado
El primer gran compendio de leyes escritas conocido es el Código de Hammurabi, un monumento de piedra donde están grabadas 282 leyes que, supuestamente, abarcaban todas las normas necesarias para la convivencia en una sociedad muy activa y diversificada.
Pero, oiga, 5.000 años después, aquí, en Chile, nuestros inteligentísimos, laboriosos, cultos, compasivos y desinteresados parlamentarios han aprobado nada menos que 26 mil leyes que están vigentes y que debiéramos conocer y acatar, so pena de convertirnos en delincuentes.
La monstruosa proliferación mundial de leyes, supuestamente debiera haber producido una perfección maravillosa en la convivencia entre los seres humanos. Pero, bueno, es evidente que las leyes vigentes o son muy defectuosas o simplemente están hechas para que las violen y no les hagan caso.
Fue después de la repugnante locura que culminó en la Segunda Guerra Mundial que las potencias vencedoras, lideradas por Estados Unidos y la Unión Soviética, coincidieron en crear la organización mundial de las Naciones Unidas, y con ello definir unas bases firmes para una legislación de Derecho Internacional.
Ya en 1945, el Tribunal Internacional de Nuremberg estableció la base de la primera ley del Derecho Internacional, declarando que lanzar una guerra de agresión no es solamente un crimen internacional. Es el crimen internacional supremo.
Luego, el 11 de diciembre de 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los conceptos básicos del Tribunal de Nuremberg como fundamento del Derecho Internacional.
Posteriormente la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó por unanimidad la resolución que define la agresión militar como crimen, como el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro estado, en forma compatible con la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, esas buenas leyes básicas del derecho internacional habían nacido lisiadas. De hecho, los grandes líderes victoriosos de la Segunda Guerra Mundial, el estadounidense Franklin Roosevelt y el georgiano soviético José Stalin ya se habían repartido Europa, cortándola de norte a sur y dejando todos los estados orientales, incluyendo Polonia, Belarus, Ucrania y Checoslovaquia, más la mitad de Alemania, bajo dominio soviético, y el resto bajo dominio occidental.
En el resto del mundo, los acontecimientos fueron rápidos y violentos. En 1948, por acuerdo de las Naciones Unidas, se creó el Estado de Israel. Ese mismo año, en Corea del Sur, se inicia el gobierno sanguinario del dictador Syngman Rhee, cuya masacre de estudiantes e izquierdistas provocó la intervención de Corea del Norte, dando comienzo a una guerra que concluyó en 1953, con un grotesco empate, por la intervención de Estados Unidos. La dictadura continuó hasta 1960, cuando nuevas matanzas de estudiantes culminaron en provocar un golpe militar que derrocó a Syngman Rhee y lo reemplazó por otro dictador, el general Park Chunghee. Recién en 1987 Corea del Sur tuvo su primer gobierno democrático. Bueno, en 1949 la guerra revolucionaria concluye en China continental con el triunfo del comunista Mao Ze Tung.
En el Medio Oriente, las decrépitas potencias coloniales, España, Francia e Inglaterra, tratan de mantener su dominio masacrando moros y árabes e imponiendo las pintorescas monarquías, como la del Shah en Irán, los reyes en Arabia Saudita y Egipto. Fuera de eso, actuaron claramente en Siria y en Jordania, en Argelia, Túnez y en Marruecos. Sólo en Siria, fíjese Ud., los franceses masacraron a más de 300 mil civiles independentistas.
En América Latina, Estados Unidos daba rienda suelta a su tiranofilia, imponiendo atroces dictaduras en El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Cuba, Haití, Venezuela, República Dominicana, Panamá, Paraguay, Bolivia y Perú. Y por supuesto todos esos tiranos eran declarados “defensores de la Democracia”, ante la amenaza comunista.
Bueno, por su parte también en el bloque oriental, Hungría y Checoslovaquia sintieron el peso militar soviético, mientras en Rumania, Bulgaria y Polonia también se imponían dictaduras fatídicas.
En realidad, en todos los países la gente estaba aceptando como un hecho más bien fatal que los intereses geopolíticos de la Unión Soviética y Estados Unidos tenían más vigencia que las leyes y las doctrinas del Derecho Internacional.
Sin embargo, de una u otra forma, las Naciones Unidas lograron avances en el derecho internacional y también en la globalización de normas básicas de la justicia, el derecho y los procedimientos judiciales.
Aunque venidas a menos, las naciones europeas pugnaron por humanizar a los dos gigantes antagónicos, Estados Unidos y la Unión Soviética, y a ellos se sumaron los movimientos burgueses progresistas que surgían en Indonesia, la India, en Yugoslavia, Malasia, México, Chile, Uruguay, entre otros.
A nivel de bases sociales, se mantenía una sensación de que avanzábamos hacia un mundo gobernado bajo los preceptos, las normas, las leyes consagradas por las Naciones Unidas.
Pero, tras la desintegración de la Unión Soviética, comenzó un proceso distinto que se inició con la desintegración de la República Federal de Yugoslavia, en 1991, que culminó con la agresión de las fuerzas militares de la OTAN en contra de Serbia, sin autorización de las Naciones Unidas.
Es decir, OTAN tuvo su estreno como criminal de guerra, bajo la figura de proteger a las víctimas del gobierno serbio, que había sido caracterizado como perverso por una gigantesca operación mediática.
Durante esa guerra, el tristemente célebre primer ministro británico Tony Blair saltó a la fama de lo estrambótico al afirmar que las bombas de la OTAN sobre Serbia eran bombas… HUMANITARIAS.
Sin el contrapeso geopolítico soviético, en Estados Unidos se desarrolló una doctrina imperial bajo la idea que sintetizó el japonés Francis Fukuyama con su folleto “El Fin de la Historia”, en que se planteaba el inicio de un Nuevo Orden Mundial con Estados Unidos caracterizado como potencia imperial benigna.
A las definiciones de Derecho Internacional planteadas por las Naciones Unidas, ahora Estados Unidos comenzó a oponer dos conceptos nuevos: Primero, el de Guerra Preventiva, que ya había esgrimido Israel en 1967, al atacar a Palestina, Egipto y Siria por sospechas de que estuvieran preparándose para atacar ellos a Israel.
Al margen de la discusión jurídica sobre el caso israelí, Estados Unidos adhirió con mucha fuerza al concepto de Guerra Preventiva, en el sentido de legitimar un ataque militar contra cualquier país del que Washington sospechase pudiera tener malas intenciones.
Durante el gobierno demócrata de Bill Clinton y tras el desmembramiento de Yugoslavia, Estados Unidos trató de intervenir en Somalía, bajo la figura de imponer un gobierno democrático. Sin embargo, tras graves reveses que incluyeron muertes de soldados y pilotos norteamericanos, Clinton optó por retirarse.
Vino luego el gobierno de George Bush, con el que se intensificó la Guerra contra El Terrorismo en cualquier lugar del mundo. Un concepto que necesariamente implicaba la perspectiva de guerra permanente para lograr una supuesta paz permanente.
Estados Unidos inició una guerra y la invasión de un país soberano, Irak, sin aprobación de las Naciones Unidas. Y luego, bajo el demócrata Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, lanzó con la OTAN un ataque devastador en contra de Libia, también con la figura de instaurar la democracia, distorsionando un acuerdo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El propio Barack Obama confesó, al fin de su mandato, que esa guerra contra Libia había sido el peor error cometido por su gobierno, y que esa guerra tuvo por efecto aniquilar al más próspero estado del norte de África.
Después de Libia, siempre con la presidencia de Barack Obama, Estados Unidos intervino dividiendo en dos la República de Sudán, e iniciando una persistente intervención antiterrorista en Yemen. Y luego, en forma coordinada con Arabia Saudita, Jordania, Turquía e Israel, Estados Unidos envió tropas mercenarias, armamento, provisiones y dinero para los grupos sunitas interesados en derrocar el gobierno del presidente Basher Assad, al que acusaron calumniosamente de ser un dictador.
Mientras la perspectiva ideológica y geopolítica de Estados Unidos evolucionaba volviéndose cada vez más belicosa, tanto Rusia como China evolucionaban también, formando una alianza suficientemente fuerte como para desarmar el sueño estadounidense del Siglo Americano y el Nuevo Orden Mundial.
Eso se expresó también en la ideología estadounidense. De hecho, el presidente Barack Obama justificó sus intervenciones militares sobre todo el planeta, con la doctrina que llamó el “Consecuencialismo”. Según esa doctrina, las acciones más brutales y las alianzas con los peores dictadores se justifican si mediante ellas se procuran resultados buenos y nobles, al menos desde el punto de vista de Washington.
Recordemos que el propio Barack Obama, cada semana, autorizaba con su firma la lista de asesinatos de sospechosos de apoyar el terrorismo, en cualquier lugar del mundo. O sea, ser sospechoso, según Barack Obama, había pasado a ser un crimen merecedor de pena de muerte y sin derecho a juicio.
Así, la sucesión de ideologías o doctrinas que justifican lo que el mismo Estados Unidos y las Naciones Unidas habían calificado como crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Primero, la Guerra Preventiva, segundo, la Guerra permanente antiterrorista, y tercero el Consecuencialismo, habían castrado, habían lisiado hasta la invalidez los conceptos de Derechos Humanos y Derecho Internacional.
Y, por cierto, a la siga del Derecho Internacional han ido quedando inválidos los otros valores, esos que le dan sentido a las leyes en todos y cada uno de los países de nuestro mundo.
Aquí en Chile, nuestra fe en las instituciones y la honradez han recibido golpes demoledores que incluyen los escándalos y latrocinios en las Fuerzas Armadas, los robos, desfalcos y malversaciones en las instituciones policiales, las prácticas criminales de falsificar pruebas para incriminar a inocentes, utilizando equipos computacionales comprados por el Estado de Chile con un costo de 3 millones 400 mil dólares, para meter falsas evidencias en computadores de gente inocente.
Sumado eso está la corrupción financiera de la clase política y la promulgación de leyes serviles a las grandes empresas.
En fin, la gente chilena está enojada y abatida, sintiéndose impotente por la ausencia de alternativas y propuestas, mientras la clase política aparece o bien corrupta, o bien desintegrada en caciquismos estrechos.
Pero, fíjese Ud. que mucho peor que nosotros están otros que son más grandes, más ricos y más poderosos.
En Brasil, hasta la muy derechista agencia alemana Deustche Welle, coincide en que el circo judicial-politiquero contra el ex presidente Luiz Inázio “Lula” da Silva ha puesto a ese país en una crisis en la cual la democracia tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.
Lula, según las encuestas, es lejos el candidato presidencial ganador para las próximas elecciones. De hecho, más que duplica las preferencias del que va segundo, el ultraderechista y golpista ex militar Jair Bolsonaro.
La semana pasada, el Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región del Brasil, condenó a Lula a 12 años y medio de presidio, en una sesión en la que los 3 jueces llegaron llevando ya escritos de antemano sus votos de sentencia y en la que a la defensa no le dieron más que 15 minutos para exponer sus argumentos.
Lo más asombroso es que la sentencia condenatoria, sin pruebas de culpabilidad del ex presidente, de basa según los jueces, fíjese Ud., en que Lula habría tenido intenciones de cometer delito. O sea, jueces lo están condenando porque les tinca que va a cometer algún delito en el futuro.
Según la agencia noticiosa del gobierno alemán, la democracia brasilera está secuestrada desde hace ya décadas por un Congreso que sólo apunta al beneficio personal de sus parlamentarios.
Y la Deustche Welle se pregunta: “¿Para qué sirven, entonces, esa política y esos políticos?
Pero esta semana ha concluido con el más increíble escándalo político y judicial, con elementos de sublevación próximos al terrorismo, que afectan nada menos que al aparato de seguridad nacional de Estados Unidos, el FBI, la Fiscalía Nacional y el Comité Central del Partido Demócrata y su derrotada candidata presidencial, Hillary Clinton..
Todo eso, en torno de una supuesta intervención de Rusia en el proceso electoral de los Estados Unidos que culminó con el triunfo del republicano Donald Trump.
Primero, el 23 de enero, la mesa de la Cámara de Representantes había dennciado con furia que el FBI no había hecho entrega de antecedentes de correos electrónicos de altos personajes de los servicios secretos, principalmente el agente de contraespionaje Peter Strzok y su novia la abogada Lida Page, sobre quienes recaían sospechas de colusión y hostilidad ilegal en contra del gobierno de Donald Trump.
Presionado por el congreso, el FBI se excusó diciendo, fíjese Ud., que se habían perdido todos, todos los mensajes de los sospechosos, durante un período de 5 meses. O sea, alrededor de 50 mil correos electrónicos intercambiados por los sospechosos precisamente entre diciembre de 2016 y mayo de 2017.
O sea, cuando se inició la ola de denuncias sobre una supuesta intervención rusa en favor de Trump y en contra de la Clinton.
El viernes 2 de febrero, el diputado republicano Paul Gosar dio a conocer a la prensa un memorándum, desclasificado por el presidente Trump, en que se revela que el FBI había diseñado una intensa campaña contra el propio presidente de la república y sus colaboradores de campaña, a partir de elementos proporcionados por un dudoso ex agente secreto británico, Christopher Steele, quien había formado una asesoría privada de investigación y espionaje sobre políticos, y que fue contratada por uno de los financistas de la candidatura de Hillary Clinton.
Posteriormente, el propio Comité Central del Partido Demócrata contrató los servicios de la agencia de espionaje político de Steele, para iniciar minuciosas investigaciones de cualquier indicio que pudiera desprestigiar al gobierno de Trump y reforzar esa supuesta participación de Rusia.
El FBI ocultó intencionalmente que el origen de la investigación anti-Rusia había sido la agencia del espía Christopher Steel, contratada por el Partido Demócrata.
En estos momentos, los representantes republicanos están hablando de una conspiración criminal, traición a la patria, ocultamiento y falseamiento de datos, por parte del FBI y también de la Fiscalía general.
Ello implica la posibilidad de cargos suficientemente graves como para enviar a presidio a muchos personajes de los servicios de seguridad nacional y del propio partido Demócrata.
Por ahora, la defensa de los demócratas se ve muy débil. Si bien no pueden negar los hechos denunciados, al menos señalan que se están omitiendo muchos detalles y que eso tergiversa lo que según ellos es la verdadera verdad.
En los próximos días veremos una evolución muy sorprendente en la política de Estados Unidos dentro de Estados Unidos. Y posiblemente el presidente Trump saldrá favorecido en términos de opinión pública de su nación.
Pero eso, en momentos en que su política internacional sigue yéndose aceleradamente rumbo al ocaso del poderío estadounidense.
¿Se fija Ud?... Las leyes, las instituciones y los líderes mundiales parecen cada vez menos próximos a lo que la gente necesita y anhela.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Hay peligro.
* Imagen de referencia del Consejo de Seguridad de la ONU