Por Ruperto Concha / resumen.cl
Casi sin que nos diéramos cuenta, el Centro del mundo se corrió, desde el Atlántico Norte, hasta el Pacífico Central, hasta donde el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tuvo que viajar esta semana para enfrentarse con la Historia y la Economía, con la Guerra y con la Paz. Es la segunda gran gira internacional de Trump. En la primera, en Europa, no lo trataron nada de bien.
Pero todo fue distinto esta vez, viajando de Hawaii a Tokio, el 5 de noviembre; de Tokio a Seúl, el 7; de ahí a Beijing, el 9 y de Beijing a Hanoi, Vietnam, ayer sábado, a la Cumbre de la APEC, para seguir hoy a Manila, Filipinas. Esta vez sí Trump va dejando un rastro de líderes más bien asombrados… Pero que ya no se burlan de él.
Más bien, ahora, hay muchos analistas de prensa que se están preguntando si fue él, o si fue la Providencia, o si fue Vladímir Putin quien armó la trama de una comedia aterradora. Una broma gigantesca y macabra digna de noviembre, con la Noche de Todos los Santos, más la de noche de los muertos non sanctos y las amenazas de guerra mundial.
Como fuere, lo que se va evidenciando es que nada de lo que nos dicen es exactamente lo que parecía ser.
Podríamos comenzar con el encuentro en Beijing, donde, al menos de palabra, se habría acordado una sabrosa serie de negocios por más de 250 mil millones de dólares con Estados Unidos...
Más interesante que saber quiénes acompañaban a Trump en su visita a China, es averiguar el nombre de alguien muy importante que no fue invitado a esta Gira Presidencial. Se trata del economista Peter Navarro, el mismo que hasta la semana pasada había sido el principal asesor de Donald Trump en materias de Comercio Internacional. Oiga, este Peter Navarro es el autor de un premiadísimo documental llamado “Morir de China”, en que acusa a la China de haber demolido la prosperidad de los Estados Unidos, mediante prácticas comerciales abusivas.
Según Navarro, hay que estrangular el comercio con China, imponiéndole gravámenes de hasta 45% a las importaciones chinas y también de otros países abusivos que le vendían mucho a Estados Unidos, pero que le compraban poquito, y con ello mantenían un déficit ruinoso de la balanza comercial en que Estados Unidos, cada mes, tenía que comprar al fiado más de 40 mil millones de dólares, que se iban acumulando mes a mes.
O sea, según el asesor presidencial de Trump en comercio internacional, China es la peor amenaza existencial para la supervivencia de Estados Unidos, y es urgente declararle a la China la guerra comercial… ¡a muerte!
Al parecer, Donald Trump lo pensó dos veces y decidió que al tal Peter Navarro sería mejor dejarlo guardadito y bien callado en Washington. Para él lo importante era regresar de su gira con negocios flamantes, de esos que generan hartos empleos.
Su encuentro en Japón, con floridas frases y juramentos de amistad y alianza con el Primer Ministro Shinzo Abe, no llevó a ningún acuerdo comercial concreto, más allá de alguna compra de misiles.
En Corea del Sur, los resultados fueron aún más escuálidos, y la amistad del presidente surcoreano Moon Jae-in, claramente se limitó a buenos modales y asegurarse de que no habrá guerra contra Corea del Norte sin previo acuerdo del gobierno de Corea del Sur.
De hecho, en esta ocasión, Trump omitió por completo sus amenazas tremebundas de guerra y aniquilación, e incluso se abstuvo de insultar al líder norcoreano Kim Jong-Un.
Además de usar un lenguaje moderado, Trump esta vez señaló estar abierto a negociar con cierta flexibilidad sobre el tema nuclear con Corea del Norte, y ante la prensa, junto al presidente surcoreano, Trump dijo: “Lo sensato es que Corea del Norte se siente a la mesa con nosotros y negociemos un acuerdo”.
Al llegar a la capital china, el tono del presidente Trump era de cálida dulzura. Ante el asombro de los periodistas que antes lo habían escuchado despotricar contra las prácticas comerciales de China, ahora Trump declaró “China no tiene la culpa del déficit comercial de Estados Unidos. Más aún, apruebo la capacidad que mostró China de sacar provecho en su favor. La culpa la tuvieron los anteriores gobiernos de Estados Unidos que aceptaron ruinosos términos comerciales.”
En lo personal, Donald Trump alabó al presidente Xi Lin Ping, al que llamó “persona muy especial con la que tuve una relación cálida, de buena química”
Por su parte el mandatario chino señaló “Por cierto hubo algunas fricciones, pero, sobre una base de cooperación ventajosa con franqueza y consultas abiertas, todas las diferencias se resolverán bien”.
Bueno, en Beijing sí Donald Trump obtuvo buenos resultados comerciales, con acuerdos por más de 250 mil millones de dólares, que irán a megaempresas americanas como la Boeing, la General Electric y la giganta productora de chips electrónicos Qualcomm.
En la tarde del viernes, Trump llegó a la capital de Vietnam, Hanoi, como participante de la Cumbre de la APEC, y dispuesto a plantear los nuevos términos de Estados Unidos para su comercio internacional.
Pero lo realmente significativo se produjo en la mañana siguiente, cuando el presidente Trump se acercó a su par ruso, Vladímir Putin, estableciéndose un brevísimo intercambio de palabras.
Según los voceros de la delegación estadounidense, el encuentro habría sido totalmente por casualidad y no estaba en agenda ninguna conversación entre ambos presidentes.
Sin embargo, bien luego se confirmó que efectivamente hubo una conversación que fue breve, no demasiado breve, pero claramente definida, y que ya antes había sido acordada en secreto por los ministros de exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, y de Estados Unidos, Rex Tillerson.
En aquella reunión, ambos presidentes concordaron en que la crisis de Siria no puede ser resuelta sólo por acciones militares, y que tanto Washington como Moscú apoyarán un arreglo político definitivo a partir del diálogo aceptado por las Naciones Unidas, por el gobierno republicano de Siria y por la mayoría de las facciones rebeldes.
Particularmente, los gobiernos de Rusia y Estados Unidos respaldan la soberanía, la independencia y la completa integridad territorial de Siria.
El texto completo del acuerdo entre Washington y Moscú fue publicado como Declaración Conjunta, en inglés, ruso y otros idiomas, en la página web del Kremlin.
O sea, en forma aparentemente imprevista, casi por casualidad, en el Foro de la APEC se produjo un reencuentro conciliador y de buena fe entre las dos grandes potencias que parecían estar al borde mismo de la guerra.
Por cierto, lo que se oculta detrás de esa especie de prodigio de geopolítica y estrategia podría definirse como una guerra dentro de otra guerra, y como una victoria ganada a punta de derrotas.
Pero antes de ello, hay que ver qué es lo que sucedió en el Foro de la APEC, donde 21 países barajan el 56% de toda la producción mundial de bienes y servicios, y el 46% de todo el comercio internacional.
Principalmente por empeño de Japón y también de Australia, los países que se habían integrado al tristemente célebre Tratado Trans Pacífico de Asociación, más conocido como el TPP, fueron convocados para aprovechar este foro y reactivar la iniciativa ahora sin participación de Estados Unidos.
Considerando que al TPP no habían invitado a China como participante, ni tampoco a la India, el rechazo de Estados Unidos dejaba únicamente al Japón como primera potencia económica y operacional del TPP, lo que venía a reforzar la posición japonesa frente a la china.
Los otros diez países involucrados, entre los cuales se cuenta a Chile, se abocaron a conversaciones muy llenas de dudas. Incluso se produjo un impasse con Canadá, que, habiendo sido invitado a una discusión conjunta, finalmente no se hizo presente, aduciendo que el Primer Ministro Justin Trudeau había estado muy ocupado.
La verdad es que no se llegó a ningún acuerdo más allá de reconocer todos que el famoso proyecto secreto del TPP impulsado por Estados Unidos durante el gobierno de Obama, ya se había vuelto inaceptable.
De los puntos establecidos en el proyecto, al menos 20 artículos deberían ser eliminados o cambiados, sobre todo en lo referente a los tribunales de arbitración entre las empresas y los estados, en los derechos laborales y sindicales, en las patentes comerciales y de propiedad intelectual, en las medidas de protección ecológica y, muy especialmente, en el tratamiento a las empresas que son de propiedad estatal.
O sea, sólo por cortesía se emitió una declaración en que se afirmaba que los países del TPP sin Estados Unidos, llegaron a un acuerdo en términos generales.
Según la propia declaración del gobierno canadiense, el tema de resucitar el TPP no es importante ni es factible por ahora, y Canadá, ocupado en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con Estados Unidos y México, no tiene tiempo para esas reuniones.
En cuanto a Estados Unidos y China, el Foro de la APEC sirvió para que el presidente Donald Trump advirtiese a los demás participantes que de ahora en adelante Estados Unidos no suscribirá ningún acuerdo comercial que no sea claramente favorable para los intereses norteamericanos.
Frente a la posición de Trump la del presidente chino Xi Jin-Ping resultó no sólo poderosa sino además elegante. Según Xi, China ya ha propuesto el pacto de Asociación Amplia Económica Regional, que en ningún momento ha sido afectada por el TPP, que es muy pequeño y se presentaba como muy confrontacional.
China enfatizó que su propuesta es abierta, amplia y no excluyente. O sea, que no pone impedimento alguno a que se integren otros países que sean miembros de otros tratados, siempre, por supuesto, que los compromisos jurídicos sean compatibles.
Así pues, mientras el Presidente Donald Trump declaraba enérgicamente su postura proteccionista, China por contraste se planteaba como adalid del libre comercio, la globalización y la transparencia, y, en la práctica, propone reforzar las facultades de la Organización Mundial de Comercio, para evitar la corrupción y las prácticas de competencia desleal.
Según comentaba el sábado el periódico Los Angeles Times, el Presidente chino dejó en claro que su gobierno se proyecta hacia muchas décadas futuras de transformaciones y progreso, frente a un Donald Trump que posiblemente no estará en el gobierno ni en 3 años más.
En tanto, en el Oriente Medio, el increíble caso del primer ministro del Líbano, Saad Hariri, viene a encajar con la mini cumbre relámpago de Donald Trump y Vladímir Putin, en el reordenamiento del caos sangriento que comenzó con el derrocamiento del gobierno de Libia y continuó con Siria, Yemen y el cuerno de África.
Al parecer en un estado de terror demencial, histérico de miedo, el primer ministro Hariri desapareció de su residencia en Beirut y no se supo de él hasta el sábado 4, cuando apareció en Arabia Saudita, declarando que renunciaba a su cargo de gobierno y que temía ser asesinado.
En una declaración cuidadosamente redactada, el Primer Ministro Hariri lanzó denuncias en contra del movimiento libanés Hizbollah y en contra de Irán, exactamente en los mismos términos ya usados por Arabia Saudita e Israel.
El caso ha sido rechazado no sólo por el gobierno del Líbano, sino por las potencias internacionales, incluyendo a Estados Unidos y Rusia. No sólo se ha reiterado el apoyo internacional al gobierno del Líbano, que está integrado con partidos cristianos, católicos y protestantes, y musulmanes, shiítas y sunnitas. También Estados Unidos, Europa y Rusia anunciaron su compromiso de proteger la soberanía de la república, y condenan los intentos, de otros países, de provocar caos y guerra en los momentos en que ya se está alcanzando la paz en Siria.
El tema está ya sólidamente documentado y los hechos apuntan a que hay un acuerdo secreto entre Estados Unidos y Rusia para consolidar la paz y la prosperidad en el Medio Oriente, desde Armenia e Irán, hasta el Líbano y Siria, pasando por Irak y las regiones autónomas federadas de los curdos.
Lo que esto significa para las autocracias feudales petroleras árabes aliadas con Israel, sólo puede deducirse analizando un vasto cúmulo de información.
Espero hacer un análisis sucinto en la crónica del domingo 26 de noviembre. Y, para nuestros amigos que lo deseen, estoy traduciendo un dossier con el material informativo que he reunido.
Aparentemente son las propias monarquías petroleras árabes las que se están tambaleando en peligro de colapsar ante alzamientos de una base social integrada tanto por musulmanes shiítas como sunnitas, que habían convivido en paz durante siglos y ahora han sido lanzados en feroces guerras fratricidas.
En cuanto a Israel, hay documentos que indican la existencia de dos fuertes movimientos judíos, diametralmente opuestos entre sí en relación con el destino del Estado de Israel y la integración de la gente judía en las naciones que los acogen.
En ese contexto, hay indicios que sugieren que el yerno del presidente Donald Trump, Jared Kushner, quien es judío observante, habría tenido participación en prácticamente todos los hechos de los últimos meses en el Oriente Medio.
Ciertamente uno se siente más que asombrado al comprobar qué cúmulo de información importantísima se nos oculta o se nos falsea.
Pero, como decían nuestros mayores, la mentira tiene patitas cortas y la verdad al final siempre la alcanza. Bueno, al final. Ese final que suele llegar cuando ya la verdad importa poco y los rostros de las víctimas y sus victimarios se van deslavando en el olvido.
Hasta la próxima, gente amiga. Hasta después de las elecciones. Cuídense, es necesario. En el peligro todos somos necesarios.
*Imagen The Independent: APEC 2017 en Hanoi