AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Navidad

Por Ruperto Concha / resumen.cl Ya viene la Navidad, que es el cumpleaños del buen señor Jesús de Nazareth. Y hay un mensaje circulando por Internet, que dice: “¿Por qué ya no me invitan a mí a mi fiesta de cumpleaños?” En un lenguaje sencillo y claro, el autor del mensaje cuenta que, un poco a escondidas, se coló en varias casas donde celebran su cumpleaños. Y allí vio cómo se hace exhibición de riqueza y consumismo, cómo se engullen manjares, postres y brebajes, sin que nadie se acuerde de él, aunque, oiga, esa era la fiesta de Su cumpleaños. De pronto, hacia la medianoche, aparece un tipo gordo vestido de rojo, que parece un poco bobo o quizás un poco borracho, y con su llegada la fiesta alcanza su máximo entusiasmo, como si fuese él el festejado. A esas alturas, claro, hasta los más tontos se dan cuenta de que es el propio Jesús el que aparece contándonos aquello. Y aquel Jesús de Internet nos cuenta que entonces optó por irse calladito, de regreso a la noche… Pero, fíjese, agrega que le gustaría tanto que en la próxima Navidad lo invitemos a él para juntarse con nosotros, y con todos los seres que amamos. Así, con sencillez, incluso con una sana pobreza en las exterioridades para que la riqueza interior pueda dejarse ver ante la simple vista de los ojos limpios. Pero, en fin, podemos también preguntarnos ¿por qué las cosas tienen que cambiar?... ¿Por qué los tiempos felices no pueden ser eternos?... La verdad es que el cambio y la transformación de la realidad, de la nuestra y la del universo exterior, se producen por sí mismos, sin que siquiera tengamos oportunidad de oponernos a ello, y sin que sepamos si el cambio será feliz o de infortunio. Quizás la parábola más bella y triste sobre el cambio y nuestro anhelo de impedirlo, sea el cuento de James Barry, Peter Pan y la Isla de Nunca Jamás, donde habitan los niños desaparecidos que seguirán siendo niños para siempre jamás. Es decir, el mundo en que se detiene el cambio más fundamental que experimenta el ser humano, el paso mental, moral, jurídico y fisiológico de la niñez a la condición de adulto. Es una parábola trágica, porque de pronto nos deja comprender que los únicos niños que serán niños para siempre, son aquellos que perdemos para siempre. Es decir, los que mueren durante la niñez. Porque la detención de todo cambio es el momento de la entropía total. Detención del cambio es la detención de la vida misma de cada persona. Y este asunto del cambio en oposición a la conservación, fue en sí mismo un cambio extraordinariamente poderoso que se produjo al mismo tiempo en los más extremos rincones de las grandes civilizaciones del mundo. Fíjese Ud. que entre los siglos V y IV antes de Cristo, con tanta cercanía en el tiempo que podrían haber sido condiscípulos en el colegio, vivieron siete personajes que transformaron sutil y decisivamente la historia de la humanidad. Ellos fueron los filósofos chinos Confucio y Laotsé; el príncipe indio Siddharta Gautama, más conocido como el Buda; los caudillos judíos Ezra y Nehemías, y los filósofos griegos Parménides de Elea y Heráclito de Efeso. Siete pensadores preocupados de la transformación y la conservación, del cambio trascendente y la consolidación inmanente. transformaciones, y por eso su pensamiento se llama el Tao, es decir, el Camino, Confucio en cambio consideraba que el hombre debe defender su identidad que permanece a través de los cambios. Lao Tsé exponía que un cántaro debe su existencia más que a la porcelana con que lo hicieron, al vacío que tiene en su interior y que es el que le da todo su sentido. O sea, un cántaro debe su ser a lo que no es. ¿Se fija Ud.?... Siempre la oposición entre lo inmóvil, lo material y sólido, frente a lo sutil, al vacío lleno de significados y efectos, y al cambio vital e inevitable. Al mismo tiempo, en Nepal, en los contrafuertes de los Himalayas, el príncipe Gautama también desafiaba al pensamiento filosófico y la teología de su tiempo, y proponía una visión que coincidía con las de Lao Tsé y Confucio, más allá de la aparente oposición de ambos maestros chinos, a quienes él jamás conoció. Para el príncipe Gautama, Buda, el cambio es solamente una danza de la realidad. El hombre debe entrar a esa danza dejándose fluir mediante la liberación del deseo, la liberación del miedo y las apetencias. Ese camino de iluminación o Satori, el Buda lo llamó Dharma, equivalente al Tao de Lao Tsé. Buda murió al parecer el mismo año que murieron Confucio y Laotsé. En tanto en Persia, Irán, el caudillo y filósofo Ezra junto al sacerdote y profeta Nehemías, también encaraban una crisis de transformación o cambio tanto político como religioso, aunque dentro de la ortodoxia. Ezra encabezó el retorno, con 15 mil hebreos cargados de tesoros, a los territorios de Judá de donde habían sido expulsados por los invasores asirios. Ezra y Nehemías sometieron a los judíos que trataban de sumarse al retorno, a rendir pruebas de su genealogía hebrea y de la conservación de los conocimientos y tradiciones del judaísmo a partir de Moisés. Al parecer, la inmensa mayoría de los judíos conducidos a Asiria, a Babilonia y después a Persia, habían abandonado las costumbres de su pueblo e incluso habían perdido su conciencia genealógica, tras múltiples matrimonios con familias no judías, a lo largo de muchas generaciones. El rechazo a esa gran masa de judíos, por sus caudillos Ezra y Nehemías, habría reducido a sólo 2 las tribus cuyos miembros lograron demostrar su genealogía y su fidelidad a la tradición y la ley. O sea, de las 12 tribus, 10 no pudieron demostrar su derecho al retorno, y de ahí surgió la noción de las llamadas “Tribus perdidas de Israel”. Estos dos caudillos tuvieron la capacidad de asumir el cambio, aún a costa de perder a miles de seguidores, y al mismo tiempo fueron capaces de reunir también los textos dispersos de la tradición y la ley judía. Al hacer esto tuvieron incluso que corregir palabras y conceptos dudosos, de antiguos documentos, lo que llevó a que se considere a Ezra como un sucesor digno de emular incluso al propio Moisés. Pues bien, exactamente entre esos mismos años, a caballo entre el 500 antes de Cristo, convivieron también los filósofos Parménides de Elea y Heráclito de Efeso, los dos más grandes filósofos pre socráticos, y que, asombrosamente, se abocaron a las mismas ideas… la permanencia, la conservación inamovible y sólida del ser, contra la fluidez, el cambio y el devenir de la realidad. Parménides expresó su visión de lo sólido, fijo e inmanente, en su célebre silogismo que dice: Lo que es, es. Lo que no es, no es. Por lo tanto, todo es. Y Heráclito, por su parte, señaló que absolutamente todo está fluyendo y cambiando, y lo resume al decir que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. ¿Se fija Ud.?... En una ola misteriosa, los siete pensadores supremos de un mismo instante de la historia de la humanidad fueron cogidos por una especie de misterioso remolino espiritual que los llevó a presentarnos para siempre la realidad del cambio inevitable y nuestra lucha por conservar lo más posible de lo nuestro a través de esa verdadera tempestad que demuele lo que nos era más familiar. Sabemos que la vorágine de los cambios se está acelerando y volviéndose más poderosa. Ya las potencias mundiales han renunciado a luchar en términos reales contra el cambio climático, y en las últimas cumbres simplemente han venido aceptando que el esfuerzo apunte sobre todo a sólo adaptarnos a la realidad del cambio con todos sus efectos. El cambio se nos viene encima también por el agotamiento de fuentes de energía, mientras las energías alternativas van siendo dejadas con un nivel de casi romanticismo de consuelo. En realidad, con compromisos de políticas de energía limpia, ya la proyección de consumo de petróleo contempla un aumento muy importante, y el precio de barril nuevamente sube y sube y se estabiliza en alza. Pero también está cambiando la tecnología, que viene poniendo a nuestro alcance un verdadero Tao, un Dharma, un Camino de instrumentos sutiles para gobernar nuestro rumbo a través del cambio. ¿Podrán las nuevas generaciones aprender a tiempo cómo hay que cabalgar con esos instrumentos nuevos, a través del camino del Cambio?... Así, en estos momentos, un huracán de razones, opiniones, emociones y ridiculeces geopolíticas, se desató por la insolencia del gobierno de Estados Unidos al desconocer la Resolución de las Naciones Unidas que, junto con crear el Estado de Israel, estableció sus fronteras con los demás países árabes y especialmente con Palestina. En esa misma Resolución de las Naciones Unidas se especificó que la ciudad de Jerusalén debe estar dividida en dos zonas. Al oeste, bajo soberanía de Israel, y al este bajo soberanía palestina. Ahora habrá que esperar todavía un poco antes de hacer un análisis válido de los efectos de aquella decisión del presidente estadounidense Donald Trump. Pero, como sea, los defensores de los palestinos y los que apoyan a los israelíes coindicen en afirmar que hay unos misteriosos y poderosos agentes ocultos que mueven como titiriteros los hilos de las crisis, las guerras y sus negocios. ¿Quiénes son esos supuestos titiriteros? ¿Serán los paupérrimos palestinos los titiriteros que mueven a las Naciones Unidas? ¿O serán las organizaciones judías de Estados Unidos las que mueven como marionetas al parlamento y la Casa Blanca? Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. El peligro se nos viene encima como un tren desbocado.   *Imagen de Concepción.cl: Navidad Plaza Tribunales
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