AUDIO | Crónica de Ruperto Concha: Odiar a Francisco

Ruperto Concha / resumen.cl   El pasado miércoles 13 de marzo se cumplieron 6 años de la coronación del cura argentino Jorge Mario Bergoglio, como el primer papa latinoamericano y también el primer papa que elige el nombre del más humilde de los santos, Francisco, al que llamaron “El Pobrecito de Assis”. Claramente, y desde su primer día papal, el Papa Francisco dejó en claro su voluntad de retomar el programa propuesto por Juan XXIII y desarrollado por Paulo VI a través del Concilio Vaticano II, para cambiar el rumbo de la Iglesia Católica, acercándola y comprometiéndola con la base social del pueblo católico. Una base social con los pies en la tierra, o en el barro, muy próxima a los modestos curas párrocos, y muy alejada de las pomposas jerarquías eclesiásticas que, desde los tiempos el emperador Constantino, venían prosperando siempre asociadas al poder, la nobleza y la riqueza. No es este el caso de revisar lo que fue ese período febril, revolucionario, que estremeció al mundo católico entre 1958 y 1978, con el surgimiento de la Teología de la Liberación, de los Cristianos para el Socialismo y del Humanismo Cristiano. Tras la muerte de Paulo VI, en 1978, fue elegido papa el cardenal Albino Luciani, quien asumió el nombre Juan Paulo I, anunciando con ello su propósito de continuar la revolución de sus dos predecesores, Juan y Paulo. Pero, en fin, Ud. ya lo sabe: murió a los 33 días de ser elegido. Se dijo que su muerte fue por colapso cardiovascular, o sea, que se murió porque su corazón dejó de palpitar. Lo enterraron rapidito, rapidito, sin hacerle la autopsia. Y de inmediato se eligió al cura polaco Karol Wojtila, Juan Pablo II, un ultra conservador y anti socialista, quien se apresuró a desarticular las reformas y reimplantar la vieja jerarquía. A Juan Pablo II le siguió el alemán Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, no tan conservador como Wojtyla, pero en máxima medida responsable del encubrimiento de los casos de pedofilia que están quebrantando a la Iglesia Católica de hoy y que hoy se están usando para atacar al Papa Francisco. Vamos viendo. Cuando se iban sumando las denuncias de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos, en mayo de 2001, el entonces cardenal Joseph Ratzinger se desempeñaba como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nuevo nombre de la antigua y terrorífica Inquisición. Y en esa calidad envió un comunicado a todos los obispos católicos, señalando que todas las investigaciones respecto de abusos sexuales sobre menores tienen carácter de “secreto pontificio” y no deben ser informadas ni a las autoridades ni a la prensa, hasta que el Vaticano lo autorice. Y, claro, que violar el secreto pontificio es causal de excomunión. ¿Qué tal encubrimiento? Por cierto, la elección del cardenal argentino Bergoglio, un simple sudaca que sabía poco latín y parecía humildito, parecía algo bueno para que durante su reinado no pasara nada molesto para la recobrada paz conservadora del Vaticano. Pero estaban equivocados. Desde el primer momento el Papa Francisco mostró su compromiso con la revolución de la Iglesia y del Concilio Vaticano II. Y, aún más, remeció las viejas nociones, que pasaban por ser teológicas, sobre una divinidad iracunda y tiránica. Simplemente Francisco dejó en claro que Dios no es rencoroso, que no se enoja... Más aún, dijo que el infierno, si existiera, tendría que estar vacío, o simplemente habitado por los diablos. Bueno, con ello, aunque no lo enunció formalmente como Doctrina teológica, Francisco tocó el asunto de que, según las Escrituras, ni Jesús ni Jehovah jamás hablaron de vida eterna para todos después de la muerte. Por el contrario, al decir “yo soy el camino y la verdad y la vida”, Jesús habría señalado que únicamente aquellos que se unieran a él tendrían vida eterna. Los demás simplemente se morirían. Y, bueno, con ello, de pasadita, el papa Francisco estaba eliminando la condena teológica contra la gente gay y lesbiana, y hacía posible la conciliación simple entre todas las gentes bienintencionadas más allá de sus creencias religiosas, más allá de su sexualidad o de su manera de aplicar la fórmula esencial del cristianismo que dice “no le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. Por supuesto este análisis de ningún modo se interesa en asuntos de teología, no. Lo importante aquí es simplemente el mensaje humanista y político de la Teología de la Liberación, que sí ha desatado una vehemente ferocidad de los católicos tradicio­nalistas y conservadores que han llegado a afirmar que el Papa Francisco es un “comunista” y “tiene que renunciar”. De hecho, se ha imputado a Francisco una supuesta indiferencia ante el clamor de centenares de personas que se califican de “sobrevivientes” de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes. Pero la verdad es que el pontífice ha sido el primero en establecer que todos los sacerdotes tienen la obligación de informar a las autoridades civiles sobre los casos de abusos. Y ello sin violar el secreto de confesión. Simplemente señalando los hechos significativos a fin de que la policía pueda investigar. Más aún, Francisco enfatizó que toda denuncia que sea creíble tendrá que ser investigada. Sin embargo, a la vez, el Papa Francisco insistió en que toda acusación debe ser demostrada, y que todo acusado es presuntamente inocente mientras no se pruebe su culpabilidad. Eso cobra especial importancia en momentos en que la prensa mundial mantiene una enorme presión de acusaciones concentradas en las denuncias de abusos sexuales perpetradas por sacerdotes católicos, mientras que omiten los casos protagonizados por clérigos protestantes, musulmanes o judíos, así como aquellos otros que involucran a profesores, entrenadores deportivos, y otras personas laicas que tienen contacto directo y con autoridad sobre niños y adolescentes. De hecho, un vasto informe entregado por la Universidad de Pensilvania, indica que sólo un 0,2 % de los sacerdotes aparece involucrado en abusos sexuales, y que no hay ninguna evidencia que demuestra que la pedofilia sea más frecuente en el clero católico que entre pastores protestantes, rabinos judíos, líderes de boyscouts, o médicos Numerosos otros informes confirman que los casos de abusos pedofílicos se producen, en un 70%, en el medio social inmediato de los niños, en su familia, con sus familiares directos o relativos y con sus vecinos. O sea, no es la condición de sacerdote sino la intimidad unida a cierto prestigio o autoridad la que crea las condiciones peligrosas de posible abuso sexual. Las tendencias pedófilas existen desde antes de que un individuo se convierta en sacerdote o asuma cualquier otro rol que le de influencia sobre el menor. Incluso los más severos acusadores admiten que sólo un cambio de actitud en las familias y en el medio ambiente está ya teniendo un efecto positivo al permitir que los niños no sientan vergüenza ni miedo de denunciar conductas sospechosas de parte de adultos que los contactan. Y eso parece demostrar que una actitud más libre y menos condenatoria, unida a una buena educación sexual a los niños y también a las familias, permite detectar a tiempo el peligro. De hecho, ha resultado evidente que, en el caso de abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos, casi en su totalidad se han producido en instituciones ultra conservadoras y muy represivas, como los casos del Opus Dei y de los Legionarios de Cristo. En el escándalo del sacerdote chileno Fernando Karadima, se tipificó el abuso en un medio social aristocrático, y se inició con el intento de perversión del cura Karadima sobre un niñito de 7 años, alumno de Grange School, durante su preparación para la primera comunión. Es decir, precisamente la relativización humanista de los preceptos morales, como parece estar procurándolo el Papa Francisco, es un camino prometedor para evitar que los niños sigan a merced de las perversiones de adultos. Ya el célebre investigador de antropología de la cultura, Ernst Cassirer, describió con claridad el proceso en que los seres humanos aceptamos las primeras nociones sobre lo divino y lo moral. En su obra sobre Ciencias de la Cultura, señala cómo ya los primeros homínidos prehistóricos se veían obligados a aceptar una realidad que les era impuesta en forma inapelable. La realidad del sol, del día y de la noche, del cambio de las estaciones, del paso de lo apacible a lo peligroso, de lo satisfactorio a lo menesteroso. Y, junto con ello, ya el recién nacido se encontraba ya también sumergido en una realidad igualmente inevitable. La realidad de la familia, del grupo, de la manada, de las costumbres que tiene el grupo. En realidad, la familia y la manada es la realidad de la costumbre. Es la realidad básica e inevitable de toda ética. Es la realidad moral. Recordemos que Moral significa Costumbre. Es moral lo que es acostumbrado. En el momento histórico en que estamos viviendo, cuando vemos que en torno nuestro hay una corrupción generalizada que aumenta cada vez más, que la codicia de dinero afecta a la cultura como una adicción patológica, bueno, no podemos evitar entonces preguntarnos… ¿cuál puede ser la clave para salir adelante?.. ¿Cómo podemos salvar este lugar, la Tierra, que es el único donde es posible la vida como la conocemos?... En la política internacional, ¿cuándo y dónde las razas humanas, las etnias, generan todavía estados y naciones?¿Acaso nuestra América no fue desde el principio mismo el crisol del futuro, donde todas las razas han de combinarse en un caleidoscopio, una especie de jardín vivo de rasgos físicos, sensibilidades, destrezas, virtudes y necesidades, todas coherentes entre sí, siendo a la vez iguales y distintas?... La Historia de la Humanidad nos muestra que las razas sí pueden combinarse creando civilizaciones y razas nuevas. Mientras hoy los kurdos se debaten ante la mortífera incertidumbre, ¿cómo fue que hace algunos siglos esos mismos kurdos fueron la unión y la victoria de todo el mundo árabe sobre la agresión europea? El gran sultán Saladino, que venció a Ricardo Corazón de León, derrotó a los Cruzados, liberó a Jerusalén y unió en paz a todas las razas desde Egipto a Siria, desde el Yemen hasta el Océano Atlántico, en una increíble y pacífica prosperidad, en la que cabían también también los judíos Una geografía adulterada por unos pocos siglos de predominio europeo ya está colapsando junto a un paisaje cultural también adulterado. En Afganistán, en Siria, en el Sinkiang de la China, entre los Rohingyas de Indochina, en Kosovo, en Crimea, en las tierras de mapuche y de aymaras, en fin, ¿por qué las razas, las etnias, no pueden echar raíces tranquilamente en la tierra que ocupan y en paz con las demás etnias?... Estados Unidos ha intentado, con ciega torpeza, encajar naciones y etnias en el duro zapato de una democracia diseñada en Washington. Los partidos políticos, que inicialmente se formaban sobre teorías sociales y políticas, ya perdieron su identidad, ya son meros grupos de gentes que tratan de cazar cuotas de poder. En Afganistán, en estos momentos, los pueblos unidos, desde el Turkestán hasta la India, incluyendo a los talibanes, están encontrando una alternativa política que parece bastante mejor que la democracia occidental. Se trata de las llamadas “Loya Yirga”, consejos tribales que inicialmente se forman en una familia. Luego esa familia se proyecta hacia el consejo de una tribu de familias afines, y esas tribus a su vez forman un Gran Consejo Nacional. Ese sistema de Consejos Tribales se originó entre los mongoles hace más de dos mil 500 años, y sigue funcionando mucho mejor que los parlamentos democráticos occidentales. ¿Será que la familia misma podría quizás sanear la política, aplicando sus valores esenciales y netos? Las convulsiones de la política interna de Estados Unidos, con las convulsiones de Europa, la inmovilidad perpleja de las bases sociales latinoamericanas… ¿Desembocarán al fin abriéndose paso hacia un nuevo episodio inédito de la historia? Hay mucho que pensar, hay mucho que preguntarse y entender. Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse. Todos estamos en peligro.   Fotografía principal: https://elcomercio.pe
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