Ruperto Concha / resumen.cl
El miércoles pasado, 4 de abril, se cumplieron los 70 años de la creación de la poderosa alianza militar llamada Organización Tratado del Atlántico Norte. La OTAN, que reúne a Estados Unidos con otros 28 aliados, de los cuales únicamente Francia se ha negado a comprometer su armamento nuclear en caso de una guerra mundial. O sea, Francia no participaría en una guerra con armas atómicas contra China ni contra Rusia ni contra nadie.
De todos los países europeos, únicamente Suecia y Finlandia han preferido no ingresar a la OTAN. En cambio, Turquía sí es miembro de ella, aunque no ha sido aceptada en la Unión Europea.
El enorme aparato militar y administrativo de la OTAN consume un presupuesto igualmente enorme. De hecho, el año pasado gastó un millón de millones de dólares, de los cuales las ¾ partes las pagó Estados Unidos.
Se entiende, así, que la máxima autoridad en la OTAN no esté en manos de altos mandos de las fuerzas armadas de la alianza. No. El supuesto jefe máximo de la OTAN en estos momentos es un economista, un economista noruego, el señor Jens Stoltenberg, para quien la estrategia militar es algo así como una función subalterna del gran proyecto de globalización económica dirigida y controlada desde Estados Unidos.
En número de aviones, de artillería, tanques, buques de guerra y efectivos humanos, soldados, la OTAN aún hoy supera con largueza a las fuerzas armadas de Rusia. Por esa razón, es insostenible la afirmación de una supuesta amenaza de invasión rusa contra Europa.
Y por lo mismo resulta ridículo justificar la hipertrofia militar de la OTAN en términos de una presunta guerra contra Rusia, en los términos tradicionales de estrategia, que siguen siendo muy poco distintos de los que se emplearon en la Segunda Guerra Mundial.
En sus 70 años de existencia, la OTAN sólo participó como una fuerza auxiliar de Estados Unidos durante la Guerra de Corea, en 1950, que terminó en un sangriento empate. Un “armisticio” o una tregua de duración indefinida, sin vencedores ni vencidos.
En los 49 años restantes, permaneció inactiva, hasta que, en 1999, a instigación del gobierno de Bill Clinton, de Estados Unidos, las fuerzas de la OTAN en masa lanzaron una guerra devastadora contra Yugoslavia, produciendo su desintegración total y arrebatando a Serbia su provincia de Kosovo, que había acogido a una gran masa de refugiados albaneses que finalmente fueron invitados por la OTAN a exigir su independencia del país que los había acogido.
La intervención de la OTAN contra Yugoslavia fue decidida por los altos mandos militares, violando abiertamente la Carta de las Naciones Unidas y sin consultar siquiera al Consejo de Seguridad.
Es decir, desde su primera intervención militar concreta, la OTAN se definió como un seudopodio o tentáculo militar obediente a los intereses de Estados Unidos y los grandes consorcios financieros internacionales.
En aquellos momentos, Rusia se encontraba todavía sumida en el caos de la desintegración de la Unión Soviética, y el tambaleante gobierno del presidente Boris Yeltsin daba inútiles tratando de imponer alguna recuperación política, institucional y económica. De hecho, Rusia se encontraba en un estado de miseria inconcebible.
Por eso la Rusia de 1999 no pudo hacer nada en defensa de sus aliados de los Balcanes. Y, por cierto, esa incapacidad pareció una especie de invitación para que la OTAN avanzara tomando posiciones estratégicas rodeando en forma cada vez más apretada las fronteras y penetrando hacia ella a través del Asia Central también.
Pero al año siguiente, finalizado el Siglo 20, Boris Yeltsin incorporó a su gobierno al joven abogado y especialista en contraespionaje Wladímir Putin. Primero lo nombró ministro de reorganización de las Repúblicas Federadas, y después Vicepresidente de la Federación Rusa.
Al año siguiente, Yeltsin renunció a su cargo y le pidió a Wladímir Putin que se presentara como candidato a las elecciones presidenciales. Putin se presentó y ganó con un margen contundente. Pero muy luego había ganado ya un apoyo popular superior al 80% en todas las repúblicas de la Federación Rusa.
La rápida reorganización de Rusia trajo consigo una recuperación muy sólida en lo económico, a la vez que la actividad industrial se vio unida a una intensa investigación tecnológica y actualización tecnológica y en todas las otras ramas de las ciencias aplicadas.
Fue en esas nuevas circunstancias que la OTAN intentó avanzar más profundamente estrechando desde el sur el cerco sobre la frontera rusas. En la ex república soviética de Georgia, oiga, Georgia la patria del Líder soviético José Stalin, una intensa campaña de agitación social financiada y respaldada por Estados Unidos, en 2004 provocó la renuncia del presidente Eduard Schevarnatse, que era partidario de la neutralidad entre Rusia y la OTAN.
En su reemplazo fue elegido Mikhail Shaakashvili, apoyado por una enorme campaña publicitaria financiada por inversionistas estadounidenses y europeos, vinculados a la OTAN. De hecho el célebre mogul de las finanzas, George Soros, admitió haber invertido 6 mil millones de dólares para el cambio de gobierno en Georgia, y señaló que esperaba verse resarcido luego con acuerdos comerciales con el nuevo gobierno.
Saakashvili de inmediato asumió una política extremadamente hostil hacia Rusia, sin tomar en cuenta que más de dos millones de ciudadanos de Georgia estaban trabajando en Rusia. Más aún, Saakashvili anunció su postulación a integrarse en la OTAN, dándole a Occidente un espacio estratégico que cubría toda la costa oriental del Mar Negro, entre Rusia y Turquía.
Finalmente, en 2008, Saakashvili desconoció el status de repúblicas autónomas, reconocido por las Naciones Unidas, para los territorios de Abjasia y Osetia del Sur, en la frontera con Rusia.
Envió una fuerte expedición militar para ocupar esos territorios, y en esa operación las tropas de Georgia dieron muerte a varios “cascos azules” rusos, designados por las Naciones Unidas. La respuesta rusa, por supuesto, fue instantánea.
En cuatro días fueron expulsadas las tropas georgianas, y el ejército ruso penetró en territorio de Georgia con la misión de destruir los depósitos de armas y el equipamiento militar que habían respaldado la invasión a Osetia.
Tras la aventura el régimen de Saakashvili quedó políticamente muy desprestigiado en su país y pronto se le acusó de tener vínculos criminales para apropiación de millonarios fondos fiscales y también privados. Incluso se le condenó finalmente por encubrimiento de tres policías que habían asesinado a un banquero al que estaban extorsionando.
Finalmente Saakashvili huyó de su país a Ucrania donde se sumó al aparato de gobierno tras el derrocamiento del presidente Yanukóvitch, en 2014, para colaborar en una nueva ofensiva contra Rusia, y, una vez más contando con el apoyo y las promesas de la OTAN.
Finalmente, enemistado también con el régimen anti ruso del presidente Poroshenko, de Ucrania, fue destituido de sus cargos y quedó, por último, reducido a ser un apátrida políticamente anulado y neutralizado.
Tres años después de la Guerra de Osetia, la OTAN volvió a actuar como instrumento de Washington en una operación militar al margen de la autorización de las Naciones Unidas que habían vetado el uso de aviones de combate en el espacio aéreo de Libia, y lo aprobaron para evitar que hubiera bombardeo de civiles durante la insurrección que intentaba derrocar al líder libio Mohammer Khadaffi.
La OTAN no sólo aplicó el veto para los aviones del ejército leal libio. De hecho, escuadrillas de bombarderos de la OTAN intervinieron contra el ejército de Khadaffi, y, de hecho, fue un misil de la OTAN el que impactó el auto en que se desplazaba Khadaffi, dejándolo malherido. Los mandos de la OTAN avisaron la posición del auto a los insurrectos los que se apoderaron del herido y lo torturaron hasta matarlo.
Al final de su mandato, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, reconoció haber dispuesto la participación de la OTAN para derrocar a Khadaffi, y comentó que ese había sido “el peor error cometido por su gobierno”.
Fuera de ello, la participación de la OTAN al servicio de Estados Unidos ha sido secundaria y más bien deslucida. Un pequeño número de efectivos militares de la OTAN sirvieron como asistentes y apoyo administrativo para las tropas de Estados Unidos en Afganistán e Irak, y en cierta medida también participaron en la guerra promovida en Siria tratando de derrocar al presidente Basher Assad.
Pero es ahora, bajo el gobierno de Donald Trump, que la OTAN se encuentra muy tensa ante las presiones de Washington para intervenir resueltamente en contra de Rusia, China, Irán, Venezuela y Nicaragua.
Por supuesto, las principales presiones de Estados Unidos apuntan a que la OTAN realice acciones de alta provocación sobre Rusia. De hecho, la embajadora de Estados Unidos ante la OTAN, Kay Bailey Hutchinson, declaró ante la prensa, el viernes pasado, que, fíjese Ud., las fuerzas navales de la OTAN en el Mar Negro “le abrirán paso a los buques de guerra de Ucrania a través de las aguas del estrecho de Kerch y el mar territorial de Crimea”.
Por cierto, esas declaraciones de la embajadora Hutchinson no fueron respaldadas por nadie. Era ostensible que la OTAN no estaba dispuesta a producir el comienzo de la Tercera Guerra Mundial solo para ayudar al gobierno de Ucrania.
Y eso, ante el hecho absolutamente conocido de que toda la extensión del Mar Negro, hasta el último rincón, está cubierta por el aparato de defensa ruso que ahora incluye nuevos misiles capaces de destruir, cada uno, un barco de guerra de 20 mil toneladas. Se trata de misiles supersónicos que vuelan a ras del agua para no ser detectados por los sistemas defensivos de la OTAN.
Pero, ¿hasta qué punto la OTAN representa en estos momentos a las naciones de Europa?... Ciertamente, los gobiernos europeos están obligados a respetar los términos del Tratado de la OTAN, que suscribieron. Pero, ¿hasta qué punto? ¿Cuál es la línea roja entre la OTAN y las naciones europeas?
No sólo la estúpida afirmación de la embajadora Bailey Hutchinson ha recibido el rechazo de todos los gobiernos europeos. También el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, ha quedado vociferando solo en contra de sus aliados europeos.
De hecho, Pence se muestra enfurecido porque ni Alemania ni Francia está dispuestos a parar la puesta en marcha de los grandes ductos de gas natural y petróleo que van directamente desde Rusia, por el Mar Báltico, y a través de Turquía, por el sur.
Vociferó también por la inauguración, el viernes pasado, de una nueva planta de la automotriz Mercedes Benz, en Rusia, que producirá 25 mil vehículos anuales, y que ya ha contratado a más de mil trabajadores rusos, especializados y con altos niveles de renta.
Fuera de eso, el Vicepresidente Mike Pence acusó a los países europeos de no estar cumpliendo sus compromisos para el financiamiento de la OTAN, a la vez que están cerrando grandes acuerdos comerciales con China, mientras abandonan las propuestas estadounidenses.
Asimismo, tanto Europa como los demás integrantes del Grupo de los 7, están en estos momentos desafiando abiertamente a Estados Unidos respecto de las iniciativas de Washington de otorgarle a Israel soberanía sobre el territorio sirio de los Altos del Golán, así como respaldar los anuncios del ultra derechista primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de apoderarse definitivamente de las tierras palestinas de Cisjordania, ocupadas ilegalmente por colonos israelíes que desplazaron a las familias palestinas.
Pero ciertamente el punto de más intensa crisis a la que Estados Unidos está llevando a la OTAN, se refiere a la intervención, en Venezuela, de efectivos militares de Rusia y de China en Venezuela, y la posibilidad de que se les sume un contingente de técnicos enviados también por los gobiernos de Rusia y de China y además por los de Turquía e Irán, en apoyo al gobierno constitucional de Nicolás Maduro.
En particular, ha cobrado relevancia la serie de ataques de sabotaje perpetrados contra la red eléctrica en todo el territorio venezolano, que, ahora, parece estar evidenciando no sólo acciones de sabotaje a los sistemas computacionales de las generadoras y distribuidoras de electricidad. Además, hay indicios del uso de pequeños artefactos explosivos capaces de generar pulsos electromagnéticos que inutilizan los instrumentos y provocan las desastrosas interrupciones de energía eléctrica.
El tema de los ataques mediante pulsos electromagnéticos ha sido ya largamente estudiado, y de hecho Estados Unidos mantiene en Alaska un gran base de la Fuerza Aérea, en la localidad de Glaskona, donde operan decenas de antenas que realizan experimentos de pulsos electromagnéticos en la estratósfera o incluso más allá, en el espacio orbital. Se trata del sistema THAAD, o Sistema de Altura Terminal de Defensa, que supuestamente puede provocar enormes pulsos electromagnéticos capaces de paralizar a todo un país.
Las emisiones de alta frecuencia pueden producir una verdadera explosión electromagnética con efectos extremadamente destructivos.
Básicamente se ha reconocido que esa clase de investigaciones, experimentos y ensayos de carácter estratégico apuntan a la destrucción o inutilización de satélites enemigos. Y también por supuesto Rusia y China tienen instalaciones similares.
De hecho, Rusia y China mantienen en vigilancia las instalaciones de ese tipo colocadas por Estados Unidos en Japón y Corea del Sur.
Prácticamente toda la tecnología de pulsos electromagnéticos es mantenida como secreto militar, tanto en Occidente como en Asia. Pero las advertencias de Washington sobre peligro de acciones terroristas sobre la red eléctrica en Estados Unidos, claramente llevan a admitir la posibilidad de que los sabotajes realizados en Venezuela contra la red eléctrica, pueda relacionarse con esas mismas tecnologías.
Mientras tanto, además, también la OTAN está en estos momentos enfrentando dos nuevas y dramáticas disyuntivas. Una, es la negativa de Turquía ante las presiones de Estados Unidos para impedir la compra de sistemas de misiles interceptores S-400 rusos, que son considerados los más potentes y eficaces que existen.
Ante esas presiones, Turquía comunicó que ya realizó los primeros pagos para la compra de los misiles, y que de ninguna manera los cambiaría por la oferta norteamericana de misiles Patriot, que, siendo más caros, son claramente inferiores a los S-400.
Ante eso, Washington está manipulando la posibilidad de que Turquía sea expulsada de la OTAN. Pero los europeos, aun teniendo pocas simpatías por Turquía, temen que con ello se pueda impulsar todavía más la estrecha relación de ese país con Rusia. Y, oiga, Turquía tiene el control absoluto del paso de barcos entre el Mar Negro y el Mediterráneo.
La otra disyuntiva es la presión de Estados Unidos para que Brasil sea admitido como socio latinoamericano de la OTAN. La verdad es que la Unión Europea siente una intensa repugnancia por el gobierno de Jair Bolsonaro. Y al parecer no cederá.
Así, pues, este aniversario de la OTAN parece muy poco festivo. Sin embargo, la Red Voltaire, siendo un sitio noticioso de alto prestigio, y siendo además un sitio de clara tendencia marxista, afirma que la estrategia de Estados Unidos no ha sido una improvisación torpe. Y que, además, está afirmando las posiciones de supremacía de Washington sobre el mundo, tanto por su superioridad militar como por su control del aparato financiero, incluyendo el hecho de que el principal producto de exportación de Estados Unidos… ¡son los dólares emitidos por la Reserva Federal!
No obstante, cifras netas entregadas por la propia prensa oficial de la derecha estadounidense y europea, indican, por ejemplo, que la exportación de petróleo de Venezuela se ha mantenido prácticamente invariable, pese a las sanciones durísimas impuestas por Estados Unidos, y que en estos momentos el principal comprador de petróleo venezolano es la India.
¿Se fija Ud?... El panorama mundial está muy confuso. Pero los hechos van produciéndose en un implacable ritmo objetivo.
La OTAN difícilmente definirá la estrategia mundial en lo económico y en lo mundial del futuro inmediato. Y quizás entre los hechos concretos y objetivos que se nos vienen encima, estará también esa grande, esa tremenda toma de consciencia de que a la esperanza y a la felicidad hay que cuidarlas con inteligencia y con coraje... Y que no sirve de nada terminar siendo los muertos más ricachones de todo el cementerio.
Hasta la próxima, gente amiga. Hay que cuidarse, para cuidar que la esperanza no se apague.
Fotografía principal: El Secretario General de la OTAN Jen Stoltenberg y el Secretario de Estado Mike Pompeo abren la reunión de la institución este 4 de abril den Washington. Foto: Pablo Martímez Monsivais / AP. Extraída de: https://www.ctvnews.ca