Por Ruperto Concha
El viernes finalmente el Congreso de los Estados Unidos aprobó en definitiva la elección presidencial, declarando a Donald Trump presidente electo con un total de 304 votos electorales contra 227 de Hillary Clinton. La frenética furia de los demócratas se quedó sin recursos legales y en doce días más Barack Obama tendrá que hacer entrega de la Casa Blanca, el gobierno y todas las facultades que tuvo en su mano durante los últimos 8 años.
El escándalo del jaqueo ruso al Comité Central del Partido Demócrata ya comenzó a desinflarse ante la ausencia de evidencias reales sobre la participación de hackers rusos, y, aún más, sobre la afirmación descabellada de que los inteligentes de la inteligencia de Washington tendrían “evidencias” de que el propio presidente de Rusia, Vladimir Putin, habría ordenado personalmente jaquear a los demócratas. Por supuesto esas tales evidencias no eran más que indicios, tincas y conjeturas, sin base concreta alguna.
Quedaron en evidencia real, en cambio, dos cosas muy concretas. Una, que los hechos vergonzosos, de corrupción política, que fueron revelados, eran totalmente ciertos, no hubo ninguna noticia falsa, y la acusación contra los hackers es solamente porque no permitieron que los sucios secretillos del Partido Demócrata pudieran mantenerse en secreto, lejos del conocimiento de la ciudadanía.
Y, la otra cosa, ... que la famosa Inteligencia de Estados Unidos evidenció no ser nada tan inteligente, como se venía sospechando desde hacía tiempo, y que con toda razón el nuevo gobierno tendrá que cambiar por lo menos a los más tontos, revisar los procedimientos empleados, y promover a los que han demostrado ser más capaces y más habilosos.
Fíjese Ud. que ayer, el analista Struan Stevenson, de la United Press, siendo él mismo un enconado rusofóbico y partidario de la guerra, publicó un vasto artículo, transmitido a miles de radios, estaciones de TV y periódicos, en que dice textualmente:
“Cuando el Presidente Barack Obama se vaya de las Casa Blanca, dejará detrás un legado de muerte y destrucción sobre el Medio Oriente”.
En términos reales, los 8 años de gobierno de Obama concluyen en un contexto mundial de derrotas y fracasos de Estados Unidos, en toda la extensión de la estrategia planetaria. En el lejano oriente, Filipinas ya abierta y resueltamente cambió de bando, iniciando acuerdos de alianza económica y militar con China y con Rusia.
Más aún, cuando finalmente Washington trató de componer relaciones con su supuesto aliado incondicional, ofreciéndole reanudar su ayuda militar, el presidente Duterte, de Filipinas, le contestó diciendo “no gracias. Prefiero recibir la ayuda de Rusia y de la China”.
Mientras tanto, en Jerusalén, Israel, el aliado intocable, mimado, consentido y protegido de Estados Unidos, el 29 de diciembre, en presencia de las autoridades de gobierno y ante decenas de miles de concurrentes, uno de los más célebres cantantes folklóricos israelíes, Mordechai ben David, hizo mofa de Barack Obama, llamándolo “kushi”, una palabra que en hebrero quiere decir algo así como “cholo”, o “nigger”, una forma insultante de referirse al él como “ese negro”. Y el público lo ovacionó.
Pero sin duda la más patética derrota estratégica de Estados Unidos fue el Acuerdo de Tregua e iniciación de negociaciones de paz para Siria. Un acuerdo diseñado por Rusia, aprobado por los gobiernos de Irán, Turquía, el Líbano y, por supuesto, Siria más una abrumadora mayoría de las organizaciones armadas rebeldes. El Acuerdo fue presentado por Rusia y Turquía al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde fue aprobado, fíjese Ud., por unanimidad.
De hecho, los combates ya cesaron en más del 80% del territorio, y los focos rebeldes están paulatinamente siendo eliminados.
Sin embargo, al margen del éxito concreto que tengan las negociaciones de paz definitiva, lo más significativo de este Acuerdo es el hecho de que Estados Unidos fue absoluta y completamente marginado. No participó en nada. Ni siquiera le entregaron la información que, en cambio, le fue entregada al representante de las Naciones Unidas, Steffan de Mistura.
Es decir, quedó “ninguneado” precisamente en la peor y más sangrienta guerra creada por Washington y que, con un pavoroso saldo de destrucción y muerte, está llegando a su fin con el fracaso de los objetivos estratégicos que apuntaban a darle a Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita el dominio absoluto de la totalidad del Medio Oriente.
¿Cuáles son las verdades que se ocultaban detrás de la estridencia “publi-noticiosa” de Washington y sus corifeos de Europa?... Una de esas verdades es la que se asoma detrás del inesperado cambio de bando de Turquía, que, siendo un miembro importantísimo de la OTAN, ahora aparece desafiando a Estados Unidos. O sea, desafiando al propietario de la OTAN.
La verdad es que la inesperada alianza de Turquía con Rusia, con Irán y con China, es una prueba de la incapacidad de la CIA y los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Ya en 2013, Turquía había comprendido que la Unión Europea le estaba cerrando las puertas, y que su participación en la OTAN distaba mucho de ofrecerle las mismas garantías que a los socios europeos de la alianza militar.
Quizás como una prueba de las intenciones de la OTAN, el entonces primer ministro Tayyip Erdogán anunció que Turquía iba a comprar a China sus instalaciones misilísticas de defensa antiaérea y misiles interceptores.
La noticia enfureció a Washington y aterrorizó a los europeos. De inmediato Barack Obama inició durísimas presiones para impedir aquella compra de armamento ultramoderno a China, por un valor de más de 4 mil millones de dólares.
Finalmente, tras meses de tira y afloja, Erdogan cedió, anulando la compra a China y en cambio apareció adhiriendo al plan estratégico de Washington para derrocar al gobierno legítimo de Siria y establecer un férreo control militar bajo el dominio de Arabia Saudita, Israel, y supuestamente también Turquía, bajo la conducción suprema de Estados Unidos.
Sin embargo, Washington detectó que el jefe de gobierno turco, Tayyip Erdogan, podía convertirse en un socio demasiado exigente e indisciplinado, que, sobre todo, no estaba dispuesto a aceptar que Arabia Saudita alcanzara la máxima cuota de poder imperial, similar o superior al de Israel y Turquía.
Para Estados Unidos y la OTAN, Turquía es una pieza esencial. No sólo tiene el ejército más fuerte, después del de Estados Unidos. Además, es un país muy industrializado, con una población de 80 millones de habitantes, o sea, lo mismo que Alemania, y geográficamente domina la comunicación entre el Mar Negro y el Mediterráneo.
Fue entonces que Washington resolvió eliminar al gobernante turco, siguiendo el clásico esquema de provocar creciente agitación social que lleve a un cambio de gobierno. Ya el mismo 2013 la CIA inició acciones en contra de Tayyip Erdogan. En mayo y junio de ese año, incitó y financió sucesivas jornadas de protestas callejeras, incluyendo la toma del Parque Taxim Gezi, en Estambul, con una táctica similar a la que al año siguiente aplicarían en Kiev, Ucrania, en contra el presidente Yanukovich.
Sin embargo, el apoyo político y el respaldo popular a Erdogan probó ser demasiado fuerte, y el 2014 tras renunciar como primer ministro, postuló a la presidencia, siendo elegido por amplia mayoría.
Al año siguiente, Estados Unidos volvió a intentar manipular las elecciones legislativas, apoyando con grandes recursos a los partidos de oposición que se empeñaban en disminuir los poderes presidenciales. Pero una vez más, Erdogan resultó vencedor y consolidó su poder.
De hecho, comenzó a estrechar notoriamente sus relaciones con Rusia, llegando a un acuerdo para la construcción del gran ducto de hidrocarburos llamado Corriente Sur, destinado a llevar gas y petróleo de Rusia y Kasakhstan a Europa, sin pasar por Ucrania.
Una vez más, Estados Unidos y la Unión Europea ejercieron al máximo presiones para lograr que Turquía paralizara el proyecto. Con ello, por cierto, las relaciones entre Turquía y Rusia sufrieron un deterioro fuerte.
Pero en esa crisis, para Washington quedó claro que el presidente Erdogan sólo había cedido en forma momentánea, y eso sobre todo por la intervención del primer ministro Ahmet Davutoglu. O sea, para Washington y la OTAN, Davutoglu había pasado a ser la persona que debería reemplazar a Tayyip Erdogán en el gobierno de Turquía.
Según fuentes del propio gobierno turco e informaciones de la Red Voltaire, de periodismo investigativo, a partir de 2015 la CIA realizó cuatro intentos de asesinato contra el presidente Tayyip Erdogan.
Paralelamente, en noviembre de 2015, dos aviones de la fuerza aérea turca, de la base de la OTAN en Incirlik, fronteriza con Siria, atacaron a un avión ruso SU-24, desarmado, que regresaba de una misión de bombardeo contra el Estado Islámico o Daesh. De inmediato, el primer ministro Ahmet Davutoglu declaró que fue él, personalmente, quien dio la orden de derribar el avión ruso.
Por supuesto aquel ataque cumplió su propósito de quebrantar de manera que parecía irremediable, toda relación y todo entendimiento entre Rusia y Turquía.
Sin embargo, en un esfuerzo extraordinario, el presidente Erdogan se esforzó en lograr una reconciliación con Moscú. Ya estaba bien claro que Washington y la OTAN estaban resueltos a apoderarse del gobierno de Turquía, pese a que el apoyo popular al régimen se mantenía por encima del 60%.
Tayyip Erdogan viajó a Moscú y, de partida, declaró que él no había ordenado el ataque contra el avión ruso, y que sólo se enteró de ello cuando los hechos estaban consumados.
Es decir, fue el propio primer ministro Davutoglu quien confesó haber ordenado aquel ataque a traición, claramente destinado a impedir el entendimiento de Turquía y Rusia y una relación entre Erdogan y Vladimir Putin.
El cuarto intento de la CIA para asesinar al presidente Erdogan fue el intento de golpe militar de julio de 2016, encabezado por fuerzas de la propia base militar de Incirlik, ocupada por fuerzas de Estados Unidos y otros países de la OTAN. De hecho, fueron aviones de Incirlik los que bombardearon instalaciones de gobierno, y según informaciones de la presidencia, uno de los pilotos golpistas habría sido el mismo que atacó a traición el avión SU-24 ruso.
Ese golpe de estado habría tenido éxito, si no hubiese sido detectado a tiempo por los servicios de inteligencia rusos que alcanzaron a advertir con algunas horas de anticipación al presidente Erdogan. Es decir, también en esa oportunidad los servicios de inteligencia rusos demostraron ser mejores que la CIA y cambiaron por completo no sólo el destino de la guerra en Siria, sino la totalidad geopolítica del Oriente Medio.
En estos momentos existe ya una coalición extremadamente poderosa que incluye a Rusia, Irán, Turquía, Irak, Siria y El Líbano. Y esa coalición cuenta además con el apoyo explícito, económico y militar, de la China. Paralelamente, apoyan a esa coalición Paquistán y en gran medida los grupos pashtún de Afganistán.
Si Ud. mira un mapamundi podrá apreciar la magnitud, la enormidad del desastre estratégico que sufrió Estados Unidos en su sangrienta aventura para apoderarse de Siria y todo el Oriente Medio.
Pero más allá del control militar y el aborto de los planes con Arabia Saudita e Israel, es en el seno mismo de las potencias occidentales, Estados Unidos y Europa, donde las fuerzas políticas han acentuado un cambio de rumbo en relación con la doctrina del Nuevo Orden Mundial bajo dominio de Estados Unidos. En Francia, Italia y gran parte de Alemania está cundiendo fuerte la noción de que el destino de Europa depende de corregir y perfeccionar las buenas relaciones con Rusia.
Y en Estados Unidos, el presidente electo Donald Trump hizo su más categórica declaración sobre Rusia. Dijo en su twitter: “Entablar una buena relación con Rusia es una cosa buena. No es algo malo. Sólo personas estúpidas o locas pueden pensar que eso sea malo. Ya tenemos bastantes problemas en el mundo. Durante mi gobierno Rusia nos respetará mucho más que ahora”.
En tanto, en Estados Unidos la contracción de las ventas comenzó a provocar el descalabro masivo de los malls y las multitiendas. Esta semana se dio a conocer que las gigantes del retail, Sears, K Mart y Macey, anunciaron el cierre de más de 200 establecimientos en Estados Unidos, 200 malls y multitiendas, lo que implica la cesantía de más de 30 mil empleados.
También se anunció esta semana que la mayoría republicana en el Congreso aprobará nuevas leyes para someter a la Reserva Federal a las mismas exigencias de auditoría, inspección, transparencia y justificación de decisiones, que se aplica a todo el resto del comercio y de la banca.
Por supuesto, el Partido Demócrata, con el respaldo de Wall Street y las transnacionales de la industria militar, están haciendo esfuerzos para bloquear esas leyes.
Y, en Europa, la opinión pública ha recibido con alarma el desembarco de batallones de tanques y varios miles de soldados estadounidenses enviados por Obama, para instalarse en Polonia y otros países fronterizos con Rusia.
Más de un 50% de la opinión pública europea, según las últimas encuestas, considera que la OTAN y Estados Unidos están haciendo casi inevitable el estallido de la Tercera Guerra Mundial.
Como fuere, el que la gente tome conciencia de eso puede todavía movilizar de veras a la humanidad en un movimiento de masas concreto por la paz, por la ecología planetaria y por la persona humana, para que ella misma, para que todos podamos recobrar la libertad, que finalmente es responsabilidad de procurar ser feliz y engendrar felicidad en torno nuestro.
Como dijo Trump en su twitter, sólo los estúpidos y los locos están dispuestos a llevarnos a la guerra y la miseria. Pero, admitámoslo: Hay muchos, muchísimos estúpidos, acompañados de otros tantos locos.
¡Hasta la próxima, amigos! Cuídense, es necesario. Ud. ve, hay peligro.