LOS ANDRONICOS
Hace muchos años, quizás antes de nuestra era, los Andrónicos eran seres que pululaban en otros territorios, en espacios poco transitados por nuestra raza, casi no los conocíamos y la poca información con la que contábamos eran algunos mitos con los que suponíamos su existencia.
Nada sabíamos de ellos, salvo su poder para traernos las lluvias, dicha y prosperidad. Suponíamos que eran seres filantrópicos que una vez al año enviaban costosos regalos para nuestros hijos maltrechos. Con decirles que hasta existían fanáticos que levantaban iglesias para alabar a los Andrónicos.
Pero un día, uno de esos Andrónicos resbaló de donde estaba y cayó entre los salvajes que no lo conocían, ellos intuían que era uno de esos seres de los que hablaban las historias locales, uno de esos que traían paz y prosperidad. Los salvajes queriendo probarlo le exigieron que demostrara que él era un Andrónico. Le dijeron: si tú eres uno de los seres de los que hemos escuchado hablar desde siempre queremos que traigas una inundación a nuestra ciudad.
Asustado, el Andrónico extraviado, les dijo que no era capaz de hacerlo, que no podía. Entonces los salvajes lo tomaron, y junto a una pila de ramas y troncos comenzaron a encender antorchar y a hacer ruidos y bailes tribales.
Y mientras el fuego comenzaba a crecer, el Andrónico decía:
Soy un ser humano, soy un ser humano
Y repetía infatigablemente.
No me enjuicien, apaguen esa hoguera, ahí no me quiero quemar
No merezco esta desdicha
Soy un ser humano, soy un ser humano como ustedes
Los salvajes, haciendo oídos sordos continuaron con su ritual, exaltando el sacrificio del falso ser mitológico para dedicárselo a los Andrónicos de verdad, esos que no vemos y que contribuyen con nuestra sociedad salvaje.
Cuando ya no quedaba fuego, y casi se extinguía la vida, el Andrónico continuaba reclamando su humanidad, una humanidad más importante que las demás, esa poderosa y de influencias. Una humanidad distinta, pero que no le alcanzó la vida para imponérsela a los salvajes que no escucharon, o se hicieron los sordos mientras compartían la complicidad de sus actos irracionales.
Soy Max Cortés
Y esto es Palos pal Puente.