Este sábado la totalidad de los habitantes de Australia están convocados a un referéndum, que permita modificar la constitución del país y dar reconocimiento a los pueblos originarios existentes en la gran isla continente.
Joaquín Pérez
En el mundo ya existen varios precedentes, en el caso de Europa, está el pueblo sami, habitantes de los territorios árticos que formaban la región histórica de Sápmi, que ocupa la actual Laponia y otros territorios adyacentes en Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Los samis, mal llamados lapones, han logrado ser el único pueblo reconocido oficialmente como “indígena” en Europa. Este pueblo originario de las latitudes árticas, goza de ciertos derechos en las constituciones de Suecia, Finlandia y Noruega, además posee un Parlamento Sami, representativo de todo el pueblo, independiente de las fronteras de los estados nacionales que actúa como organismo consultivo para decidir sobre sus derechos.
En Latinoamérica, el ejemplo más conocido es el pueblo guna, que habita la comarca de Guna Yala en el norte de Panamá. Los gunas conquistaron su reconocimiento con una revolución en el año 1925 que resultó en la declaración provisional de la República de Tule y un posterior tratado de paz para reconocer sus costumbres e identidad.
Años después, en virtud del artículo 5 de la Constitución de Panamá, que permite la creación de divisiones políticas “sujetas a regímenes especiales”, se definió su comarca, mientras que la Ley Orgánica 16 de 1953 dio paso a la creación del Congreso General Guna. Esta entidad política aglutina a representantes de todas las comunidades gunas en reuniones bianuales, para tomar decisiones que competan a sus destinos.
Siguiendo en Centro América, en Guatemala, la guerrilla de las URNG lograron tras su desarme en los Acuerdos de Paz de 1996 entre otros compromisos el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas. En Colombia también se produjo un reconocimiento constitucional y Bolivia se declaró oficialmente estado Plurinacional.
Más cerca de Australia, está Nueva Zelanda, allí el pueblo maorí, tiene el “tratado de Waitangi” (6 de febrero de 1940) firmado entre representantes de la Corona Británica y jefes de más de una treintena de tribus maoríes. El acuerdo protege la cultura maorí y les permite vivir según sus costumbres. Este tratado es considerado como un documento fundacional de Nueva Zelanda, guía las relaciones entre el Estado y la población maorí. En base a este, las y los maoríes cuentan con una cuota de siete escaños permanentes en el Parlamento unicameral de Nueva Zelanda, de 120 representantes, que les permite representar sus intereses, algunos parlamentarios maoríes han llegado a ser ministros de Exteriores o Defensa, entre otros altos cargos oficiales en este país bajo régimen parlamentario.
Existen otros ejemplos de reconocimiento constitucional, escaños especiales, autonomía e incluso derecho a autodeterminación de pueblos originarios en el mundo, como en el caso de Canadá.
El referendo de Australia pretende añadir un artículo a la Constitución, vigente desde 1901, que no menciona a los indígenas y los isleños del Estrecho de Torres, para crear un organismo consultivo que asesore al Ejecutivo y al Legislativo en asuntos que les compete a estos pueblos originarios.
La mayoría de la población, blanca y anglosajona, es la que debe decidir si reconoce a estos pueblos diezmados tras siglos de colonización. Aunque la retórica racista no ha estado ausente en esta campaña, el hecho que se consulte el reconocimiento constitucional de los pueblos aborígenes es un avance significativo en la lucha de resistencia que han dado contra los invasores y colonizadores.