[resumen.cl] Tras el proceso electoral, el golpismo sufrió la derrota en Bolivia tras el triunfo de la dupla Arce-Choquehuanca. Así, se abre un proceso fundamental en el cual el rol activo de los movimientos sociales se tornó elemental para su desarrollo tras una aplastante victoria electoral.
Las elecciones bolivianas constituyen un hecho político de profundas implicaciones históricas para la nación altiplánica. El triunfo aplastante del MAS, en medio de la persecución y exilio de sus líderes y en un proceso con altísima participación popular, provoca un remesón que va más allá del propio país y golpea toda la geopolítica de la región.
Así, la propia Organización de los Estados Americanos (OEA )que estuvo involucrada en el golpe de Estado en esta nación, forman parte de los grandes derrotados en este proceso.
El Contexto Regional
El golpe de Estado del 10 de noviembre 2019 marcó el fin definitivo del llamado ciclo progresista en América Latina, que tuvo un eje La Habana-Caracas-Brasilia-Buenos Aires, pero que además se posicionó en el Uruguay de Tabare y Mujica, en el Paraguay de Lugo, en el Ecuador de Correa, la Honduras de Zelaya, la Nicaragua sandinista, el Salvador gobernado por el FMLN, la Bolivia de Evo y otros proyectos menores en el caribe.
La derrota del proyecto del ALCA y el surgimiento de UNASUR fueron parte de ese contexto regional al que fueron arrastrados incluso gobiernos derechistas en la región. Los sucesivos golpes de Estado y judiciales en Honduras, Paraguay y Brasil, la extraña situación de Ecuador donde el candidato de la continuidad del Correa, Lenin Moreno, se cambió de bando, las derrotas electorales del Kirchnerismo en Argentina y el FMLN en el Salvador, marcaron el fin de ese proceso al cual el Golpe de noviembre del año pasado en Bolivia puso la lápida.
En América Latina parecía haber caído la noche mientras la derecha se radicalizaba a extremos no vistos desde las dictaduras militares: en Brasil de Bolsonaro o la Colombia del uribista Ivan Duque, arrastraban consigo a gobiernos como Macri en Argentina yPiñera en Chile, como también en Perú y Ecuador.
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La llegada al poder de López Obrador en México el 1 de diciembre del 2018 aparecía como extemporáneo en este contexto latinoamericano, y fue el único país que presto socorro al gobierno legítimo de Bolivia tras el golpe de noviembre de 2019. La embajada y las casas del personal diplomático mexicano en Bolivia fueron atacadas por la derecha boliviana; mientras, tras negociaciones con la derecha golpista, el presidente Evo Morales y su vicepresidente García Linera pudieron salir al exilio, al igual que algunos de sus colaboradores y familiares.
Era México en ese momento el único país que denunciaba el golpe de Estado en Bolivia junto a Venezuela y Cuba, ante el silencio cómplice del resto de los gobiernos que presenciaban las masacres y violaciones a los derechos humanos, con carácter racista, en la nación de mayor población de pueblos originarios del continente.
El 10 de diciembre del 2019 asume en Argentina Alberto Fernández como presidente de la república, con Cristina Fernández de vicepresidenta. En este punto, Evo Morales y García Linera se trasladan desde México a Buenos Aires, capital del país que concentra la mayor cantidad de población boliviana fuera de Bolivia: aproximadamente 400 mil personas.
Tanto México como Argentina se negaron a reconocer el gobierno de facto en Bolivia, especialmente a partir de la violación de derechos humanos y las masacres cometidas por la dictadura Boliviana.
Así, el eje México-Buenos Aires es el principal reforzado con la elección de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, quienes además ya anunciaron la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela una vez que asuman el poder.
En Contexto Boliviano
En los pocos meses que ha estado la derecha golpista en el poder en Bolivia ha mostrado lo peor de lo que la ha caracterizado durante toda su historia. El racismo contra los propios orígenes del pueblo boliviano, la violación de derechos humanos y las masacres como las de Senkata y Huayllani de noviembre del año pasado donde al menos 22 civiles fueron asesinados y otros 200 heridos a bala por el Ejército. En los pocos meses que llevan los escándalos de corrupción proliferaron, viéndose incluso involucrados fenómenos de sobreprecios en insumos médicos en medio de una pandemia sin control de parte de las autoridades.
Años de crecimiento económico, el periodo más largo de estabilidad y crecimiento económico en Latinoamérica, en los últimos años, se fue al traste de la basura en solo unos meses.
Pese a aquello no fueron capaces de tener un candidato de consenso para enfrentar al MAS. La derecha fue dividida en varias candidaturas: algunas se retiraron a última hora como la golpista Añez, o el ex presidente “Tuto Quiroga”. Sin embargo, el afán de las oligarquías locales por hacerse del botín del Estado las llevó a pelearse entre si.
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Hay hoy en Bolivia quienes sostienen que a pesar de ser algo malo en si mismo el golpe de Estado, tuvo consecuencias positivas para el proceso de transformación que vive el país.
La fuga al exilio de Evo Morales y García Linera, negociada con los golpistas, dejó al pueblo boliviano huérfano de líderes; los abusos de las nuevas autoridades hizo despertar inmediatamente la resistencia popular; las protestas de agosto vieron a viejos lideres borrados de la escena política por la dirigencia burocrática del MAS, la cual nuevamente buscaba aparecer en escena.
Fue ese levantamiento de agosto el que obligó esta elección octubre, de lo contrario la dictadura hubiera aplazado nuevamente las elecciones y a esa gente de las bases de las organizaciones sociales, sindicales e indígenas, las mismas que pasaron por arriba de la burocracia partidista, adormecida por los años en las oficinas de gobierno o el parlamento.
La Interna de la izquierda
Sin duda fue muy importante en el triunfo del MAS que la dupla de candidatos fueran Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, el primero un boliviano mestizo, de capas medias y tecnócrata; el segundo, un hombre ligado al mundo indígena del altiplano boliviano: representan dos segmentos sociales importantes de Bolivia. De hecho, una victoria así de aplastante no estaba en los cálculos de nadie, tanto así que los golpistas debieron reconocer su derrota y hoy entran en una etapa de desmoralización y disputas internas.
Se temía lo peor si la victoria era muy ajustada: la vuelta de la violencia, los paramilitares de derecha y un nuevo Golpe. Sin embargo lo contundente de la victoria hace imposible esta reacción.
Evo estaba seriamente cuestionado por su personalismo, inaugurando estatuas o museos en su honor, mientras que García Linera por el control del partido y la cooptación del movimiento social. Con su exilio el movimiento social, apartado de las luchas y adormecido, recuperó su antigua rebeldía y nuevos liderazgos. Las protestas de agosto que forzaron a la dictadura a la realización de las elecciones del pasado 18 de octubre le dieron fuerzas a este sector de las bases del movimiento social, campesino, minero e indígena que hoy mira con desconfianza la vuelta de Evo Morales y García Linera: esperan que Lucho y Choquehuanca se rodeen de gente nueva y no los burócratas que rodearon al último gobierno del MAS.
Los Resultados de las elecciones
Con el 93% de las actas escrutadas y una participación del 88.29%, la dupla Arce-Choquehuanca se impone rotundamente en 6 Provincias de Pando (45,8%), La Paz (67,72%), Oruro (62,94%), Potosí (57,61%), Cochabamba (65,9%) y Chuquisaca (49,06%). Por su parte, el centro derecha Carlos Meza vence estrechamente en 2, las poco pobladas provincias de Beni (39,17%) y Tarija (50,24%), mientras el extrema derecha Camacho, uno de los líderes del Golpe, se impone solo en su provincia de Santa Cruz (45,05%).
Los porcentajes son:
Luis Arce Catacora 3.223.810 (54,55%)
Carlos Meza 1.717.832 (29,07%)
Luis Fdo. Camacho 846.371 (14,32%)
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Fotografía principal: EFE